#VICTORIA80AÑOSEntrevista

Simplemente, Victoria

A la izquierda, la narradora Ana Teresa Torres. A la derecha, el poeta Arturo Gutiérrez Plaza.

21/06/2020

Con esta serie Prodavinci festeja las ocho décadas de vida de Victoria de Stefano –y más de cincuenta de escritura creativa–  y se une a la celebración permanente de su universo narrativo: obra singular en el contexto de la literatura venezolana y de amplios alcances en otras regiones de la lengua.

Dos escritores, la narradora Ana Teresa Torres y el poeta Arturo Gutiérrez Plaza, trazan un recorrido por la obra —que es tanto como la vida y seguramente mucho más— de Victoria de Stefano, una mujer que ha dedicado 50 años a la literatura, bajo la narración y la ensayística. Hoy, que ha llegado a los 80 años, nos sumamos a un merecido homenaje a quien ha sido un ejemplo de vida en todos los sentidos.

“Estamos hablando, probablemente, de la mejor prosista venezolana, en un prolongado lapso de tiempo”, dice Ana Teresa Torres. Un primer hito al que le sigue, en ascenso, la opinión de Gutiérrez Plaza. “Después de Teresa de la Parra está Victoria, en ese nivel de concepción artística de la prosa”. Entonces, no queda duda. Estamos hablando de una escritora, cuya obra va a sobrevivir después de la ruina. 

En esta conversación, queda en entredicho un lector que no lee poesía, como es el caso de quien esto escribe. Pero, afortunadamente, Gutiérrez Plaza ha sabido poner las cosas en contexto. Y también en su punto. 

Las novelas de Victoria no suceden en un lugar específico. No es el caso de otros escritores que, en su imaginación, necesitan las coordenadas de un lugar para que tenga lugar la historia. ¿Qué dirían de esta circunstancia?

Ana Teresa Torres: Ciertamente, la ubicación espacial no es muy clara en las novelas de Victoria, tampoco la ubicación temporal. En Paleografías creí reconocer no sólo a Caracas sino al barrio donde ella vive, Sebucán; hay una mención que alude directamente a esa zona. Algo similar podría decir, por ejemplo, en Lluvia, que tampoco se sabe exactamente dónde es, pero que uno pudiera pensar que tuviera que ver con la costa, con el litoral central. Creo que es algo absolutamente deliberado. No darle un espacio determinado, ni siquiera un tiempo específico, porque es una lectura que se mueve mucho en el mundo interior del personaje. Incluso en la Historia de la marcha a pie, en la que narra distintos viajes, uno pudiera decir que alude a los que Victoria hizo, pero los lugares no son demasiado importantes, sino la vivencia del personaje en su recorrido. Hay en ella, de entrada, una posición de no obligar a un tiempo y espacio demasiado reconocible por el lector. 

Arturo Gutiérrez Plaza: Es algo deliberado en la obra de Victoria. Diría que es algo insinuado, más que una referencia explícita. A diferencia de los espacios imaginarios de otros escritores —Macondo de García Márquez, Santa María de Onetti o, entre nosotros, Ortiz de Miguel Otero Silva, que si bien existe como espacio geográfico, para muchos venezolanos su existencia la daba la literatura—, el lugar que crea Victoria lo da, precisamente, el nombre de una de sus novelas: El Lugar del escritor. Ése es el lugar que ella crea y está en todas sus novelas. Su obra, como lo dijo Ana Teresa, se desarrolla en la conciencia interior, en las vivencias de los personajes. En los contrastes entre espacios interiores y exteriores.

Hay un mundo psicológico, existencial y también un marco filosófico en todas sus novelas. Habría que hacer una mención a esa universalidad. ¿Hay una conexión con el existencialismo más que con otra corriente filosófica?

ATT: Más que psicológicos, los personajes se mueven en ese problema existencial, filosófico, donde el protagonista, el sujeto, se está preguntando ¿qué hago yo aquí?, ¿a dónde voy?, más que en las preocupación íntima de una persona. Ésas son las preguntas filosóficas que yo veo, por supuesto, en El lugar del escritor, en Paleografías y también en La noche llama a la noche. El personaje preguntándose acerca de la respuesta moral de la existencia. 

AGP: Yo no estoy muy seguro de ubicar a Victoria en todas esas coordenadas del existencialismo. Obviamente, hay una pregunta recurrente por el sentido de la vida, el sentido de la escritura o de la historia. Pero más que ubicarla en una familia filosófica, yo la ubicaría en una familia literaria. La vería más cercana a obras como la de W. G. Sebald, como las de Thomas Bernhard y, antes que ellos, Marcel Proust. Es decir, el tema de la memoria. La indagación constante en la memoria. Personajes que se ubican en situaciones umbrales, en situaciones límites y que se exploran a sí mismos, a su conciencia y a su entorno desde la memoria. El desolvido se llama su primer libro, ¿no? El tema de la memoria es fundamental, central. Su aproximación a Sartre, incluso, fue algo tortuoso, entonces no hay nada estimulante allí. El planteamiento filosófico existencialista, digamos, darle un sentido a la vida ante la falta de Dios, el vacío de creencia, ese tipo de cosas no están en ella.    

Pongamos la atención en sus títulos. En Teoría del ascensor, Sergio Chejfec escribe un extraño y brillante perfil de Victoria. Cito: “El desolvido, Cabo de Vida, Pedir Demasiado son ejemplos de esa incomparable forma de prometer lo que no se tiene, de prometer un simulacro de vida…”. ¿Podríamos compaginar esos títulos con la historia de vida de sus personajes?

ATT: El título es algo muy íntimo del escritor. Los títulos de Victoria, creo yo, son bastante enigmáticos. Un poco lo que hablábamos con respecto al espacio, tú lo puedes reconocer pero no es un espacio determinado o geográfico. Lluvia, por ejemplo, puede ser una novela de muchísimas maneras. Es un título que no está orientando ni dirigiendo mi lectura hacia dónde va a ir ese libro. Paleografías diría algo similar. Quizás Historia de la marcha a pie sea más claro o tenga algo que ver con la idea del transcurso de la existencia y la dificultad que hay en los personajes, precisamente, porque es una marcha a pie. Los títulos de ella son, como dije, enigmáticos, no pretenden que el lector sepa adónde va esa novela. Pretende que lo descubra, mientras la va leyendo. Pedir demasiado, tampoco. Es una manera muy particular que ella tiene de titular. No decirle al lector, exactamente, en qué terreno va a entrar. Así lo veo yo como escritora. Es un camino enigmático. Por ejemplo, el lector va a interpretar por qué se llama Lluvia, que puede aludir a tantísimos hechos y de distintas maneras. 

AGP: Justamente, dentro de los rasgos que hacen singular la obra de Victoria, al igual que ese primer aspecto ya señalado —la imposibilidad de saber dónde ocurren las cosas, sin referencia concretas a un lugar conocido, sino insinuado, si acaso—, los títulos responden a ese mismo principio. Enigmáticos, como dice Ana Teresa; y en la medida en que vas leyendo te vas respondiendo a qué responde ese título. En una entrevista que se publicó en Prodavinci, ella dice: “Después del primer libro, los demás libros salen más fácil, porque los elementos centrales de esa obra van a estar presentes de ahí en adelante”. Habla de cabos sueltos que se van a ir desarrollando en la próxima novela. Cabo de vida se titula una de sus novelas, ¿no? En Historia de la marcha a pie, por ejemplo, conseguí lo siguiente: “No se puede pedir menos, tampoco mucho más. Se puede pedir mucho, pero no demasiado”. Entonces, nos está dando una clave del título de la que será su próxima novela. En todas ellas, la lluvia está presente. En todas. Así como El lugar del escritor está en todas partes. Entonces, cada título es como un nodo en esa red. El lector, que va indagando en esa trama, puede darle sentido a esos títulos. Pero está totalmente desarmado para saber de qué va eso.  

¿Podría decirse que la escritura, el lenguaje, las formas literarias se convierten en uno de los personajes de sus novelas? En esas reflexiones internas, en esas búsquedas de la interioridad, la escritura adquiere, digamos, rasgos que deslumbran y, tal vez, cierta personificación.

ATT: Bueno, estamos hablando, probablemente, de la mejor prosista venezolana, en un prolongado lapso de tiempo. Estamos hablando de una prosa excepcional. No me cabe ninguna duda. A veces he leído las frases de sus novelas por el sólo gusto de leerlas. Olvidándome de lo que dice o lo que está pasando, simplemente por seguir la sintaxis de la frase y nada más. En una ocasión, Victoria me comentó que ella piensa todas las frases en su mente y, cuando están completamente corregidas mentalmente, es que las escribe en la pantalla de la computadora. Es un trabajo laboriosísimo, porque con la computadora la tentación es escribir, no importa si lo hago mal porque después puedo borrar. No es como antes, que tenías que escribir, tachar y volver a tachar. Era muy complicado. No sé si es un personaje, pero sí es como la escultura que ella está haciendo, es como la obra de arte que ella está haciendo. Es pulir la frase hasta que le parezca que está perfecta. Más que el lenguaje sea un personaje, le daría la categoría de que para ella ése es el arte de la escritura. Por eso digo que estamos hablando de una de las grandes prosistas venezolanas en el lapso de mucho tiempo. 

AGP: No estaría de acuerdo con la idea de que el lenguaje es un protagonista. Un personaje implica otra cosa. La obra de Victoria es absolutamente literaria. Es literatura reflexionando sobre literatura y  a su vez, sobre escritura a tiempo completo. Es la materia misma de la novela. Es, digámoslo así, la novela que reflexiona sobre la novela mientras se hace la novela. Evidentemente, es la gran prosista venezolana. Después de Teresa de la Parra está Victoria, en ese nivel de concepción artística de la prosa. El dominio de la prosodia, de la eufonía, del ritmo, de la melodía. Victoria fue muy cercana a poetas, a Juan Sánchez Peláez, a Eugenio Montejo. En un momento me asombré tanto que llamé a Victoria para que me dijera si esto no era un poema. Solamente voy a leer un fragmento: 

Estaban ante una iglesia, en una plaza de palomas. Extenuados de tanto recorrer calles, de subir y bajar escalinatas, de mirar más de lo que podían ver, más de lo que podían retener y llegar a recordar. Extenuados pero sonrientes, lucían inmoderadamente felices, unidos en la atmósfera de una honda y sabia ternura. Se tenían de las manos como se tienen los que se hallan perdidos, y aún no teniéndose más que a sí mismos nada los ultraja y no se hacen preguntas. Se tenían de las manos, ajenos a las flaquezas, a la obligada certeza de lo que pretendieron ser y no fueron, a la carne que se iría desintegrando en la quemadura de los ácidos, ajenos al fraccionamiento del recuadro, ajenos a todo, pero atentos a la imagen de la dicha común, como si también esa fuera posible. Sonreían vagamente atónitos bajo un cielo translúcido, apisonado de azul, bloque de transparencia del que habían desertado las nubes. Sonreían sin calcular sus méritos ni sus errores, sonreían bajo un cielo asentado por la respiración regular de la brisa, que había llegado en esa hora y ese día, a la constelación perfecta de su inmaterial belleza. Sonreían conforme a la imagen que tenían de sí mismos, aunque una membrana de cansancio les celara los ojos, sonreían con ese prurito pesado de orgullo que les venía del amor compartido. (Cabo de vida, pág. 117). 

Eso es absolutamente un poema, la aliteración, la acentuación de la prosa. Entonces, Victoria, como pocos, es una artista de la prosa en la literatura venezolana. 

¿Hay dentro de Victoria una poeta sometida por la narradora? ¿O la prosa llega a tal nivel de belleza, que se confunde con la poesía? ¿Acaso estamos hablando de un solo género? No sabría decir si esa ambivalencia es algo que podríamos valorar como parte de su obra. 

ATT: Ciertamente, es un tema muy interesante. ¿En qué género escribe el escritor? Planteas que en Victoria de Stefano hay una poeta que no tiene libre acceso, porque hay una narradora que es la que conduce su escritura, de la misma manera que pudiera ocurrir que hay poeta que no le da acceso a su posibilidad narrativa. Es muy difícil contestar esa pregunta. Es muy difícil elaborar sobre el tema, ¿no? No me cuadra pensar que Victoria es una poeta que no ha podido darle rienda suelta a la poesía. Es una escritora, con la particularidad de que su más importante objetivo, su más importante trabajo, es hacer obras de arte con el lenguaje. La particularidad de ella como escritora es tomar los ejes narrativos, pero dentro de una estructura artística, lo que no es para nada una ubicación del narrador, el narrador puede manejarse de otra manera y con otra relación con el lenguaje. Ésa es la forma en que ella lo hace. Eso es lo que le da su particularidad. El hecho de ser una escritora, repito, que narra poéticamente o que poetiza narrando. Para ella es imposible escoger una u otra cosa, porque el arte de la escritura es ése precisamente. 

AGP: Hay otros narradores. Por ejemplo, Faulkner, quien empezó publicando poesía, pero en un momento dijo: “Yo quería ser poeta y descubrí muy pronto que no podía ser un buen poeta, así que probé con algo en lo que pudiera ser un poco mejor, me veo como poeta fracasado”. Ése no es para nada el caso de Victoria de Stefano. A ella no la veo así. Ése es el caso de Roberto Bolaño, quien siempre quiso ser reconocido como poeta y fue reconocido como prosista. Él se sintió como un poeta no reconocido. Vargas Llosa ha dicho que es un gran admirador, nada más y nada menos, que de Góngora. Es un lector voraz de Góngora, pero su narrativa no tiene nada que ver con Góngora. Y siente una frustración de no poder ser un poeta. 

ATT: Una frustración de no ser Góngora. 

AGP: Exacto. Pero en Victoria jamás he sentido eso, ni en su obra ni en su persona o que ella sienta alguna frustración de no ser poeta. Ella tiene plena conciencia de que ser novelista, ser escritora, ser narradora, es dominar el arte de la prosa. Ella, más que novelista, es una artista de la prosa. No es una cuentista ni una poeta. Es una narradora que escribe novelas, donde hay unos personajes, donde hay una trama, acciones… tiene todos los elementos de una novelista. No hay duda de eso.

Pero quien leyó la página 171 de Cabo de vida como un poema fuiste tú, Arturo. Por favor, sácame de esta duda.  

AGP: A mí lo que me parece interesante, y podría ilustrarlo en estos términos, es que si nosotros pensamos en escritores que, a su vez, fueron voraces lectores de poesía —García Márquez recitaba de memoria todo el siglo de oro español, Salvador Garmendia era un gran lector de poesía, Adriano González León…— su prosa estaba absolutamente impregnada, no porque quisieran o no ser poetas, sino porque su estructura, su lenguaje, se nutría de la poesía. Yo diría que los narradores contemporáneos sienten dificultades o leen poca poesía. Se sienten más identificados con el cine, la narrativa entendida como una historia, unos personajes, unas acciones, unos sucesos. El lenguaje les permite crear eso. Pero no necesariamente tener una conciencia o un dominio de la prosa en términos artísticos. Lo que quiero decir cuando leo esa página es que esto que leemos aquí podemos encontrarlo cuando leemos a Proust, podemos leerlo con Sebald, con Bernhard, con Sergio Pitol, con Chejfec. Son narradores que trabajan la escritura, haciendo mucho énfasis en esos elementos que llamaríamos artísticos de la prosa, que los vinculan a la poesía. 

Quisiera referirme a esta frase que escribe Victoria: “Estar arriba donde trabajo y escribo y estar abajo donde es la cotidianidad, la cocina, el jardinero”. Obviamente, está hablando de una dualidad y de dos mundos. Uno, el del escritor que está en su mesa de trabajo y otro el de la cotidianidad que está alrededor suyo. 

ATT: Esa división la tenemos todos los escritores y las escritoras. Y en su caso está así descrita. En conversaciones con Victoria, yo creo que ella tenía dificultades para agarrar tiempo para ella misma, para la escritura. A todos nos pasa y, por supuesto, a mí también me ha pasado. Ella daba clases en la universidad y estoy segura de que le gustaba dar clases, pero sentía que no podía hacer las dos cosas. Ese tiempo para ir a las aulas, para preparar materia se lo tenía que sacar a la escritura; finalmente, se sintió liberada. Recuerdo una frase que utilizó una vez: “Ni un día más para el patrón”. En este caso, el patrón era la universidad. Pero repito: ella amaba dar clases. La frase en cuestión la entiendo como una división espacial para jugar con esas dos expresiones de ella misma. Son muy pocos los escritores que se pueden salvar de escribir y, a su vez, tener que hacer otra cosa. Creo que ella fue muy feliz al poder jubilarse y, a partir de ese momento, dedicarse plenamente a la escritura. 

AGP: Ciertamente, esa lucha, esa tensión de la mujer escritora, que tiene que atender a los hijos, a los nietos, también está presente en la obra. Está buscando los resquicios de tiempo que le queden para poder escribir y así fue como Victoria se fue haciendo escritora, a pesar de todos los obstáculos y, como dice Ana Teresa, el día que se jubiló fue la llegada al paraíso. Ahora estamos en lo que estamos. Se acabó el paraíso hace rato. Ese tema atraviesa toda la obra, tanto narrativa como ensayística de Victoria. Eso por un lado y, por el otro, está esa dualidad espacial. El afuera que se adentra, hay un espacio doméstico, donde ese escritor sale, explora y vuelve a su lugar; llega y se recrea a través de la memoria. Es como un hueco negro al que va entrando el escritor y en ese espacio íntimo, en ese cuarto donde escribe, ocurre todo. Entonces, ese arriba —que es la mesa de trabajo de la escritora— y ese abajo —el resto de la casa y el jardinero— están siempre en comunicación y, a la vez, son espacios separados, pero ella vuelve a su único lugar, al único lugar donde puede escribir. 

¿Qué es Victoria de Stefano para cada uno de ustedes?

ATT: Para mí es una referencia fundamental. Cuando empecé a escribir conocí a Victoria en circunstancias que no tienen nada que ver con la literatura y vi a una mujer que escribía novelas. Eso fue para mí una referencia muy importante porque aún yo no había escrito mi primera novela. Es una mujer que ha tenido la suerte de tener una vida larga y jubilosa, de la cual le ha podido dedicar a la escritura 50 años, con más y menos tiempo, con más y menos dificultades. 50 años. Eso, creo, es una bendición. Creo que su obra debería ser leída y estudiada y si algunos libros quedan después de la ruina, deberían ser los libros de ella.  

AGP: Para mí, Victoria es una referencia inamovible dentro de la literatura venezolana y contemporánea. Es un inmensísimo privilegio poder tener la cercanía que tengo con ella. Un ejemplo en todo sentido. De una ética de escritura, de una apuesta a fondo por un modo de vida, que es lo que es ella. Sin ningún tipo de imposturas. Desde un punto de vista es el arquetipo de lo que es y debe ser un escritor. A mí me cautiva y siento empatía por ese escritor que está leyendo y escribiendo, que está absorbido por ese mundo del adentro. Eso es muy difícil en Venezuela, no solamente en este capítulo que estamos viviendo, sino a lo largo de su historia. Como persona, como escritora, como intelectual cercana es una fuente de continuo aprendizaje.

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Lea los textos de la serie:

  1. Victoria o el esplendor de la madurez creativa; por Ednodio Quintero.
  2. Victoria me acerca a un rostro; por Rodolfo Izaguirre.
  3. Victoria de Stefano: “A veces siento que llegó la noche”; por Hugo Prieto.
  4. Primer capítulo de “Vamos, Venimos”, la más reciente novela de Victoria de Stefano.
  5. Mi novela favorita de Victoria de Stefano; por Oscar Marcano.
  6. Aprender a caminar de nuevo; por Rodrigo Blanco Calderón.
  7. Victoria de Stefano: Claro-que-sí; por Carolina Lozada.
  8. Para Victoria de Stefano; por Krina Ber.
  9. La utopía literaria de Victoria de Stefano; por Luis Moreno Villamediana.
  10. La niña Victoria; por Antonio López Ortega.
  11. Victoria de Stefano: “En una novela tiene que haber verdad y belleza”; por Hugo Prieto.


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