Ariana Cubillos retratada por Alfredo Lasry | RMTF
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Se formó en Colombia, primero como fotoperiodista del diario El Tiempo, la principal cabecera mediática del vecino país, luego pasó a la agencia Associated Press, en Bogotá, y desde hace 20 años se instaló en Caracas para cubrir el conflicto político venezolano para esa misma agencia. Se trata de Ariana Cubillos*, quien fue una de las ponentes en el encuentro que recientemente se llevó a cabo en la Sala TAC del Centro Cultural Trasnocho.
A diferencia de Fabiola Ferrero, nuestra entrevistada del domingo pasado, Cubillos ha enfocado su trabajo para generar impacto. Es la foto que en sí misma es una noticia, pero que suele acompañar un texto que ubica al lector en el lugar de los hechos y pretende ofrecer un contexto de lo que es, ciertamente, un hecho noticioso.
La tragedia de Armero, aquel pueblo que desapareció bajo la lava del volcán Nevado del Ruiz; las negociaciones de paz entre el gobierno del presidente Santos y las guerrillas de las FARC; el último encuentro con la prensa de Ingrid Betancourt, antes de ser secuestrada por esa guerrilla en ese mismo pueblo; y una foto, o más bien una fe de vida, que probó que el Mono Jojoy seguía vivo en este mundo; son parte de su catálogo como fotoperiodista.
Las redes sociales han desdibujado los límites del periodismo. Ahora la competencia es hombre a hombre, como en un campo de batalla. Los periodistas, nos guste o no, se han convertido en analistas, expertos y estudiosos de los grandes temas de actualidad. Muchos se han sentido cómodos en el nuevo papel, en la oportunidad de oro, que ofrecen las redes sociales. Asumen la defensa de una causa política como una militancia. Pero Ariana Cubillos entiende que la única causa de los periodistas es la información. Únicamente esa.
¿Cómo conceptualizas la fotografía? ¿Cómo documento, cómo noticia?
¿Noticias? El terremoto de Haití, la destrucción de Armero, las protestas en Venezuela de 2017. Pero cuando esa noticia se vuelve tan repetitiva, como ocurrió ese año en Venezuela, empiezas a buscar el contexto, no sólo el punto de choque: los chicos que encabezan las protestas y luchan contra las fuerzas policiales; tienes que regresar atrás y ver qué es lo que está produciendo todo eso. Te vas de la ebullición de la noticia y cuentas las historias que llevaron a esto. Te vas al contexto. En Haití, además de lo que está ocurriendo en este momento, son todas las circunstancias que llevaron a este evento noticioso. Entonces, ¿por qué cuando se puede ver una pequeña lucecita al final del túnel, todo vuelve atrás y cada vez peor?
Tienes que tomar una foto, digamos lograda, en una situación de riesgo. ¿Cómo manejas eso?
Lo primero que hago es estar dateada de lo que está ocurriendo. Si no conoces la escena porque está en otro lugar, tienes que leer, saber lo que está ocurriendo para poder entender y comprender lo que voy a ver. Si no estás dateada, si no has leído, si no sabes lo que ocurre, las imágenes pueden pasar frente a tus narices y muy probablemente no las vas a ver. Siempre tienes que saber a qué vas a ir y lo qué está ocurriendo. Tienes que leer, tienes que leer.
¿Puedes decir en qué momento tomas la decisión de buscar el contexto de las protestas, por ejemplo?
Yo no busco una foto intencionada. O sea, yo no salgo de mi casa diciéndome: lo que tengo que ver es esto o fotografiar esto para impresionar (a un lector), no. Yo no hago eso. Yo llego al lugar y dejo que pase lo que tenga que pasar. Ahí empiezo a fotografiar. Yo decido si hago un foco o un desenfoque. Si oscurezco mi foto. Digamos, es como yo la veo, mas no como yo la busco.
¿Qué haces cuando los gases lacrimógenos no te dejan respirar?
Yo tuve mi bautizo aquí. Mi primera gaseada, sin máscara, fue en Venezuela. En la cobertura que hice en Haití, no había gases lacrimógenos, lo que había era un enfrentamiento muy violento, a golpes y con machetes, se escuchaban detonaciones de armas de fuego. Después llegaron los entrenamientos y los gases lacrimógenos. Ya después llevé mi máscara y, en medio de todo, empecé a disparar (la cámara fotográfica) justo a lo que tenía alrededor, a menos de un metro, al lado mío. Esas fotos son lo que pude ver, en la misma situación en la que me encontraba. A partir de ahí, te acostumbras a trabajar con máscara o con chaleco antibalas, con casco y otras mil cosas. Si esa situación llegara a repetirse o me tocara cubrir algo así en otro país, me va a llevar tres días para sentirme cómoda. Es como un ejercicio de calentamiento, uno se va ajustando. A veces, uno ve imágenes que son fuertes y uno se dice: esto es fuerte, muy fuerte, y no paras de disparar. O quizás ves otra imagen, más cónsona con tu nivel periodístico y dejas lo que estás haciendo para hacer esa foto. Suelo hacer eso en las protestas, pero es lo que a ti te llama la atención. Quizás hay un hombre que se está desangrando o una mujer que corre con su niña en los brazos. Tengo un clic de la primera y me voy a la segunda. Puede que una tenga más sangre que la otra, pero para mí la de la mujer con su niña tiene más significado.
Pero tienes que enviar las dos fotos a la agencia.
No tengo que llevar nada. A mí AP nunca me ha pedido nada. Yo soy una fotógrafa, voy y mando. ¿Qué es lo único que yo hago cuando tengo dudas? ¿Cuándo hay una foto demasiado fuerte y yo no lo tengo claro? Le digo a la agencia: a mí me parece que esto está fuerte, pero ustedes deciden. Nuestro material va para el mundo entero y también hay muchos clientes. Entonces, también hay una ética profesional. Creo que por eso tengo tantos años en AP y nunca me he querido ir para otra agencia. Ni probar otra cosa. Nunca he salido a la calle para cumplir una orden: tienes que buscar esto o aquello. No, no funciona así. Todo lo contrario. En la mesa editorial, decidimos buscar otros ángulos para tratar de explicar lo que estaba sucediendo.
¿Tuviste éxito al tratar de explicar lo que ocurre en Venezuela?
Yo creo que el mundo se ha vuelto mucho más complejo. Hay muchos países, muchos lugares, que tienen sus historias difíciles de entender. No me caso con ninguno de los factores en pugna. Trato de poner coberturas que hemos hecho sobre las acciones del gobierno, pero hay personas que no las reciben con agrado. Algo en lo que yo insisto, sobre todo aquí en Venezuela: yo soy una fotoperiodista y trabajo para una agencia internacional, a la AP la compone un sindicato de periodistas y no hay una línea editorial. Tiene 175 años de fundada. Eso es lo que a mí me gusta. Yo pasé por un periódico y hay una línea editorial y en el momento de elegir una foto hay un interés editorial. La primera plana tiene un interés editorial. En AP tú vales por tu mirada.
¿Un periodista tiene que tener o abrazar una causa?
La causa es informar. Mostrar. Yo soy fielmente creyente en que hay que ir a donde nadie más puede ir, porque nunca logramos conocer el mundo totalmente.
¿Hasta ahí?
Transformar también. Mentes. Pensamientos. Después de que tú te informas de una situación, ya no eres el mismo. A mí me pasó en Haití cuando cubrí la historia de las galletas de barro, que llegó muy lejos. Me contaron que el presidente Chávez habló sobre el tema. Se publicó, incluso, en National Geographic. Nunca piensas que una historia como esa va a generar ese impacto. Va a generar fundaciones, ONG. Entonces, una foto, un reportaje, puede generarle una causa a alguien.
¿La información periodística puede generar cambios?
Es difícil creerlo, pero te puedes hacer preguntas o tomar conciencia: Qué fuerte lo que esta gente (en Haití) está pasando. O incluso llegar a pensar: Oye, qué mal agradecido he sido con mi vida y mira a esta gente, me está enseñando que la resiliencia existe. ¿Qué es resiliencia? Capaz que llegas a entender lo que significa esa palabra.
Eso no es una causa. Voy a hacer la pregunta de otra manera. Si fueras una fotoperiodista venezolana, que naciste aquí, que en algún momento pensaste que esto era tu vida, tu destino, tu lugar, y empiezas a ver 25 años de deterioro, de empobrecimiento, de una crisis política interminable. ¿No te sentirías tentada o en la obligación de asumir una causa?
No, no la tengo que asumir porque dejas de ser periodista. Dejas de ser neutral ante los hechos. Venezuela está marcada por dos sectores. Así fuera venezolana y ejerciera el periodismo, yo no puedo elegir una causa y visibilizar a un lado antes que el otro. No puedo, porque dejo de cumplir con lo más básico del periodismo. Entonces, ahí se pierde la credibilidad, la veracidad del trabajo periodístico. Eso ha cerrado los accesos para nosotros.
Al publicar en sus redes sociales información del chavismo, seguramente habrá quien la cuestione, quien la increpe, quien le diga, incluso, que usted no está en el lado correcto de la historia.
Yo no me lo tomo personal, porque mi trabajo es informar. O sea, no tiene fronteras, no tiene límites, no tiene colores. Si no fuera una fotoperiodista, quizás fuera activista o cualquier otra cosa. Un periodista pudiera asumir una posición, si quiere. A mí nunca me ha interesado eso.
¿Lo que dice forma parte de la cartilla de AP? Digamos, ¿de unas políticas editoriales?
AP no tiene política editorial. Tiene una ética. Unos valores.
¿Lo que me ha dicho es producto de su experiencia, de sus reflexiones, de su intercambio con otros periodistas, o son los valores de AP?
Lo primero que te dicen en AP, cuando empiezas a trabajar, es que somos una agencia internacional y estamos para informar los hechos que sucedan. Punto. A mí nunca me han pedido un determinado enfoque o que busque tal cosa. Nunca. Somos un medio internacional. Cubrimos la noticia. Y ya. Venga de donde venga la noticia. Del país que sea. De hecho, lo más fuerte de AP es la noticia.
Sí te piden que le hagas unas fotos, por ejemplo, a María Corina Machado, te piden un ángulo en particular.
No. ¿Por qué insistes tanto en que a mí me piden esto o aquello? No, no trabajo para ninguna editorial, no soy esclava de nadie. No me pagan para que haga el trabajo de la mente de otra persona. Entonces, esa visión, esa manera de ver la noticia, es lo que me ha hecho permanecer 20 años en AP.
Imagino que vio la foto que público el diario El Mundo de María Corina Machado. (Una exposición al completo de un primer plano de su cara).
Sí la vi, pero esa foto no es mía. Y lo dejé bien claro cuando me llamaron para preguntarme si la foto era mía.
¿Nunca hubiera publicado esa foto?
Nunca la hubiera hecho. No entiendo por qué las otras fotos de esa nota salen con mis créditos y esa foto (la de la cara) no tiene crédito. Entonces, se sobreentiende que es mía. ¿Por qué las otras fotos llevan crédito y justo esa no?
Para mí es obvio que hay una intencionalidad del medio ahí. ¿Puede decir por qué no hubiera hecho esa foto?
Para mí es un tema técnico. La luz me parece muy fuerte. A mí me gustan las cosas más sutiles. Más tenues.
¿Por qué eres feminista?
Yo me hice feminista por mi padre. Cuando era estudiante me corté el pelo, casi como un soldado, y cuando fui a visitar a mis padres todos empezaron a criticarme. Pero mi papá me abrazó y me dijo: te ves hermosa, esa es una mujer de verdad, que decide cómo quiere llevar su pelo. ¡Mi papá! Y de ahí puedes hacer lo que quieres.
¿Cómo maneja la ansiedad, el miedo incluso?
No voy a decir que no lo siento. Antes me estresaba muchísimo. Pero entendí que yo no puedo cambiar lo que estoy sintiendo, aunque puedo controlarlo. Y para eso me sirvió una terapia. Medito. Ese es mi polo a tierra. Las técnicas de meditación son parte de mi vida.
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*Graduada en Cine y Fotografía en la Facultad de Educación Superior UNITEC en Colombia, en 1996. Trabaja para la Agencia Internacional de Noticias The Associated Press como fotoperiodista staff. Actualmente está radicada en Venezuela desde 2009. Anteriormente vivió en Puerto Príncipe, Haití, donde cubrió la crisis política y social de ese país, además del terremoto que destruyó gran parte de su infraestructura Antes de unirse a la AP, trabajó en El Tiempo, el periódico líder de Colombia.
Hugo Prieto
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