EntrevistaDesafíos de la educación en pandemia

Fernando Pereira: “Estamos atrapados entre la desconexión y la incapacidad de garantizar la bioseguridad en las escuelas”

Fernando Pereira explica que los maestros temen volver al aula sin confirmarse primero el control de la transmisión local de covid-19. Fotografía de Luis Robayo | AFP

18/09/2020

Los estudiantes venezolanos iniciaron un nuevo año escolar el miércoles 16 de septiembre. Las clases son dictadas a distancia. Escuelas y familias se preguntan cómo asegurar el éxito para los alumnos a pesar de la incertidumbre, las fallas de conectividad y las deficiencias en los servicios básicos. Esta es la octava entrega de Desafíos de la educación en pandemia, una serie sobre la perspectiva de los expertos en políticas educativas para comprender la situación venezolana. En esta oportunidad habla Fernando Pereira Verano, especialista en derechos humanos de niños, niñas y adolescentes y en la prevención de la violencia familiar, escolar y comunitaria. Cofundador y directivo de Cecodap. Coautor de libros como Violencia en los pupitres, Si no le pego: ¿qué hago?, entre otros. 

Las debilidades del sistema educativo en Venezuela son de larga data. La pandemia hace mella en un sistema educativo pauperizado por la desinversión pública, la hiperinflación y su impacto sobre la calidad y condiciones de vida de los docentes, la infraestructura de las instalaciones físicas y la calidad de vida de los estudiantes.

Lo realizado para el cierre del año escolar estuvo regido por la improvisación. Debemos admitir que no estábamos preparados para una contingencia, ni siquiera de data más corta, y menos una como la que estamos viviendo, que nos resultaba inimaginable.

En muchos casos, donde se mantuvo el contacto entre las escuelas y las familias, se estableció rígidamente que los niños y adolescentes tenían que levantarse a la misma hora de un día ordinario de clases, que se debían uniformar, sentarse a realizar las tareas o a estudiar trasladando el horario para las distintas  asignaturas y el tiempo de receso. Muchachos atiborrados de trabajos con la lógica de que no tenían tiempo para pestañear. Ignorando que no se puede replicar sin más la rutina escolar porque la casa no reúne los elementos fundamentales que conforman el clima escolar: la presencia de los compañeros y el acompañamiento de los educadores.

Para lograr lo anterior, se pretendía que los padres estuvieran abocados a hacer cumplir el horario, supervisar los trabajos y explicar nuevos contenidos, para lo cual la mayoría no está preparada ni cuenta con las herramientas pedagógicas para hacerlo.

Los centros fueron haciendo ajustes sobre la marcha, siendo más flexibles; pero carecemos de una evaluación de la situación real en todo el universo de la red de educación pública. 80% de los centros educativos son públicos. Además de concentrar la mayor parte de la población, tienen las mayores limitaciones para llevar adelante la modalidad de educación a distancia. Pareciera que estamos atrapados entre la desconexión de la mayoría de la población y la incapacidad de garantizar las condiciones de bioseguridad en las escuelas.

Recientemente, el martes 15 de septiembre, se anunció que los planteles abrirán a partir del 5 de octubre, para que los representantes puedan asistir con los muchachos y recibir orientaciones. Esto aumenta el nivel de incertidumbre y ansiedad de las familias y de los propios estudiantes respecto al regreso a clases. La situación que vivimos genera escenarios que cambian en pocas semanas o en meses, pero en nuestro caso hemos visto una serie de marchas y contramarchas en cuestión de días. Esto denota improvisación y refuerza el temor expresado por familias, gremios y organizaciones sobre la falta de una planificación seria, basada en la evaluación de la situación epidemiológica y de las posibilidades de la red escolar.

Por otra parte, van saliendo visos de la evaluación del año escolar anterior, que hasta el momento no se habían mencionado, sobre las dificultades de buena parte de la población para tener conectividad. Vemos que, de alguna manera, se reconoce que hay asignaturas que requieren la presencialidad. En resumen, se están mostrando las falencias de la evaluación hecha por las autoridades educativas del país de lo que fue el fin del año escolar a distancia. Este diagnóstico oficial es desconocido por la población general y por el propio gremio educativo, que en diferentes momentos ha planteado la necesidad de una evaluación objetiva que permita tomar decisiones en base a la realidad de amplios sectores de la población de estudiantes del país.

El anuncio que Nicolás Maduro hizo en agosto sobre la posibilidad de iniciar una modalidad de clases parcial, presencial y segura, combinada con la educación a distancia a través de Internet y teleclases, ya era una señal del debate que se ha dado en todo el mundo sobre la imperiosa necesidad de encontrar un equilibrio entre el aprendizaje y la seguridad. Es el desafío al que hacen frente todos los países que no pueden desconocer la exacerbación de las diferencias entre un sector de la población con acceso a los recursos de la educación a distancia y otro que está al margen de los mismos.

El propio secretario general de la ONU instó a todos los países a dar prioridad a la reapertura de sus escuelas en cuanto tengan controlada la transmisión local del coronavirus, tomando como base datos de Unesco que expresan el temor de que 24 millones de estudiantes de todos los niveles en todo el mundo abandonen su educación para siempre a causa de los cierres inducidos por la crisis del covid-19. Los organismos internacionales exhortan a mantener la continuidad del aprendizaje, sobre todo para los más vulnerables.

Ese llamado va en concordancia con la voluntad expresada por más de 70 países de reabrir sus escuelas a partir de septiembre según la Encuesta del Banco Mundial, Unesco y Unicef sobre respuestas de los sistemas de educación ante el covid-19, de junio 2020.

Los organismos internacionales señalan que se debe hacer lo posible por abrir las escuelas, siempre que se garanticen los recursos para aplicar medidas seguras. Fotografía cedida por Fernando Pereira.

Las limitaciones en Venezuela

Ahora bien, ante esta imperiosa necesidad, ¿hay condiciones para el regreso a clases presenciales en Venezuela? Definitivamente no. Los temores expresados por los gremios de la educación y la salud son reales por cuanto la condición fundamental, que es el control de la transmisión local, no ha sido alcanzada en Venezuela. Los gremios de la educación manifestaron su rechazo a un inicio presencial por los riesgos para la salud de los docentes y estudiantes.

Las escuelas, por otra parte, no están en condiciones sanitarias. Miles de ellas carecen de servicio de agua potable. La carencia o insuficiencia de gasolina y los problemas del transporte público es otro factor que atenta contra la movilización de docentes y estudiantes.

Maduro declaró que la modalidad online podría incrementar la deserción escolar, “sobre todo en los más niños, en los liceos, sería doloroso porque después reponernos cuesta mucho esfuerzo e inversión”. Hay un reconocimiento explícito por parte del ejecutivo de las limitaciones reales a las que está sometida la mayoría de la población.

El Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos presentó en junio un reporte sobre la percepción de los usuarios a nivel nacional, destacando que solo 34% confirmó tener acceso al servicio de Internet fijo en el hogar entre abril y mayo. De estos, casi dos terceras partes indicó que su servicio no tiene capacidad suficiente para trabajar o recibir clases en línea. Presentan fallas todos los días. Coinciden estos datos con los levantados por Consultores 21, que revelan que un 38% de entrevistados manifestó contar con Internet fijo. El celular (75%), cable y televisión (76%) son los medios más utilizados según el estudio Acceso a medios en Venezuela, cuyo trabajo de campo fue realizado en marzo de 2020, antes del inicio del confinamiento.

Urge buscar acuerdos que permitan acceder a los recursos de la cooperación internacional para abordar el impacto de la pandemia en una generación que ya venía experimentando impactos negativos por los efectos de la emergencia humanitaria compleja.

Desde Cecodap hemos insistido en cinco puntos prioritarios: 

  1. El apoyo efectivo a los educadores. Se ha destacado el rol fundamental que estos profesionales deben jugar en estos momentos. Para ello es necesario que puedan contar con el apoyo pedagógico, emocional, capacitación en las estrategias a desarrollar en los actuales momentos y una compensación económica que les permita responder.
  2. La radio y la televisión son las que tienen mayor llegada. Urge la utilización de estas plataformas adecuando los programas y priorizando los contenidos y competencias curriculares fundamentales.
  3. Con la prolongación de la cuarentena aumenta el riesgo de agresión y violencia. Hay que contribuir a minimizar las posibilidades de que deberes escolares excesivos se conviertan en un factor generador de conflictos en el hogar, elevando riesgos de castigos físicos o humillantes, o maltratos en las familias ya agobiadas por la gestión de los servicios públicos básicos y la sobrevivencia.
  4. Educación emocional y apoyo psicosocial. Los lineamientos del Ministerio de Educación deben hacer énfasis en la promoción de la educación emocional que ayude a que los estudiantes y familias puedan identificar y reconocer las emociones propias del momento y expresarlas. Que una preocupación fundamental de los directivos y docentes esté en promover la salud mental de sus estudiantes como premisa fundamental para el proceso de aprendizaje.
  5. Preocupación especial por los más vulnerables.Las Zonas Educativas deben visibilizar la situación de las poblaciones ubicadas en zonas rurales, indígenas, y fronterizas que pasan horas sin servicio eléctrico y las que no cuentan con servicio de señal de televisión abierta ni radio.

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