EntrevistaDesafíos de la educación en pandemia

Orlando Alzuru: “Si los problemas del año escolar anterior persisten estamos estafando a la educación venezolana”

La educación en línea camina hacia el fracaso cuando estudiantes y docentes no tienen electricidad ni Internet todos los días. Fotografía de Luis Robayo | AFP

15/09/2020

Los estudiantes venezolanos inician un nuevo año escolar el miércoles 16 de septiembre. Las clases serán dictadas a distancia. Escuelas y familias se preguntan cómo asegurar el éxito para los alumnos a pesar de la incertidumbre, las fallas de conectividad y las deficiencias en los servicios básicos. Esta es la sexta entrega de Desafíos de la educación en pandemia, una serie sobre la perspectiva de los expertos en políticas educativas para comprender la situación venezolana. En esta oportunidad habla el profesor Orlando Alzuru, presidente de la Federación Venezolana de Maestros.

El sistema de educación a distancia no es para enseñar. Es un sistema para aprender. ¿Qué quiero decir con esto? Que en el sistema de educación a distancia es el alumno el que tiene que hacer el mayor esfuerzo para adquirir los conocimientos necesarios y llegar al grado inmediatamente superior. El docente es un guía, un instructor, porque no está en clases presenciales donde puede aclarar dudas directamente. En muchos casos el profesor solo envía un trabajo o una guía, y el alumno tiene que buscar los medios para resolver los problemas. 

Un alumno sin electricidad, sin Internet o sin un teléfono de última generación no tiene las condiciones para asumir una educación a distancia que le permita interactuar con el docente. No puede aclarar de manera inmediata las dudas y problemas que se le presenten. Tampoco basta con que el docente proporcione los conocimientos de la asignatura. Esos conocimientos deben ser procesados por una persona que sepa de tecnología educativa, para que los pueda transmitir a través de cualquier medio y sean entendibles para los alumnos y para sus representantes. Son ellos los que acompañan al niño en casa.

La Federación Venezolana de Maestros hizo entre julio y agosto un estudio con investigadores de la Universidad Central de Venezuela, también participó la Fundación para el Desarrollo Integral del Docente y tuvo el auspicio de la Fundación Hanns Seidel. El estudio se llama El venezolano en medio de la pandemia del coronavirus, y lo hicimos porque queríamos saber cuál era el impacto del coronavirus. Fueron entrevistadas 602 personas, 60% docentes y 40% entre estudiantes y padres. Arrojó cifras realmente espeluznantes. El 93% de los entrevistados opina que la mayoría de los estudiantes y sus papás no tienen la capacitación digital en programas y aplicaciones para lidiar con un plan como Cada Familia una Escuela, que fue planteado por el Ministerio de Educación. 

También está el tema de la formación de los docentes. De acuerdo a esta investigación, el 90% de los maestros tampoco tiene capacitación digital. No se han preparado para asumir esta modalidad. Un ejemplo de ello es lo que hizo por televisión en el programa del Estado. Si eran docentes realmente estaban muy mal preparados, porque los contenidos que trataron de explicar fueron deficientes. Se notó que fue improvisado. El Ministerio de Educación debía aprovechar las vacaciones para abrir cursos de capacitación digital.

Además, 98% de los 602 entrevistados en todo el país, docentes y no docentes, valora la formación del programa Cada Familia Una Escuela entre regular y mala. Solo el 2% lo calificó de buena. Es decir, los muchachos no aprendieron, y no van a aprender mientras no existan las condiciones adecuadas para una educación a distancia. Para los estudiantes que sí tienen acceso a recursos tecnológicos hace falta una plataforma que facilite la interacción con los docentes y que explique de forma clara los contenidos. Los representantes están perdidos, así como lo están los alumnos.

En el Ministerio existió, hasta hace 18 o 20 años, la dirección de Tecnología Educativa. Recuerdo que en el canal 5 teníamos televisión educativa y todos los programas se elaboraban allí, en esa dirección. Participaban docentes especialistas en cada asignatura, pero además había personas especialistas en tecnología aplicada a la educación. Es decir, los programas los transformaban de manera tal para que fueran entendibles para la comunidad y dirigido hacia los alumnos.

En el estudio hay otros datos que llaman la atención. Tienen que ver con las prioridades que tienen las personas en este momento. La principal preocupación de las familias en la pandemia es buscar dinero para comer, 61% de los encuestados respondió esto. Y 57% dijo que su principal preocupación era el acceso a los servicios públicos, es decir, agua, electricidad, Internet. 

Orlando Alzuru reitera que los maestros trabajan en condiciones de pobreza extrema. Fotografía cedida por Orlando Alzuru.

Si los problemas del año escolar anterior persisten lo que estamos haciendo es una gran estafa a la educación venezolana y al país. La educación a distancia seguirá siendo excluyente y seguirá siendo un fracaso si no se cuenta con las condiciones adecuadas. Esos alumnos de hoy a lo mejor tendrán en el futuro la responsabilidad de dirigir las instituciones del país o empresas. ¿Van a llegar con esas fallas académicas de base? El futuro del país es negro. 

El problema del regreso a clases no está condicionado únicamente al control total del covid-19, que nosotros creemos que va a tardar mucho tiempo. En Venezuela, el problema no radica solamente allí. Nosotros desde el año pasado hemos advertido que la situación del docente venezolano es de pobreza extrema. De acuerdo al Banco Mundial todo aquel trabajador que gane 1,9 dólares diarios está en pobreza extrema, y en este momento el educador que más gana recibe 0,3 dólares diarios. El salario base de un Docente 1 es de 665.905,21 bolívares mensuales, el equivalente a 1,85 dólares en este momento. El Docente VI, el de mayor rango en la tabla y el que más gana, apenas recibe 769.304,01 bolívares. Con esto no se compra ni dos productos de la canasta alimentaria.

Esto ha obligado a los docentes a buscar otras alternativas de trabajo para no morirse de hambre junto a su familia. Venden sus cosas, hacen tortas, dulces, ropa. Tienen trabajos informales que le permiten medio complementar el salario de hambre que reciben para poder subsistir. Pero el Ministerio de Educación no ha querido tomar en cuenta a los docentes. Al contrario, violó el contrato colectivo. Nosotros en 2018 firmamos un contrato colectivo donde teníamos revisiones trimestrales. Pensamos que habíamos dado un paso hacia la dignificación del docente. Pero llegó agosto de 2018, y con la reconversión monetaria vino la pulverización de los ahorros de los trabajadores, de las prestaciones sociales, y de su salario.

Lo último que hizo la Oficina Nacional de Presupuesto fue que no aplicó al salario base de los maestros el aumento del 66,6% del salario mínimo anunciado en enero de 2020, con la excusa de que teníamos un contrato colectivo y era por allí que se debía concretar. Pero nunca lo hicieron. Esto dejó a los educadores ganando menos que cualquier obrero de la administración pública, sin ánimos de quitarle mérito a los obreros porque son trabajadores valiosos.

Sin educadores con salarios justos y con seguridad social garantizada no puede haber clases de calidad. Estamos reclamando el cumplimiento de la convención colectiva. Es un derecho del trabajador recibir un salario digno. Una persona que no gane lo suficiente para adquirir alimentos y medicinas, para ella y para su familia, está en condiciones infrahumanas, está tratando de sobrevivir. ¿Cómo vamos a participar de la educación a distancia si no tenemos los recursos?

Hay que tomar en cuenta que estamos en una situación difícil en el país, en el área económica y política, y eso afecta indudablemente a todos los sectores. Pero la educación tiene que ser prioritaria para el desarrollo de un país. De lo contrario, estamos yendo hacia un barranco sin fin.

Por todas estas razones los docentes no participaremos en el regreso a clases el 16 de septiembre.

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