EntrevistaDesafíos de la educación en pandemia

Fausto Romeo: “La modalidad semipresencial es el futuro más próximo para la educación en Venezuela”

Nicolás Maduro anunció que a partir del 5 de octubre las escuelas estarán abiertas para atender dudas de los estudiantes. Fotografía de César Manso | AFP

21/09/2020

Los estudiantes venezolanos iniciaron un nuevo año escolar el miércoles 16 de septiembre. Las clases son dictadas a distancia. Escuelas y familias se preguntan cómo asegurar el éxito para los alumnos a pesar de la incertidumbre, las fallas de conectividad y las deficiencias en los servicios básicos. Esta es una nueva entrega de Desafíos de la educación en pandemia, una serie sobre la perspectiva de los expertos en políticas educativas para comprender la situación venezolana. En esta oportunidad habla Fausto Romeo, presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Educativas Privadas (Andiep).

Comenzamos el año escolar a distancia porque sabemos bien que la pandemia está en crecimiento en Venezuela. Sin embargo, la semipresencialidad es el futuro más próximo y por eso hay que entender dos elementos muy importantes. El primero es que debemos prestar atención al comportamiento de la curva de crecimiento del covid-19. Debemos ser responsables con las decisiones que se toman.

La semipresencialidad se debe establecer con un protocolo. Este debe ser descentralizado, es decir, que cada institución educativa tenga la libertad de establecer sus medidas de acuerdo a los escenarios en su zona y a sus necesidades. Las medidas deberían tomarse de forma progresiva, consultando a los padres y representantes, a los maestros y trabajadores, a los estudiantes y, por supuesto, al cuerpo directivo. El director de cada institución debe estar al frente de esa comisión o ese comité de protección que se va a constituir. 

Como segundo punto, hay que entender que la semipresencialidad no es un capricho. Considero que es muy favorable para colegios vulnerables, que están ubicados en sectores populares. Es importante recordar que la educación privada no se compone solo de los colegios grandes que uno está acostumbrado a ver. Hay escuelas y liceos privados en sectores populares. Están en La Tablita, en El Algodonal, en El Guarataro. En cualquier barrio que usted conozca en Caracas, ahí hay una institución privada. Los jóvenes de estas zonas vulnerables viven una crisis económica en sus hogares. Imaginemos a un muchacho, excelente estudiante, que está viendo que sus padres no tienen un trabajo estable y que la nevera está vacía. Seguramente, tras el cierre de las escuelas, habrá dicho: “Papá, yo me voy a poner a vender fruta en la calle, me voy a poner a trabajar contigo”. Con el tiempo, puede convertirse en un caso de deserción. 

Puede pasar algo más grave. Ese mismo joven, entre 15 y 17 años, conoce a otro que anda con un carro costoso o que pudo comprarle una casa a la mamá. Recuerda que estudió con ese muchacho, por poner un ejemplo, hasta quinto grado. Sabe que el dinero de ese excompañero de clases es mal habido, pero comienza a pensar que el esfuerzo en la escuela no lo llevará a ningún lado y que es mejor tener dinero fácil. Entonces, si no garantizamos la educación y si no motivamos a los muchachos la sociedad comienza a perder y, a la vez, empieza a ganar la delincuencia.

Por otro lado, debemos pensar en retomar los lazos afectivos. Vamos a ser sinceros. El estudiante no ha estado seis meses encerrado en su casa. A lo mejor estuvo un mes, dos meses. Salía a la esquina y regresaba a la panadería. Pero después de seis meses sin estar en el aula, extraña a sus compañeros y necesita asistir para interactuar con ellos. 

No todos estamos preparados para la educación a distancia. No se trata de enviar tareas por WhatsApp y solo mandar una guía que el estudiante debe entregar en 15 días. También hay ciertas condiciones que deben existir. Cada hogar debería tener electricidad las 24 horas. Sabemos que esto no es así porque nuestros colegios están igual. La Andiep tiene colegios en Táchira que padecen la falta de luz eléctrica durante 10 o 12 horas al día. El Internet no se les cae para nada porque usan servicios contratados en Colombia, pero pagan 30 o 50 dólares de mensualidad para tenerlo.

El gobierno debería aplicar la política de mejorar la velocidad de navegación. Tenemos la velocidad más paupérrima de la región. Conatel quiere llevar a todas las escuelas, públicas y privadas, diez megas. Eso está bien, pero debemos pensar en el contexto. El promedio en Venezuela es de dos megabytes (MB), cuando lo normal en el continente americano está por el orden de los 20 a 25 megas y lo normal en Europa es 100. Por eso tenemos dificultades incluso para hablar por WhatsApp. En Europa, con 10 euros, que son aproximadamente 12 dólares, tienes 100 megas de velocidad. En Venezuela pagas 13 dólares por 18 megas y seguramente vas a recibir 10 o 12. Yo tengo contratado 6 megas y cuando hago la medición todos los días la velocidad del Internet que recibo está realmente en 4 MG.  

La educación privada es la que mejor ha podido sostener la educación a distancia, pero solo representa el 18% del sistema educativo. En 2017 fuimos el 30%, pero empezamos a caer porque la diáspora nos afectó. Tenemos 1.300.000 chamos, aproximadamente. Para ellos, este es un año escolar muy diferente. Un niño que cursó hasta julio el sexto grado, por ejemplo, ahora está en bachillerato y se va a enfrentar con ocho o nueve profesores por materia. Y no los conoce, tal vez el primer encuentro será en fotos o en Zoom. No es igual a lo que hicimos desde el 16 de marzo, porque en aquel entonces profesores y maestras conocían las debilidades y las fortalezas de sus alumnos. 

Pensemos en los estudiantes que tendrán que acostumbrarse a escuelas nuevas. Hemos visto mucha migración entre planteles. Los padres mudaron la educación de sus hijos a una escuela cerca de la casa, para evitar el problema del transporte por el difícil acceso a la gasolina y para sentirse más seguros. Los colegios periféricos de Caracas, es decir, los que están en Guarenas, Guatire, San Antonio de los Altos y Los Valles del Tuy, se están llenando. 

Fausto Romeo apuesta por la formación de estudiantes, maestros y padres sobre la modalidad semipresencial para garantizar un nuevo año escolar exitoso. Fotografía cedida por Fausto Romeo.

Ir a la escuela de forma segura

Aunque represento a la asociación de escuelas privadas, soy defensor de la educación como un todo. Los educadores de las ocho federaciones legítimas de maestros tienen razón al decir que han pasado años exigiendo sus derechos y que no irán a clases en este inicio de año escolar 2020-2021. Sin embargo, también creo que la puerta cerrada de una escuela es la puerta abierta para la delincuencia. Por eso considero que el debate es otro. Hay que pensar en la pregunta: ¿Cómo haría este regreso a clases seguro?

Este es un ejemplo de una medida que se puede aplicar. Si tengo cinco profesores de matemáticas y entre ellos hay uno que tiene más de 60 años, ese profesor debe quedarse dando clases a distancia. No puede salir de su casa. Lo mismo debe ocurrir con el que tiene tabaquismo, afecciones respiratorias o una enfermedad crónica. El resto asiste al colegio una o cinco veces a la semana. Eso depende de cuántos niños y grupos lo requieran.  

Los niños que tengan dudas mandan un WhatsApp a su profesor para decirle que necesitan una consulta presencial. Sigamos con el ejemplo anterior, y digamos que tienen una duda sobre matemáticas. Entonces, la escuela reúne a los docentes un día determinado. En un salón estará un profesor para primero y segundo año, por ejemplo, donde atenderá entre 10 y 12 niños. Esto último dependerá de la capacidad del aula, porque cada uno debe sentarse guardando al menos dos metros de distancia. También puedo llevarlos al auditorio, si la escuela cuenta con uno, y así reunir más alumnos sin descuidar la distancia y el uso de tapabocas. El profesor habla en función de primero y segundo año para atender las dudas de cada estudiante en la sala. No va a dar cátedra de matemáticas, pero atenderá las inquietudes. 

Si mamá o papá no quieren que el niño vaya a la escuela, no importa. No es obligatorio. No se tomará la asistencia. Porque la educación debe seguir siendo principalmente a distancia, por medidas de seguridad y de salud. Nuestros colegios, los que están adscritos a la Andiep, ya han grabado sus clases y están en YouTube y en formato podcast. 

En parte se mira con malos ojos a la educación a distancia porque no se tiene bien concebida, pero eso responde a una falta de preparación. No todos están formados para esto. La educación a distancia es una modalidad que se estudia como una especialización. Se parece a lo que ocurre con los médicos. Una vez que terminan la carrera de medicina, pueden especializarse en un área. De allí que hay médicos cardiólogos, pediatras, traumatólogos. 

Como sabemos que la formación es importante, hice un convenio con Fundación Telefónica y nos está capacitando a todo el personal de los colegios afiliados a la Andiep. También estoy tras un acuerdo con la Universidad Metropolitana y con la Universidad Católica Andrés Bello. En la tercera reunión con los rectores, Benjamín Scharifker, de la Unimet, dijo que era necesario formar a los profesores. En una cuarta reunión con su equipo nos planteamos cómo recaudar fondos para llevar esto a cabo. Con la UCAB queremos crear un plan de formación para los estudiantes. El chamo piensa que se mete en YouTube y listo, y resulta que hay más recursos que puede aprovechar. 

Pero me está faltando un tercer elemento: los padres, especialmente los que tienen niños en preescolar y primaria. Tomemos en cuenta también a los abuelos que se quedaron con sus nietos porque los padres migraron. 

Los padres están desesperados. Deben manejar las tensiones en casa, pero también hay que trabajar la comunicación con la escuela. Hace poco me detuve en un local que vende artículos electrónicos porque llevé mi laptop al servicio técnico. Una niña, de unos 9 años, estaba con su mamá y su papá viendo audífonos. Sentí curiosidad. El que la niña quería era inalámbrico y costaba 30 dólares. La madre le decía que podía comprarle los otros, los que tienen el cable, a 20 dólares. Yo pensaba, ingenuamente, que la niña quería los audífonos para escuchar música. Hasta que la vendedora preguntó: “¿Para qué los necesita?”. “Es para las clases virtuales», dijo la madre. Y la niña añadió que la maestra le había exigido que usara los inalámbricos. Yo no creo que exista una maestra que pida comprar únicamente audífonos último modelo, así que imaginé a los padres discutiendo con el docente por esto y el clásico “el maestro me dijo”. Mi punto es que la familia debe comunicarse siempre con el profesor.

Estoy en la búsqueda de un tercer aliado para la orientación a los representantes. Pienso que podemos hacer escuelas para padres. Lo que se ha venido haciendo en este formato son charlas, una o dos veces al año, sobre temas puntuales como el embarazo precoz y las drogas. Ahora queremos hacer una escuela para padres para que comprendan qué significa la educación a distancia, qué deben hacer o no sus hijos, y cómo lo deben hacer.

***

Lea aquí otras entregas de la serie Desafíos de la educación en pandemia:


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo