EntrevistaDesafíos de la educación en pandemia
Olga Ramos: “En educación no se puede improvisar”
por Indira Rojas
La educación a distancia funciona mejor cuanto más autónomo es el estudiante y cuanto más personalizado sea el programa en tiempos y actividades. Fotografía de Martin Bureau | AFP
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Los estudiantes venezolanos inician un nuevo año escolar el miércoles 16 de septiembre. Las clases serán dictadas a distancia. Escuelas y familias se preguntan cómo asegurar el éxito para los alumnos a pesar de la incertidumbre, las fallas de conectividad y las deficiencias en los servicios básicos. Esta es la primera entrega de Desafíos de la educación en pandemia, una serie sobre la perspectiva de los expertos en políticas educativas para comprender la situación venezolana. En esta oportunidad habla Olga Ramos, miembro de Asamblea de Educación y una de las coordinadoras del Observatorio Educativo de Venezuela.
Antes de hablar sobre “el regreso a clases”, creo que es fundamental decir que lo que sucedió entre la suspensión de actividades presenciales en las escuelas y la declaración de culminación del año escolar fue extremadamente accidentado y muy mal planificado. Tuvo y tendrá consecuencias en la formación de nuestros niños y jóvenes.
Una vez entendida la necesidad de suspender las actividades presenciales, y dado que el año escolar se encontraba justo en el cierre de uno de los llamados momentos pedagógicos, el ministerio debió iniciar un proceso de evaluación de opciones y de diseño de emergencia, en lugar de asumir que el cierre de un lapso, que implica actividades de evaluación, se podría seguir desarrollando, como si nada desde las casas, apoyado por las familias, sin materiales adecuados, sin formación y sin planificación.
En ese momento, se debió asumir que el año escolar debía extenderse, declarar un breve lapso de repaso y transición, mientras se diseñaba la primera versión de la opción a utilizar; y hacer una evaluación profunda y detallada de las condiciones de vida y conectividad de estudiantes y docentes, para conocer con precisión, entre otras cosas, la cobertura de Internet, de las televisoras y de las estaciones de radio a lo largo y ancho del territorio. Así se podía garantizar que el plan diseñado procurara que ningún estudiante se quedara sin acceso a la educación. También se debió elaborar y comunicar las pautas del repaso en cada caso, contratar consultores de Venezuela y de otros países para que desarrollaran un programa multimodal, si se pensaba incluir la educación en casa, y multi-estrategia. También se debía conocer a fondo las capacidades y deficiencias en la formación de los docentes. Esto no solo para trabajar en educación a distancia, dado que nuestros docentes no tienen formación al respecto, sino en todas las dimensiones de su función, porque sabemos que hay personas ejerciendo como docentes que no tienen la preparación profesional para ello, aunque tengan una certificación oficial para hacerlo.
Una cosa es la educación a distancia y otra muy diferente es la educación en casa, por más que la modalidad a distancia se desarrolle en el hogar de cada estudiante. Pero el problema fundamental del esquema del programa del Estado, Cada Familia Una Escuela, era que en su diseño y ejecución no era ni educación a distancia ni educación en casa. Fue una mala mezcla, con deficiencias derivadas de un diseño precario con muchos supuestos.
La educación a distancia puede variar dependiendo del medio, de hecho, el diseño de las actividades es diferente. Si se trata de educación en línea no es igual a la educación por televisión, aunque en ambas se puedan usar videos, por ejemplo. Además, es una modalidad que funciona mejor cuanto más autónomo es el estudiante y cuanto más personalizado sea el programa en tiempos y actividades. La educación en casa funciona mejor cuando la familia tiene formación suficiente y adecuada para acompañar el aprendizaje y cuando sus condiciones de vida garantizan ciertas pautas de funcionamiento para el desarrollo de las actividades. No se pueden meter en un frasco, batir, y obtener una combinación que funcione.
La educación a distancia no es pasar un programa por televisión, emitir algunos segmentos en la radio, y distribuir como encartados una pretensión de guías. Tampoco es educación a distancia montar algunos videos y audios en Internet y tener una página con intentos de materiales cargados para que quien tenga conexión los baje, y esperar que alguien en tu familia haga el trabajo de enseñarte algo que, por cierto, no queda claro qué es. Cada Familia Una Escuela tiene un canal en una red para podcasts en la que solo cargaban los audios de los programas emitidos por televisión.
No se puede hacer una planificación con anticipación para hacerla llegar a los estudiantes el 16 de septiembre. Los estudiantes pasan de un grado a otro, pero el docente no conoce al nuevo grupo con el que va a trabajar. No sabe cuál es la personalidad de los niños y niñas. No conoce los niveles de aprendizaje. Y hay un agravante: si la promoción de los estudiantes se hace sin base en una evaluación y la certificación es automática, el docente no tiene suficiente información sobre ellos.
Una de las cosas que se hace al inicio del año escolar son actividades para familiarizarse con el grupo, para conocerlo, y para entender qué les gusta, porque eso incide en la planificación pedagógica. Un docente no usa el programa de estudios como único referente. La planificación del docente no es teórica ni estática. Es dinámica y se fundamenta en los intereses de los estudiantes y las facilidades de aprendizaje de cada uno. No es igual el estudiante que aprende mejor en la interacción al que aprende a través de la lectura, o al que tiene más memoria. Si ve que los estudiantes tienen mayor interés en otros temas, puede modificar lo que está haciendo. Si ve que no le funcionó una estrategia, puede cambiarla por otra dinámica.
Lecciones del año escolar anterior
El año escolar anterior, que terminó durante la pandemia, nos dejó algunas lecciones. Puedo enumerar, al menos, siete. La primera es que en situaciones de emergencia se requieren medidas extraordinarias, pero medidas extraordinarias con planificación y sustentadas técnicamente. En educación no se puede improvisar.
La segunda lección es que hay una gran fantasía sobre las bondades de la educación a distancia, fundamentalmente derivadas del desconocimiento de lo que es educación a distancia y cómo debe desarrollarse para que funcione y garantice formación de calidad.
La tercera lección es que las desigualdades socio-territoriales se incrementaron durante la pandemia y se han diversificado, y el Estado no tiene capacidad para desarrollar medidas extraordinarias sin profundizarlas. Esas desigualdades incluyen la invisibilidad de mucha gente, es decir, parte de la población del país es invisible para la mayoría y para el Estado.
La cuarta es que el sistema de acompañamiento y supervisión es una red de mensajeros del ministerio sin la capacidad y la formación para cumplir su verdadero rol de supervisión y acompañamiento en las escuelas.
La quinta es que los programas de estudio son inexistentes y las referencias de aprendizaje son de muy baja calidad y poca pertinencia.
La sexta es que la mayoría de la ciudadanía no tiene una real dimensión del daño y del impacto que una educación incompleta y de baja calidad tiene en la vida de las personas y de cómo eso afecta, no sólo la vida de quienes no tienen acceso a educación de calidad, sino también su propia calidad de vida.
La séptima es que, con la excusa de los riesgos de la “evaluación” mal instrumentada, se ha eliminado todo proceso que permita verificar los aprendizajes desarrollados y la certificación automática se asume como una especie de mal necesario o de garantía de justicia social, como si los certificados garantizaran formación.
Ya está definido que se iniciará el 16 con lo que ellos llaman educación a distancia. A pesar de lo precario de su instrumentación y de que no se garantiza calidad, que sea a distancia es la única opción sensata, con el momento de desarrollo de la pandemia que vivimos en Venezuela y con el agravante de que las escuelas se encuentran totalmente destruidas. Antes del covid-19, Venezuela estaba en emergencia humanitaria y la educación no se salvaba de ello. De hecho, las condiciones de las escuelas, de los servicios públicos y la precaria calidad de los programas de estudio y de los materiales y recursos como la Colección Bicentenario, entre muchas otras cosas, hacían que no se garantizara realmente el derecho a la educación.
Condiciones para el éxito del nuevo año escolar
Lo que se programe para iniciar el año escolar no presencial debería cumplir con varias condiciones:
- Un diseño impecable y con múltiples estrategias para atender las necesidades de cada estudiante, tenga acceso a Internet o no haya ni señal de radio en su comunidad.
- Un proceso de evaluación detallada de los niveles de aprendizaje de los estudiantes y de las competencias de los docentes para hacer su trabajo.
- Un proceso de evaluación de las competencias de las familias para acompañar el aprendizaje en las casas.
- Materiales adecuados y de calidad dirigidos a estudiantes, familias y docentes, para acompañarlos en el rol que les corresponda jugar en el proceso.
- Estrategias de trabajo para que los docentes y los directivos, más algunos voluntarios en el caso en el que se requiera, puedan acompañar a las familias a cumplir su rol.
- Protocolos de trabajo para los directivos y supervisores, con pautas que les permitan hacer seguimiento y acompañar, de verdad, a docentes y familias.
- Acondicionamiento de las escuelas para poder recibir a los docentes a la hora de corregir, pero también a los directivos todos los días y a las madres procesadoras cuando les corresponda preparar el PAE. Esto implica, en muchos casos, más que limpieza y desinfección, porque algunas escuelas requieren servicios, como agua y luz, y hasta reparaciones mayores. A las escuelas con PAE se les debe garantizar el servicio de gas doméstico.
- Dotación de materiales y equipos a las familias, escuelas y docentes, para poder desarrollar el proceso, con la fórmula que corresponda a sus condiciones de vida.
- Ampliación de la cobertura de Internet con capacidad y velocidad adecuada, a todo el territorio nacional. Lo ideal sería contar con una inversión para financiar el plan de datos, tanto de los docentes como de los estudiantes, de manera, en este último caso, de garantizar la gratuidad de la educación.
- Extender el calendario para poder asumir los momentos de evaluación inicial, repaso y recuperación de los aprendizajes perdidos, y los momentos de transición cuando se vayan incorporando actividades presenciales (cosa que pudiera comenzar a pasar en algún momento de este año escolar, como han dicho algunos, a partir de enero).
- Seriedad más sinceridad y menos propaganda, porque el Estado tiene la obligación de garantizar el derecho a una educación de calidad para todos, y no puede disfrazar su incapacidad con propaganda. Se entiende que en una situación de emergencia, como la que vivimos, sacando la emergencia humanitaria previa de la ecuación, un Estado se queda sin capacidad de respuesta, pero eso no quiere decir que no tenga que invertir y planificar. La emergencia no desaparece su obligación.
***
Lea aquí otras entregas de la serie Desafíos de la educación en pandemia:
- Juan Maragall: “En Venezuela no hay un seguimiento a la calidad de la educación”
- Luisa Pernalete: “No olvidemos el acompañamiento psicosocial en la educación a distancia”
- Noelbis Aguilar: “No hay un currículo de emergencia que pueda dar respuesta a este momento”
- Carla Serrano: “La educación no se reduce a la transmisión de conocimientos”
- Orlando Alzuru: “Si los problemas del año escolar anterior persisten estamos estafando a la educación venezolana”
- Raquel Figueroa: “La educación a distancia pasó a ser un fin en sí misma y no un medio de apoyo”
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Indira Rojas
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