Relatoría del curso Salud y frontera: abordajes y herramientas para cubrir el sur de Venezuela

04/04/2024

Venezuela y Brasil comparten una frontera que se extiende por 2199 kilómetros. En solo dos años se ha duplicado la migración de venezolanos a Brasil. Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, en enero de 2022 había 261 mil migrantes venezolanos en Brasil, que era el quinto país receptor. Para noviembre de 2023, Brasil escaló a la tercera posición como destino migratorio y para entonces se estimaba más de 510 mil migrantes venezolanos en ese país. La salud es una de las principales motivaciones para la movilización hacia el sur.

El intercambio fronterizo, la minería, las actividades ilícitas y el ambiente son aspectos que inciden en la situación sanitaria del sur del país. Sobre ellos, y los posibles abordajes periodísticos en esta región, conversamos en las dos sesiones del curso Salud y frontera: abordajes y herramientas para cubrir el sur de Venezuela.

La importancia del contexto

“Medir migrantes es difícil para todo el mundo, no solamente para nosotros que tenemos opacidad de información, sino por un fenómeno intrínseco de la migración: buena parte de la migración se produce por pasos ilegales”, explicó el médico infectólogo Julio Castro durante la primera sesión, enfocada en conceptos sobre salud. 

La falta de datos oficiales sobre salud —y casi cualquier fuente en Venezuela— es uno de los principales obstáculos para las investigaciones periodísticas, y también las académicas. Ante estas dificultades, Castro planteó una serie de recomendaciones útiles para superar las limitaciones. 

“En epidemiología siempre tenemos subregistro y no nos morimos por eso. Porque mientras yo tenga alguna forma de entender la dinámica del proceso, si está subiendo o bajando, (tener) el número total quizás no me preocupa tanto”, explicó. 

En este sentido, su principal consejo fue siempre buscar el contexto. El número de casos de una enfermedad por sí solo no sirve de mucho para comprender su alcance si no se conoce el denominador, es decir, la cantidad total de personas susceptibles a esa enfermedad. Si se reporta un brote de alguna enfermedad, es importante entender el contexto en que vive la población, los factores de riesgo, las formas de contagio, todo aquello que realmente permite comprender riesgos y la magnitud del brote.

¿Cómo encontrar ese contexto sin tener acceso a los datos oficiales? Castro planteó tres consejos básicos: 

 

  1. Tener los denominadores claros: “Es útil tener una tabla en Excel con las poblaciones por municipios, que están en el censo. Quizás es más o menos confiable, pero al menos te da un número de donde partir y eso da una idea importante de cuál es el denominador”.
  2. Tener fuentes de información en el sitio: “Me busco un amigo que trabaja en emergencias. Esa persona, que trabaja ahí todo el tiempo, tiene una sensación en su cabeza de qué está pasando. Eso no te va a decir qué está pasando en Amazonas, pero sí qué pasa en ese entorno”.
  3. Tratar de estimar el alcance potencial: “Lo que te puede dar cuán extrapolable es un fenómeno es tener mapeado a qué zonas atiende el hospital de Guasdualito (por ejemplo), de qué zonas viene la gente (a buscar atención médica). Tengo un denominador poblacional, tengo una idea de la magnitud de atención y tengo una persona que está adentro y está diciendo lo que ve. Esto es fundamental para empezar, para determinar si ese fenómeno es importante”, explicó Castro.

Entender también el contexto de la migración

Castro subrayó la importancia del contexto al informar cuando abordamos temas fronterizos sanitarios, vinculados siempre a la migración, un tema susceptible a la manipulación política.

Por ejemplo, si se va a reportar un caso de una enfermedad en un migrante, es importante explicar el contexto en que se dio la enfermedad, el tiempo de los síntomas, las condiciones de llegada de ese migrante y sus condiciones de vida en el país de acogida. 

“Cuando tienes malaria, en una semana caes en cama. Si un migrante venezolano tiene malaria un tiempo después, ya en el país de acogida, el caso puede ser autóctono del lugar y no importado desde Venezuela”, explicó. 

Resaltó la importancia de evitar la estigmatización cuando se cubren temas sanitarios que implican migración, que en el caso venezolano es un tema inevitable por su importancia en la región y especialmente en zonas fronterizas. “Cuando una persona migra lleva consigo una maletica. Desde el punto de vista inmunológico lleva otra: los anticuerpos de las enfermedades que vivió y también sus déficit de inmunidad”, señaló.  

Los migrantes, explicó Castro, son población vulnerable y tienen factores de riesgo altos por muchos motivos, especialmente aquellos que salen por nuestras fronteras terrestres, y particularmente aquellos que llegan al norte de Brasil, una zona que también tiene sus propios riesgos y dificultades socioeconómicas.

La forma en que se cruza la frontera, la falta de control en los casos que ocurren por pasos ilegales, las barreras de acceso al sistema de salud del país de acogida (a veces por discriminación, por diferencia de idioma, por miedo del migrante a ser rechazado o perseguido por su estatus migratorio) y también el impacto en la salud mental que implica el propio proceso de la migración. 

Castro recomendó comprender las distintas definiciones asociadas a la movilidad humana (migrante, refugiado, asilado, desplazado) y sus múltiples subdivisiones, pues “cada forma de migrar tiene sus implicaciones, riesgos y vulnerabilidades”. Vivir en un refugio fronterizo, por ejemplo, implica riesgos de propagación y contagio más altos que emigrar por vía aérea y sin requerir atención humanitaria, por ejemplo; aunque quizás tanto un refugiado venezolano en la frontera como un asilado en una ciudad pueden tener una misma vulnerabilidad biológica y ser susceptibles a la misma enfermedad. Sus riesgos son distintos, así que el abordaje —de las políticas de salud y de las coberturas periodísticas— debe ser diferenciado.

Esta información de contexto permite comprender mejor las dinámicas, riesgos y formas éticas de abordar el cruce entre salud y migración, poniendo el foco en los sistemas sanitarios en lugar de limitar la cobertura solamente al migrante. 

Para finalizar, Castro señaló varias enfermedades que tienen un mayor potencial de actividad en la frontera sur de Venezuela, principalmente debido a la actividad económica, dinámicas sociales y ambientales que hay en esa zona del país:

  • Sarampión: Venezuela ya tuvo una resurgencia en 2017, con un brote que se propagó al resto de la región. Si bien en noviembre de 2023 la Organización Panamericana de la Salud declaró eliminado el sarampión en el país, Venezuela tenía en 2021 la cobertura vacunal más baja de la segunda dosis de sarampión en Sudamérica, lo cual implica un riesgo más alto de brotes. En 2022 no se actualizaron los datos venezolanos de coberturas vacunales.
  • Polio: aunque esta enfermedad está eliminada en el país, Venezuela tuvo en 2021 la cobertura más baja de la tercera dosis de la vacuna contra poliomielitis en la región. Con bajas coberturas, problemas de saneamiento ambiental y una alta movilidad con el norte de Brasil (que tiene situaciones similares), la susceptibilidad a la enfermedad es mayor y el riesgo es más alto.
  • Fiebre amarilla: también es una enfermedad prevenible por vacunas, pero que implica riesgo zoonótico. “Los monos no pasan por las alcabalas y pueden ser huéspedes intermediarios de la fiebre amarilla”, explicó Castro. En 2021 Venezuela tuvo una epizootia, esto es una epidemia en animales (monos). La cobertura de esta vacuna (75%) en 2021 tampoco alcanzaba el 95% recomendado por OPS.
  • Malaria: esta es la principal enfermedad transmitida por vectores en el sur de Venezuela. “Está asociada a la actividad minera”, explicó Castro. Por factores ambientales, de la propia minería que propicia criaderos de mosquitos, también por la movilidad de mineros y garimpeiros, que se desplazan por distintas zonas y no siempre por pasos legales. Las comunidades indígenas son vulnerables y frecuentemente padecen esta enfermedad. 
  • Dengue, zika y chikungunya: también son enfermedades transmitidas por vectores y endémicas en el país. Las condiciones del sur del país implican un alto riesgo de estas enfermedades, menos letales que la malaria. “Se sabe que zika y chikungunya entraron por la frontera sur”, dijo Castro.
  • Difteria: esta enfermedad resurgió en 2016 con un brote en el municipio Sifontes en el estado Bolívar, después de dos décadas de su eliminación en Venezuela. También tiene bajas coberturas vacunales y es un riesgo que se comparte con el norte de Brasil, donde también se registraron –y aún se detectan– casos.

El sur de Venezuela: tropical, amazónico y sus enfermedades

La segunda sesión del curso estuvo a cargo de la profesora María Eugenia Grillet, bióloga y PhD en Ecología y Epidemiología, quien se enfocó en las enfermedades con mayor transmisión en el sur del país, y la relación entre salud y ambiente en esta región. 

Grillet señaló varias características fundamentales para comprender la dinámica del sur de Venezuela, muy distinta al resto del país: pocas carreteras y población, presencia de comunidades indígenas, poca disponibilidad de servicios —incluyendo el sistema público de salud—, muchos ambientes naturales y es nicho de zoonosis (transmisión de enfermedades de animales a humanos). Tiene un clima húmedo-tropical, una hidrografía importante, y una actividad creciente que influye en la salud del sur: la minería. 

Grillet coincidió entre las enfermedades destacadas por el médico Castro en el sur del país, añadiendo otras tantas menos comunes y menos cubiertas periodísticamente, como la oncocercosis y leishmaniasis. 

Destacó particularmente las enfermedades transmitidas por vectores. Entre ellas, la malaria: 

“En general, a nivel global representan más del 17% de la casuística de enfermedades infecciosas en el mundo y también producen mucha mortalidad. Anualmente se pueden producir hasta 900 mil muertes anuales sumando todas esas infecciones. En particular la malaria es la más importante. En 2022 se reportaron aproximadamente 250 millones de casos en el mundo, y aproximadamente 608 mil muertes. La otra infección transmitida por vectores importante es el dengue: se habla de 3.9 billones de casos anuales, afecta a 129 países (y cada vez afecta más). Se está propagando a una velocidad que da miedo. Eso sí, produce menos muertes, aproximadamente (unas 40.000 anuales)”, apuntó Grillet. 

La malaria fue la principal causa de muerte en el país a principios del siglo XX, y Venezuela fue un gran caso de éxito en el control y eliminación de esta enfermedad a nivel mundial, gracias a los esfuerzos liderados por el médico Arnoldo Gabaldón. En la actualidad, el país es uno de los principales focos de esta enfermedad en la región. La relación del ambiente, esta enfermedad y la dinámica humana es compleja: 

“Los impactos de los cambios en el uso y la cobertura del suelo en la transmisión de la malaria son complejos contexto-específicos, con efectos que cambian con el tiempo y el espacio. Los cambios de paisaje son solo uno de los elementos de un proceso de desarrollo complejo con dimensiones económicas y sociales más amplias que afectan la salud humana y el bienestar”, explicó. 

Grillet destacó tres conceptos asociados a las políticas de intervención para el manejo de enfermedades, cada uno implica distintas acciones, objetivos y políticas:

  • Control: Reducir la incidencia, prevalencia, morbilidad y mortalidad a niveles aceptables localmente. Intervención continua.
  • Eliminación (interrupción de la transmisión): Reducción a cero de niveles de incidencia de infección causada por agente patógeno en un área geográfico determinada, con riesgo mínimo de introducción (esfuerzos dirigidos). Acciones continuas para prevenir restablecimiento de la transmisión. 
  • Erradicación: Reducción permanente (niveles iguales a cero) 

One health: una salud

Las políticas de intervención para el manejo de malaria son un ejemplo claro de la interconexión e interdependencia entre la salud humana, animal y condiciones ambientales. Por eso, es un buen ejemplo del enfoque One health o Una sola salud, que integra estas tres áreas para mostrar su interrelación y las amenazas a la salud. Esto implica también un abordaje intercultural, tomando en cuenta las comunidades indígenas.

“La salud del bosque tiene que ver con la salud del río, y con la salud de los habitantes de ese río —peces, animales—, y a su vez tiene que ver con nuestra salud”, explicó Grillet. 

En el caso de la malaria, las actividades humanas tienen influencia. Grillet explicó la relación entre la deforestación y la actividad minera —creciente en el sur del país— con la proliferación de los mosquitos Anopheles, los vectores de la enfermedad.

Los primeros casos de los brotes de difteria y sarampión, en 2016 y 2017 respectivamente, también se presentaron en el municipio Sifontes del estado Bolívar, un área minera. Las condiciones de vida en las minas y los pueblos cercanos, con lagunas, poco saneamiento, hacinamiento y viviendas no estructuradas también aumentan el riesgo de enfermedades infecciosas. Con la cercanía de la frontera, el riesgo se extiende al norte de Brasil, donde también hay actividad minera. 

“La minería promueve movilidad, migración interna y aumenta el riesgo de propagación de enfermedades infecciosas a través de la frontera (…) Por la minería se generan cuerpos de agua que son colonizados por los mosquitos, aumentan las poblaciones de mosquitos y tenemos más. Los mineros cerca de estas lagunas están más expuestos, y como se mueven por el país, van llevando la malaria a más zonas”, explicó. 

“Alrededor del 60 y hasta el 70% de las enfermedades infecciosas emergencias que se registran en el mundo proceden de los animales, tanto salvajes como domésticos, y en las últimas tres décadas se han detectado más de 30 nuevos agentes patógenos humanos. 75% de ellos tienen un origen animal. Si nosotros cuidamos el ambiente, podremos tener animales sanos y podemos estar nosotros también sanos”, concluyó la profesora.

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