Perspectivas

Un terraplanista en tiempos de dictadura

10/04/2020

Jorge Crespo Vivas

Una historia del libro y de la edición también se hace de sinrazones. De lo impensable y fuera de lugar. De aquello que viene del otro lado del misterio. Muchas anécdotas y relatos que están hechos con el mismo material de la fantasía y lo sobrenatural han tenido como escenario talleres de impresión, oscuras y viejas bibliotecas o algunos curiosos libros que se suponen portadores de extraños poderes. La magia, la locura y lo fantástico reinan también en esos parajes de tinta y papel.

Mi biblioteca personal está poblada de algunos de esos curiosos ejemplares.

Comúnmente se emplea el término «libro raro» para señalar al impreso de escasas cantidades debido a su reducido tiraje, a los estragos de la censura o a algún accidente provocado o natural. Así, un libro es raro por inusual, por tener una presencia exigua en bibliotecas y archivos, lo que lo convierte en objeto codiciado por coleccionistas y apasionados lectores.

En mi caso, gusto llamar libros raros a los ejemplares no solo por su cantidad, sino además por esconder una curiosa historia en su proceso de edición o alguna anécdota acerca del autor o el tema que hagan del libro un objeto de colección o tema central en una conversación entre amigos.

Libros raros de mi biblioteca son, por ejemplo, El libro rojo, de Carl Gustav Jung; Ovnis, de Antonio Nicolás Briceño; Quevedo en mí, de Pedro María Patrizzi; El bien general, de Telmo Romero o un curioso manual español del siglo XIX que lleva por título Lecciones de frenología, entre otros. Sin embargo, de todos quizás se lleve el premio un libro raro que ocupa un lugar destacado entre mis anaqueles: El universo al derecho, de Jorge Crespo Vivas.

No conozco un libro similar en la historia de la edición en Venezuela. El universo al derecho, un libro de 346 páginas en formato de 1/16, defiende párrafo tras párrafo, con ilustraciones, cálculos matemáticos y citas bíblicas, la idea de que la Tierra tiene la forma de un cilindro inmóvil alrededor del cual giran el Sol y el resto de los planetas. Quizás ningún asombro o curiosidad despierte este libro y no pase de ser otro más en la larga lista de publicaciones sensacionalistas y seudocientíficas que abarrotan los quioscos y librerías de viejo, a no ser que descubramos su fecha y lugar de impresión: Caracas, Imprenta Nacional, año 1956, en plena dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

El libro de Crespo Vivas se inicia con una dedicatoria que no tiene desperdicio y que nos muestra la relación entre el poder y la construcción de imaginarios: «Respetuosamente: Al Señor General Marcos Pérez Jiménez, Presidente Constitucional de la República de Venezuela, en prueba de reconocimiento, gratitud y admiración». Este agradecimiento hacia Pérez Jiménez se repetirá, con mayor énfasis, al final de la presentación:

Réstanos consignar en estas líneas un recuerdo de sincera gratitud para con el Señor General Marcos Pérez Jiménez, Presidente Constitucional de la República de Venezuela, por la generosa atención con que acogió nuestros deseos de publicar la anterior obra editada en estos mismos talleres, tituladaLa Creación Universal por la Augusta Trinidad, según el Autor”, y este pequeño trabajo titulado “El Universo al Derecho”, el cual nos es altamente honroso dedicárselo con el respeto debido.

Este vínculo entre dictadura y terraplanismo nos lleva a imaginar, y quizás no resultaría descabellado pensarlo, que de haber continuado el perezjimenismo en el poder esta creencia de ver la Tierra plana e inmóvil terminaría convertida en la ciencia oficial de la dictadura. Así como Louis Pauwels y Jacques Bergier en El retorno de los brujos ventilan la hipótesis acerca de supuestos vínculos de la cúpula alemana nazi con creencias esotéricas y cosmogonías ancestrales, quizás el terraplanismo de Crespo Vivas y el perezjimenismo ofrezcan insospechadas pistas para entender con mayores perspectivas las vías que toman la ideología y la práctica política para anclarse y perpetuarse. O tal vez no. A lo mejor esta anécdota no pase de ser más que un curioso tema que pudiera alimentar una entretenida obra de ficción; sin embargo, de lo que sí puedo estar seguro es de la rareza e importancia de este libro para la historia de la edición y el discurso científico en Venezuela.

En el transcurso de El universo al derecho se leen expresiones que descalifican la física moderna y denigran de toda aquella persona que crea en el sistema solar copernicano, de planetas esféricos en movimiento alrededor del Sol: «idiota», «demente», «alucinado», «engaño», «razones fútiles», «quiméricas ideas», «inverosímiles», «infantiles», «niñadas». Son algunos de los calificativos para quienes descrean de sus afirmaciones, las cuales buscan demostrar la verdadera forma de la Tierra:

Nosotros que ha mucho venimos meditando sobre este punto, creemos con Anaximandro y del mismo parecer de Leucipo, Demócrito, Anaxágoras, etc., que la Tierra es un cilindro de grandes dimensiones, lo cual no tiene nada de raro, a la vez que es la forma más adecuada o propia para conocer en su mayor perfección, la existencia universal de la Creación.

Una fascinante y desvariada mezcla de discursos y argumentos científicos, religiosos y filosóficos que a ratos asemeja la virtud y la complejidad enciclopedista de Fray Juan Antonio Navarrete en su Arca de Letras y Teatro Universal, escrita entre 1790 y 1811.

Leamos a Crespo Vivas resumir el propósito del texto, el cual no es otro sino mostrar su

sincera oposición al sistema astronómico establecido, el cual está fundado en un castillo de teorías inverosímiles y a la vez interminables, desde luego que cada astrónomo por llenar cuartillas o hacer más confuso e incomprensible el sistema establecido, presenta cuanta teoría le sugiere el pensamiento, ya de carácter alarmante o no, con sólo dar por sentado el movimiento de la Tierra y, por tanto, su redondez esférica (…) una Tierra que, desde nuestras primeras miradas, pasos y acciones nos dice lo que es: plana e inmóvil. Mas al avanzar en edad y entrar en estudio y coger una naranja, nos convencemos una vez más y sin esfuerzo alguno, que no puede ser como ella, desde luego que aun difícilmente podemos conservarnos largo rato parados sobre una esfera, con el ítem de que al descender de ella si no lo hacemos de un golpe, corremos con el peligro hasta de perder la vida, o por lo menos, el de salir muy mal parados. Esto, estando en pleno reposo; y si es en movimiento, más ligero comprendemos que nuestra Tierra no se mueve y ni es redonda, desde luego que claramente observamos que ni con la imaginación podemos colocarnos sobre ella.

Quizás en nuestro continente, en la década de los cincuenta (siglo XX), época de oro de las dictaduras latinoamericanas, la dura realidad nos forzaba a ver el mundo plano, uniforme, sin arribas ni abajos, sin movimiento ni diversidad. Un mundo ancho y ajeno en el cual la esclavizante monotonía de los regímenes políticos anulaba una esperanzadora visión esférica.

El 4 de octubre de 1957, a un año de haberse publicado el libro de Crespo Vivas, la Unión Soviética lanzó al espacio el Spunitk I, el primer satélite artificial que dio la vuelta al mundo, ayudando con ello una vez más a echar por tierra las hipótesis del terraplanismo. Un año después del Sputnik, se vendría abajo otra desquiciada idea: el mundo cruel y chato del perezjimenismo. En este contexto, el libro de Crespo Vivas es un asombroso monumento al fanatismo y a la obcecación.

Sí, El universo al derecho de Jorge Crespo Vivas es un libro raro, y es una obra que ya forma parte de la intrincada y fascinante historia de la edición y del libro en nuestro país.


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