Literatura

Sobre Christian Díaz Yepes y dos poemas

29/02/2024

Christian Díaz Yepes es una de las grandes noticias de la poesía venezolana actual.

Sensorialidad extrema, elegancia del verbo, encadenamiento verbal que conduce una y otra vez al encuentro con los misterios del ser y el tiempo, este poeta caraqueño nacido en 1980 es autor de libros como Las ruedasUna barca y Bajamar, su más reciente publicación aparecida en España en 2023.

Ordenado sacerdote en el 2007, doctor en teología por la Universidad San Dámaso en Madrid desde 2018, en tiempos anteriores cursó estudios de arte en la Universidad Central de Venezuela y formó parte destacada de los míticos programas de la Casa de la Poesía en Venezuela.

Escritor de expresión serena, obsesionado por el conocimiento interior, por las conexiones del paisaje con la intimidad de las personas, por el encuentro con lo sagrado y los misterios de la temporalidad, su escritura no se prodiga en los excesos del espacio poemático y tampoco cultiva la difusión masiva o la vida social literaria.

Díaz Yepes entiende lo lírico como otra parte de su camino hacia la plenitud de la existencia.   Esta pequeña muestra de su trabajo más reciente lo confirma como una de las grandes voces de la poesía actual en nuestro idioma.

Christian Díaz Yepes. Fotografía de yepezdiaz.com

*

 

Dos poemas de Bajamar

Por Christian Díaz Yepes

 

Tierra sin vida se presenta como mi casa.
Su piel es la súplica de la esposa
que amo.
Hemos sembrado hasta el ocaso sin esperar la cosecha.

Y más.

 

Como gota que sostiene el filo de las hojas
así esta ausencia
nos enseña a morar en las raíces

hasta renacer.

 

*

 

Este poco de verde bajo las raíces del cielo,
el ofertorio allá lejos de las olas,
permanecen como la fiesta, el abrazo,
que siempre anhela quien habita
la noche de la orfandad.

Porque estamos perdiendo la tierra,
habría que decir.

Porque se nos va el mar de la mirada
y deambulamos por la calles del nadie sabe adónde vas.
Escrutamos estas piedras ateridas a los en muros
y quedamos derrotados por la respuesta sin llegar.
Nos aterra el aguardar
ante las orillas del ahora mismo,
aquí, sin memoria, sin perderse en devaneos.
Desde el punto que persigo tú ves crecer este estío
que desconcierta y cautiva
como silencio que acendra el amor.
Somos una súplica a las olas, ya tan lejos,
una mano abierta a todo lo que se va.
Por eso te me aferras y sostengo
bajo esta estridencia de mundo,
el castigo de lo seco.
De lejos tú me miras
como al hermano al que aún se le quiere,
mas ya no se le escucha.
Y así nos vamos como el mar
cuando deja al descubierto su verdad.


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