Perspectivas

Madrid arde con Rammstein

03/02/2024

Fotografía de @rammsteinofficial

Baltimore y Long Island

A Baltimore llegamos en el tren de la mañana. Intentamos visitar, en un barrio peligroso, la casa de Edgar Allan Poe: no nos atrevimos a transgredir una frontera establecida por una pandilla que hacía acrobacias con sus motos. A lo que sí llegamos fue a la tumba de Poe en los predios de la Escuela de Leyes de la Universidad de Maryland. No estaba nada mal el día: visita a la tumba de Poe y concierto de la banda alemana Rammstein en el 1st Mariner Arena el 25 de abril de 2012.

Antes de Baltimore y Long Island habíamos estado en el concierto del Madison Square Garden el 11 de diciembre de 2010, luego de una década de ausencia del escenario estadounidense: justo el 11 de septiembre de 2001 estaban en Nueva York cuando los sorprendió el derribo de las Torres Gemelas que los dejó atrapados durante días en suelo americano y con la gira cancelada. Ese evento los marcó; tardaron diez años en volver, lo que explicaría que las entradas para el Madison Square Garden se vendieran en solo veinte minutos. En ese momento la gira estaba basada en el álbum Liebe ist für alle da (El amor está ahí para todos). Por suerte yo me encontraba en Nueva York cursando una maestría de escritura creativa y así logramos un par de entradas en esos breves minutos que parecían una eternidad. En ese recinto pude ver, además de Rammstein, a la legendaria banda Rush y al chico de la casa, Billy Joel, que transforma el coso en ambiente de piano bar.

Made in Germany es el nombre del CD doble que le dio título a la gira a la que asistimos en Baltimore y Long Island, un recorrido discográfico por sus grandes éxitos desde 1995 a 2011. Como tributo a “América”, es decir, a los estadounidenses. Una de las canciones más conocidas de Rammstein es precisamente «Amerika», una sátira sobre el poderío y la forma de vida en Estados Unidos. En el videoclip los músicos, vestidos de astronautas, tocan desde la Luna, juegan pinball, arman pirámides humanas, dan giros en círculos como indios sioux. Se trata de una crítica que muestra cómo la cultura estadounidense ha contagiado otras culturas. Esa fue, de paso, la canción de cierre de los conciertos de la gira. Fue un regreso al mito de origen de esta banda alemana, que debe su fórmula a las experiencias de que fueron testigos en Estados Unidos en viajes exploratorios de formación.

Estados Unidos en el corazón de la mente

En el documental In Amerika los seis miembros relatan la historia desde sus inicios. Este filme, que dura dos horas, es una rara oportunidad de oírlos expresarse porque, por lo general, y sobre todo fuera de Alemania, no conceden entrevistas. El road trip los marcó al descubrir la manera de hacer música en Estados Unidos. El documental, además de bien producido, cuenta con entrevistas a otras personalidades, como Kiefer Sutherland, Iggy Pop, Moby, Chad Smith (guitarrista de Red Hot Chilli Pepper), quien define al grupo como un conjunto de rock operático.

Till Lindenmann, cantante líder de la banda, cuenta que se quedó impresionado por el nivel de profesionalismo de los grupos estadounidenses cuando vio uno, en un concierto playero, dar todo de sí mismo ante un escaso público. Flake Lorenz, el estrambótico tecladista, en ese mismo tono, señala: «Me di cuenta de que la música era más importante para los americanos que para los alemanes porque tenían que ganarse la vida con la música. En Alemania es como un paraíso: vives tu vida y tocas música para divertirte». El guitarrista principal y compositor Richard Kruspe, el otro pilar de la banda junto con Lindenmann, expresa ‒asombrado‒ que los americanos se toman todo muy en serio. Lo que además nos hace dudar de la idea de una Alemania esforzadísima.

Todos los miembros son originarios de Berlín oriental y Schwerin, y crecieron en la época de la cortina de hierro, cuando el muro dividía Berlín en dos ciudades. Al escuchar la banda por primera vez uno hubiera supuesto que los músicos provenían de Alemania Federal, tan unida a Occidente y sus manifestaciones culturales. No obstante, se trata de un grupo que, desde su génesis en 1994, surgió en el ambiente contracultural inmediatamente posterior a la caída del muro: las vidas que sus integrantes llevaron en la disuelta República Democrática Alemana, el cambio de paradigma con la reunificación de las dos Alemanias, más la experiencia clave de lo que vieron y observaron en Estados Unidos resultan los mitos fundacionales de Rammstein.

Una vez que sacaron sus dos primeros discos se propusieron entrar en el difícil mercado estadounidense, espacio al que no le interesaba una banda que cantara solo en alemán.

Siendo ya conocidos en Alemania y Europa, su primer concierto en Estados Unidos lo montaron en un bar donde no había más de treinta personas. Lo que marcó la diferencia ante el público y el representante de la disquera que los adoptaría, aparte de la música tan particular y poderosa, fue el uso de fuegos artificiales como nadie lo había hecho antes. Kiss los influyó en el uso de fuego y pirotecnias ‒aunque nada tienen que ver musicalmente‒ y hasta llegaron ser teloneros de los hombres de lenguas protuberantes y maquillaje de payasos siniestros. Todo ello contrastaba con la marcada seriedad de los músicos de la banda alemana en su ejecución sobre el escenario.

Dueños de disqueras y agentes se acercaban a esos bares con poco público para vivir un espectáculo que, a quien lo presencia por primera vez, suele dejar boquiabierto. «¿Una banda que canta en alemán en Estados Unidos? ¡Olvídalo!», dijo un importante agente. Dada la insistencia de la disquera el agente accedió a verlos en un bar, como ya referimos, y se quedó sin aire al oír el sonido del grupo y vio cantar a Lindemann, al tiempo que ardía en llamas con su traje anti-fuego. Lo raptó la potencia de la aplanadora alemana. «¡Cuenten conmigo!», dijo al salir del bar. La disquera, el agente, el aval de David Lynch ‒a quien me referiré más adelante‒ abrieron las pesadas puertas americanas a Rammstein.

La originalidad de la música y las llamas, la propuesta “Rammstein”, llevó a que se organizaran las primeras giras y sacaran los primeros discos en suelo estadounidense. Los alemanes lo lograron porque asumieron el reto con mentalidad de riesgo y tesón gringos y no europeos, quizá porque en Europa, donde la calidad de vida ‒en general, alta‒, desestimula emprender. De allí que su nombre sea tomado de una base estadounidense en suelo alemán.

Fotografía de @rammsteinofficial

Ramstein versus Rammstein

En 2003 estuve en Berlín y entré a una tienda enorme de CDs dispuesto a llevarme todo lo que hubiese de Rammstein. Curiosamente, minutos antes, cuando nos montamos en el metro, el primero que tomamos, pasaban en los pequeños televisores asidos al techo del vagón un videoclip de Los amigos invisibles, lo que me causó buena sorpresa. Al atenderme, la empleada dice que no conoce la banda. Estaba que no me lo creía. Insisto un par de veces, y ella “nein”, “nein”. Ante mi incredulidad y empeño a la chica, algo molesta, le vino la luz: “Rammstein!”. El nombre del grupo pronunciado ante mis oídos como “Raaammchchchtain”. Claro, se lo había dicho en inglés y no me había entendido: no pronuncié el sonido “ch” final ni la doble “m”.

Ramstein (con una sola “m”) es una ciudad alemana donde, en 1988, ocurrió un accidente aéreo mientras se realizaba una exhibición. En esa incidente tres aeroplanos de una escuadrilla italiana de pilotos chocaron en pleno vuelo y cayeron sobre los espectadores, que eran unos trescientos mil, muriendo setenta personas e hiriendo a unas quinientas. La canción de la banda del mismo nombre es una conmemoración de la tragedia que sucedió en la base aérea estadounidense de Ramstein. En la actualidad es el cuartel general de las Fuerza Aérea de Estados Unidos en Europa. La letra de la canción «Rammstein» es un juego de palabras que evoca la tragedia pero que por igual se refiere a la puesta en escena de la agrupación.

Ahora bien ¿por qué la “m” adicional en el nombre de la banda? Paul Landers, la segunda guitarra, admite que fue un error:

Éramos tan tontos que escribimos «Rammstein» con dos emes, porque no sabíamos que el nombre del lugar llevaba solo una. Al principio nos llamamos así para fastidiar, pero el nombre se nos quedó pegado como esos motes que a uno no le gustan. Ya no conseguimos quitárnoslo de encima.

A su vez, como especula Iggy Pop en el documental In Amerika, la “m” adicional en el nombre permite que la palabra tenga un significado acorde con la fuerza de la banda. Al tener dos “m” incluye la raíz del verbo «rammen» (chocar) junto con el sustantivo «stein» (piedra). Una traducción cercana de «Rammstein» sería, por tanto, «piedra de choque».

De la Alemania comunista a Hollywood

Los seis miembros de la banda vieron oportunidades tras la caída del muro. De haber tocado en bandas primerizas experimentales y de búsqueda de un estilo dieron el salto para formar lo que en pocos años pasó a ser la agrupación alemana más importante del mundo. Desde el inicio descollaron con sus dos primeros álbumes, Herzeleid (1995), con los éxitos «Du riechst so gut» y «Seemann», y el álbum Sehnsucht (1997), con «Engel» y el mega éxito internacional «Du hast».

Uno de los puntos clave para romper las barreras de entrada en Estados Unidos fue cuando David Lynch utilizó la pieza «Rammstein» para la película Carretera perdida en 1997. Hollywood se convirtió en una catapulta para la agrupación. En el documental el músico Moby afirma que en ese momento Lynch estaba en el pináculo y su aval fue fundamental para que los estadounidenses acogieran una banda alemana que además cantaba solo en alemán. El respaldo de Lynch les abrió muchas puertas y siguieron otros filmes en los que se usaron canciones como «Feuer frei!», en la película xXx; «Halleluja», utilizada en Resident Evil; «Du hast», en The Matrix; «Mein Herz brennt», en Hellboy 2, o «Das Model», en Domino, en la que actúa Edgar Ramírez.

Metal industrial y la nueva dureza alemana

Cuando vi el video del concierto Live aus Berlin en 2000 quedé impactado y admirado de la potencia mecánica y a la vez lírica, del descomunal sonido de las guitarras, de la voz operática de Lindemann, de las excentricidades del tecladista y de los incomparables juegos de fuego sobre el escenario proyectados desde máscaras o instrumentos musicales. Golpear los tambores de la batería y lanzar fuego así como desde los trajes, sin contar las llamas que saltan hacia arriba del escenario o que pueden recorrer un estadio de punta a punta. Sorprende la seriedad de los músicos en concierto mientras despliegan su poderío, aunque no exenta de humor, como cuando tocan la canción «Mein Teil», momento en que Lindemann cocina al tecladista Flake Lorenz en una olla gigante con un gran lanzallamas y lo persigue por el escenario; por fortuna, el pobre flaco chamuscado escapa. Lindenmann ha declarado que hay mucho de teatro en la banda y que no tiene que ver con su manera de ser. Solo asume esos roles y, tras terminar una gira, se sumerge en su casa en medio de la naturaleza.

Como etiqueta general se dice que Rammstein es una banda de metal industrial. Su música, sin embargo, tiene elementos de techno o metal de baile, metal progresivo, rock progresivo, con muchos efectos electrónicos y cantos operáticos con secuencias de música clásica, tanto así que es común ver orquestas o agrupaciones de cuerda ejecutar las canciones de la banda alemana. Algunos clasifican a Rammstein como una mezcla de metal industrial y «neue deutsche härte» («nueva dureza alemana»), que se caracteriza por cantar letras en alemán en tono grave junto con guitarras eléctricas de dureza altamente distorsionada. Como excepción, en su repertorio tienen una canción en inglés, «Living in Amerika», otra en español, «Te quiero puta» ‒que parece una oda a México, país que los ha recibido con fervor sobrenatural‒, o con frases en francés combinadas con el alemán, como en la canción «Früling in Paris» o el propio título de la ya épica canción «Adieu», con la que cerraron su gira Rammstein Stadium Tour 2023 el 23 de junio en el estadio Civitas Metropolitano.

Fotografía de @rammsteinofficial

Polémicas de fuego

Desde sus inicios Rammstein no ha estado exento de polémicas. Algunas de ellas debidas al contenido de sus letras, su propuesta sobre el escenario, sus atuendos, las connotaciones sexuales de algunas de sus canciones, los simbolismos desplegados en tarima. El sonido de Rammstein, además, hace que vibre un poderío alemán que puede ser confundido con fantasmas del pasado. Se podría decir incluso que algunas puestas en escena han sido ideadas con fines publicitarios; otras han resultado del azar y algunas simplemente por Rammstein ser Rammstein.

Debido a la ambigüedad y al doble sentido de sus letras y a su estilo potente, durante los primeros años a menudo se les acusó de evidenciar “tendencias de derechas” ‒y ya sabemos que en política europea se califica todo de derecha o izquierda, como si el centro fuese una utopía‒. La crítica en este sentido se acentuó tras publicarse en 1998 el video de «Stripped» (versión de una canción de Depeche Mode), para el que utilizaron grabaciones de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 de la cineasta Leni Riefenstahl, conocida por haber realizado propaganda nazi. Después de eliminar del video los símbolos considerados inconstitucionales, Rammstein siguió siendo acusado de promover un ideario fascista y de idealizar, de manera irresponsable, la estética del Tercer Reich.

A lo anterior se agrega la manera de Till Lindemann de vocalizar la “r” palatal que, según los entendidos, era la manera como Adolf Hitler la pronunciaba. Un indignado Lindemann lo aclara de la siguiente manera: «La “r” no surgió ni siquiera de forma intencionada. Apareció por sí misma, porque en este registro tan grave cantas así automáticamente. ¡Por Dios!, no era nuestra intención conseguir ninguna actitud fascista». Flake Lorenz dijo que Rammstein compuso una canción destinada a poner fin a los prejuicios: «Nosotros desfilamos, pero somos izquierdistas totalmente confesos. El álbum Mutter incluye un tema llamado «Links 2 3 4» («Izquierda 2 3 4»). Aunado a esto pasaron a declararse «Patriotas de izquierda», como afirmaría Paul Landers.

La mala suerte, además, los llevó a que se los vinculara con el imaginario de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. El video de la contundente pieza «Ich Will», grabado en lo que fue el Palacio de la República en Berlín, fue estrenado el día antes de los ataques terroristas de Nueva York, donde el grupo se encontraba, como hemos dicho, para una gira que resultó fallida. En este video los integrantes de Rammstein representan a delincuentes que entran armados y en una escena Flake ‒endiosado una vez arrestados los sobrevivientes‒ aparece cargado de dinamita listo para inmolarse, lo que hace al final. Jung acaso diría que esto es obra del inconsciente colectivo; lo cierto es que en Estados Unidos se restringió su emisión a la franja nocturna y se pidió su prohibición.

En 2004, Rammstein publicaría su cuarto álbum, Reise, Reise (Viaje, viaje), presentándolo con el sencillo «Mein Teil» («Mi parte»), cuyo video generó mucha polémica en Alemania dado que retrata, con humor negro, el caso de canibalismo de Armin Meiwes, además de que el baterista, Christoph Schneider, aparece travestido paseando a sus compañeros de banda atados con correas de perro.

En el verano de 2007, el Instituto de Protección a la Juventud llevó a cabo una inspección y puso los álbumes de Rammstein en la mira de la censura oficial al pretender clasificarlos como «material peligroso para la juventud». Durante sus primeras giras en Estados Unidos fueron arrestados varias veces por exposición indecente sobre el escenario con performances abiertamente sugestivas de actos sexuales. Aunque todo fuese fingido impactó incluso a los propios fanáticos de la banda; tal vez los músicos cruzaron innecesariamente una línea roja con el afán de llamar la atención. En el fondo, se enfrentaban al puritanismo de la sociedad estadounidense confrontada con la extrema libertad alemana. Los entrevistados del documental concuerdan en que la sociedad estadounidense es conservadora.

El videoclip «Deustchland» de 2019 muestra escenas históricas de violencia en Alemania, incluidas algunas del holocausto. Esta causó una sonada polémica en Alemania. En el video los miembros de la banda personifican a judíos vestidos con uniformes a rayas típicos de los campos de concentración nazis y con sogas en sus cuellos. En su solapa Paul Landers lleva la estrella amarilla que obligaban llevar a los judíos. Con esto quedaba claro ‒si acaso persistía alguna duda‒ de que la banda no era de neonazis.

Las ambiguas letras de un poeta

En la ambigüedad de las letras de Rammstein quizá debe pesar que su cantante, Till Lindemann, ha publicado libros de poesía: Cuchillo (2012), Noches silenciosas (2013) o Cien poemas (2021). Lindenmann fue carpintero y nadador (su padre, además, fue muy reconocido como poeta en la entonces República Democrática Alemana); también es un pirotécnico certificado. Lindemann es el letrista de Rammstein, así como Richard Kruspe ejerce de compositor principal. El hecho de que un poeta, hijo a su vez de poeta, sea el que conciba las letras pudiera explicar el doble sentido de muchas de sus canciones, al igual que las historias que se narran en los poderosos y controvertidos videos del grupo, los cuales resultan de suprema calidad. Letras y videos siempre tienen una segunda historia no tan evidente, como ocurre en muchos textos literarios. La fulgurante carrera de Rammstein, con pocos pero muy sólidos discos, ha llegado a convertirse en una mega banda que llena estadios ‒por varios días consecutivos‒ de importantes capitales del mundo, llámese Ciudad de México, Nueva York, París, Berlín o Barcelona.

Aquí debemos destacar un hecho singular: en variados países la gente tararea estrofas completas en alemán sin entender lo que cantan. Algunos piensan que es mejor no enterarse y puede que tengan razón. Asombra ver a Europa, con su diversidad de lenguas y culturas, postrarse ante canciones cantadas en alemán.

Frases específicas, concebidas de manera intencional, pueden ser interpretadas de distintas maneras. El ejemplo más característico es «Du hast», que se interpreta como «me tienes» o «me odias». O del último disco, la historia de un ciego en un pueblito alemán que solo aspira a estar con mujeres con tetas grandes, lo que ocurre en la realidad pero, como es ciego, no puede verlas. La canción es «Dicke Titten», que significa «grandes tetas». Como dice el baterista Christoph Schneider: «en las canciones de Rammstein siempre queda margen para las interpretaciones».

Algunas letras, incluso, son muy opuestas a la jocosa «Dicke Titten» y se hallan, además, impregnadas de referencias a obras literarias. Esto proviene de la afición de Lindemann por la lectura. Como ejemplos: la canción «Dalai Lama» es una adaptación del poema «El rey de los elfos», de Goethe, así como «Rosenrot» se basa en otro poema de Goethe, «Rosita de matorral»; «Du riechst so gut» («Hueles tan bien») en El perfume, de Patrick Süskind; «Stein um Stein», en «El barril de amontillado», de Edgar Allan Poe, que ya mencionamos en nuestro paso por Baltimore.

Madrid: nueva polémica y humo en el hotel

La gira europea de estadios de 2023 se vio envuelta en nueva polémica. Esta vez se trataba de acusaciones contra Till Lindemann de abuso a chicas escogidas en una supuesta fila cero en los conciertos. El escándalo estalló luego de la presentación en Lituania en la que una mujer lo acusó de haber abusado de ella, aunque luego diría en las redes que Lindemann nunca la obligó a nada. De hecho, la policía de Lituania abandonó la investigación por falta de pruebas.

Los abogados de Lindemann han alegado que la acusación es, incontrovertiblemente, falsa. Los diarios de España, al tiempo que hablaban del concierto de Madrid, destacaban esta situación que era noticia reciente. Pero ello no impidió el lleno completo del estadio Civitas Metropolitano. Las manifestaciones que algunos pensaban que podían darse a las puertas del recinto, como se anticipaba pasaría en Alemania al proseguir la gira, no ocurrieron.

A uno mismo le sorprendía esa inesperada incomodidad. Una semana ante del concierto para el que compraste entradas meses atrás se ve enturbiado por aquella acusación destacada en los medios. ¿Debe una persona inhibirse de ver una de sus bandas preferidas por estas informaciones, muy graves de ser ciertas? Después del concierto del Madison Square Garden, Baltimore, Long Island y Barcelona, esta sería la quinta oportunidad de verlos en vivo en Madrid. Tienes hotel, tren y entradas planificadas con antelación y de pronto se instaura un humo maloliente con este asunto. Después de meditarlo decidimos que este es un problema que debe dilucidar, en todo caso, la justicia alemana (como en efecto sucedió).

Seguimos con nuestro plan. El hotelito donde nos quedamos estaba en una calle residencial al lado de la plaza de toros de Ventas, en Madrid. Habíamos escogido ese hotel porque estaba en dirección de traslado en metro hacia el concierto en las afueras de la capital. Desde el día anterior a nuestra llegada, como había ocurrido en el concierto de Baltimore en el 2012, la ciudad se fue llenando de fanáticos que portaban camisetas de la banda. Estaban regados por las calles de la ciudad, lo que daba un aire de acontecimiento instalado en Madrid. Desde nuestra habitación veíamos, en un patiecito de la planta baja, a un hombre bastante grande y panzón con cola de caballo recogida, y a una mujer alta en toples tomando sol y bebiendo cerveza. Podríamos jurar que iban al concierto.

A varios de los huéspedes los vimos en el lobby por nuestra causa: quemamos un croissant al meterlo en la tostadora de pan y había salido tanto humo que encendió las alarmas del hotel, que no tenía recepcionista sino hasta pasadas las nueve de la mañana. Nadie respondía a los números que nos habían dejado. Varios pasajeros bajamos al lobby, nosotros para explicar que no pasaba nada, que solo se trató  de un croissant quemado. Allí nos dimos cuenta de que varios de los que estaban en este pequeño hotel iban, en efecto, al concierto.

Fotografía de @rammsteinofficial

Día de San Juan y la quema de España

El día había amanecido con fuego en la tostadora para ver el espectáculo con llamas y música más alucinante del planeta y, para mayor simbolismo, el 23 de junio, fecha de la vigilia o verbena de San Juan cuando en muchas provincias de España se arman hogueras, fogatas y se queman muñecos. Es el día de celebración a San Juan Bautista considerado un rito purificador. En Cataluña es especialmente importante: se hacen fiestas en terrazas, la gente se reúne, las playas se desbordan y se lanzan fuegos artificiales como en Año Nuevo. Al croissant quemado y a la señal de alarma por fuego encendida en el hotel durante casi dos horas se agregaba que solo dos días antes, el 21 de junio, había sido el solsticio de verano (el día con mayor luz solar del año). A lo que se sumaba, asimismo, un calor exasperante estimado en 31 grados a la hora de inicio del concierto. Estábamos virtualmente sumergidos en el video de la canción «Feuer frei!» («¡Abran fuego!»).

Para calmar el fuego del estómago hicimos una reserva, con suficiente antelación, para cenar temprano en el Goyko ‒la cadena de hamburguesas‒ de la avenida de Niza, cerca del estadio. El desplazamiento lo hicimos desde la línea cinco, estación Ventas, con trasbordo en la línea siete en Pueblo Nuevo hasta la estación Las Musas. Nos quedamos sorprendidos de que ya en la línea cinco el vagón estaba mayoritariamente lleno de asistentes al concierto. Nos bajamos todos y, como ganado, fuimos avanzando por los vericuetos de la estación Pueblo Nuevo hasta instalarnos en el andén y ver, con asombro, que el tren siete estaba casi a tope, por lo que nos vimos forzados a hacernos de una esquina apretada dentro del vagón. Casi todo el mundo portaba las camisetas de Rammstein o tenían aspecto indiscutible de ir al concierto, lo que se confirmó al bajarnos en Las Musas, y eso que la estación directa al estadio era la siguiente.

La zona donde está Goyko tiene muchos bares y terrazas que estaban repletos. El aire acondicionado en el interior del local nos daba un respiro antes de enfilarnos al recinto. Habíamos llegado casi tres horas antes para comer con calma y entrar al menos una hora antes al concierto. Aunque salimos fresquitos del restaurante no había sombra en el camino y ya cuando estábamos en la entrada nos sentíamos muy acalorados. No podía faltar un grupo con una enorme bandera de Venezuela exhibida sobre la grama y, al fondo, el nombre del estadio y de la banda. Era un momento muy emocionante a pesar de que nos calcinábamos por el calor. Entramos y buscamos nuestros puestos. Un poco más arriba de nosotros estaba otro grupo, bastante grande, con bandera venezolana, y a nuestras espaldas se sentaron unos alemanes mayores con la bandera de Alemania sujetada del cuello, como superhéroes.

Un retraso inusual

Comienzan a tocar las teloneras, las pianistas de Abélard con dos pianos de cola en el que despliegan canciones de Rammstein. En la gira Made in Germany, la de Baltimore y Long Island, recuerdo que la banda tenía un DJ que hacía versiones electrónicas de canciones del grupo. Ahora era lo mismo pero con piano acústico. Nos dimos cuenta de que había un problema de sonido: los teclados sonaban graves, no se oían con nitidez ni con el suficiente volumen. Por ello nadie les prestó atención.

Se acercaba la hora de inicio pautada. Rammstein tiene la costumbre, según mi experiencia, de empezar con puntualidad alemana. Mi vaticinio era que comenzaría a las 21:01h. Estábamos expectantes cuando seguían sonando los pianos graves de Abélard. Se rebasa con creces la hora de inicio. El estadio está repleto. La claridad del cielo persiste. La temperatura sumada a los calores corporales daba una sensación de ahogo. Nos hallábamos sofocados y Rammstein no arrancaba. Cuando los vi en Nueva York, Baltimore, Long Island y, el último, en Barcelona: el 19 de junio de 2019 en el RCDE Stadium en Cornellà de Llobregat, no sucedió nada de esto. Las pianistas siguieron tocando con su mal sonido repitiendo el repertorio para llenar el vacío, lo que incrementaba la desesperación. El retraso fue de una hora y quince minutos.

Fotografía de @rammsteinofficial

El concierto: morir tranquilo

Finalmente, a las 22:15 empieza a tocar la banda. A la gente se le pasa ipso facto la molestia por la tardanza. Para muchos era la primera vez que veían a la banda y quizás por eso o porque algo de apreciación de sonido en concierto me quedó de los tiempos cuando fui músico y toqué con Obertura, grupo de rock sinfónico en Caracas, o porque soy un ratón de conciertos ‒acabábamos de ver a Pet Shop Boys dos semanas atrás en el Primavera Sound Festival‒ me di cuenta de que el mal sonido proseguía. El grave era demasiado notorio, la voz y los instrumentos no se oían con la nitidez acorde con la estatura de la banda y el espectáculo. Todo ello, con los antecedentes del calor y la espera, me descolocó y no fue sino como hasta la cuarta canción que el sonido se compuso, aunque no llegó a ser impecable. Algo pasó en Madrid, los misterios de Madrid: el retraso y el mal sonido.

Una vez que la música se oía con mayor nitidez, eso sí, la voz de Till Lindemann parecía como de disco. Me contenté y me metí dentro del concierto a disfrutar de las nuevas piezas del genial último álbum, Zeit, objeto central de la gira, que había oído dos veces seguidas, concentrado, a bordo del tren Barcelona-Madrid y en la habitación antes de salir y emperifollarnos en modo concierto; así como muchos de sus grandes éxitos tarareados en alemán en un estadio lleno más que todo de españoles.

Rammstein descolló. Al día siguiente los titulares de la prensa hablaban de 51.000 personas. Al acabar esta gira, unas semanas más tarde, se contabilizaban alrededor de un millón y medio de espectadores en treinta conciertos. Lo cierto es que la gente en Madrid se dejó llevar, así como me dejé llevar una vez superado el problema de sonido. Enloquecimos. Tocaron, como estaba planificado, dos encore y se despidieron simbólicamente con la pieza «Adieu», sobre la muerte, un inevitable viaje en solitario, y la estrofa que se repite en francés, inglés y alemán: «Adieu, good-bye, auf Wiedersehe»:

Solo la muerte dura para siempre.
Susurra bajo la rama de pino.
Debe atraer todo a su oscuridad.
Incluso el sol se quemará.

Y brindaron delante del público con champaña porque era el cumpleaños de Richard Kruspe. Una noche de verbena de San Juan de fogatas encendidas en España, una noche calurosa de verano. Madrid ardió con el fuego del virtuosismo de Rammstein, una experiencia que tiene que ser vivida al menos una vez.

Del fuego a la eternidad, como la primera estrofa de la canción escrita por el poeta piromaníaco en la canción «Engels»: «Quien en su vida fue bueno en la tierra/ Después de la muerte se convertirá en un ángel/ Vuelves la mirada y le preguntas al cielo/ Por qué no se les puede ver». No olvido a una pareja de americanos, en Baltimore, ya de regreso al hotel: la conmoción del reciente concierto aún sembrada en nosotros en medio de un silencio cargado de sentido, hasta cuando el hombre dijo: “Ahora que vi a Rammstein puedo morir tranquilo”.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo