Perspectivas

La novela de Cesia

13/09/2023

El lector toca el hilo de Miriam, la espléndida novela de Cesia Hirshbein, tira de él y lo que aparece para su gloria o tristeza es la vida libre y festiva de una comunidad judía y el estallido, al mismo tiempo, de una tragedia abominable y la duda lo envuelve porque asume que se trata de un hilo que lo conduce a la ficción pero establece también que la imaginación de Cesia es tan indetenible que todo cuanto cree imaginar se hunde y se oscurece en la dura y despiadada realidad del campo nazi de concentración; y mientras devora las páginas del libro su mente gira en su propio espacio tratando infructuosamente de encontrar respuesta a una sola pregunta: ¿por qué los nazis asesinan a los judíos? y no hay respuesta porque nunca antes el ser humano había transgredido los límites de la razón para descubrir que hay lógica en la dispersión, en el desvarío y en la crueldad.

Cesia pretende que solo la ficción recorre las plazas y las calles de Kozmineck el pueblo judío que sufre los embates del odio y la brutalidad nazi porque asistimos a la transformación que sufre el pueblo  al ver cómo paulatinamente van llegando autos y vehículos militares y las plazas se van llenando de soldados y armas de fuego, desplantes y brutales acosos y el pueblo comienza a degradarse, a conocer el sufrimiento y la violencia del hambre, de la humillación y la muerte, pero también gracias a la tenacidad de la ficción desatada por Cesia sobrevive en la alegre memoria de una comunidad que celebra sus tradiciones, ve a la familia reír y festejar reunida y vive luego enfrentando a la muerte. La novela es vuelo e imaginación y el arte es la gran mentira que se desdobla en nuestro interior y se convierte en única y estremecedora verdad, es decir, en el hilo de Miriam.

La historia del holocausto no termina nunca porque cada uno de los seis millones de víctimas vilmente asesinadas ofrece material suficiente para explorar el territorio del sufrimiento y cada uno de los millares de sobrevivientes y futuros comentaristas del atropello fatal, los que al igual que Cesia tiran del hilo de Miriam, somos capaces de contarla manteniendo vivos el horror y la incredulidad que siguen provocando los aullidos del exterminio.

Yo mismo, en mi primera visita a Cracovia pasé bajo el funesto lema de la entrada de Auschwitz que colgaba de un cartel con letras de hierro:  Arbeit macht frei («El trabajo libera»), la frase más cínica y cruel dicha a lo largo de toda la historia humana con la que las fuerzas SS recibían a los deportados, desde su apertura el 20 de mayo de 1940 hasta el 27 de enero de 1945, cuando Auschwitz fue liberado por el Ejército Rojo soviético. Por allí pasé integrando un grupo de desconcertados visitantes franceses y a medida que avanzábamos por aquel universo de maldad y sufrimiento me iba desmoronando y quedándome atrás hasta que la guía se percató y acudió en mi auxilio creyendo que yo era judío y francés. Le dije que apenas era un venezolano con el alma destrozada no solo por la agonía vivida por otros en el campo sino por la perfección empresarial capitalista como se manejaba el exterminio, una perfección propia de empresas como la Ig Farmen, vinculada al Holocausto, ¡una industria de la muerte!

Son casi doscientas páginas de estremecedora experiencia humana narrada con esmerada e iluminada sintaxis que nos lleva de la mano a conocer una familia judía antes y después del catastrófico advenimiento del nazismo; a aceptar que desde la serenidad del Mediterráneo una sopa puede remitirnos a cualquiera de los numerosos campos de exterminio instalados aquí y allá por la perversa criminalidad nazi. Que sin ser lector judío no vacilaríamos en cubrir nuestros cuerpos con el talit y mantenernos alertas al toque del shofar así no sepamos que quieren indicar.

Un certero y penetrante prólogo de Jenny Asse Chayo nos ayuda a tensar el hilo de Miriam para que Cesia Hirshbein logre el milagro de visionar la crueldad de los nazis cuando vigilada por éstos ella observa a las víctimas recoger piedras como rocas macabras, las mismas que antes recogían sin temor y alegremente cuando las encontraban en el patio trasero de sus casas.


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