Perspectivas

El socialismo como problema

Invasión soviética a Praga en agosto de 1968 | Fotografía de Josef Koudelka

01/11/2018

“No es popular tener razón antes de tiempo” es frase atribuida a Octavio Paz. Decir lo que se piensa para exponer una opinión que luego se corrobora como acertada, coloca a quien la emite en la posición de aguafiestas. Fue lo que ocurrió con Teodoro Petkoff con su libro: Checoslovaquia. El socialismo como problema, publicado en 1968 luego de la invasión de los tanques soviéticos a Checoeslovaquia, que constituyó una advertencia de cuanto ocurriría posteriormente con el comunismo soviético.

El Ejército Rojo abatió la expresión de libertad que representó la denominada “Primavera de Praga”. La magnitud imaginaria que representó en el colectivo mundial esta invasión fue la materia prima que permitió a Petkoff escribir este ensayo canónico en el que demuestra los desvíos del comunismo soviético y la necesidad de romper con ese esquema. La repercusión de este libro en el comunismo del momento se evidenció cuando Leonid Brézhnev, secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, atacó tanto a las ideas como al autor en el informe del XXIV Congreso del Partido Comunista.

Las críticas de Petkoff contra el comunismo soviético estropearon la fiesta de los marxistas-leninistas de la época. Vale destacar el dogmatismo de los marxistas, al punto de equipararse a una religión: “Los comunistas nunca se equivocan”. En este sentido, Teodoro cuenta una anécdota recogida en una conversación que mantuvo con Alejo Carpentier en 1967, quien le dijo sobre Fidel Castro: “Yo creo lo que dice Fidel. Él nunca se equivoca […] El partido nunca se equivoca”. A esta ceguera religiosa no escapa Pablo Neruda con su Oda a Stalin. Esto es suficiente para entender la rigidez de los revolucionarios marxistas al imponer sus programas políticos y económicos: las llevan a cabo “como sea”, aun en contra de las realidades objetivas de los hechos y de la experiencia.

Desde la publicación Checoslovaquia. El socialismo como problema, el pensamiento de Teodoro no cesó de influir sobre la izquierda. En el caso venezolano la primera y evidente consecuencia fue la división del Partido Comunista y la fundación del Movimiento al Socialismo. Este partido nace rodeado de expectativas y simpatías, al punto que Gabriel García Márquez le expresa su solidaridad al momento de recibir el premio Rómulo Gallegos en el año 1972.

El tiempo dio la razón a Teodoro. El desprestigio y deterioro de los partidos comunistas en Europa del Este creció sin detenerse. En este contexto, Ronald Reagan el 12 de junio de 1987 pronuncia frente a la Puerta de Brandeburgo su lapidario pregón libertario: “Sr. Gorbachov, derribe ese muro” (tear down this Wall). El muro, que dividía la libertad de la esclavitud política, fue derribado, mandarria en mano, por el pueblo alemán el día 9 de noviembre de 1989. Así nació la nueva etapa de libertad y prosperidad en Alemania basada en la tolerancia y en la democracia. Lo que significó esta doble vida en un mismo pueblo, dividido por el muro del dogmatismo ideológico y de la intolerancia, puede verse en la película Adiós a Lenin: una familia que padece el drama de vivir en una ficción.

El socialismo es el mayor problema para los valores republicanos. El comunismo es incompatible con la libertad, y este es el valor nuclear de una república. Donde ha existido el socialismo marxista, la libertad es triturada por las bayonetas, la violación de los derechos humanos y la intolerancia sustentada fanáticamente en los dogmas ideológicos.

Todo eso lo pudo predecir Teodoro Petkoff en un libro que conviene recordar ahora, cuando Venezuela padece el socialismo marxista en su expresión más ruda. Las sociedades que toman este camino cierran las puertas a los valores republicanos, como Cuba. Lo esencial de una república es el Estado de derecho, los derechos humanos y la libertad; valores que no existen en los regímenes marxistas-leninistas.

Era difícil imaginar que los escombros ideológicos de los países de la Cortina de Hierro iban a naufragar hasta llegar a las costas venezolanas. Esto, unido al militarismo, dio nacimiento al movimiento populista-castrista que hoy domina a nuestro país. Semejante amenaza había sido igualmente anticipada por Teodoro cuando en 1998 decidió separarse del Movimiento al Socialismo, el partido que había fundado, por la decisión de este de apoyar electoralmente a Hugo Chávez. Petkoff fue uno de los primeros políticos de audiencia nacional que advirtió “el fantasma del comunismo” que -auspiciado por el militarismo- gravitaba sobre Venezuela. Nuevamente tuvo razón anticipada y fue también un aguafiestas de la izquierda radical.

Escribo este artículo en momentos en que Petkoff está retirado de la vida política por motivos de salud. A él debemos reconocer que en su ejercicio político -posterior a su rectificación en 1968- hizo prevalecer los valores republicanos sobre los intereses cortoplacistas propios del pragmatismo. Así lo advirtió Manuel Caballero en el prólogo de la segunda edición de la obra a que me refiero, cuando afirmó que Teodoro entendió “la política como una elevada tarea espiritual, y no el asqueante pragmatismo clientelar que hoy la caracteriza”.

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Este texto fue publicado originalmente en Prodavinci el 26 de octubre de 2017.


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