Perspectivas

El inconformismo existencial: entre la soberbia y el resentimiento

Fotografía de Cloudfront.net

06/04/2018
«Nada en la tierra consume a un hombre más rápidamente que la pasión del resentimiento».
Friedrich Nietzsche. 

El inconforme existencial tiene el convencimiento de que todos los hombres son un fracaso. Le obsesiona la futilidad de la vida. Se siente atrapado entre el absurdo y el deseo de evadirlo a través de la obsesión y la posesión. La enfermedad infantil del rebelde metafísico es la desesperación por las estupideces humanas, el rechazo de la mediocridad. Para ese inconforme la humanidad es un tormento.

Para comprender esta forma de rebeldía, es muy importante examinar en profundidad su relación con el resentimiento. Según Goethe, la melancolía de Hamlet se debe a que se ve despojado de la posición privilegiada que poseía en la sociedad.

“(…) ahora se ve desplazado por su tío y excluido del trono tal vez para siempre. Se siente pobre en poder y en bienes y enajenado de lo que desde su niñez ha considerado como de su propiedad. Su alma se encamina por primera vez en la vida hacia la melancolía”. (Goethe, Wilhelm Meister, p. 120).

Según Colin Wilson (Religion and the rebel) la indecisión de Hamlet no se debe a la melancolía sino a su falta de fuerza de voluntad y a un exceso de consciencia crítica. A lo que Salvador de Madariaga (El Hamlet de Shakespeare) agrega que el príncipe de Dinamarca sufre de un acentuado egocentrismo.

Con el pasar de los siglos, este personaje, resentido, deprimido, hipercrítico y apegado a sí mismo, saltará de ser un aristócrata en desgracia a un miembro de la clase trabajadora con aspiraciones frustradas. El ejemplo más paradigmático es Jimmy Porter, el personaje protagónico de Mirando hacia atrás con ira. Es cínico y mordaz, utiliza su intelecto y su verborrea privilegiada para lastimar a quienes necesitan de su calor y afecto.

Mirando hacia atrás con ira es una obra de teatro de John Osborne estrenada en 1956. Posteriormente se hizo una película basada en esta pieza teatral dirigida por Tony Richardson, en 1958. El drama trata sobre un triángulo amoroso que implica a un inteligente, pero hiriente joven, Jimmy, su impasible esposa de clase media alta, Alison, y la estirada mejor amiga de ella, Helena. Además, está presente Cliff, un afable inquilino galés, quien hace esfuerzos por mantener la paz.

La obra fue un éxito en la escena londinense. Es la primera muestra del llamado «realismo de fregadero» (kitchen sink realism). La actitud colérica del protagonista sirvió para bautizar a los «jóvenes iracundos» (angry young men), esa generación de intelectuales británicos que no habían combatido en la Segunda Guerra Mundial, provenientes de la clase trabajadora, los cuales utilizaron la dureza y el realismo, para gritar que se sentían arrojados a un mundo sin sentido. Sin embargo, lo que no queda claro, incluso al llegar al final, es el motivo de su ira.

En la historia de Jimmy, no llegamos a conocer la razón de su frustración, así como el motivo de sus continuos y terribles ataques verbales dirigidos, en primer lugar, contra su esposa Alison y su compañero de piso Cliff, y en segundo lugar, contra el estatus quo.

Soberbia y sociedad

Impresiona la soberbia intelectual, el resentimiento, el tedio vital y egocentrismo emocional de Jimmy, quien desprecia a su esposa porque se considera superior. Ese sentimiento de supremacía se puede explicar en términos de la idea de ‘‘alma’’ tal como la expone Alessandro Baricco (Los bárbaros), quien explica que los héroes homéricos no concebían al alma como una entidad metafísica. Para ellos, la trascendencia consistía en la gloria guerrera y la valentía, lo que constituía el reconocimiento social.

Con el cristianismo, aparece la idea del alma como entidad metafísica que encuentra su plenitud con respecto a Dios. En la modernidad, esa idea se pierde y la trascendencia se reduce de nuevo a la búsqueda de reconocimiento social, al que aspiraba la burguesía respecto de la nobleza.

La excelencia burguesa no consiste en gloria guerrera, sino en destacar intelectualmente; en ser una persona cultivada y mostrar un conocimiento profundo de la cultura. Lo que no dice Baricco es que, luego, esa idea de alma pasará de la burguesía a ciertos individuos de la clase trabajadora, tal como se evidencia en el personaje de Jimmy, quien se resiente por no ocupar un lugar de importancia en la sociedad burguesa a pesar de su cultura.

Como puede apreciarse, la soberbia intelectual conecta con el resentimiento social. Jimmy es pura amargura. A pesar de sus estudios, se ha visto constreñido a una vida que poco tenía que ver con sus expectativas. Su existencia se reduce a vender en un puesto de dulces en el mercadillo, y a tocar la trompeta en los clubes de jazz. Jimmy usa la trompeta en los locales nocturnos o para incomodar a sus vecinos; un impotente gesto de protesta ante una sociedad que, según él, no lo acepta.

Tedio vital y egocentrismo emocional

El tedio vital del personaje es propio del clima existencialista de la posguerra. Una depresión que los rebeldes muestran con orgullo, como los veteranos muestran sus heridas de guerra. Si bien la rebeldía comienza con una explicación de tipo sociológico, el resentimiento social se convierte en resentimiento metafísico. Como explica Camus (El hombre rebelde) no solo se sufre una injusticia humana, sino que todo se debe a que Dios es injusto con nosotros.

Jimmy es un personaje frustrado, que no encuentra el significado de la vida. De allí su neurastenia. En su mundo Dios es el constructor de una trampa que nos condena al sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Por tal razón da rienda suelta a su verbo, a su dominio del lenguaje como autoafirmación ante un universo inerte. Ese es su gesto rebelde ante la sensación de sentirse fuera de lugar.

La única forma que tiene Jimmy de escapar de su alma torturada y compartir afecto es refugiándose en el ‘‘juego del oso y la ardilla’’ con su esposa, juego donde ambos se hacen pasar por animalitos del bosque para intercambiar palabras tiernas. Ese comportamiento es evidencia la inmadurez emocional de Jimmy. A este respecto es oportuno hacer referencia al Puer aeternus de Marie Louis Von Franz. La psicóloga junguiana hace un estudio sobre la inmadurez dedicándose a dos grandes obras literarias, El Principito de Saint-Exupéry, y El reino sin espacio de Goetz. Von Franz ve un patrón en ambos escritores. Son anteriores a la Segunda Guerra Mundial y glorifican un estadio infantil. Ella considera que ese estadio infantil es la inmadurez, la cual conecta con el ascenso del totalitarismo. El hombre totalitario es un inmaduro que cae en los cantos de sirena de la política redentora.

La tragedia del resentimiento

Hemos utilizado al personaje de Jimmy como un ejemplo de la psicología del rebelde existencialista, quien se siente desplazado del lugar privilegiado que considera que debería tener en la sociedad, y que percibe a Dios como un ser distante y cruel, demasiado ocupado en la precisión de la mecánica celeste como para ocuparse en las cuestiones humanas. De la misma forma, el rebelde se convierte en distante y cruel.

Detrás de Jimmy hay una actitud política que podríamos llamar de permisividad o indiferencia. Hay tres tipos de poder: la dominación, la indiferencia y la colaboración creativa. La dominación consiste en el ejercicio del gobierno para el propio beneficio. La indiferencia es la actitud de quien rechaza la dominación, pero no sabe cómo enfrentarla y se paraliza. Quien está afectado por esa forma de pensar sufre de baja autoestima, se considera víctima de las circunstancias, y termina sometido a la deshumanización. Ejemplos de estos rebeldes resentidos tenemos en personajes que van desde el enfermizo protagonista de Memorias del subsuelo (1864) de Dostoievski, hasta el Trevis Brickle de Taxi Driver (Scorsese, 1976). La colaboración creativa no utiliza el poder para dominar sino para educar. Los clásicos ejemplos son Gandhi y Mandela.

Se ha dicho que el teatro de Shakespeare gira sobre el fracaso más que sobre el éxito. Al personaje de Hamlet hay que entenderlo bajo la óptica de ese registro. Hamlet recuerda mucho el pesimismo de los existencialistas. Esa autoconciencia le lleva a ver al mundo sin sentido y a los demás como tontos. De ahí es fácil pasar al «error fascista», de un Bernard Shaw, quien consideraba recomendable que una élite ilustrada exterminara a los mediocres. Es por esto que Hamlet asesina a Polonio sin compasión alguna e induce a Ofelia al suicidio.

Jimmy se queja de vivir en una época donde ya no quedan «causas valientes por las que luchar». No tiene consciencia de que su gesta es de otra naturaleza. La vida no nos coloca donde merecemos, sino desde donde podemos evolucionar. El desafío es hacerse capitán del alma propia, dejar atrás la malcriadez egocéntrica, y descubrir que el sentido de la vida consiste en servir y encontrar la forma positiva de luchar contra la injusticia. Como decía Buda: “Aquellos que están libres de pensamientos resentidos seguro encuentran la paz”.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo