Perspectivas

Una lectura de “Vidas pasadas” de Celine Song

Fotograma de "Vidas pasadas". Celine Song. 2023

05/04/2024

“Cuando traicionas a alguien, también te traicionas a ti mismo.”

Isaac Bashevis Singer.

Según la aguda frase de Oscar Wilde: “Uno debería estar siempre enamorado. Es la razón por la que uno nunca debería casarse”. Wilde expresa, de manera cínica, lo que es una realidad en nuestra cultura: el matrimonio se considera una forma de prisión aburrida de la que debemos escapar por medio de infidelidades excitantes.

El mito fundador del adulterio, en la cultura occidental, es la trágica leyenda de Tristán e Isolda. Tristán, sobrino del rey Marco de Cornualles y caballero de la Mesa Redonda, recibió el encargo de acompañar a la princesa Isolda, la futura esposa de su tío, a sus tierras. Por accidente, durante el camino a Cornualles, ambos beben un filtro amoroso. No pudiendo resistir sus deseos, se enamoran demencialmente. Aunque luchan contra sus emociones, terminan traicionando a su señor. Todo esto los empuja a una tormenta de pasiones que los hunde en la muerte.

Esta leyenda está inspirada en tradiciones celtas. La historia, en la forma en que nos ha llegado, está muy influenciada por la gran versión que Richard Wagner convirtió en una retumbante ópera. Denis de Rougemont, en su exquisito libro Amor y occidente, ofrece un análisis extenso y provocativo sobre la incompatibilidad del amor y el matrimonio según la leyenda de Tristán y los poetas del “amor cortés”.

El arquetipo de la infidelidad también es una constante en el cine romántico hollywoodense. Por ejemplo, está presente en el mismo núcleo de la película Los puentes de Madison (Clint Eastwood, 1995). Esta cinta nos cuenta la historia de Francesca (Meryl Streep), la esposa de un granjero, quien vive una vida equilibrada, pero monótona. Cuando su esposo tiene un compromiso en una feria agrícola, ella conoce casualmente a un fotógrafo profesional de National Geographic, de nombre Robert Kincaid (Clint Eastwood), quien tiene la asignación de documentar unos hermosos puentes cubiertos en las afueras del pueblo. Entre ellos surge una ardiente pasión. Cuando Francesca está a punto de a abandonar a su familia, se arrepiente. Decide no huir y quedarse con su esposo. A pesar de esta decisión, hay una gran exaltación de la pasión romántica. El amor auténtico parece ser esa relación pasajera de alto voltaje. El mantener el matrimonio queda descrito como sacrificio. Por el bien de su familia, Francesca renuncia a vivir a todo color, por una existencia gris.

Para la cultura moderna, así como también para el romanticismo, la razón y el amor son cosas separadas. Por tanto, el amor es irracional. Esto es muy contrario a la convicción que Platón expone en el Banquete, donde se afirma que son una unidad. Una coincidencia que va desde la atracción sexual hasta elevarse a lo espiritual. De ser así, podemos concluir que Wagner, Hollywood, y de Rougemont no están de acuerdo con dicha doctrina platónica de que existe una conexión importante entre el eros y la verdadera racionalidad.

Plenitud contra intensidad

La reciente cinta Vidas pasadas de Celine Song (2023) no cae en la tentación de la exaltación romántica. Es una historia de amor muy poco hollywoodiense. Se atreve a no caer en el estereotipo dominado por el lema “sigue tu corazón”, el cual ha tiranizado durante mucho tiempo las narrativas románticas. Por el contrario, su mensaje radica en que decidir por el matrimonio es tomar partido por la plenitud en lugar de la intensidad. Si se renuncia al romance, es por una existencia de mayor profundidad emocional.

Vidas pasadas narra la historia de Nora (Greta Lee), una niña que emigró de Corea del Sur a Canadá cuando tenía doce años. Ahora vive en Nueva York. Es una dramaturga en busca de éxito. Está casada con un escritor estadounidense llamado Arthur (John Magaro). Su universo se tambalea cuando se rencuentra con Hae Sung (Teo Yoo), su amigo de la infancia. Hae Sung representa la vida que Nora dejó atrás y, a través de tres secciones temporales, la película rastrea su relación desde la adolescencia hasta la edad adulta.

La primera impresión es que se trata de una historia sencilla, tal vez demasiado. A pesar de la aparente simplicidad de la historia, Vidas pasadas posee un profundo contenido. Una primera capa de profundidad emerge cuando analizamos los proyectos vitales de los protagonistas.

Hae Sung se queda prendado de una compañerita de clases que se va a vivir a Canadá. Luego, se pondrá en contacto con ella doce años después. Se alejarán de nuevo, para encontrarse después de otros doce años. Realmente nunca establecen una relación amorosa, aunque es evidente que hay cierta tensión sentimental entre ellos. La clave de la comprensión del argumento reside en cómo el chico se estanca emocionalmente, aunque se quede inmerso en su cultura.

A diferencia de Hae Sung, Nora puede evolucionar más, a pesar de estar en una tierra extraña. Se casa con un occidental y establece un matrimonio sólido.

El momento de la verdad

Cuenta la Biblia que Edith, la mujer de Lot, se convirtió en estatua de sal. Según esta historia, el ángel le dijo a Lot y su familia que tenían el permiso de salir de la ciudad de Sodoma, la cual sería destruida por sus pecados, pero les impuso la condición de no volver la mirada. No obstante, su esposa desobedeció. “Miró atrás y se convirtió en estatua de sal”. La moraleja es que los apegos no nos permiten evolucionar.

Esto parece que es lo que aqueja a Hae Sung. No se atrevió a dejar el mundo ordinario, tal como prescribe El viaje del héroe de Joseph Campbell. Cuando no se da ese paso, existe el riesgo de caer en la neurosis. En cambio, Nora sí tuvo la determinación de salir y, por tanto, gozó del privilegio de evitar la neurosis. Ahora, ella tiene que enfrentar el gran desafío que se encuentra en el mundo extraordinario. No vencer ese peligro también tiene sus riesgos, como la esquizofrenia.

Es significativo que el personaje femenino se llame Nora, como la protagonista de Casa de muñecas de Ibsen. El dramaturgo noruego estableció a Nora como el símbolo de las mujeres que toman consciencia de su propio poder. La Nora de la película es dramaturga, ella misma adoptó ese nombre, por tanto, debe estar consciente de la conexión. Ella es doble inmigrante. Salió de Corea para Canadá con su familia. Luego, deja a su familia en Canadá y se va a Estados Unidos. Mientras, Hae Sung se queda atapado en su país para ser sumiso a las exigencias de su cultura. Cuando ambos están en los veinte años, Nora le invita a ir a América a estudiar inglés, pero Hae Sung no se atreve a aceptar la invitación. Él prefiere quedarse en oriente para estudiar mandarín.

A pesar de Hae Sung ser muy responsable con las exigencias gregarias de su nación, no es consecuente con su propio desarrollo personal. Tras su conformismo se oculta su inmadurez. Es como una variante del personaje Peer Gynt, también de Ibsen, cuya tragedia es no asumir su propio crecimiento.

Eros idolátrico   

Platón, en el Banquete, presenta varias versiones sobre el eros. Son seis o siete en total, una por cada invitado a la celebración. El desarrollo del diálogo deja en claro que solo hay dos grandes candidatos a ocupar el lugar principal. Estas versiones son las de Aristófanes y la de Sócrates.

El amor que propone Aristófanes, con el mito de los andróginos, corresponde con el romanticismo irracional. Es un eros que podríamos llamar idolátrico. Hay una necesidad de que el otro me complemente. Ciertamente existe una búsqueda mística de unidad, pero esa unidad no es con Dios. Por eso, tiene mucho de impiedad. Estos amores no terminan bien. Un buen ejemplo son los amantes de Cumbres Borrascosas de Emily Bronté.

En cambio, en la versión socrática, el eros es una relación piadosa. En este caso, la unidad es con la divinidad, no con el otro. Se rinde culto a esta divinidad buscando armonizar con el semejante. En esta relación, coinciden amor y racionalidad. Aquí el ejemplo son las grandes novelas de Jane Austen, tales como Orgullo y prejuicio y Sentido y sensibilidad. Creemos que es a este tipo de eros socrático al que apunta la película Vidas paralelas. Nora ha construido con Arthur, su esposo, una relación de respeto, de cultivo del vínculo y de crecimiento compartido.

Bildung conyugal

Otra clave para comprender Vidas pasadas reside en el concepto del Bildungsroman, novela de formación. Es un género literario que estableció el romanticismo, el cual se caracteriza por mostrar el proceso de crecimiento de una persona hasta que se hace dueña de sí misma. El ejemplo más paradigmático de esta forma de literatura es el Wilhelm Meister de Goethe.

Uno de sus rasgos es la aspiración a la grandeza. Hemos visto que Nora se lanza al mundo en búsqueda del éxito. Para eso rompe con la cultura de su país, la cual sentía que conspiraba contra su desarrollo. Hasta cambia su nombre coreano por uno occidental. Ella sintió la necesidad de rebautizarse para hacerse dueña de su poder creativo.

La Bildung también supone la inclusión del otro. Esto lo lleva a cabo Nora por medio del matrimonio con Arthur, un judío neoyorquino, quien la respeta como persona y la valora como artista.

Soren Kierkegaard, en su Estética del matrimonio, estima que el amor conyugal está instituido para el fin más noble: la posesión duradera: “La grandeza no es un elemento dado, sino adquirido. Pues el instinto de conquista propio del hombre, y su ejercicio, son el elemento dado; pero el hecho y la voluntad de poseer eso es lo adquirido”. Esta idea de construcción del vínculo es central en Vidas pasadas. Nora se ha esforzado por adquirir una relación profunda con su esposo.

Para lograr dicha construcción del vínculo se necesita una educación sentimental, la cual es parte esencial de la formación del carácter. Eso es lo que los griegos llamaban Paideía, mientras que los románticos lo llamarán Bildung. La cinta Vidas pasadas tiene mucho que ver con la formación ética de la personalidad, la cual se puede describir como un proceso de crecimiento personal consciente.

Como comentamos, dicho crecimiento aspira a la grandeza. Grandeza no es solo la búsqueda del éxito profesional. En este contexto, debemos entender la grandeza como la voluntad de lograr un sentido más profundo de la vida y de una mayor responsabilidad. Se trata de desarrollar nuestros talentos y ponerlos al servicio de la humanidad en nombre de valores elevados.

Aventura y matrimonio

Para una mentalidad convencional, matrimonio y aventura parecen conceptos antagónicos. El matrimonio es la sepultura de la aventura. La directora Celine Song está dispuesta a refutar este prejuicio. Debemos recordar que su Nora no le teme la aventura como tampoco le teme al compromiso sentimental. Respecto a este punto, hay un diálogo muy significativo:

Hae Sung: ¿Ustedes dos se pelean?

Nora: Uh, ni te lo imaginas

Hae Sung: ¿Por qué?

Nora: Porque sí… Es como cuando plantas dos árboles en una misma maceta. Las raíces se pelean por buscar su sitio.

En otras palabras, Nora concibe al amor conyugal como un proceso de crecimiento compartido que no está exento de conflictos, pero dichos conflictos se pueden convertir en ocasiones para crear un nivel superior de armonía. Esta es su gran aventura.

En cambio, Hae Sung parece atrapado en una zona de confort. Nunca se comprometió con la aventura ni con una relación estable. A pesar de la comodidad, no puede evitar la ansiedad, la cual se manifiesta en la evasiva fantasía romántica.

Ese amor romántico de Hae Sung no es lo suficientemente fuerte como para producir la apuesta arriesgada de dejar a atrás esa zona de confort. Aunque no lo dice en ningún momento, podemos conjeturar que fantasea que Nora renuncia a sus metas y se conforma con ser una dócil ama de casa.

A diferencia de la Nora de Ibsen, esta Nora no escapa del matrimonio. Se reafirma en él. Lo que sucede es que es un matrimonio fuera de las imposiciones del gregarismo. Es un compromiso reiterado con la exploración de nuevos territorios, pero dentro de los límites de una existencia con propósito.

Debemos preguntarnos por qué Nora es fiel a la aventura del amor conyugal, pero no está dispuesta a la aventura romántica. Existe una diferencia fundamental entre ambas. El matrimonio es una aventura que conduce a la plenitud, mientras que el adulterio es una aventura que solo conduce a la intensidad. Al final, la intensidad es el camino al absurdo, la existencia sin sentido.

“Soy el capitán de mi alma”

En los parlamentos se hace mucha referencia al In-Yun, concepto budista que ilustra sobre cómo las reencarnaciones conducen a relaciones afectivas. Esto parece que decretara que estamos determinados por el destino. La elección de Nora demuestra que no somos esclavos de la fortuna. Aunque estemos condicionados en muchos aspectos, nuestra voluntad no es súbdita de la fatalidad. Siempre poseemos el poder de hacernos dueños de nuestro propio destino, tal como canta el poema Invictus.

Todo este proceso de Nora no está exento de titubeo. No se puede decir a ciencia cierta que no estuvo tentada al salto. Solo que fue un ligero desvarío, que le permitió reafirmarse en su posición. Es el gran desafío que Nora tiene que enfrentar en el mundo extraordinario. Esto explica el llanto después de que despide a Hae Sung. No es un sacrificio como el de Francesca. Más bien es una purificación. Un exorcismo de los fantasmas del pasado que conspiran para que se traicione a sí misma. Como dice el filósofo personalista Emmanuel Mournier: “El acto supremo de la persona es perderse para volverse a encontrar.”


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