Diario Literario
Diario literario 2023, marzo (parte III): Turín y Milán, los horrores de Birolli, Händel los idus de marzo, el violín de Joseph Roth, San Patricio
Turín. Fotografía de Marit & Toomas Hinnosaar | Flickr
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Turín, sábado 11 de marzo de 2023
Radio Classique es una emisora de probada solidaridad. En esta ocasión, apenas llego al lobby de mi hotel en el centro de la ciudad, escucho la transmisión de una pieza interpretada por la Orquesta de la Scala de Milan. Se trata de los magníficos coros de Nabucco, dirigidos por Ricardo Chailly, titular de la esa casa de ópera.
Viniendo de la convulsa Milano, Turín, al menos en su centro histórico, es una estupenda expresión de armonía y racionalidad que en algo recuerda a Viena. Encuentro dos razones, seguramente hay más, para explicarme esta elegante disposición urbana que contrasta con la de la capital lombarda. La primera es que, por sus vinculaciones con la casa real de Saboya, Mussolini se abstuvo de considerar a Turín como una de los centros de desarrollo de su visión totalitaria de la arquitectura. Prefirió a Bari, Roma o Milán. El decoroso y austero urbanismo milanés fue desplazado por la hipertrofia, no siempre despreciable, de grandes proyectos como el Palacio de Justicia, buena parte de la Stazione Centrale o las decenas de edificios dedicados a oficinas de gobierno. Este contraste introdujo un elemento de enfrentamiento entre dos visiones de la arquitectura, una privada y una pública, una marcada por la moderación y la otra signada por el faraonismo y la desmesura. La otra razón, mucho más infausta y hasta trágica, fueron los innumerables bombardeos aliados que devastaron amplias zonas de Milán. Algún ingenuo puede decir que eso ocurrió en otras ciudades, como Berlín o Dresde. Y no se podría objetar. La diferencia es que en la reconstrucción de las ciudades alemanas no participaron, en todo caso, no de una manera tan determinante, las organizaciones mafiosas. En Milán, como en Nápoles o Palermo, fueron ellas las encargadas de los proyectos inmobiliarios de reconstrucción, en complicidad con la Democracia Cristiana gobernante, y favorecidas por Departamento de Estado. Ninguna arquitectura más detestable. Una expresión de ruindad y mal gusto, que signa ciento de edificios milaneses de la post-guerra. Nada de esto ocurrió con el centro de Turín. Con el bello trayecto del Po en su viaje hacia Roma, puede que no sea la ciudad más excitante de Italia, pero es una de las más gratas.

Como una máquina de coser en un campo de trigo. Francesc Tosquelles. Fotografía de Museo Reina Sofía
Téllez y Tosquelles
El querido Javier Téllez, estudiante de primaria con mi madre en la escuela Sor Luisa Victoria de Valencia; yo, alumno de su padre en la Facultad de Medicina en la Universidad de Carabobo, y más tarde el mismo Javier en su paso por la Escuela de Bellas Artes “Arturo Michelana”, me hace llegar su reseña, más artículo que reseña, de la muestra dedicada a Francesc Tosquelles en el Museo Reina Sofía de Madrid. Sobre Tosquelles he escrito varias veces en este diario, de modo que el trabajo de Javier es el más bienvenido. Es justo que se haya interesado en Tosquelles. Ningún artista plástico de la post-modernidad ha expresado de modo más inteligente la neo-psiquiatría de Tosquelles que el joven maestro venezolano. Sus teorías, películas, performances, declaraciones, deben entenderse como un discurso en acción de las teorías del psiquiatra catalán. Para los que todavía desconocen a Tosquelles, que imagino son legiones, el trabajo de Javier es la mejor introducción. Se puede, y debe, conseguir en la página Prodavinci.com

Fulmine sul vigneto. Renato Birolli
Turín, domingo 12 de marzo de 2023
Renato Birolli
La sede de la Galleria Civica d’Arte Moderna di Torino es un inteligente proyecto museístico elaborado por los milaneses Carlo Bassi y Goffredo Boschetti para alojar la discreta colección del Museo. La discreción refiere al tamaño de los inventarios, no a su calidad. Es posible admirar, por ejemplo, una exquisita selección de Morandi, así como una representativa escogencia de abstractos franceses, que incluye magníficas telas de Hartung, Tel Coat, Soulages o Manessier. Después de Ernst, Dix, Picasso; una estupenda selección de los representantes del arte-povera. Más allá, los artistas de Piazza del Popolo y tantos otros. No obstante, una de las representaciones más interesantes es la serie de dibujos de Renato Birolli, el dotado artista que supo pasar de un movimiento a otro sin contaminarse de sectarismos poéticos o políticos. Fue futurista, cubista, figurativo, abstracto. Su gran talento le permitió destacarse en el cultivo de tantas tendencias. Lo que se puede admirar en la GAMT son cuatro dibujos realizados durante la guerra, de la cual fue testigo privilegiado, como lo fue Goya o Groz. El teatro bélico de Italia fue el más confuso y patético. Italianos aliados de los alemanes; alemanes que después persiguieron a los italianos que ahora eran aliados de los norteamericanos; fascistas que perseguían a los partisanos; partisanos que combatían a los alemanes y a los fascistas; italianos que cazaban a los italianos, alemanes que se enfrentaban a los norteamericanos y a los partisanos. En el film memorable, el capitán Alberto Sordi, que desconoce que el rey ha firmado un armisticio con los aliados, no entiende por qué la agresividad de los alemanes, y, por teléfono, en medio de la batalla, recibe la orden de dirigir su fuego no contra los norteamericanos, quienes ahora son amigos, sino contra los nazis, sus nuevos enemigos. La trágica confusión, y otras confusiones no menos trágicas, son presentados como “desastres de la guerra”, por Birolli, quien dejó de lado su exquisita paleta para recordarnos, como el maestro de Fuentedetodos, que el más grande de los horrores es el de la guerra.
Milán, miércoles 15 de marzo de 2023
Händel, Susana y Giulio Cesare
El mistral, como un gran ventilador, ha limpiado el cielo de la ciudad hasta dejarlo en una condición primigenia. Los azules cielos no pueden ser más altos ni la luz más transparente. Son milagrosos estos días así. Y uno entiende, por fin, a los griegos cuando, de sus especulaciones teológicas, dejaron fuera la posibilidad de un paraíso. Y es que nada puede ser más hermoso que la Tierra en días como este; tan ligeros, diría Ezra Pound, como los pasos en puntillas de la Pavlova. Si no fuera por Newton, ya a esta hora de la mañana, estaría yo flotando hacia mis queridas montañas en busca de una copa de vino blanco de las alturas alpinas. Para compensar este castigo por lo del pecado original, que es la gravedad, Radio Classique transmite la más oportuna de las músicas, Susana, de Händel, sobre la perversa historia bíblica. Händel es a los oratorios profanos, lo que Bach a la música sacra. En una jornada como esta es improbable la visita a la iglesia para escuchar una de las Pasiones. Mejor una trattoria al aire libre y una botella de excitante Nebbiolo.
Sigo con Händel, a propósito de que hoy es idus de marzo (“Entonces? Los idus de marzo ya llegaron”. “Sí, poderoso César, pero no se han ido”). Giulio Cesare, escrita por el maestro alemán en 1724, es probable que sea una de las óperas más notables del Barroco. Olvidada por los románticos del siglo XX, y por los neo-románticos de principios del XX, fue rescatada durante los sesenta del siglo pasado. Y, aunque no una de las óperas más representadas, es posible escucharla hoy en varias versiones, como la distinguida de Karl Böhm con el inolvidable Fischer-Dieskau y la formidable Tatiana Troyanos (recordada como la princesa de Eboli en el Don Carlo del MET). O la más reciente de René Jacobs, o la de Pierre Emmanuelle, dirigiendo a Natalie Dessay, cuya versión de Cleopatra no parece obvio que pueda mejorarse como no sea por la inmortal Francesca Cuzzoni, la mejor voz femenina del siglo XVIII y para la cual Händel escribió varias óperas, entre ellas esta Giulio Cesare.

Joseph Roth (centro) y Soma Morgenstern con un desconocido. Fotografía de Deutsche Nationalbibliothek
Milán, jueves 16 de marzo de 2023
CONFESIONES Y FICCIONES
EL VIOLIN MAGICO DE ROTH
Faltando dos minutos para la cita, Roth apareció en la puerta del Hotel Foyot,
con tiempo suficiente para llegar al Café Tournon, donde lo esperaba
Soma Mongerstern. Siempre puntual y, después de saludarlo, le dice a Soma:
“Los escritores debemos ser como las hormigas, hacia delante
y a la hora. Antes de la visita, demos los buenos días a Mme. Alazard”.
Lo cual, en su idioma, quería decir, “Vamos a tomarnos un Pernod”
Cumplido el ritual, que incluía el ceño fruncido de la patrona, siguió. Luego,
atravesaremos el Jardín de Luxemburgo, querido Soma, siguiendo
los tenues pasos de Rilke. Tal vez tengamos mejor suerte, y nos encontremos
con una joven princesa que nos lleve en su Rolls amarillo hasta el Hotel de Ville,
tomando la ruta que contempla paradas en Maxim’s y el Ritz. Siempre
has sido un incrédulo, Soma, te niegas a creer que, en esta tierra malvada,
la vida nos compensa con la concesión de una princesa extraviada.
La misma que teníamos en el Paraíso, que su clausura dispersó
por caminos desconocidos”. El amigo, quien un día iba a ser su biógrafo,
estaba acostumbrado a estas fantasías. Y no en el Rolls amarillo,
sino en un destartalado taxi, fue que llegaron al Marais,
el barrio judío de la ciudad luz. Un par de noches atrás,
el gran novelista había escuchado el cuento de un violín mágico
que un viejo lutier ruso había fabricado en su taller del Marais.
“¡Tenemos que ir a conocerlo, Soma, probablemente el último
lutier con esas habilidades!” El taxi no encontró la calle y los dejó
en rue de Rivoli. “En esta casa vivió Beaumarchais, en su tiempo
bien conocido por sus actividades como espía. En ese entonces,
los judíos no eran admitidos en el barrio. Era uno de los sectores
más prestigiosos de París, a una conveniente distancia de Palais Royal.
Como siempre, los judíos llegamos después de que los gentiles
se han ido. Por donde vive el lutier hay una bella iglesia barroca.
Creo que Atget también vivió aquí, en la calle Aubriot,
una de las más cortas de París, no llega a cien metros.
Aubriot fue uno de los arquitectos de la Bastilla, de la cual también
sería inquilino”. El artesano, en efecto, vivía en el No. 5,
en lo que seguramente fue el almacén de un Hotel Particulier.
Ahora, parecía más una quincalla de antigüedades que una casa de habitación.
No había un centímetro cuadrado que no estuviera ocupado
por insólitos objetos. Después de acomodarlos en unas sillas
descoladas de la época de Enrique IV, comenzó el lutier:
“Sí, fabrico violines, violines hechos con una madera especial.
No, no viene de Cremona, viene de mucho más lejos. Unos cuantos
listones que me vendió un comerciante de maderas de Kiev.
Desde que llegué aquí, en 1920, no he fabricado más de ocho
de esos violines, pero el último es muy especial. ¿Ud, toca violín,
monsieur Roth? Sí claro. Desde mi infancia en Galicia. Siempre
he tocado la música que me dicta un ruiseñor alucinado todas
las noches. Mi violín no es de madera sino de cielo comprimido,
pulido con aceite de alondras y orquídeas ciegas;
sus cuerdas fueron hechas con la piel de dátiles submarinos
que deben afinarse las noches de luna llena.
Si me permite, en mi próxima visita se lo muestro”.
“Estaré encantado”. “Dios los cría y ellos se juntan”,
pensó Soma, quien habría de consignar el encuentro
en unas memorables páginas de su biografía.
Después de conversar largamente sobre sus experiencias
en Kiev, el lutier subió por una crujiente escalera
y regresó con un estuche. “Pasé más de diez años trabajando
en este violín. Sus cuerdas son de metal, al menos tres de ellas.”
Abrió la caja y dentro, envuelto en una rara luz tricolor,
estaba el famoso violín. Esta es la descripción que hizo
el mismo Roth en uno de sus cuentos:
“El violín estaba fabricado con una madera mágica,
y, como todos los violines, tenía cuatro cuerdas. La
primera era de hierro, la segunda de plata, la tercera
de oro y la cuarta era algo muy, muy especial:
el cabello largo y delgadísimo de un elfo”.
Reconociendo que el del judío de rue Aubriot
el mejor, Roth se llevó al lutier a celebrar al café Tournon,
donde lo convirtió en invitado especial de la animada
tertulia de expatriados. Así, hasta el día triste del 27 de mayo de 1939,
cuando el instrumento de Roth, el violín mágico
de su infancia en Galicia, dejó de sonar.
Milán, viernes 17 de marzo de 2023. San patricio
Me enfrento a uno de los más ingratos proyectos literarios de todos los que me he propuesto en mi vida de escritor. Esta vez se trata de editar (seleccionar) mis diarios literarios. La empresa consiste en reducir a tres tomos, de quinientas páginas aproximadamente cada uno,
los quince volúmenes escritos entre 2008 y 2022 que se extienden por más de tres mil novecientas páginas. Lo cual, sin mayores cálculos, resulta en que debo dejar fuera no menos de dos mil cuatrocientas viejas cuartillas. Los números me aterran, y me han llevado a procrastinar, por dolorosa, la empresa. Y por ingente. Así sean propias, o por lo mismo, tener que revisar, incluso sólo ojear, tal cantidad de páginas requiere la paciencia de Francisco y la fortaleza de Polifemo. Como dicen los chinos, “para un largo camino es mejor comenzar antes”.
CIFRAS
Diarios: 12 volúmenes, 260-280pp c/u. Total: 3900-4200pp
Selección: 3 volúmenes, 500pp c/u. Total: 1500pp
Total páginas fuera de la edición antológica:2400-2700pp

Gusgtav Mahler. 1982. Fotografía de Leonhard Berlin-Bieber
Mahler
En 1971 comenzó mi admiración por la música de Mahler. Una devoción que, en escala bastante menor, se ha mantenido hasta hoy. En aquel entonces en m Valencia venezolana natal, sólo era posible conseguir las versiones de Ferenc Fricsay. Más que suficiente por el maestro húngaro ha sido uno de los más inteligentes interpretes de esta música. Menos explosivo que Bernstein, sin embargo, y menos brillante que Haitinck, dos referencias ineludibles, las de Fricsay, no precisamente las más populares, se me antojan las más fieles. Una especie de Mahler según Mahler, con todos sus dones y miserias (Toscanini no lo consideraba un gran compositor y nunca lo interpretó, me parece). Recuerdo esto porque en Radio Classica Milano transmiten en este momento la Primera Sinfonía, conocida como la Titán, por haberse inspirado en una obra del mismo nombre del Romántico Jean-Paul, uno de los tantos libros del romanticismo alemán que no he alcanzado a leer. Inspirado a mi vez en esta sinfonía, escribí un poema sobre el adagio, que musicaliza un imaginario entierro en el bosque del encargado de cuidarlo. No recuerdo el texto, ni lo he conservado, una circunstancia sin duda afortunada.

San Patricio. Detalle del vitral de la iglesia de San Benin. Condado de Galway, Irlanda.
San Patricio
Hoy es el día del más venerado de los santos. Al menos en Irlanda. Tierra a la que llegó el predicador en el siglo VIII, cuando realizó su viaje al Purgatorio, protagonizando una escatología que influiría en Dante, y no solo. En nuestro tiempo, el Nobel poeta Seamus Heaney le dedicó un visionario canto. Desde Turín, mi estudiante y constante afecto, Carlos Castro, me escribe temprano para recordarme la fecha. Durante sus años en Dublín Carlos conoció la mitología de los pubs durante la fecha y sus consecuencias al día siguiente, no menos agobiantes que una visita la Purgatorio de San Patricio.
Alejandro Oliveros
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