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Para Rosalía Solanes in memorian.
La vida y obra del psiquiatra e intelectual catalán Francesc Tosquelles (Reus, 1912 – Granges-sur-Lot, 1994) podría ejemplificar a la perfección la célebre meditación del poeta metafísico John Donne: «Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo». Tosquelles fue siempre consciente de la responsabilidad ética que conlleva ser parte de un todo, lo que para el significaba relacionarse activamente con el otro, por eso hubiese estado de acuerdo con Levinas, cuando este escribió: «Desde el momento en que el otro me mira, yo soy responsable de él sin ni siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él; su responsabilidad me incumbe». El psiquiatra catalán entendió desde muy joven que su compromiso era estar al servicio de aquellas personas privadas para siempre de sus derechos, los supervivientes del naufragio de la razón que permanecían abandonados en manicomios en uno de los momentos más convulsos de la historia de Europa. Fue en este contexto trágico de la primera mitad del siglo XX, marcado por las guerras y el fascismo cuando el joven Tosquelles insistió en la relevancia del trabajo colectivo y planteó la necesidad de transformar radicalmente la institución psiquiátrica y el cuidado de los enfermos mentales, introduciendo un concepto expandido de la terapia al cual dedicaría por entero su vida, la practica que el mismo resumió con el lema de: «Solo curando a los hospitales se puede curar a los enfermos».
La figura de Tosquelles ocupa al mismo tiempo una posición central y periférica dentro del panorama cultural europeo durante la segunda guerra mundial y la posguerra. Posición periférica por su ubicación como psiquiatra en el Hospital Psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole en Lozère, departamento de la región de Occitania, que era entonces una de las provincias mas paupérrimas de Francia, pero central ya que desde esta institución crearía vínculos con importantes integrantes de la inteligentsia francesa que usaron este hospital como un refugio durante el régimen de Vichy. Siempre atento a lo esencial dentro del mundo de las ideas y a la increíble eficacia del dialogo como método terapéutico, Tosquelles fue un imán que generó encuentros memorables entre los intelectuales y la comunidad hospitalaria. Su relación con figuras indispensables de su tiempo como Jaques Lacan, Andre Breton, Tristan Tzara, Paul Éluard, Jean Dubuffet, Frantz Fanon, George Canguihem y Félix Guattari entre muchas otras, dan cuenta de ello.
Para comprender cabalmente el aporte de Tosquelles es entonces necesario iluminar las constelaciones en las que formó parte, tomando en cuenta los diversos mileu a los que perteneció, tanto en el campo político como psiquiátrico y cultural. Esta es precisamente la mayor virtud de la exhibición Tosquelles. Como una máquina de coser en un campo de trigo, magistralmente curada por Carles Guerra y Joana Masó en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid.
El poético título de la muestra refiere a la paráfrasis que el propio Tosquelles realizó de la célebre imagen de Lautréamont que los surrealistas usaron como una de sus banderas más recurrentes: «Bello como el encuentro fortuito de una máquina de coser con un paraguas sobre una mesa de disección». Con la imagen compuesta por una máquina de coser y un campo de trigo, Tosquelles celebraba el encuentro fortuito como una alianza productiva, aludiendo a una concepción transdisciplinaria de la psiquiatría que integraba practicas aparentemente alejadas al ejercicio clínico, tales como el trabajo manual, las actividades culturales, la autogestión y el cultivo de la tierra. Tosquelles. Como una máquina de coser en un campo de trigo hace eco de este espíritu transdisciplinario y está conformada por materiales heterogéneos que ocupan 11 salas del museo e incluye obras de arte, documentos, películas, afiches, libros, cartas y otros objetos, y se divide en capítulos que corresponden a “estaciones” en la vida del psiquiatra catalán, que se suceden en un orden aproximadamente cronológico, proponiendo un recorrido por algunos momentos esenciales del siglo XX. En el vasto material recopilado por los curadores luego de una ardua investigación, se destacan una serie de temas que procederé a comentar ilustrándolos con imágenes de obras y documentos que integran la muestra.
La Segunda República y la Guerra Civil Española
En 1927, a la edad de 15 años, Tosquelles inicia precozmente sus estudios de medicina y se convierte en discípulo del Dr. Emilio Mira y López en el Instituto Pere Mata de Reus. Mira y López, quien fue el primer catedrático de Psiquiatría del estado español y había sido uno de los principales introductores del psicoanálisis en España, ejercerá una gran influencia en su pupilo, que se interesará muy temprano en Freud y el psicoanálisis, demostrando un voraz apetito intelectual que lo llevará a leer la tesis de doctorado de Jacques Lacan, De la psychose paranoïaque dans ses rapports avec la personnalité (De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad) que constituirá para el una autentica revelación.
Tosquelles había sido educado por su familia en un ambiente catalanista políticamente progresista en el entorno intelectualmente fértil de la Cataluña de principios del siglo XX, y esa impronta lo condiciona desde muy joven a una vocación social, por lo cual es natural que se convirtiese en un activista durante la segunda república española y que se haya alistado en el frente republicano al desencadenarse la guerra civil. Tosquelles militaba entonces en el BOC (Bloc Obrer i Campe- rol) que luego se fusionaría con el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), un partido inspirado en las ideas de León Trotsky, que Tosquelles ayudó a fundar, y que proponía la colectivización de los medios de producción y la revolución permanente.
Durante la Guerra Civil Tosquelles se desempeñó como jefe de psiquiatría del ejército republicano en el Frente de Aragón y en Extremadura creando una comunidad terapéutica en Almodóvar del Campo que se enfocaba en la recuperación de soldados traumatizados. Al igual que otros médicos que también formaban parte del POUM como José Solanes, Jaume Sauret y Josep Capella, Tosquelles era un militante heterodoxo que practicaba el anarcosindicalismo, criticaba duramente al estalinismo y el curso antidemocrático que el socialismo había tomado en la unión soviética. Estas ideas políticas que encomiaban el antiautoritarismo y se oponían a todo tipo de centralismo lo acompañarán por el resto de su vida, aflorando posteriormente en la reforma de la institución psiquiátrica que propondrá en el Hospital Psiquiátrico de Saint-Alban.
La Guerra Civil le confirmó a Tosquelles que era necesario practicar una amalgama entre el psicoanálisis y el marxismo para efectuar simultáneamente una cura del enfermo mental y de la sociedad, a la cual consideraba enferma. Como dijo en alguna oportunidad: «El psicoanálisis tiene que marchar sobre dos piernas: una es Freud, y la otra Marx […] cuando una camina, la otra le sigue». En sus momentos más memorables la exposición curada por Carles Guerra y Joana Masó, parece sostenerse en equilibrio en esos dos ejes que parecen definir las ideas de Tosquelles, de un lado: el socialismo y las micropolíticas aplicadas a la institución psiquiátrica, y del otro: la poesía, el surrealismo y la exploración del inconsciente.
La guerra civil y la formación médica y política de Tosquelles están ampliamente documentadas en la exhibición al igual que su participación como psiquiatra en el frente republicano. Una serie de carteles ilustran algunas consignas del POUM acompañados por imágenes heroicas de obreros y campesinos que se complementan en esa sala con fotografías realizadas por Agustí Centelles y Alec Wainman.
La estética de agit-prop y el realismo documental de las fotografías contrastan con la visión pesadillesca de la guerra que ofrece el dibujo de Salvador Dalí titulado Estudio para «Premonición de la Guerra Civil» . El dibujo, un estudio para una pintura al óleo, que recuerda a Saturno devorando a su hijo de Goya, fue realizado por Dalí en 1935, un año antes del comienzo de la guerra y constituye un eminente presagio de la tragedia que acontecerá en España. Pocas imágenes creadas por artistas modernos representan de manera tan descarnada el horror de la guerra civil española como lo hacen este estudio y la consiguiente pintura que Dalí realizó ese mismo año, y que se encuentra hoy en el Museo de Arte de Filadelfia. El destino ominoso de un país en guerra es anunciado por un cuerpo despedazado que se estrangula a sí mismo y que parece atrapado en un ciclo digestivo de auto-canibalismo, defecación y coprofagía.
El exilio y José Solanes
En 1939, al iniciarse la dictadura franquista en España, empezó el exilio para Tosquelles al igual que para más de 450.000 españoles amenazados por el fascismo. En Septiembre de ese año el psiquiatra catalán cruzó a pie los Pirineos y fue internado en el campo de refugiados de Septfonds, donde permaneció tres meses, hasta Enero de 1940. En Septfonds, donde fueron recluidos diecisiete mil españoles, Tosquelles creo una unidad psiquiátrica con su compañero del POUM y también psiquiatra Jaume Sauret. Entre los internos estaban los pintores republicanos José Roa y Josep Ponti Musté de quienes se exhiben pinturas en la muestra, junto a fotografías y otros documentos que registran las actividades de Tosquelles en el campo de refugiados.
Poco tiempo después Tosquelles se reencontraría en Francia con el psiquiatra catalán José Solanes, quien era su gran amigo y colega. Como Tosquelles, Solanes se formó como psiquiatra en el Instituto Pere Mata de Reus bajo la tutela de Mira y López , fue militante del POUM, participó en los servicios psiquiátricos del ejercito Republicano durante la guerra civil y al igual que su amigo había orientado sus investigaciones al estudio de los efectos postraumáticos de los conflictos bélicos y las psicopatologías desencadenadas por la guerra.
Debo confesar que dio mucha satisfacción encontrar en la muestra un conjunto de documentos que destacan la relevancia intelectual del doctor Solanes, quien emigró a Venezuela en 1949 donde viviría el resto de su vida y a quien tuve la fortuna de conocer muy cercanamente, ya que era amigo y colega de mis padres. Entre los materiales exhibidos relativos a Solanes destacaré el ensayo Com se surt dels frenocomis (Como se sale de los manicomios), publicado como libro en 1935, cuando el autor tenia apenas veintiséis años. Un trabajo de investigación sin duda pionero en cuanto que anuncia la disolución de los manicomios y la renovación de la institución psiquiátrica que sucedería muchas décadas después. También se muestra su tesis doctoral para la universidad de Toulouse Le Noms de l’exil et l’espace des exiles (Los nombres del exilio y el espacio de los exiliados), 1980 un libro en el que Solanes trabajó cincuenta años y que fue publicado en Venezuela por Monte Ávila editores como Los nombres del destierro en 1993 y re-editado en Madrid por Acantilado en 2016 con el titulo de En tierra ajena: Exilio en la literatura, desde “La Odisea” hasta “Molloy”. Un libro único que nunca dejaré de recomendar.
A pesar de tener personalidades diametralmente opuestos (Tosquelles era histriónico y extrovertido mientras que Solanes era sobrio y reservado), ambos psiquiatras mantuvieron una gran amistad que duraría hasta el final de sus vidas. (Tosquelles incluso viajó en 1967 a Venezuela para visitar a su amigo y participar en un congreso de psiquiatría). Solanes fue un perfecto interlocutor para Tosquelles pues pienso que mas que nada los unía la condición compartida de exilados.
El exilio será algo que definirá la identidad de Tosquelles en Francia aun inclusive después de su retorno a España, y será un tema obsesivo para Solanes que dedicó gran parte de su vida a estudiarlo. Las líneas que Solanes escribe en su tratado sobre el exilio podrían aplicarse perfectamente a ambos intelectuales: «¿Y cuantos desterrados ha habido que no han buscado en el estudio de las cuestiones naturales, sino en el de las llamadas sociales, consuelo a su infortunio y, a la vez, el medio de prevenirlo en los demás mediante una mejor organización social, en cuyo diseño se aplican? […] En el destierro, en verdad , a los soñadores, los estudiosos y los contemplativos les forman buen contrapeso los hombres activos que se esfuerzan en servir a la naturaleza y en servirse de ella, no vacilando en transformarla cuando darle nuevo rostro les parece indicado».
Artaud y Solanes
En 1944 Solanes trabaja como médico interno en el hospital psiquiátrico de Rodez dirigido por el doctor Gaston Ferdière, allí conoce a Antonin Artaud quien se hallaba hospitalizado allí desde 1943. Sabemos que Tosquelles también había visitado a Artaud quizás por intersección de su amigo o del doctor Ferdière. Artaud (de quien se incluyen dos importantes dibujos en la muestra) había desarrollado una gran simpatía hacia Solanes, lo cual era atípico conociendo el desprecio que el autor francés sentía por los psiquiatras.
El autor francés le dedicó a Solanes un poema: Les anges grillés de cinabre. Rêve pour le docteur Solanes (Los Ángeles Asados al Cinabrio. Sueño para el doctor Solanes) y en 1945 le escribió una carta comentando el texto de una conferencia del psiquiatra catalán sobre el Exilio. En esta misiva parecen revertirse los roles, convirtiéndose Artaud en el terapeuta de Solanes cuando le escribe con su peculiar uso del lenguaje: «Todos los años pasados fuera del alma, no, señor Solanes no son años, y el sufrimiento del diente arrancado en el exilio del alma, es un terror que el exiliado al borde del colapso del desgarramiento de su alma, no siente más en el colapso impuesto a su cuerpo, pues el cuerpo es como una patria interna del cual ningún pedazo puede ser quitado sin exiliarnos cada vez un poco de alma. Es decir que el ansia que usted sufrió en usted mismo cuando se le exilió de su verdadera patria, cualquier astucia que el mal y la dictadura de lo arbitrario hayan podido ponerle a hacerla olvidar, para no dejar en usted sino un estado y no el alma, que los dictadores guardan para ellos a domicilio en tanto que el exiliado no es más que un estado eventual y aleatorio de espíritu, esta ansia digo que usted sufrió en usted mismo la ha puesto su corazón al día a pesar del sufrimiento del exilio a fin de que usted rehaga en ella un alma nueva que por todas partes donde usted esté en adelante será para siempre su patria, y pueda usted hallar un día una tierra donde nadie le exiliará porque será digna y sufriente como ella y la tierra como su alma no soportará más la separación».
Me atrevo a señalar que esta alma-patria de que habla Artaud, en la cual se es “inexiliable” es lo que Solanes y Tosquelles encontrarán en sus respectivos exilios en el “asilo” psiquiátrico. Solanes en la Colonia Psiquiátrica de Barbula, en Venezuela donde se desempeño como psiquiatra desde 1952 hasta 1977, y Tosquelles en el Hospital Psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole en Francia, situado en una fortaleza medieval a 1000 metros de altura donde trabajó desde 1940 hasta 1962.
Hospital Psiquiátrico de Saint-Alban-sur-Limagnole y los surrealistas
Las afinidades electivas de Tosquelles con el surrealismo se remontan a Barcelona. Al igual que su amigo Solanes, había entrado en contacto con la vanguardia artística en esa ciudad y había conocido a Salvador Dalí en el ateneo de Barcelona durante la proclamación de la república en 1931. Del surrealismo Tosquelles destacaba, como dijo «eso que Breton expresó en 1935 cuando escribió: Marx dijo ‘transformar el mundo’; Rimbaud dijo ‘cambiar la vida’; estas dos consignas son para nosotros una y la misma». Esta visión política del surrealismo será evidente en los vínculos que Tosquelles mantendría con integrantes de ese movimiento durante la resistencia y en su propio gusto literario y artístico.
No debemos subestimar la influencia que los surrealistas tuvieron en la renovación del tratamiento a los enfermos mentales en Saint-Alban que Tosquelles y sus colegas iniciaron durante la segunda guerra mundial. Durante la ocupación nazi de Francia, el hospital de Saint-Alban se convirtió en un refugio para judíos, resistentes y artistas de vanguardia que convivieron con la comunidad médica y los internos. Allí estuvo entre Noviembre de 1943 hasta Febrero del año siguiente, Paul Éluard quien se escondía en Saint-Alban bajo su nombre real: Eugène Émile Paul Grindel, y se hacía pasar por loco frente a los agentes de la GESTAPO. Eluard escribió Souvenirs de la maison des fous (Recuerdos desde el manicomio), un poemario publicado en 1946, inspirado en su estancia en el asilo e ilustrado por retratos de los pacientes realizados por el pintor Gérard Vulliamy, quien estaba casado con la hija del poeta.
Particularmente emotivo es el último poema del libro titulado Le Cimetière des fous (El cementerio de los locos) donde Eluard describe una visita nocturna al cementerio del hospital donde encuentra más de 300 tumbas de internos sin nombre, aludiendo a la trágica condición de anonimato forzoso que sufrían los pacientes en la institución psiquiátrica :
«Los desconocidos salieron ya de su prisión.
Cubiertos por la ausencia y descalzados
No tienen nada más que esperar
Los desconocidos que murieron en la prisión.
Su cementerio es un lugar sin razón».
En el verano de 1945, luego de estar ingresado dos meses en el hospital Tristan Tzara concibió en el sanatorio Parler seul (Hablar solo), un poema largo ilustrado por setenta y dos litografías de Joan Miro y publicado en 1948 por Maeght. Los versos de Tzara están dedicados a pacientes mujeres y a amigas del poeta. Parler seul es un libro que refleja de manera autobiográfica la desolación producida por el fascismo y la segunda guerra mundial en Europa. Según Michel Leiris el hilo conductor del libro de Tzara es «el desamor, el divorcio constante, la separación que responde al movimiento mismo de la vida. La huida del niño que, para vivir su vida, debe separarse de sus padres. El divorcio de los amantes que no pueden permanecer juntos sin enajenar su libertad y que deben negar su amor si no quieren negarse a sí mismos. […] Finalmente, una huida histórica: el éxodo de 1940, la huida, la dispersión de todos por el anonimato de las carreteras y en el bullicio de las estaciones de tren donde se codean los militares con los civiles. Quiebra, derrumbe, confusión, porque hace falta este desorden total para que renazca otra sociedad, que involucre nuevas relaciones entre hombres, entre mujeres, entre mujeres y hombres».
Ambos libros se exhiben en la muestra junto a sus maquetas e ilustraciones originales. Es evidente que tanto Souvenirs de la maison des fous como Parler seul se valían de Saint-Alban como el escenario perfecto para representar el zeitgeist después de la batalla, Europa era vista como una tierra baldía pero también como un entorno donde, como dice Leiris, podría germinar una sociedad capaz de generar nuevas relaciones entre las personas. Nunca más oportuno el lema de los surrealistas: “cambiar la vida para transformar el mundo”. Esto será precisamente lo que se propondrán Tosquelles y sus colegas en el hospital de Saint-Alban.
Dubuffet y el art brut
Otra figura que recibió una gran influencia del surrealismo fue el artista francés Jean Dubuffet, especialmente en lo que respecta a su defensa del arte de los enfermos mentales, en la que también jugó un rol fundamental el hospital de Saint-Alban.
Todavía no se ha dado la importancia debida al encuentro de Jean Dubuffet con la obra de Auguste Forestier, artista y paciente de Saint-Alban y la visita de Dubuffet al hospital como factores determinantes en la creación de la colección de art brut. A partir de mayo de 1945, Jean Dubuffet comenzó a investigar las esculturas de Forestier bajo la recomendación de Paul Eluard, que había empezado a coleccionar sus obras durante su estadía en el hospital y le había mostrado ya una escultura del artista a Dubuffet, que se había impresionado sobremanera manifestando el deseo de coleccionar el arte de Forestier y otros enfermos mentales. En julio de ese mismo año, durante un viaje a Suiza, Dubuffet se dedica a una investigación detallada de las prácticas artísticas marginales realizadas en hospitales psiquiátricos, incluyendo la obra de otros artistas como Adolf Wölfi y Aloïse Corbaz, que le conducirán a formular el concepto de art brut. En una carta a Charles Ladame, Dubuffet define su búsqueda: «Dibujos, pinturas, obras de arte de todo tipo que emanan de personalidades oscuras, de maniacos, que provienen de impulsos espontáneos, animados por la fantasía, por el delirio incluso y extraños a los caminos del arte catalogado», más adelante continua: «…Obras como pinturas, dibujos, estatuas y estatuillas, objetos diversos de todo tipo, que no le deben nada (o lo menos posible) a la imitación de las obras de arte que se pueden ver en los museos, salones y galerías; sino que al contrario apelan al fondo humano original y a la invención más espontánea y personal: producciones en las que el autor ha sacado todo (invención y medios de expresión) de su propio trasfondo, de sus impulsos y humores, sin concesiones a los medios habitualmente aceptados, sin consideraciones para las convenciones al uso». Este tipo de obras son lo Dubuffet exhibirá regularmente en el Foyer de l’Art Brut que se inaugura en el sótano de la Galerie René Drouin de Paris en 1947.
En la exhibición se muestran un conjunto de obras representativas de Auguste Forestier, incluyendo La Bête du Gévaudan, una talla de madera realizada alrededor de 1942, que representa un animal fantástico, un tema recurrente de la obra de Forestier. La escultura que perteneció a Paul Eluard retrata la horrible bestia antropófaga de Gévaudan, que como cuenta la leyenda aterrorizó a Lozère en el siglo XVIII. El terrible monstruo de Forestier no solo parece encarnar simbólicamente los engendros que todos ocultamos en nuestro interior sino que también puede reflejar el tenebroso Leviatán que devoraba inevitablemente a Europa en ese momento histórico.
La muestra presenta también otros ejemplos del arte de los enfermos mentales coleccionados por Dubuffet, como es el caso de los bestiarios de Benjamin Arneval, las micrografías de Aimable Jayet, y los dibujos de Marguerite Sirvins, una de los artistas claves de la colección de art brut. También se exhiben en esta sección obras de otros artistas, que aunque no fueron pacientes psiquiátricos eran considerados como representantes del art brut por Dubuffet pues habían desarrollado sus obras al margen de ningún tipo de formación artística. Ese es el caso de los exiliados españoles Joaquim Vicens Gironella, José García Tella y Miguel Hernández.
Tosquelles mantuvo toda su vida reticencias frente al concepto de art brut, de allí que se refiriese años después al termino con ironía: «Cuando llegué a Saint-Alban en 1940, Auguste Forestier ya había inventado el Art Brut». El carácter desafiante que Dubuffet adjudicaba al art brut al definír la obra de los artistas marginales como un arte anticultural en oposición al arte «que se puede ver en los museos, las galerías, y los salones», era incompatible con la concepción que tenía Tosquelles del trabajo creativo de los enfermos mentales en Saint-Alban, donde se fomentaba la integración de las prácticas culturales al ámbito hospitalario y viceversa.
La Psicoterapia Institucional
En el Hospital de Saint-Alban Tosquelles creó una verdadera revolución en la institución psiquiátrica que involucraba la participación activa de los pacientes, los enfermeros, los médicos e inclusive los habitantes de la región incorporando la autogestión y la descentralización como un método terapéutico. Influenciado por su experiencia en las cooperativas catalanas durante la república Española, Tosquelles inicio en el hospital asambleas, un club de enfermos, espectáculos teatrales, un cine-club, fomentó también la creación de periódicos murales e impresos que eran redactados por los propios pacientes, e instituyó la formación terapéutica de aquellos encargados del cuidado de los enfermos mentales. Esta transformación de la institución mediante la organización cooperativa y autogestionaria constituye en conjunto lo que luego se conocerá como psicoterapia institucional, una práctica que indiscutiblemente se inicia históricamente con la experiencia iniciada por Tosquelles en Saint-Alban.
Es realmente notable que Tosquelles pudiese empezar a germinar esta transformación de la institución psiquiátrica durante el régimen de Vichy, uno de los momentos más oscuros de la historia de psiquiatría francesa, cuando el régimen títere del mariscal Philippe Pétain bajo la ocupación nazi hizo que murieran de inanición más de 40.000 enfermos en asilos e instituciones psiquiátricas al limitar drásticamente la distribución de alimentos a los pacientes, una especie de programa de exterminio Aktion T4 en cámara lenta, que algunos han denominado “el exterminio dulce”. Afortunadamente en el hospital Saint-Alban no hubo ni una víctima de desnutrición, debido a las técnicas autogestionarias propiciadas por Tosquelles, quien como dijo Félix Guattari, era un activista de la supervivencia par excellence.
La psicoterapia institucional es fundamentalmente una ética, un modo de pensar, una práctica psiquiátrica que se nutre de la literatura y el arte, la filosofía, la antropología, la sociología y la política. Para Tosquelles y sus colegas (citaremos aquí a Lucien Bonnafé, Paul Balvet, Roger Gentis, Jean Oury, Horace Torrubia, Jean Ayme, André Chaurand, Yves Racine y Hélène Chaigneau entre otros) la política y la psiquiatría eran indispensables para la desalienación de las personas, de allí la necesidad de reformular la institución psiquiátrica. La enfermedad mental debe ser vista no solo como un problema clínico sino también como un problema social y el hospital como parte de esa problemática debe ser considerado como un ente sujeto a terapia. La institución psiquiátrica debe entonces ser “desalienada”, entendida como un organismo terapéutico grupal donde se debe combatir cualquier tipo de centralización que ponga en peligro la flexibilidad y la apertura de estos colectivos, que incluye a pacientes, enfermeros, psiquiatras y a los demás empleados del hospital. Influenciados por las técnicas de terapia de grupo, y el psicodrama de Jacob Levy Moreno los psiquiatras de Saint-Alban concebían el hospital como un lugar que propiciase los intercambios, de allí la extrema importancia del dialogo y las actividades como herramientas terapéuticas en beneficio de la colectividad.
Quizás ningún otro producto de la experiencia de Saint-Alban encapsula mejor el espíritu dialógico de la psicoterapia institucional que el periódico Trait d’union (Guión) del cual podemos ver varios ejemplares en la exposición. Trait d’union fue una publicación que se redactaba y se imprimía en el hospital Saint-Alban y que circuló desde 1950 a 1981. El comité de redacción estaba constituido por pacientes asistidos por el personal del hospital, ya que se trataba de ser lo más democrático posible en cuanto a la línea editorial del periódico. El contenido de los artículos era variable, los textos podían incluir poemas, cuentos, noticias del hospital, cartas, ensayos teóricos hasta recetas de cocina, ampliamente ilustrados por dibujos y pinturas realizadas por los pacientes. La publicación reflejaba la vida de la institución y de sus colaboradores.
En la muestra se exhibe un film silente realizado por Tosquelles que hace énfasis en el trabajo colectivo en la institución y también dos documentales de Mario Ruspoli: Regard sur la folie (Mirada sobre la locura), y La fête prisonnière (La fiesta prisionera) que fueron realizados en 1961 en el hospital de Saint-Alban y registran fidedignamente la vida asilar y algunos de los métodos terapéuticos que Tosquelles y sus colegas habían implementado en el hospital.
El legado de Tosquelles: Frantz Fanon, La Borde, Jean Oury y Félix Guattari
La experiencia en Saint-Alban fue un modelo paradigmático para muchos psiquiatras y psicoanalistas, la exposición resalta a Frantz Fanon, Jean Oury y Félix Guattari, al tratarse obviamente de los más importantes.
El psiquiatra, escritor y filósofo francés de origen martiniqueño Frantz Fanon trabajó con Tosquelles como médico residente en Saint-Alban entre abril de 1952 y agosto de 1953, en plena efervescencia de la psiquiatría institucional, y justo en el momento en que empezó a circular el primer libro de Fanon, Peau noire, masques blancs (Piel negra, máscaras blancas). Durante su residencia en Saint-Alban, Fanon pudo experimentar bajo la tutela de Tosquelles, los métodos de la psicoterapia institucional y constatar como el trabajo colectivo tenía la capacidad de activar al hospital como un ente orgánico, lo cual era absolutamente novedoso para Fanon, ya que este había recibido previamente una formación psiquiátrica orientada principalmente hacia la neuropsiquiatría. En Saint-Alban, Fanon contribuyó a organizar obras de teatro, trabajó en los talleres de ergoterapia, participó en las reuniones del club de pacientes y publicó varios editoriales en Trait d’union.
Pero no fue hasta 1953 cuando Fanon ocupó el puesto de jefe de servicio en el hospital de Blida- Joinville en Argelia, cuando trató de adaptar lo que había aprendido en Saint-Alban. Pero en Blida- Joinville Fanon se encontró con que el nivel asistencial de los hospitales argelinos era considerablemente inferior a la de los hospitales franceses y que el hospital parecía más bien un manicomio clásico con los pacientes confinados en celdas, atados a las camas e inmovilizados por chaquetas de fuerza, por lo cual gran parte de los primeros esfuerzos de Fanon se concentrarían en la modernización de los servicios básicos y en la difícil tarea de humanizar el tratamiento a los enfermos mentales. Solo entonces empezó a implementar lo aprendido con Tosquelles y sus colegas, creando talleres de formación para el personal del hospital, un café que funcionaba como club para los enfermos, una biblioteca, un cine club, un periódico, talleres de ergoterapia, etc. Lamentablemente Fanon no pudo desarrollar por completo en Blida- Joinville los preceptos aprendidos en Saint-Alban pues tuvo que abandonar su posición, debido a que fue perseguido por razones políticas, ya que entonces se había sumado al FLN (Frente de Liberación Nacional), organización clave en la guerra de independencia de Argelia.
Donde sí pudo desarrollarse plenamente la psicoterapia institucional fue en la clínica La Borde, situada en Cour-Cheverny, en el Valle del Loira. La Borde fue fundada en 1953, por el psiquiatra Jean Oury que había trabajado anteriormente como médico residente en Saint-Alban de 1947 a 1949. En la carta llamada “Constitución del año 1” que se redactó en los inicios de La Borde se exponen los tres principios básicos organizativos de la nueva institución: 1. Centralismo democrático que garantiza la preeminencia del grupo de gestión; 2. Una base rotativa para la división del trabajo manual e intelectual, que permite establecer igualitariamente el desempeño de todas tareas y funciones entre los miembros de la institución; 3. La antiburocracia, es decir, la conformación de organizaciones comunitarias para distribuir las responsabilidades entre el grupo.
La práctica psiquiátrica en La Borde siguió avant la lettre muchos de los preceptos aprendidos en Saint-Alban radicalizándolos, fomentando en los pacientes la iniciativa y la responsabilidad mediante el desarrollo de situaciones en las que estos puedan expresar su creatividad mediante el trabajo, pero donde se destaca más la impronta de Saint-Alban es en la importancia que desempeña “el club” en el funcionamiento de La Borde. Como el mismo Oury dijo: “el club está en todas partes”; ya que este funciona más como una entidad fluida que como una estructura asistencial localizada. El club enriquece y dinamiza la vida en la clínica incorporando la autogestión y la descentralización como métodos terapéuticos de extraordinaria eficacia.
Desde mediados de los años 50 el psiquiatra y teórico Félix Guattari trabajó junto a Oury en La Borde, desarrollando su práctica clínica y produciendo un cuerpo de trabajo teórico sobre la práctica y la teoría del esquizoanálisis, que sería desarrollado colaboración con el filósofo Gilles Deleuze en los dos volúmenes de Capitalismo y esquizofrenia: Anti-Edipo (1972) y Mil Mesetas (1980), que constituyen una de las contribuciones más relevantes a la filosofía occidental del siglo XX, y que definitivamente abrieron un nuevo camino a la psicoterapia institucional.
Aunque es cierto que la exhibición incluye algunos documentos relativos a Fanon y la clínica La Borde, pensamos que haría falta mucho más material para entender a cabalidad el alcance de las ideas de Fanon, Oury y Guattari, y creo que es allí donde puede encontrarse la única posible falla de la exhibición: el descuidar la exploración del legado de Tosquelles. Fanon, la psiquiatría decolonial y la experiencia de la Borde podrían constituir exhibiciones en si mismas, especialmente considerando su relevancia histórica hoy. Quizás después de todo 11 salas no sean suficientes para revisar en detalle las constelaciones en las que Tosquelles formó parte igual que tampoco pueden serlo las casi seis mil palabras de este artículo.
La Red de Tosquelles
La trayectoria vital de Tosquelles podría visualizarse como una inmensa retícula que conecta muchos puntos aparentemente distantes, de hecho la red fue una metáfora que Tosquelles usó varias veces para referirse a una terapia efectiva: «La psicoterapia institucional es tener en cuenta las redes. […] Los enfermos se hunden solo debido a limitaciones sociales, se hunden o no en función de la dificultad que encuentran para construir redes o hilos. […] Lo que hacen las arañas es fijar una cuerda a la derecha y otra a la izquierda. Sin esto no habría malla. Freud decía que el trabajo intimo consistía en fijar las puntas de los hilos a algo que pudiera parecer más o menos sólido». ¿Qué mejor concepto que la red para definir también la practica intelectual de Tosquelles? Una red que aun siendo construida en situaciones precarias como la guerra civil, el franquismo, o la ocupación nazi de Francia, demostró siempre su eficacia y capacidad de resistencia garantizando la supervivencia de los otros.
La relevancia de la exhibición Tosquelles. Como una máquina de coser en un campo de trigo, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía no consiste solamente en revindicar a Francesc Tosquelles como una figura histórica esencial del siglo XX, sino también en presentarlo como un intelectual inmerso en una red muy amplia que lo define y sitúa temporalmente como “parte de un todo”.
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Tosquelles. Como una máquina de coser en un campo de trigo.
Curada por Carles Guerra y Joana Masó.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid
28 de septiembre, 2022 – 27 de marzo, 2023
Javier Téllez
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