Perspectivas

La ilusión viaja en un Ford T

13/03/2024

Christian Vinck, Periódico (Panorama) Jira Machiques-Detroit, 2024. Óleo sobre lienzo, 59 x 70.5 cm. Imagen cortesía de Henrique Faria Fine art, Nueva York

El viaje es un tema que aparece con frecuencia en la obra del artista venezolano Christian Vinck, y no debe sorprendernos que también sea el leitmotiv de sus pinturas más recientes.1 Podríamos deducir que esta insistencia se debe a su doble condición de exilado e hijo de un inmigrante. Pero Vinck, que nació en Maracaibo, es uno de los artistas contemporáneos venezolanos que mejor encarna la identidad caribeña, y es natural que un tópico esencial del caribe, como es la travesía, sea de su preferencia. La manera como el pintor elabora el tema demuestra una sensibilidad barroca que es también característica de la producción artística del Caribe. Vinck se acerca al motivo del viaje por aire, tierra o mar con una mirada oblicua, valiéndose de la distancia que le permiten la representación pictórica de documentos, fotografías, libros, postales e imágenes electrónicas y cartográficas. Materiales de archivo que él reproduce en series de pinturas temáticas, y que sustituyen frecuentemente la representación de los eventos en sí mismos.

Aunque el uso de la imagen fotográfica como motivo pictórico inscribe a Vinck en una larga tradición de artistas contemporáneos que se han valido de ese recurso para expandir las posibilidades discursivas de la pintura (artistas como Warhol, Richter, Richard Hamilton y Luc Tuymans, entre otros), su factura pictórica lo sitúa más cerca de artistas locales que crearon su obra al margen de las instituciones artísticas, como Bárbaro Rivas, José Antonio Fernández, conocido como “El hombre del anillo”,  y otros artistas populares venezolanos. En sus procedimientos Vinck se asemeja a los artistas autodidactas, que frecuentemente basan sus pinturas en reproducciones litográficas o fotográficas, creando copias bastardas que afortunadamente ‘distorsionan’ en gran medida las características plásticas de los originales, generando así nuevas imágenes que afirman su existencia de manera autónoma a sus modelos. Esta reelaboración de la imagen que puede asociarse con la pintura colonial ha sido explorada con anterioridad de manera magistral por Beatriz González en Colombia y Juan Antonio Dávila en Chile. Ambos artistas son referencias ineludibles en la construcción de una iconografía pictórica contemporánea en Latinoamérica, que han influenciado a varias generaciones de artistas en la región.

De la misma manera que Vinck estilísticamente se nutre de la obra de los artistas marginales, su interés por los viajes y los viajeros tiene un carácter específico. Prefiere las travesías peculiares y heterodoxas a las epopeyas legendarias, y antepone aventuras extravagantes que rayan en la obsesión frente a la épica de carácter histórico que nutrió parte de la pintura decimonónica en nuestro continente, o la descripción de paisajes inéditos que iniciaron los pintores viajeros que arribaron a nuestras tierras. Para realizar sus pinturas emprende acuciosas investigaciones sobre personajes, lugares o situaciones que han sido excluidos u olvidados de las historiografías locales y los ordena en pequeñas constelaciones compuestas por cuadros de pequeño formato pintados al óleo. Para el pintor es esencial recuperar narrativas históricas que precisan ser recordadas con urgencia, y eso se manifiesta en su técnica pictórica caracterizada por pinceladas rápidas.

Christian Vinck, Fort T en Texas #1, 2023. Óleo sobre lienzo, 50.8 x 61 cm. Imagen cortesía de Henrique Faria Fine art, Nueva York

La memoria es un elemento fundamental en la obra de Vinck. Muchas de sus series pictóricas se asemejan a enciclopedias ilustradas, tarjetas mnemotécnicas o álbumes de cromos. Su metodología de selección y clasificación podría ser comparada a la concepción que Walter Benjamin tenía de la imagen histórica: “No es que lo pasado proyecte su luz sobre lo presente o que lo presente arroje su luz sobre lo pasado; la imagen es aquello en donde el pasado se encuentra con el presente para formar una constelación. Mientras que la relación del antes con el ahora es puramente temporal (continuista); la del pasado con el presente es dialéctica, a saltos. (…) La imagen del pasado que relampaguea en el ahora de su cognoscibilidad es, en una aproximación más precisa, una imagen de la memoria. Se parece a las imágenes del propio pasado que le vienen al hombre en un momento de peligro”.2

La nueva serie de pinturas de Christian Vinck insiste en las capacidades mnemotécnicas de la imagen para rescatar el viaje emprendido un 27 de enero de 1947 por tres venezolanos nacidos en el estado Zulia: José Domingo Márquez, mejor conocido como «Mingo», José Joaquín Rojas y Régulo Díaz, alias «Kuruvinda», quienes acometieron la delirante aventura de conducir un viejo Ford T Coupé desde la plaza Bolívar en Machiques, Distrito Perijá, Estado Zulia hasta la fábrica Ford en Detroit, Michigan. La intención de ese viaje, que ellos mismos denominaron: “Jira de Machiques a Detroit”,3 era entrevistarse en la ciudad estadounidense con Henry Ford, fundador de la compañía Ford Motor Company y padre del sistema de producción en cadena. Querían exigirle que terminase la construcción de la carretera Panamericana, que se suponía conectaría a Alaska con  Tierra del Fuego. Pero que nunca se concluyó.

Las pinturas de Vinck se basan en un pequeño grupo de fotografías y documentos relativos a este viaje. Al igual que otras de sus pinturas que reproducen cuadernos, manuscritos, recortes de periódicos, portadas y páginas de libros, los motivos resaltan la bidimensionalidad implícita de la superficie pictórica, evocando la técnica del trompe-l’oeil. Vinck amplia y pinta las cartas que proveían los concesionarios Ford a los viajeros para certificar y facilitar la travesía del Ford T, un recorte de periódico que celebra el regreso de los viajeros a su país, una serie de fotografías y un mapa que indica la ruta que tomaron. Pero el verdadero protagonista de esta serie de pinturas es el viejo Ford T manufacturado en 1927, que los viajeros pudieron rescatar de un chiquero en donde estaba abandonado, y que remodelaron en una suerte de bricolage criollo con partes que no correspondían al modelo original, para que pudiese resistir el largo viaje. En cuatro pinturas realizadas en 2023 tituladas Ford T en Texas y numeradas del 1 al 4, Vinck pinta imágenes fotográficas que muestran a los tres viajeros y a dos representantes de un concesionario Ford junto al automóvil. Esto se puede deducir porque el logo de esa compañía identifica el garaje en el fondo de las cuatro pinturas. En dos de estas pinturas podemos reconocer el mapa del continente americano que Kurivinda había pintado sobre el chasis del automóvil para indicar el trayecto que seguirían de Venezuela a Estados Unidos.

Christian Vinck, Fort T en Texas #3, 2023. Óleo sobre lienzo, 50.8 x 61 cm. Imagen cortesía de Henrique Faria Fine art, Nueva York

El Ford T tiene una presencia simbólica importante en el viaje de Machiques a Detroit, y esto lo destaca Vink en sus pinturas. El Modelo Ford T que se conocía en el Caribe como Fotingo o Fordcito y se manufacturó de 1908 a 1927, fue el automóvil que popularizó la producción en cadena y permitió bajar los costos de producción, facilitando su adquisición a la clase media. Concebido por Henry Ford como medio de transporte práctico y asequible para el hombre común, el automóvil fue rápidamente apreciado por su bajo costo, durabilidad, versatilidad y facilidad de mantenimiento. El Ford T, que el mismo Henry Ford llamó “el carro democrático”, representaba el producto ideal en la campaña comercial de Estados Unidos dirigida a Latinoamérica que incluía la venta de automóviles a todo el continente y la construcción de infraestructura vial.

De allí que en 1923, Estados Unidos propusiese en La Quinta Conferencia Panamericana el levantamiento de una carretera continental que se llamaría carretera Panamericana. La Panamericana es hoy un conjunto de carreteras que suman aproximadamente 17848 kilómetros de longitud y que conecta a casi todos los países del continente americano, desde Prudhoe Bay en Alaska hasta Ushuaia en Argentina. Con la excepción de un área de 130km en la frontera entre Panamá y Colombia conocida como El tapón del Darién, donde la selva montañosa hizo imposible la construcción de la carretera. Esta carretera incompleta quizás sea uno de los mejores símbolos del proyecto fallido de desarrollo de Latinoamérica y del fracaso de la “política de buenos vecinos” entre Estados Unidos y el resto del continente.

Siguiendo la ruta de la Panamericana, a excepción de la frontera entre Panamá y Colombia que atravesaron por mar, los “Tres quijotillos motorizados” 4 transitaron a bordo de su “fotingo” 10 países: Venezuela, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México, Canada y Estados Unidos. Atravesaron selvas, desiertos, páramos, cordilleras, ciudades y pueblos. Vieron volcanes en erupción, hermosos lagos y ríos. También sufrieron las inclemencias de la naturaleza y la condición humana. Sobrevivieron jaguares y coyotes, insectos venenosos y serpientes, incendios forestales y lluvias torrenciales. Pero también a bandoleros de camino, zagaletones y guardias fronterizos malintencionados. En el viaje conocieron a varios estadistas, empezando por el presidente Rómulo Betancourt en Caracas, quien no quiso ayudarles argumentando que no tenía: “Ni un centavo para eso porque Miraflores está limitado”. Se cuenta que al ver el Ford T les dijo: ¿Ustedes piensan llegar a Estados Unidos en esa cafetera? ¡Devuélvanse a Perijá!”.

Christian Vinck, Carta de Jaime D. Hill. San Salvador, 2023. Óleo sobre lienzo, 100 x 80 cm. Imagen cortesía de Henrique Faria Fine art, Nueva York

En Colombia conocieron a Jorge Eliécer Gaitán, líder del partido liberal y candidato presidencial. En Nicaragua al presidente interino Benjamín Lacayo Sacasa (títere de Anastasio Somoza. En Panamá a Arnulfo Arias, ex presidente de ese país. En Honduras al presidente General Tiburcio Carias Andino y en Nueva York al ex presidente de Venezuela Isaías Medina Angarita. También se reunieron con cónsules y embajadores venezolanos, al igual que con importantes personalidades como la actriz y cantante argentina Libertad Lamarque y el boxeador cubano Kid Chocolate, campeón mundial de peso pluma.

Finalmente, el jueves 30 de octubre, un día antes de Halloween y nueve meses después de la partida de Machiques, llegaron a la sede principal de la fábrica Ford en Detroit. “Kurivinda” describe así la llegada: “¡Estamos entrando a la gran ciudad que nos traía embrujados; y después del encanto vendrá el desencanto! Decididamente nos acercamos a las instalaciones de la fábrica, cuando en eso un joven de habla hispana, que resulto ser portorriqueño y trabajador empleado de la fábrica, se ofreció a conducirnos hasta el parqueadero principal y avisarle a Henry Ford II para que nos recibiera.5 Y ciertamente logró asomar a una ventana al magnate Henry Ford II, quien brevemente cruzó unas palabras con el audaz obrero que nos servía con tan buena gana. Mister Ford miró a nuestro carro juntamente con nosotros desde una distancia como algo más de una cuadra de su ventana. El amigo espontáneo volvió pronto a darnos a saber lo que Ford le manifestó: “Un saludo para los excursionistas que acaban de llegar, y quiero que sepan lo imposible que es recibirlos ahora mismo como lo merecen, porque en estos momentos voy a partir a Washington, donde se va a efectuar mi matrimonio”.6 Luego de lo cual los viajeros fueron exhortados a abandonar cuanto antes la fábrica, ya que los guardias alegaban que los empleados requerían usar el parqueadero.

Los tres aventureros retornaron por avión y barco a Venezuela en enero de 1948. Muchas cosas pasarían ese año y el siguiente en los países que pudieron visitar en su peregrinación a Estados Unidos. En noviembre de ese año, una junta militar presidida por Carlos Delgado Chalbaud dio un golpe de estado en Venezuela al presidente electo Rómulo Gallegos; y a partir del asesinato de Delgado Chalbaud en 1950, Marcos Pérez Jiménez asume el mando manteniéndose en el poder hasta 1958. En Colombia, el 9 de abril de 1948, es asesinado Jorge Eliécer Gaitán, gran líder popular del Partido Liberal Colombiano. Su muerte provocó una violenta reacción popular contenida con ferocidad por una fuerte represión gubernamental. En Nicaragua continuó la larga dictadura de los Somoza hasta 1979, cuando fue derrocado por los Sandinistas. En 1949, el dictador hondureño Tiburcio Carias Andino fue obligado a dejar el poder bajo presión de Estados Unidos. Lamentablemente, Honduras continuó bajo dictadura luego de la breve presidencia constitucional de Juan Manuel Gálvez. En Panamá, Arnulfo Arias, a pesar de ostentar la presidencia de su país durante dos periodos no consecutivos (1949-1951 y octubre de 1968) y postularse en cinco ocasiones a la presidencia, no pudo culminar ninguno de sus mandatos presidenciales debido a varios golpes militares. El paisaje político fértil de esperanzas que en la década de los cuarenta ofrecían líderes populares que promulgaban la justicia social, como Gaitán en Colombia y el Betancourt de la junta revolucionaria en Venezuela, se tornó en una tierra baldía controlada por dictaduras nacionalistas de derecha patrocinadas en su gran mayoría por Estados Unidos. Un intervencionismo feroz continuó en el resto del continente, muy alejado de la política de buenos vecinos que prometían. Nuestra trágica historia política confirma lo que escribió el poeta antillano Derek Walcott: “Vivimos bajo la sombra de una América que es económicamente benigna y políticamente maligna”.7

Christian Vinck, Ruta (fronteras cruzadas en la Jira Machiques-Detroit), 2024. Óleo sobre tela, 100 x 80 cm. Imagen cortesía de Henrique Faria Fine art, Nueva York

No es aleatorio que Vinck haya rescatado esta historia marginal dentro de la historia de Venezuela, ya que se trata de un doble movimiento. Refiriéndose a un evento legendario que ocurrió hace más de 75 años, Vinck también nos hace reflexionar sobre la situación actual del país y del continente, y los éxodos masivos de migrantes a Estados Unidos. La ruta que los tres aventureros escogieron en 1947 es exactamente la misma que han transitado cientos de miles de venezolanos en la última década para escapar de la miseria. Ese es precisamente el itinerario que el artista inscribe sobre el mapa de América en uno de sus cuadros titulado Ruta (mapa, fronteras cruzadas en la jira Machiques Detroit) (2024) , que más que una ruta geográfica parece una herida sobre la piel del continente. Mientras que los “tres quijotes motorizados” “decían que Bolívar hubiera querido unir a toda América y querían aportan un granito de arena a ese sueño integracionista”, 8 los inmigrantes venezolanos aspiran a una meta menos ambiciosa: encontrar en el norte una situación económica y política más auspiciosa que la de su país. Sería lamentable que la misma desilusión que tuvieron los viajeros zulianos al sufrir el desaire de Henry Ford II, se repita simbólicamente en todos aquellos venezolanos que han recorrido el mismo derrotero en busca de asilo.

El procedimiento narrativo de Vinck es similar a la célebre teoría del iceberg de Hemingway, quien creía que el significado más profundo de una historia no debería ser palpable en la superficie, ya que manifestaría su presencia de manera implícita por omisión, así como gran parte de la masa de un iceberg se haya oculta debajo del agua. En sus pinturas Vinck sólo muestra algunas evidencias, retrata las pocas fotografías y cartas que se conservan de la “Jira, de Machiques a Detroit”. Pero no narra la aventura acometida por José Domingo Márquez, «Mingo», José Joaquín Rojas y Régulo Díaz “Kurivinda”, ni menciona en sus pinturas a los venezolanos que cruzan a diario el tapón del Darién para alcanzar la ilusión de un bienestar. Vinck confía en que su evocación del pasado hará que el espectador “complete la figura de la historia”. Al igual que Benjamin, sabe que: “La verdadera imagen del pasado pasa súbitamente. Sólo en la imagen, que relampaguea de una vez para siempre en el instante de su cognoscibilidad, se deja fijar el pasado (…)   (y) corre el riesgo de desvanecerse para cada presente que no se reconozca en ella”9. Vinck intuye que su labor como artista es reconocer esa chispa y fijarla en sus pinturas para crear un rayo que no cese, como el relámpago del Catatumbo zuliano.

***

Notas:

1. Series de pinturas como ALT. Historia no Oficial de la Aviación Latina, Capítulos 1-2 (2015-2020), Transamérica Venezuela (2015-2017), UEELVDPV (2016), Pradera de San Isidro a Barrio Goya Cabeza (2022), y pradera de San Isidro (2023) entre otras dan fe del constante interés que Vinck otorga al tema del viaje, que incluye desde travesías aéreas hasta un paseo imaginario de la cabeza del monumento a Goya desde la pradera de San Isidro hasta el barrio que lleva el nombre del artista en Madrid.

2. Walter Benjamin, MS. 473. En Reyes Mate, Medianoche en la historia. Comentarios a las tesis de Walter Benjamin «Sobre el concepto de historia». Madrid: Trotta, 2009, p. 316.

3. Regulo Díaz, «Kuruvinda» , escritor y pintor y cronista oral de Maracaibo, fue quien propuso designar el trayecto «jira», con jota en vez de ge, alegando que el vocablo tradicional define a un viaje que regresa a su origen tras llegar a destino. (Gustavo Ocando Alex, El increíble viaje de tres venezolanos que se abrieron paso a hacha y machete desde la selva de su país hasta Estados Unidos en 1948. BBC Mundo, 14 diciembre 2017)

4. Así los llama Kurivinda.  Régulo S. Díaz, “El camino de los Grandes Lagos: Odisea realizada por tres ilusos venezolanos”.  Maracaibo, Tipografía “Unión”, 1985.

5. Henry Ford muere el 7 de abril de 1947, mientras ellos están apenas comenzando la travesía, pero esperaban entrevistarse con su nieto Henry Ford II, quien se convirtió en sucesor del magnate.

6. Régulo S. Díaz, 1985, p. 97.

7. Derek Walcott, El Caribe ¿Cultura o mimetismo?, Revista Iberoamericana, Vol. LXXXII, Núms. 255-256, abril-septiembre 2016, p. 291.

8. Víctor Hugo Márquez, hijo de José Domingo Márquez, Mingo. Citado en Gustavo Ocando Alex, 2017.

9. Walter Benjamin, “Tesis de filosofía de la historia”, Angelus Novus, trad. H.A.Murena, Barcelona, Edhasa, 1971, p. 79.


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