Diario Literario

Diario literario 2024, abril (parte II): Brillo y arrogancia, Cavafis, Dvorák, “Amorgós”

13/04/2024

La Acrópolis, Atenas. Fotografía de Julien MANGEZ | Flickr

Atenas, miércoles 3 de abril de 2024

Brillo y arrogancia

Desde la terraza del restaurant, la visión de la Acrópolis iluminada en medio de la noche ateniense, la más clara de las noches. Primera experiencia con este paisaje urbano. No es menos, lo contrario, de lo que comentaba a mis alumnos de historia del arte en la Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena”. Desde esta distancia, la Acrópolis es un concepto. Una expresión, como el teatro, la filosofía, la historia, del síndrome de superioridad de los griegos. Se creían mejores que resto de los humanos. Por encima de la ciudadela sólo el Olimpo. El problema es que era verdad. Y esto definió el destino trágico de la más brillante realización del humanismo. No más de siglo y medio debe haber durado la edad de oro de Grecia. El triunfo sobre los persas fue el comienzo del fin. Después sería la desastrosa Guerra del Peloponeso y la caída. La lengua que inventó la palabra hibris para designar la peor de las transgresiones, acabaría siendo víctima de ese exceso. Antes de la mitad de mi ajustado vino de los viñedos alejandrinos de Macedonia, todo se me aclaró por primera vez después de sesenta años considerando el tema. Los griegos no supieron enfrentar el peligroso síndrome. Fue la arrogancia, y no la superioridad militar de los espartanos, lo que hundió en el abismo a la más brillante expresión del hombre occidental. Apenas dos muestras: primero la orgullosa oración de Pericles. Segunda, la insoportable conducta colonialista de los atenienses en la disputa con los melios. En uno de los más reveladores episodios de Historia de la guerra del Peloponeso, según Tucídides, general ateniense y el más contemporáneo de los historiadores griegos. Este es un fragmento del diálogo entre los invasores dóricos y los sitiados melios:

 

MELIOS. ¿Cómo puede para nosotros ser mejor ser esclavos de ustedes?

ATENIENSES: Porque es preferible ser esclavos que sufrir todos los males y daños que les puede ocasionar la guerra. Y para nosotros porque es mejor gobernarlos y tenerlos por esclavos que matarlos y destruirlos.

MELIOS: ¿Y no les parece bien tener que mantenernos neutrales, sin unirnos ni a una parte ni a la otra, y que quedemos como amigos en lugar de enemigos?

 

Esto fue lo que ocurrió después del “terrible diálogo” (Nietzsche) tal como lo consigna Tucídides: “Los sitiados…se entregaron a merced de los atenienses, los cuales mandaron a ejecutar a todos los melios adultos y jóvenes mayores de catorce años, y los niños y mujeres fueron vendidos como esclavos”.

El Partenón. Fotografía de Frank Dürr | Flickr

Atenas, jueves 4 de abril de 2024

Razon y religión

En la mañana, ascenso a la Acrópolis por el costado sur. En el ascenso, los restos de templo de Asclepio, donde ejercía su función de curador. Una especie de consultorio familiar donde su esposa y sus hijas, Higea y Panacaea, también pasaban consulta. Todavía, en medio de las ruinas, se ven los lugares donde los pacientes podían dormir y soñar, la esencia de la terapia asclepiana. La arquitectura es la más propicia, limpia y luminosa, y todavía abierta al susurro de los dioses patronos de la profesión. Un poco más allá, el teatro de Dioniso, donde se siente, después de dos mil quinientos años, la esencia religiosa de la tragedia. Un anfiteatro típico helénico, con su escena amplia y sus gradas, donde buena parte de la población adulta de Atenas podía asistir al espectáculo. Es el lugar donde se representaron las primeras producciones de la tragedia ática. Seguramente la Orestíada y todas las de Sófocles. Alto drama y religión fue otro invento griego. No es obvio un teatro al lado de la San Pedro. Y, en Londres, San Pablo estaba separada de los escenarios por las procelosas aguas del Támesis. No tienen teatro los musulmanes, ni los hay al lado del muro de los lamentos. En su origen, la tragedia era el equivalente de la misa cristiana. Y ninguna ubicación más adecuada para este anfiteatro que al lado del templo de Asclepio y debajo de los lugares ofrecidos a Atenea en lo alto de la montaña.

El Partenón es la nave que Pericles construyó a la razón. La única pasajera era Atenea, patrona de la ciudad después de acabar con las aspiraciones de Poseidón. Demasiado temperamental, incapaz de controlar sus emociones, el señor de los mares para el cargo. La nave de Fidias es la racionalidad absoluta. La razón en sí misma, una abstracción, no el instrumento en el que la razón degeneraría a mediados de siglo veinte. Nada fue dejado al azar en el diseño y construcción del imponente navío. Es la manifestación absoluta de las capacidades del ser humano. Nada tan perfecto. La reunión absoluta de la inteligencia y la espiritualidad. En el friso oeste, Fidias esculpió en blanquísimo mármol, la coreografía del triunfo de Atenea sobre Poseidón.  Nada en la escultura posterior se acerca a estos conjuntos en su terrible belleza. Todo forma parte del culto a la razón representado por la hija de Zeus. Todavía, en los templos de Agrigento, se puede sentir que eran lugares de culto a los inmortales. En Atenas, la razón es el último culto. Atenas es la metáfora de esta convicción. Una belleza asombrosa, inexplicable y, sin embargo, cercana. Lo que no puede decirse de las Puertas de Babilonia o el Panteón romano, que los vemos allá, al otro lado, ajenos. Me identifico con el Partenón como lo hago con la poesía de Machado. Sé que formo parte de eso, que me habla y lo entiendo. No puede decir los mismo de las grandes catedrales gótica y mucho menos de San Pedro en el Vaticano. He convivido demasiado con la locura de tantos seres queridos. Mi vida ha sido un combate diario, como el de Atenea con Poseidón mutatis mutandi, para no sucumbir a los desórdenes mentales. A nada, sino a la muerte, he temido tanto como a la locura. Palabras como lobotomía, electroshocks, manicomios, sanatorios, convulsiones, epilepsia, esquizofrenia, locura, ingresaron a mi vocabulario demasiado temprano en la vida. Después, se enriquecería con nuevos términos igualmente terribles, depresión, psicosis, antipsicóticos, antidepresivos. Contemplando la nave de Pericles me siento seguro. La razón es grande, en su cubierta y en sus camarotes cabemos todos. Es veloz, con todo su velamen de mármol desplegado. Me siento seguro. Siento que hemos dejado atrás para siempre la amenazante “Ship of the fools”. Respiro una sana paz, mis golpeados pulmones se alegran con el viento salado que llega de la Creta de Minos. Por primera vez en mi vida me siento a salvo del barco demente y su pasaje trastornado. Que no permita el hado que me baje nunca de este esbelto navío con sus ocho órdenes dóricos de frente y diecisiete (el doble de ocho más uno) de lado, como se admira apenas atravesamos el inquietante propileo. Pericles y Fidias conocían el lado oscuro de la razón. Como Janus, el Partenón tiene dos fachadas, por si acaso.

Cabalgata, frizo sur del Partenón. Fotografía de Jastrow | Wikimedia

Los frisos del Partenón

No son muchas las experiencias estéticas con una intensidad parecida a la de los frisos del Partenón. El Valle de los Templos de Agrigento es una. El Panteón de Adriano otra. Para algunos, el Antro de la Sibila en Cumas. El Palacio de Minos para todos los que lo han visitado. La Sixtina, probablemente.  O  la Villa dei Misteri. La primera vez que estuve en Londres, en el distante 1979, lo hice por dos razones: visitar un querido amigo y contemplar los frisos robados del Partenón. Le había hablado de ellos, con todos los honores, a mis alumnos, pero nunca pensé que pudieran ser tan extraordinarios. No era obra de hombres aquel despliegue de mármoles en movimiento. Una danza que sentí más cerca de los coros trágicos que de todas las esculturas conocidas. Una sola de las piezas justificaría la civilización griega, mas eran muchas, decenas de ellas, que se relacionaban, se complementaban con una precisión y elegancia propia de las coreografías de Ashton. No obstante, algo había de incómodo en aquel despliegue de la más alta belleza alcanzada por el ser humano. Como cuando cargamos un sombrero ajeno y todos nos felicitan por la acertada adquisición. No era obvio aquel espectáculo en aquel lugar, después de haber caminado toda la mañana por Bloomsbury en busca de Virginia Woolf. Pensé enseguida en Dionisio descuartizado por los gigantes o, antes que él, al gran Osiris desmembrado para desespero de Isis. Los dos mitomas terminan con la restauración de la totalidad extraviada. En Londres de 1979, como ahora, la cabeza, que son los frisos, separada de su cuerpo, que es el Partenón, tiñe con espesas sombras la experiencia epifánica de admirar por primera vez la blanca coreografía de Fidias desplegada, en toda su ilegalidad en esa cueva de Ali Babá que es el British Museum.

Agathi Dimitrouka. Fotografía de pen-greece.org

Atenas, viernes 5 de abril de 2024

Agathi 

Agathi Dimitrouka es una de las personalidades más activas de la actual poesía griega. Ha publicado varios libros y colaborado con compositores tan notables como Teodorakis o Hadjadaki. Me la encuentro en el café de mi hotel con vista al templo Olimpeion, me ofrece la reciente traducción al castellano de su poemario Laureles de silencio. Pertenece a una generación desengañada ante el fracaso de las reiteradas oportunidades de cambio de la sociedad griega contemporánea. Este es uno de los textos del libro en la versión de Freddy Yezed (Editorial Abisinia. BsAs 2023):

 

Sombras calladas
se inclinan hacia la tierra,
árboles suspendidos
sin tener ni una raíz en la vida.

Sombras que desean
ser amadas,
en luz y amor
florecer, resucitarse.

Pero la primavera tarda
y cuando aparezca
será turbia
igual que un país que envejece,
sin un niño dentro de los brazos.

Sombras mudas
se inclinan hacia la tierra,
árboles suspendidos
sin tener ni una raíz en la vida.

 

Su inquietante comentario después de una reciente gira por Latinoamérica que la llevó a Chile, Argentina y Venezuela: “En Europa hemos perdido la capacidad de soñar. Ustedes los latinoamericanos todavía pueden hacerlo”. Agathi estuvo trabajando hasta el colapso en una Antología de poesía Hispanoamérica que será publicada a finales de este año por la más importante de las editoriales griegas. El proyecto es el más interesante y original. Los poemas seleccionados tienen que ver, de alguna manera, con Grecia, la Antigua o la Moderna. Bolívar eres bello como un griego, es el título, tomado de la última línea del épico poema  Bolívar, escrito por el destacado pintor y poeta Nokos Engonópoulos (1907-1985) en 1942, cuando combatía como soldado contra las tropas de Mussolini.

Cavafis. Fotógrafo desconocido

Milán, sábado 6 de abril de 2024

Diario de Grecia

Nunca pensé que alguna vez tendría que acudir a la palabra “insignificante” para referirme a algo escrito por Cavafis. Uno de mis poetas más amados, con Machado, Rilke o Pound. Pero no encuentro otro término para a su Diario de Grecia, donde habla de su primer viaje a la “madre patria” en 1901. Lo inquietante no es que haya escrito algo banal, sino que haya pensado en su publicación. Cuando lo compré lo hice pensando que podría ser un compañero durante mi visita a Atenas. Por desgracia, no lo ha sido. Lo único que he encontrado digno de mención es su opinión sobre la Acrópolis: “Sublime, sublime”. Trece años después escribirá un magnífico poema en homenaje a la madre patria:

 

CAVAFIS

REGRESANDO DE GRECIA

Así que ya estamos llegando, Hermipo.
Pasado mañana, creo, dijo el capitán.
Al menos ya navegamos por nuestros mares,
Aguas de Chipre, de Siria, de Egipto,
Amadas aguas de la patria.
¿Porqué callas? Pregunta a tu corazón:
mientras alejábamos de Grecia
no te alegrabas tú también? ¿Vale la pena engañarse?
Esto, ciertamente, no sería digno de un griego.

Aceptemos la verdad al fin:
Nosotros también somos griegos, ¿si no qué?
Pero con las afinidades y emociones de Asia,
Afinidades y emociones
que al helenismo pueden resultar extrañas.

Hermipo, no es cosa de nosotros, filósofos,
Parecernos a algunos de nuestros reyezuelos
(recuerda cuánto nos reíamos de ellos
cuando acudían a nuestras lecciones),
esos, que bajo su notoria apariencia helenizada
y (¡nada menos!) macedónica,
mostraban algo de árabes,
algo de medos, sin poderlo reprimir;
y con qué divertidos artificios se esforzaban
los infelices para que no se les notara.

¡Ah, no es para nosotros este tipo de cosas!
No caemos en estas mezquindades nosotros los griegos.
La sangre de Sirio y de Egipto
que corre en nuestras venas que no sea motivo de vergüenza:
vamos a honrarla y sentirnos orgullosos de ella.

 

(Versión basada en la traducción de Juan Manuel Macías para Pre-textos)

 

Milán, lunes 8 de abril de 2024

Janacek & Dvorak en Beaune

Este año, por coincidencias inevitables, no pude asistir al Festival de Beethoven, organizado en Beaune, durante la primavera, por un grupo de instituciones y amigos de la música, entre los cuales los buenos amigos Nathalie Tollot-Beaut y Guillaume D’Angerville. Su Director Musical, el virtuoso surcoreano del cello Sung-Won Yan, tuvo la feliz idea de incluir en la programación, que rinde homenaje a Beethoven y sus contemporáneos, a algunos músicos contemporáneos. Como Olivier Messiaen, con su tremendo Cuarteto para el Fin de los Tiempos, escrito durante su reclusión en un campo de concentración nazi. Además, el maestro Yan hizo coincidir en Beaune a dos grandes compositores checoeslovacos, Leos Janácek y Antonin Dvorák, ambos conocidos por sus partituras sinfónicas y menos, y este es el mérito de Yan, por sus composiciones de cámara, para muchos lo mejor de ambos compositores. A Dvorák, por ejemplo, el cuarteto de cuerdas lo acompañó a lo largo de su carrera, y la evolución de su estilo puede conocerse escuchando su serie de dieciséis cuartetos.

Milán, martes 9 de abril de 2024

Dvorak op.81

Aprovecho esta tarde y fría, un micro invierno en medio de la avasallante primavera, para escuchar una de las piezas incluidas en el Festival Bethoven de Beaune 2024. Me refiero al Quinteto #2 para piano y cuarteto de cuerdas Op.81. He escogido la legendaria versión del Cuarteto Borodín con el oracular Sviatolav Richter. Existen otras versiones notables, como la Rubinstein con el Cuarteto Guarneri, pero ninguna, me parece, ha descifrado mejor la decadente melancolía de esta pieza escrita en 1887. El Cuarteto Borodín sabe de estas eslavas melancolías después de grabar la integral de cuartetos de Shistakovich. Richter, por su parte, es experto en melancolías, empezando por la suya. La de Dvorák es la del mítico Moldava pasando como un oscuro ángel por debajo del puente Karolo en las noches tempranas de invierno. Algo le hacía pensar al compositor que el futuro estaba en el Nuevo Mundo, y no en aquella carcomida Europa de su tiempo, mal preparada, ilusa y obtusa, para el perverso siglo XX que les esperaba. El segundo movimiento del Op.81, “Andante con motto” es una versión particular de aires populares de Bohemia, aquella tierra indescifrable preferida por el misterio gitano. Los primeros compases tienen un ritmo encantatorio y fascinante. Me hace recordar otro cuarteto de cuerdas, “La muerte y la doncella”, de Schubert incluido en el Festival Beethoven del 2023. Debe haber sido muy emocionante adentrarse en las callejuelas de Beaune después de escuchar esta obra maestra de la producción de Dvorak para cámara.

Nikos Gatsos. Fotografía de Gatsos Archive | Harvard Library

Milán, miércoles 10 de abril de 2024 

Nikos Gatsos: Amorgós

Aparte de su poemario, en nuestro encuentro en Atenas, Agathi Dimitrouka, me llevó la recién publicada edición de Amorgós, el celebrado poema de Nikos Gatsos (1911-1992), uno de los textos más notables de su generación que es la misma de Odyssa Elitis, entre otros. Agathi fue gran amiga y colaboradora de Gatsos, al punto de haber sido designada como albacea por el poeta. La poesía de Gatsos, y no es el único caso en Grecia, evoluciona en dos vertientes. La de la poesía escrita, de la cual Amorgós es su máxima expresión; y la poesía escrita pasa ser cantada con música de los máximos compositores de su país, entre los cuales Teodorakis es el más conocido. Vinculado desde temprano con el surrealismo, su expresión es generosa en imágenes inesperadas y luminosas. Estas son unas líneas de Amorgós:

 

Y no rías ni llores ni te alegres
No te amarres en vano los zapatos como si plantaras plátanos
No te vuelvas Destino
Porque no es el águila un cajón cerrado
No es lágrima de ciruelo ni sonrisa de nenúfar
Ni camiseta de paloma ni mandolina de sultán
ni tocado de seda para la testa de la ballena.
Es sierra marina que despedaza gaviotas
Es almohada de carpintero es reloj de mendigo
Es fuego en fragua que se burla de las esposas
De los popes y arrulla los lirios
Es parentela de turcos verbena de australianos
Es guarida de húngaros…

 

Amorgós es un poemario de apenas veinte y tantas páginas, publicado en 1943, cuando el poeta tenía treinta y dos años. Es toda su obra poética, con un par de textos escritos una decena de años después. No obstante, se trata de uno de los conjuntos más leídos e influyentes de la poesía griega contemporánea. No puede ser de otra manera con un poema que comienza con estas aladas palabras, escritas durante la guerra de su país contra el fascismo de Mussolini. Una suerte de aeda surrealista.

 

Con la patria amarrada a las velas y los remos colgados
del viento
los náufragos durmieron mansos como fieras muertas
entre las sábanas de las esponjas
los ojos de las algas sin embargo miran hacia hacia el mar
por si las trae de vuelta el viento del sur con las barcas
latinas recién pintadas
y un elefante perdido vale siempre más que dos pechos
temblorosos de muchacha
basta que al anhelo del véspero se enciendan en los
montes los tejados de las ermitas
que ondeen los pájaros en los mástiles del limonero…

 

Milán, jueves 11 de abril de 2024 

Nikos Gatsos

Gatsos, a falta de poesía original, más allá de las escasas páginas de Amorgós, se dedicó a la traducción. Uno de los escogidos fue García Lorca, del cual puso algunos de sus dramas en griego. Su admiración por el vate andaluz no se detiene, allí sin embargo. Uno de los contados textos que escribió después de Amorgós, son estos hermosos élegos al autor de Bernarda Alba. Lo incluyo en estas páginas en la respetable traducción de Vicente Fernández González, responsable de la versión íntegra de Amorgós de la cual reproduje ayer algunas líneas (Cátedra 2021):

 

ODA A FEDERICO GARCIA LORCA

No llegué a conocerte.
puede que te viera un día al amanecer
bajar del monte como un río
o mirar el mar
un anochecer de primavera bajo la luna fría
como el viento mira a un corazón dormido
puede que te viera pasar
como relámpago estival en los prados floridos
como una voz nostálgica vagando por los bosques
pequeño espejo que alumbraste
mi corazón cansado en tu noche de plata
como estrella lejana sumida en pensamientos
como el agua de los pozos cuando
duerme en silencio
raíz que lloras de alegría embalsamada en la tierra
hoja que brilla serena frente al día
sangre rubí que corres por el cuerpo de la primavera
nieve ¡cristal fundido en la vena de un sueño!

Ahora te he encontrado muerto
con unas hojas secas tirado en el suelo
a ti que no te bastaba la tierra que era el cielo tu nido
y era el sol tu estandarte desplegado en la cumbre
lágrima que quema el vello en tus jóvenes mejillas
ardiente estrella esmeralda en los ojos de un amor
granada mordisco amargo en herida del destino.

 

Que la poesía griega del siglo XX es una de las más interesantes de la tradición occidental no es un secreto. La Academia Sueca lo entendió a medias al reconocer a dos vates helenos con el Premio Nobel de Literatura: Yorgos Seferis y Odysséas Elýtis. Todos sabemos que eran cuatro, con Cavafis y Kazantzakis.


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