Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia

15/07/2023

Estatua de Alejandro Magno en Tesalónica. Fotografía de VisitThesaloniki.visit

Cuentan que Alejandro sentía una gran envidia de Aquiles, pues éste había tenido un poeta digno de cantar sus hazañas, nada menos que Homero. Ganas de quejarse, porque en toda la literatura griega no hay guerrero ni conquistador cuyas glorias y hazañas hayan sido más cantadas que Alejandro Magno. Es más, Aquiles tuvo que esperar más de cuatrocientos años, si es verdad que la Guerra de Troya se libró hacia el año 1200 a.C. y Homero vivió entre los siglos VIII y VII a.C. En cambio Alejandro tuvo quien contara su vida y hazañas aún vivo. Calístenes de Olinto, discípulo y sobrino de Aristóteles, fue su biógrafo personal y murió incluso antes que él, caído en desgracia por sus críticas a la orientalización de las costumbres del rey macedonio. Sin embargo, los abundantes materiales que recopiló fueron reunidos en diez volúmenes y fueron base para lo que después se llamó El romance de Alejandro, conjunto de leyendas muy populares durante la Edad Media. Onesícrito de Astipalea, que fue discípulo de Diógenes el Cínico y acompañó a Alejandro en sus expediciones, escribió también un texto titulado Cómo fue educado Alejandro, sin duda inspirado en la Ciropedia de Jenofonte. Cares de Mitilene, que perteneció a su corte, también escribió una Historia de Alejandro en diez libros. Nearco, que fue su consejero y después miembro de la caballería élite de su ejército y almirante de la flota real, pilotó la expedición entre la desembocadura del Éufrates y el océano Índico, y exploró el Golfo Pérsico dejando el relato de su periplo. Apenas veinte años después de su muerte, Clitarco de Alejandría, que permaneció largo tiempo en la corte de Ptolomeo I, escribió una Historia de Alejandro Magno, como asimismo Anaxímenes de Lampsaco, discípulo de Diógenes el Cínico como Onesícrito, que también fue maestro del rey macedonio y lo acompañó en la campaña de Persia. Igualmente diremos de Aristóbulo de Casandrea, que lo siguió como arquitecto e ingeniero militar, e hizo un informe geográfico y etnográfico de sus conquistas. No eran Homero, es verdad, pero todos fueron sus contemporáneos y escribieron, de manera más o menos verídica, sobre él.

No creamos que la fascinación por Alejandro se agotó con su época. También los romanos escribieron sobre él. Diodoro de Sicilia le dedicó el libro XVIII de su Historia Universal y Quinto Curcio escribió unas Historiae Alexandri Magni Macedonis. Incluso Plutarco, nada menos, le dedicó una de sus Vidas. Y Arriano, ya en el siglo II, escribió una Anábasis de Alejandro, obviamente también bajo el influjo de Jenofonte. Sin embargo, ninguna de estas biografías, de indiscutible valor histórico, tuvo el impacto y la influencia que tuvo una narración titulada Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, escrito por alguien que, a falta de datos más precisos, llamamos Pseudo Calístenes. Su narración está lejos de fundamentarse en fuentes históricas serias, y el autor prefirió colorear la biografía del macedonio con noticias fantasiosas, de muy dudosa veracidad, que mitifican la imagen de Alejandro llevándola del terreno de la historia al mucho más seductor de la fábula y el relato de aventuras.

Creemos que el relato fue escrito en el siglo III d.C. por cierto autor grecoegipcio residente de Alejandría, la ciudad fundada por el rey macedonio en el año 331 a.C. Esto explica su admiración por el mítico fundador de su ciudad, el último gran héroe del helenismo. De resto, a no ser por las informaciones que el autor ofrece sobre su región, solo podemos colegir que se trata de un escritor bastante mediocre, tanto por su estilo tosco y poco elegante como por la pobreza y los errores en los datos que maneja. Un escritor mediocre, pero eso sí, con una gran imaginación, que escribió para un público poco exigente aunque ávido de historias fabulosas. Le llamamos Pseudo Calístenes porque en el siglo XII el erudito bizantino Juan Tzetzes atribuyó su texto a Calístenes, el malogrado biógrafo sobrino de Aristóteles del que ya hemos hablado. La conjetura será sin embargo desechada con el tiempo.

El relato está organizado en tres libros: en el primero se narran el nacimiento y la infancia de Alejandro, sus primeras victorias, la conquista de Egipto, la fundación de Alejandría, su visita al oasis de Amón y la destrucción de Tebas. El segundo comienza con el sometimiento de Atenas y Esparta, y sigue con la conquista de Persia y la muerte de Darío, la célebre escena en que Alejandro llora la muerte de su enemigo. Cierra el libro una carta del conquistador a su madre Olimpíade, donde le cuenta las maravillas de la India. El tercer libro es quizás el más fantástico de todos. Allí se cuenta la guerra de Alejandro con el rey indio Poro, el combate singular entre ambos reyes, la fascinación del macedonio por los elefantes y su encuentro con los brahamanes, los gimnosofistas (filósofos desnudos) y las amazonas, así como otras estampas maravillosas de la India contadas en una carta dirigida a su maestro Aristóteles. El libro termina con la agonía y muerte de Alejandro en Babilonia.

Es muy posible que Pseudo Calístenes haya tenido a la mano las abundantes fuentes que daban noticias sobre Alejandro. Sin embargo, prefirió combinar elementos míticos y fantásticos, algunos sacados del imaginario popular y convenientemente dramatizados y llevados al extremo de la truculencia. Estos ingredientes formaban parte de una receta capaz de asegurar el éxito entre sus lectores. Los viajes a lugares lejanos y exóticos, los monstruos y maravillas, los disfraces y cambios de identidad, los reconocimientos, las truculencias y malentendidos, las oscuras premoniciones, todo formaba parte de una melodramática sensibilidad helenística que encuentra expresión en la llamada comedia media ateniense y en las primeras novelas griegas. A Alejandro lo hace hijo del faraón y mago Nectanebo, quien, llegado a Macedonia, penetra en el lecho de la reina Olimpíade disfrazado del dios Amón. Sin duda el episodio tuvo que haber hecho las delicias de los lectores alejandrinos. Por lo demás, el cuento debió recordar el origen de Heracles engendrado por Zeus, quien disfrazado de Anfitrión se introdujo en los aposentos de la reina Alcmena. 

La carta sobre las maravillas y aventuras de la India está poblada de monstruos y prodigios, y tiene su más remoto precedente en los viejos relatos de viajeros como Ctesias y el mismo Herodoto. La expedición de Alejandro por la tierra de las tinieblas, la bajada al fondo del océano y la subida al cielo, el camino al paraíso amurallado son motivos del relato fabuloso que serán parodiados por Luciano de Samosata en sus Historias verdaderas. Una tradición que aún puede rastrearse en historias como Star Treck y otros cuentos siderales. El diálogo de Alejandro con los brahamanes y los gimnosofistas no deja de tener resonancias cínicas, y remite directamente al viejo motivo del diálogo entre el sabio asceta y el guerrero, el hombre de espíritu y el hombre de poder. Finalmente, la muerte del héroe es vaticinada por augurios siniestros que le previenen de dirigirse a Babilonia. Alejandro muere envenenado por su general Antípatro, uno de los diádocos (“sucesores”), que quieren quedarse con todo el imperio. Víctima de una criminal traición, su cadáver será sustraído por Ptolomeo, quien lo lleva a Alejandría para construirle un mausoleo digno de él. Si la fábula y el drama convienen en la construcción mitológica del personaje, el relato consolida la relación entre el conquistador y su ciudad, Alejandría, que fundó y donde reposarán sus huesos. Aquí el encanto de esta biografía novelada.

La Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia conoció de inmediato una inusitada popularidad, convirtiéndose en algo así como un best seller de la época. Ningún libro fue más traducido durante la Edad Media, a unas treinta lenguas, salvo la Biblia, y su influencia está presente en la literatura clásica persa. La verdad, ningún relato antiguo gozó de tal fortuna, al punto de que se le fueron añadiendo nuevos episodios y se transmitió en diferentes versiones. El manuscrito más conocido, la llamada versión B, se escribió en Bizancio en el siglo V, pero ya se había traducido al latín hacia el año 320 de manera bastante libre, es verdad, por un tal Julio Valerio Polemio, con el título de Res Gestae Alexandri Magni. Valerio Polemio había sido militar y escritor, y tal vez llegó a vivir en Alejandría. Al siglo V se remontan asimismo las traducciones al armenio, al persa, al sirio y al árabe. A fines del siglo X se hizo una nueva traducción al latín, titulada De proeliis (“Acerca de las batallas”) y firmada por el arcipreste León de Nápoles. El De proeliis será la base de la mayoría de las versiones que se hagan en lenguas europeas durante la Edad Media, empezando por el Roman d’Alexandre del francés Alberic de Besançon hacia el 1120, y la versión de Alexandre de Bernai, del mismo nombre, del año 1175. Estas versiones sirvieron a su vez de base para el Libro de Alexandre, compuesto a comienzos del siglo XIII y considerado como una obra maestra del mester de clerecía (“Mester traigo fermoso…”).

En lo que a nosotros respecta, no cabe duda de que la Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia representa un momento fundacional del mito del conquistador, del héroe, del caudillo, del predestinado. El “hombre fuerte”, mitad realidad, mitad fábula, capaz de llegar a los bordes mismos de la ecúmene transgrediendo los límites de lo humano, venciendo a monstruos y criaturas maravillosas y superando los obstáculos más inverosímiles, con el solo impulso de imponer su voluntad. Un mito que cruzó el Atlántico encarnado en el conquistador español y que todavía anda tan campante por nuestras tierras. 


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