Fútbol

Venezuela vs. Argentina: Yeferson Soteldo no basta ante tanta adversidad

Fotografía de Edilzon Gamez | POOL | AFP

03/09/2021

Antes que un partido de fútbol, el primer tiempo pareció una telenovela. Venezuela comenzó sosteniendo el pulso a Argentina. Procuró ocupar el medio campo e intentó atacar por las bandas. El plan era claro: la Vinotinto no iba a presionar la salida de Argentina pero tampoco se iba a empotrar contra su arco. Entonces, comenzaron a pasar cosas en el Estadio Olímpico de Caracas durante la noche del 2 de septiembre de 2021.

La transmisión se cayó a los pocos minutos de haber comenzado el juego. Si no se hubiera habilitado el ingreso de público, sólo los jugadores y cuerpos técnicos se habrían enterado de cuanto ocurrió durante los cuatro minutos en los que en ningún lugar del mundo se vio el juego entre Venezuela y Argentina. La señal volvió. El marcador seguía 0 a 0. Un alivio. Pero poco a poco el plan de Venezuela se fue trastocando. Su ataque dependió aún más de individualidades que no alcanzan. No es la primera vez que este grupo de futbolistas tiene dificultades para asociarse. Uno de los pendientes de la dirección técnica de la selección, desde hace años, es estar a la altura del talento que los jugadores sí tienen para potenciarlo.

El visitante empezó a sentirse como en casa. Argentina, con Lionel Messi a la cabeza, tiene en Ángel Di María a su propio termómetro: si “el fideo” tiene un buen día, el ataque argentino suele generar ocasiones. Aunque no tuvo un día brillante, sí fue constante. Eso fue suficiente para instalar la sensación de que en cualquier momento podría llegar un gol. Antes de eso, ocurrió otro de esos hechos que hicieron del primer tiempo una telenovela: José Manuel “Sema” Velázquez se lesionó solo.

Di María corrió hacia el arco de Wuilker Fariñez y la pasó mal a Lautaro Martínez, luego de la caída de “Sema”. La transmisión, ya estable, mostró la acción durante la cual el venezolano se lesionó. Uno de sus pies pareció engancharse a la cancha. A veces queda la sensación de que Venezuela, incluso siendo local, tiene suerte de visitante.

Fotografía de Miguel Gutierrez | POOL | AFP

Instantes después de aquella lesión, Tomás Rincón también pareció sufrir por el estado del campo. Ese susto fue el presagio del hecho que cambió el resto del partido: Adrián Martínez ingresó por “Sema” y fue expulsado a los pocos minutos. Falta contra Messi a la media hora de juego. La acción fue tan violenta como injustificable: no representaba una jugada de peligro y la amarilla inicial pareció poca cosa. VAR mediante, el árbitro corrigió su decisión y echó de la cancha al defensor. Olé, el principal diario deportivo de Argentina, abrió su portal con el siguiente titular: “La criminal patada a Messi que pudo haberlo quebrado”.

No se descarta que alguno de los venezolanos que fue al Hotel Marriot para intentar ver a Messi se lamentara al verlo en el suelo; incluso quienes no fueron hasta allá para gritar “Meeessi… Meeessi…” también pudieron lamentarse. Es lo que sucede con jugadores que están más allá del bien y del mal: generan un interés que escapa a la nacionalidad de unos y otros.

El argentino no se rompió pero el partido sí. De la Venezuela que ocupó el mediocampo al comienzo no quedó ni el recuerdo. Los pases se hicieron aún más escasos y los ataques dejaron de producirse. Una transmisión en suspenso. Un lesionado. Un expulsado y, para cerrar ese capítulo, Lautaro Martínez anotó al final del primer tiempo. Hay personas que no viven durante una vida las circunstancias que atravesó Venezuela para llegar a este partido y durante ese primer tiempo.

Desde entonces, no hubo competencia porque Venezuela no se repuso de tanto drama. El 1-3 final, con goles de Joaquín y Ángel Correa para Argentina, guarda relación con los antecedentes. Hace unas semanas, Venezuela tenía otro entrenador. El grupo de jugadores parecía cohesionado. La sociedad comenzaba a reconocerse en un equipo que hacía del esfuerzo su principal virtud. Entonces, José Peseiro renunció porque la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) no le había pagado más de diez meses de trabajo.

Fotografía de Miguel Gutierrez | POOL | AFP

La partida de Peseiro se suma a una historia reciente que no invita al fanático a ilusionarse. El descuido sanitario que derivó en el contagio por COVID-19 de la mitad de la selección antes de la Copa América. Las lesiones de varios jugadores importantes, como Salomón Rondón y Yangel Herrera, antes del torneo. La falta de partidos amistosos. Los malos resultados en el comienzo de la eliminatoria. Cuando esos saldos negativos parecían dejarse atrás, ya en la Copa América, a la Vinotinto le pasó lo mismo que a los clubes venezolanos cuando salen a competir por el continente: no aguantó el pulso en el día importante contra Perú, cuando debía ganar.

Más allá de tantos percances, quedó la sensación de que el grupo de futbolistas y el cuerpo técnico se integraron para llevar hasta el mejor puerto posible la situación. Desde el discurso de Peseiro no hubo excusas ni mensajes divisorios. Por el contrario, su honestidad en relación con decisiones y aspectos deportivos resultó sorprendente: ni César Farías ni Noel Sanvicente ni Rafael Dudamel ofrecían tanta claridad al hablar. A esto se suma la sospecha de que la sociedad también abrazó a ese puñado de jugadores que se opuso a todo cuanto pudo. Como si, de forma progresiva, Venezuela dejara de ser una selección más y se transformara, de nuevo, en La Vinotinto, el símbolo que integró a tantos.

Fotografía de Edilzon Gamez | POOL | AFP

¿Por qué conviene recordar esto? Porque parte del 1-3 del partido contra Argentina se explica desde esa espiral de circunstancias opuestas al rendimiento deportivo. Si la FVF, responsable de cuidar la marca Vinotinto no puede hacerlo, ¿cuál es el argumento deportivo que se ofrece al seguidor venezolano para que se acerque a su equipo, en vez de instalarse a buscar una foto de Messi? Lejos de la pasión nacionalista, no se encuentran muchas opciones y este partido no es muestra suficiente para estimar el trabajo de Leonardo Gónzalez, el técnico interino. ¿Cuánto se le puede reclamar a un cuerpo técnico luego de dos entrenamientos con el equipo completo? ¿Qué se puede exigir a un grupo de jugadores que venía trabajando una idea de juego y ahora intenta aplicar otra, también luego de un par de entrenamientos? Poco, más allá del compromiso. Y sin embargo, a veces sólo basta con intentarlo o, incluso, con atreverse aunque ya no tenga sentido, para generar un bonito recuerdo. Además de su buen rendimiento, lo anterior explica el gol a lo Panenka de Yeferson Soteldo.

Venezuela, como en los tiempos en los cuales era considerada la Cenicienta del fútbol sudamericano, ocupa el último lugar de la clasificación de las Eliminatorias al Mundial Qatar 2022. De esta jornada, le quedan aún dos partidos: contra Perú, el domingo, y ante Paraguay, el próximo jueves, para ver si comienza a salir del contexto dramático en el que parece estar entrampado el equipo. En esas circunstancias, lo sencillo es exigir respeto y apoyo izando banderas y dándose golpes en el pecho. Lo incómodo es revisar e intentar entender por qué, en vez de exigirlo, no se ha ganado.

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