Álbum de familia

Tomis

01/07/2022

Trinidad y Tobago, 1938 Autor desconocido ©Archivo Fotografía Urbana

Y llegué al puerto de Tomis,

a su musgoso atracadero

con trozos de amarres de otros barcos

que se lanzaron a la mar

más profunda que el color del espliego.

 

Eran años en los que deplorábamos

el hedor superlativo de las utopías.

 

Sobre el atracadero flotaba una niebla,

un alijo de incomprensibles discusiones.

 

A la cubierta de un barco:

subieron todos los miembros

de una compañía de ballet,

algunos músicos

como el compositor George S…

una pareja de pintores,

el futuro novelista con su familia

y muchos poetas que según

el Partido Comunista vivían

una existencia promiscua.

En la popa del buque

posaba un filósofo

cercano a un teólogo.

 

Estos lanzaron desde cubierta,

jirones de papel y servilletas

 

escritas con maldiciones:

 

eran extrañas anclas de temor

antes de surcar el mar

de  los desterrados.

 

Al final partieron:

 

¡Váyanse, señores! …

 

Y luego, las preguntas idiotas

que hacían los dueños de las tiendas

de ultramar.

 

Cuando llegué a Tomis

entraba un barco sin banderas.

El piloto degustaba un plato

de lentejas.

 

¡Qué alegría de ahogados!

 

Yo fui a Tomis

cuando ya todo había sucedido,

aunque podría decir:

que estos hechos siempre ocurrirán

una vez más.

 

Es por eso que la épica

de este poema

me da risa.

 

La pequeña ciudad portuaria

era una caja con despojos

 

y una herrumbre tan verde

en ventanas y balcones.

 

Aunque alguien aseguró que

 

los que habían emigrado

lo hicieron también

 

pensando en la posible sabiduría del regreso.


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