Jesús María Casal: “Todos debemos ser parte de esta definición histórica que puede ser este 28 de julio”
por Hugo Prieto
Jesús María Casal retratado por Alfredo Lasry | RMTF
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No una sino muchas cosas insólitas hemos visto y oído durante los dos últimos meses. Mientras el 28 de julio se acerca como el día D de la historia de Venezuela, la incertidumbre y el miedo crecen como el zumbido de un avispero a punto de estallar. Todo es nerviosismo y las redes sociales son el diapasón que aumenta el volumen de la crisis política, en la que se encuentra Venezuela desde hace 25 años.
En esta ocasión, contra viento y marea, los principales factores de oposición se aferran a las urnas para reconstruir el país, mediante la voluntad popular. El chavismo promete más transformaciones y la palabra cambio también es parte de su mensaje electoral. No ha prevalecido la sensatez, ni el sentido común, sólo hay un diálogo de sordos.
Jesús María Casal*, quien capitaneó el barco de la primaria hasta llegar a buen puerto, rescata el marco constitucional como punto de partida para llegar a los acuerdos, a los consensos, que tanto necesita el país. No será un proceso fácil, sino un camino con obstáculos, con estaciones intermedias, con retrocesos para volver a redefinir los consensos y avanzar. Si las urnas arrojan la voluntad de un cambio político, debería respetarse el resultado de las elecciones del domingo próximo 28 de julio. Y en esa tarea, la Fuerza Armada juega un papel fundamental.
Después de la elección primaria, ¿cómo ve el 28 de julio, aunque no sea hasta el final?
Veo con buenos ojos este proceso, en el sentido de que se ha logrado motivar a los ciudadanos para la ruta electoral, para la participación política. La primaria ayudó, en parte, a despertar a una ciudadanía que estaba desencantada, desesperanzada, al momento en que a nosotros nos designaron en la Comisión Nacional de Primarias, sin vislumbrar rutas para solucionar los graves problemas de Venezuela. Se consolidó un liderazgo político. Y, sobre todo, para nosotros, lo más importante era rescatar esa ruta electoral, como una posibilidad para el cambio político. Hoy, a pocos días de las elecciones, los ciudadanos podrán expresar sus preferencias políticas.
Hay algo que es muy paradójico. Si uno ve las condiciones electorales en este momento advierte que son peores, incluso, a las que había en 2018 (las decisiones –tomadas por el TSJ, la CGR y el propio CNE– que han restringido y obstaculizado el voto) y, sin embargo, la ruta se mantiene, la gente dice, afirma y sostiene que va a ir a votar. ¿No es algo llamativo, curioso?
Hay que tomar en cuenta que las condiciones electorales de 2018 tenían que ver con unas precondiciones, entre otras, que un sector importante, mayoritario, de la oposición no iba a participar. Bajo esa premisa se define el proceso electoral de ese año. En aquel momento, hubo muchas críticas alrededor de la fijación de la fecha (una anticipación muy grande entre el día en que el Consejo Nacional Electoral toma la decisión de ir a elecciones presidenciales y el día de la votación). Este precedente se repite para este proceso (2024). Sin embargo, —y ahí radica la diferencia— en este momento nos encontramos con una oposición unificada, en la cual seguramente puede haber distintas visiones sobre el significado del voto o el significado del 28 de julio. Pero al final, son actores políticos unificados en la ruta electoral, lo que, a su vez, ha dado lugar a una respuesta diferente desde la institucionalidad.
Otra cosa que llama la atención es que la oposición, como diría un político, está conteste con la ruta electoral, pero en caso de que se produzca el cambio político, vamos a manejar esa hipótesis, esa confluencia ideológica y de posiciones distintas, que difícilmente podrían llamarse una coalición, ¿va a funcionar después del 28 de julio?
No será fácil. Pero lo primero va a ser la valoración de esa decisión que tomemos los ciudadanos. Si esa voluntad es el cambio de gobierno y la alternancia en la presidencia de la república, que puede tener un significado histórico, pienso que allí toda la dirigencia política tendrá que estar a la altura de la circunstancia y la voluntad que hayan expresado los electores. No es un momento normal en la política. Es un momento en el cual tienen que sumarse todos los esfuerzos para levantar al país, para sacar a Venezuela de la situación de postración en la que ha sido colocada. Sumar todas las voluntades, todos los talentos dentro del mundo opositor, lo cual puede incluir a fuerzas externas a la alianza que se ha creado alrededor de la candidatura de Edmundo González. Y también a personas que pertenecen al sector gubernamental. Llegar a los acuerdos más amplios posibles para reconstruir a Venezuela. Que prevalezca esa actitud, esa conducta, que va más allá de la competencia ordinaria entre los partidos políticos. Que se posponga cualquier elemento de ambición personal o de querer desarrollar una agenda partidista homogénea.
La gran electora es María Corina Machado, ¿para qué nos vamos a engañar? Y si bien ella ha moderado su discurso, otra cosa es tomar decisiones políticas. ¿La ve comprometida con esa actitud, con esa conducta que acaba de describir?
Hay que ver esto en términos de procesos, porque los procesos van alimentando las posiciones de los actores políticos al tiempo que los propios actores van configurando esos procesos. Aquí nosotros hemos tenido un proceso de primaria, que ya tenía un significado desde el punto de vista de las instituciones de la democracia. Es decir, ya eso implicaba asumir una ruta donde tú te ibas a encontrar en el camino y en algún momento a un Consejo Nacional Electoral y a otros elementos de la institucionalidad (el Plan República, por ejemplo), eso está allí. Ahora, lo que el pueblo va a decidir, el 28 de julio, también es parte de ese proceso, que va aglutinando a todos los actores. Lo que implica llegar a acuerdos, lo que implica transacciones, poniendo siempre por encima los intereses de Venezuela. En ese sentido, se han tomado decisiones que explican que esté Edmundo González como candidato, que, sin duda, es un factor fundamental en todo esto. Hay una Plataforma Unitaria. Hay un liderazgo de María Corina Machado. En definitiva, hay que considerar aquí todos esos liderazgos, todos esos factores de poder.
Ciertamente era una pregunta para María Corina Machado. Me quedó claro. Vayamos a otro punto. El paréntesis que se ha abierto entre el día de la elección presidencial (28 de julio) y la toma de posesión (10 de enero) podría servir para muchas cosas. Puede servir para que los factores de oposición se unifiquen en torno a qué políticas van a llevar adelante, puede servir para que se negocie una transición muy distinta a la que conocimos en la era democrática. No para que se designen comisiones de enlace entre autoridades entrantes y salientes en los entes del gobierno, sino para una negociación política estrictamente, mucho más difícil. Entonces, la incertidumbre no se acaba el 28 de julio. ¿Cómo ve esos seis meses?
Efectivamente, el 28 es un paso muy importante para quienes creemos en la conveniencia de la alternancia en la presidencia de la república. Más allá de ese hecho, creo que hay una coincidencia entre todos los factores políticos sobre la conveniencia de abrir espacios a la participación más amplia de distintos sectores políticos en el poder. Incluso, en el gobierno, hay sectores que reconocen la importancia de que se produzcan cambios. Entonces le tocará al pueblo valorar las distintas ofertas. Pero tiene que escribirse, a partir del 29 de julio, una página nueva, en la cual vayamos más rápidamente hacia las soluciones efectivas de los grandes problemas que afectan a los venezolanos en sus condiciones de vida, en los aspectos económicos y sociales, y también en cuanto a la reconstrucción o recuperación institucional, en términos de Estado de Derecho y de respeto a los Derechos Humanos. Se abre, a partir de esa fecha, un período de grandes desafíos. Enormes desafíos. Inéditos.
Será algo inédito.
Sí, pero yo pienso que hay capacidades, en ambas partes, para enfrentar esa etapa, siempre que prevalezca la voluntad de buscar soluciones a los problemas del país. Ojalá eso hubiera comenzado antes y no sabemos, ahora que estamos hablando, si hay un canal donde eso esté funcionando. No lo sé. No me consta, pero ojalá fuera así, porque estoy entre quienes han venido planteando la conveniencia de que en la fase preelectoral se fueran estableciendo algunos fundamentos y garantías para todas las partes después del 28 de julio. Garantías que las hemos llamado del proceso democrático. Pero repito, sí creo que hay capacidades para enfrentar, para superar esos desafíos que van a ser gigantescos. De manera que pueda haber gobernabilidad democrática.
Recientemente, el señor Nicolás Maduro dijo que en Venezuela, con base en el poder que el chavismo ha acumulado en estos 25 años, podría ocurrir un Caracazo, un 4-f, un 27-N (posteriormente habló de “baño de sangre y guerra civil fratricida”). ¿No resulta insólito que quien dirige el Estado se plantee semejante hipótesis?
Durante estos meses hemos visto muchas cosas insólitas. Pero pienso que hay que rescatar aquello que vaya en la dirección correcta. En ese sentido, me parece que lo fundamental es promover una propuesta de paz para gestionar los asuntos que vienen. Es decir, un manejo pacífico de las diferencias. Antes, en el momento, y después de las elecciones. Es propio de la democracia que existan diferencias y esas diferencias deben manifestarse. Pero, al mismo tiempo, que seamos capaces de resolver esas diferencias pacíficamente, con respeto a los Derechos Humanos, sin medidas de represión y conduciendo, gracias al liderazgo, a soluciones que sean pacíficas.
Cuando leí esas declaraciones, lo primero que pensé es que un sector del chavismo podría darle un golpe a la lámpara.
Mira, lo que yo he observado es que todo indica que va a haber elecciones, que las elecciones se van a realizar el 28 de julio, que con las barreras y obstáculos que se han presentado, se va a realizar ese proceso electoral. Y lo fundamental allí, va a ser que se preserven las garantías básicas de un proceso electoral, que se respete la voluntad de los electores, que los electores puedan expresarse libremente. A todos los efectos, y en eso coinciden todos los analistas electorales, es necesaria una amplia participación. Que nadie se quede fuera de este proceso. Todos debemos ser parte de esta definición histórica que puede significar el 28 de julio. Por eso mi invitación a la concurrencia de todos los ciudadanos, con convicción, entusiasmo y tranquilidad. Allí están planteados desafíos también, pero esa es la arena en la que habrá de tomarse una definición.
Habló de la reconstrucción institucional del país. Tanto en el poder judicial como en el legislativo, por ejemplo, se requieren de acuerdos y canales institucionales. Necesitan decisiones políticas que, como ha reiterado, representan un desafío. El poder judicial en la etapa democrática era endeble, partidizado y cuestionado por la opinión pública. Bajo el chavismo se ha ido más allá. ¿Cómo se puede rescatar la institucionalidad del poder judicial?
Diría, en primer lugar, que el tema es necesario abordarlo integralmente. Porque las bases fundamentales para una reconstrucción institucional tienen que ser la creación y el aprovechamiento de espacios que, afortunadamente, están previstos en la Constitución. Hay que crear un ambiente adecuado, un clima favorable, para el fortalecimiento institucional dentro de un Estado de Derecho. Solo mediante un acuerdo marco, con cierta ambición, que de alguna manera está prefigurado en el memorándum de entendimiento de México, tú puedes ir a los ámbitos específicos. En un cronograma de transformación, el poder judicial tiene que estar allí, bajo la premisa de la independencia judicial y de los principios que ya están en la Constitución, como el ingreso a la carrera judicial por concurso público, por ejemplo. El ascenso con base en los méritos y la independencia de los jueces.
Nada de eso se ha hecho en estos 25 años.
Estamos hablando de los grandes retos que tenemos por delante. No se trataría de volver al pasado, sino de crear un poder judicial realmente independiente. Y que los actores políticos respeten el espacio del Estado de Derecho y de las instituciones del Estado. Esa es una garantía que, al final, es beneficiosa para todos.
Llegamos a un punto álgido. El tema de las Fuerzas Armadas. Otra institución fundamental en un país como Venezuela. Allí también hay grandes interrogantes, grandes desafíos y un camino, en mi opinión, que se encuentra minado. ¿Cómo abordar ese tema?
Afortunadamente, también allí hay un marco constitucional que nos ayuda. No podemos pretender imponer a la Fuerza Armada un determinado proyecto, o tarea o función que creamos que, en medio de esta coyuntura, ella deba cumplir. No. Tenemos que hablarle con el lenguaje de la Constitución. Aunque en este momento no se esté ciñendo claramente a ese lenguaje. La Constitución es muy clara y establece que la Fuerza Armada está al servicio de la Nación, no de ninguna parcialidad política. Dice, además, la Constitución, que debe actuar sin militancia política. Un papel fundamental de la Fuerza Armada, frente al 28 de julio, es que los ciudadanos puedan acceder pacíficamente a los centros electorales. Que no existan barreras por parte de grupos o colectivos que actúen al margen de la ley, para que los electores puedan llegar a sus centros de votación y puedan expresar libremente su voluntad. Y que las instituciones funcionen en el reconocimiento de la voluntad que expresen los electores.
¿Usted cree en los milagros?
Sí.
Se lo pregunto porque yo creo que, si Venezuela transita esta etapa en paz, sin venganzas, sin ajustes de cuentas, y construye una posibilidad de convivencia política, diría, entonces, que eso es un milagro.
Entendamos que ese proceso, en el cual los ciudadanos se expresan libremente y esa voluntad sea para el cambio político, va a ser respetado. Por lo tanto, que quienes hoy están en el poder, estén dispuestos a desarrollar los diálogos para que entre todos podamos construir una gobernabilidad. Entendamos que ese proceso no va a ser fácil, sino que se abren, a partir del 28 de julio, grandes retos, como lo hemos dicho, que van a exigir mucho más de nosotros. Va a ser, pienso yo, un proceso que sería gradual, con dificultades, con obstáculos, con rutas no siempre en línea recta, con estaciones intermedias, con retrocesos para poder construir consensos y luego seguir avanzando. No pensemos que va a ser un milagro, en el entendido de que será una solución mágica. De que todas las dificultades desaparecen y que el organismo político está totalmente sano. No, eso no va a ser así.
***
*Doctor en Derecho, Profesor de Derecho Constitucional, Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Ex Presidente de la Comisión Nacional de Primaria.
Hugo Prieto
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