Perspectivas

Rafael Arráiz Lucca: de Guaire a la biografía caraqueña

25/07/2023

Rafael Arráiz Lucca retratado por Federico Prieto

“…éramos muchachos urbanos, pues, que no entendíamos bien cómo era aquello de que la ciudad era sólo un infierno, cuando ese ‘infierno’ había sido, también, nuestro paraíso”.

Rafael Arráiz Lucca, Discurso de incorporación como Individuo de Número (2005)

“Nosotros pretendemos una historia panorámica, en la que no se hallará la exhaustividad puntual, pero sí la visión de conjunto, tan necesaria como escasa en nuestro tiempo, cuando la especificidad está a la orden del día”.

Rafael Arráiz Lucca, Caracas, historia de una ciudad (1567 a nuestros días) (2023)

1. Como una de las voces más resonantes del grupo Guaire, de inicios de la década de 1980, Rafael Arráiz Lucca ofreció en 2005, con ocasión de su incorporación como Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua, un testimonio del contexto y las búsquedas literarias de su grupo, las cualesrepresentaban las de la generación del país urbanizado:

“Los que integramos Guaire nacimos en Caracas en los últimos años de la década de los cincuenta o los primeros de la década de los sesenta. Ninguno había tenido la experiencia de la vida en el campo, ni había tenido el periplo que trazaron muchos de nuestros padres, quiero decir, el desplazamiento de un pequeño pueblo del interior a la metrópolis. Todos habíamos crecido en Caracas (…) éramos muchachos urbanos, pues, que no entendíamos bien cómo era aquello de que la ciudad era sólo un infierno, cuando ese ‘infierno’ había sido, también, nuestro paraíso. Nos buscábamos en nuestra literatura y, salvo excepciones, no nos hallábamos ni interpretados, ni retratados en aquellas lecturas desoladoras de la ciudad en donde habíamos crecido…”.

Mediante una producción sobre todo poética – género al que se refiere principalmente la visión negativa denunciada por Arráiz – los grupos Tráfico y Guaire acentuaron y diversificaron, entre 1981 y 1983, los motivos citadinos y metropolitanos de una generación que había nacido y crecido en el país urbanizado demográficamente. Partiendo de los famosos versos de Vicente Gerbasi en Mi padre el inmigrante (1945) – “Venimos de la noche, y hacia la noche vamos…” – Tráfico proclamó asimismo su cuño urbano: no solo a través de su nombre, sino también del segundo verso actualizado: “Venimos de la noche y hacia la calle vamos…”, el cual se convirtió en su lema, predicable en buena medida de otros grupos de los años ochenta.

2. Invocando las concepciones antitéticas de ciudad dentro de las tradiciones grecolatina y judeocristiana, Arráiz abogó por una posición alternativa frente a la supuesta tradición condenatoria de la ciudad en la literatura venezolana. Lo recordó también con relaciónal grupo Guaire, cuyo propósito literario era “darle voz a unos habitantes complejos de la ciudad, ni sufrientes de un infierno, ni propietarios de una arcadia…”, señaló en el mismo discurso de 2005. Pero tan significativo como ese alegato fue la puesta perspectiva del autor nacido en 1959, en ocasión de asumir como Individuo de Número de la AVL. Entonces resumió Rafael las altas expectativas que la Venezuela demográficamente urbanizada concitó en Guaire, y por extensión, entre las generaciones de clase media, crecidas en el último tercio del siglo XX:

“…Formamos un grupo en el que todos habíamos nacido aquí, cuando Caracas ya no era un pueblo grande, la televisión estaba encendida el día en que abrimos los ojos, y en las salas de cine se estrenaban películas todas las semanas. El día en que una nave norteamericana alunizó y un astronauta dio pasos de ganso sobre la superficie de la luna, éramos niños de siete u ocho años. Cuando Internet se popularizó, éramos jóvenes aún, como para poder afirmar en el futuro que ese avance insólito de la humanidad perteneció a nuestro tiempo. Cuando empezamos a escribir, ya era un hecho lo que hoy se ha profundizado todavía más en el planeta: la aventura del hombre sobre la tierra es netamente urbana. El campo es cultivable por pocos hombres y menos máquinas, y hemos pasado de la sociedad de la información a la del conocimiento, y la globalización ha hecho del mundo una aldea, reduciendo a casi nada el tiempo y la distancia…”.

Por contraste con ese aparente bienestar secular y urbano, Rafael reconoció allí mismo las sorpresas que para su generación vendrían con aquella noche conjurada por Tráfico, poniendo en perspectiva los vertiginosos cambios políticos de finales del siglo XX y comienzos del XXI:

“…El otro aspecto que nos identificaba, que tampoco hallábamos claramente expresado en nuestra literatura, era el hecho de que habíamos crecido en un país civil, que tejía la red de un sistema bipartidista, en el que los militares eran una suerte de episodio de otros tiempos, que creíamos que nunca volverían. Ustedes comprenderán, pues, que nuestras vidas han estado signadas por las sorpresas”.

Caracas, historia de una ciudad (1567 a nuestros días). 2023. Artesa

3. Esa entusiasta visión generacionalde la metrópoli secular se adentra hacia el pasado en el nuevo libro de Rafael Arráiz Lucca: Caracas, historia de una ciudad (1567 a nuestros días), publicado en 2023 por Artesa. Resulta abrumadora la producción del abogado por formación, con posgrados en historia, a lo largo de tres líneas de investigación por él mismo distinguidas: las historias literaria, empresarial y política. En estas y con frecuencia, la capital venezolana ha aparecido como ámbito de estudio o telón de fondo: desde su tesis de maestría sobre la Electricidad de Caracas, originalmente publicada en 2000 por las universidades Metropolitana y Católica Andrés Bello, donde Arráiz es profesor Titular; hasta Santiago de León de Caracas, 1567-2030 (2004), volumen colectivo editado con William Niño Araque, entre otros títulos.

A partir de esos antecedentes urbanos, este reciente volumen de Arráiz Lucca es una suerte de suma o biografía caraqueña, apoyada en una ingente recopilación de fuentes primarias – desde las crónicas hasta los censos – y bibliografía secundaria proveniente de diversos campos, de la política y economía a la arquitectura y el urbanismo.  Sin desmerecer de esta abundancia de estudios especializados y periódicos, bien resalta el autor, en un planteamiento historiográfico que compartimos:

“Debemos señalar que la bibliohemerografía caraqueña es abundantísima, (como lo prueba la aquí recogida), pero se cuenta con muy pocas historias generales o panorámicas de la capital de la República. Estudios sectoriales, parciales, epocales y puntuales, abundan. Nosotros pretendemos una historia panorámica, en la que no se hallará la exhaustividad puntual, pero sí la visión de conjunto, tan necesaria como escasa en nuestro tiempo, cuando la especificidad está a la orden del día”.

Para alcanzar esa visión de conjunto, el historiador distingue dos “períodos” vastísimos, subdivididos en capítulos donde se cruzan la periodización política y el aumento demográfico, con los cambios urbanos y estilísticos. El primer gran período corresponde a la “urbe colonial (1567-1811)”, arco de 244 años en los que el asentamiento precario pasó de 300 habitantes en 1574, a los 40.000 estimados por Alejandro de Humboldt en 1800. Tras la llegada del gobernador Juan de Pimentel en 1576, la capitalidad incipiente se fue consolidando con la mudanza a Caracas del obispo Juan López Agurto de la Mata, en 1637; y posteriormente con la creación de la Capitanía General de Venezuela, el 10 de septiembre de 1777, marco administrativo de la gesta independentista que daría lustre político a la ciudad diminuta.

El segundo gran período abarca la “urbe republicana (1811 a nuestros días)”, durante el cual se pasa de aquellos 40 mil habitantes de marras, a los más de tres millones estimados en 2011 por el Instituto Nacional de Estadística (INE) para los municipios Libertador, Sucre, Baruta, Chacao y El Hatillo; ello sin contar Guarenas y Guatire, los valles del Tuy y los Altos Mirandinos, cuyas poblaciones están, como sabemos, funcionalmente integradas a la gran Caracas. A lo largo de ese dilatado arco temporal de 213 años, Arráiz distingue etapas que, como se señaló, cruzan la periodización cronológica con la política, la arquitectural con la urbanística. De aquí resultan, además del ya clásico episodio guzmancista, la “Caracas finisecular (1888-1899)”, la “ciudad premoderna (1899-1935)”, “La Caracas moderna (1936-1979)”, la urbe “peatonal” aflorada con la renovación del metro, durante la década de 1980; hasta concluir con “La ciudad de los alcaldes (1990-2023) y los centros comerciales”.

4. Desde la perspectiva de la historia urbana en tanto campo disciplinar, una tarea tan ambiciosa como la acometida por Arráiz Lucca merece cierto encuadre y observaciones.Tras los clásicos antecedentes de finales del siglo XIX y comienzos del XX – Fustel de Coulanges, Max Weber, Henri Pirenne, entre los más resaltantes – quienes estudiaban la ciudad inserta todavía en procesos políticos, económicos y sociales de mayor alcance, la focalización de aquella comenzó, desde 1915, con autores provenientes de campos diversos, de la geografía  a la morfología urbana: Patrick Geddes, Marcel Poëte, Pierre Lavedan y Gaston Bardet, entre otros. Todos ejercieron gran influencia en el clásico de Lewis Mumford,  The City in History (1961), suerte de manifiesto humanista del campo en formación.

Después de esas aproximaciones generales y panorámicas, la profundización sobre estudios de casos como objetos de una vertiente historiográfica específica y académica, ocurrió al promediar la década de 1960. Papel fundamental en esa delimitación epistemológica desempeñaron obras comparativas como Victorian Cities (1963), de Asa Briggs, entre otros historiadores económicos y sociales ingleses como Jim Dyos y Anthony Sutcliffe. En el corpus de ese grupo pionero de la urban history británica, la focalización ocurrió cuando las variables propiamente urbanas – antes que políticas, sociales, económicas o culturales – fueron estudiadas en ese ámbito, a lo largo de procesos ocurrentes y periodizados allí mismo. Al menos ese es un rasgo clave que pude derivar de mis interacciones con el profesor Sutcliffe, tal como recogí en Entre libros de historia urbana. Para una historiografía de la ciudad y el urbanismo en América Latina (2008), resultante de mi investigación posdoctoral.

Más que estructurarse en términos de variables a lo largo de procesos, la obra de Arráiz Lucca – penetrada, comprensiblemente, por la periodización política de alcance nacional – resulta en parte, a mi juicio, de la cronología de sucesos e hitos, obras arquitectónicas y aumentos demográficos. Ello la hace más bien tributaria de otra vertiente – identificada asimismo por la historiografía internacional y recogida en Entre libros de historia urbana… – correspondiente a las llamadas “biografías” o “retratos” de ciudad, los cuales han tenido gran importancia en la constitución de los estudios urbanos desde finales del siglo XIX.

Sin querer pecar de taxativo, creo que esta nueva publicación de Arráiz Lucca se encuadra principalmente en esta tradición del retrato o la “biografía” caraqueña, porque abarca toda la historia de la ciudad, desde sus inicios hasta el presente. Y al hacer ese encuadre no dejo de reconocer que, sobre la base de su erudición como historiador, apelo a la entusiasta postura generacional de Rafael como urbanita, heredada desde su temprana afiliación al grupo Guaire.


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