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EL HAMBRe Y LOS días

Susana Raffalli: “La idea de que esta crisis la vamos a resolver con ayuda humanitaria es un mito”



Cifras viejas, indicadores inadecuados y un sistema de clasificación obsoleto solo sirven para enmascarar la situación nutricional. Estamos aplicando las directrices obsoletas establecidas por la OMS en 1997. No las de 2006.

El deslave de la economía ha colocado en el debate público temas como la magnitud de la desnutrición, la veracidad de las cifras que presenta el Gobierno en foros internacionales y la pertinencia o no de decretar una crisis humanitaria en Venezuela. Susana Raffalli, nutricionista especializada en gestión de la seguridad alimentaria, en emergencias humanitarias y riesgo de desastres, aborda estos temas y advierte que el país requiere con urgencia políticas públicas para atender lo que técnicamente denomina como un episodio de inseguridad alimentaria severa.

 

El informe que presentó el Gobierno en el Examen Periódico Universal (EPU) de octubre de 2016, señala: “La Sub Nutrición se encuentra al 2014 por debajo del 5% y la desnutrición en menores se ubicó en 3,4% en el 2013. Venezuela es el cuarto país con menor desnutrición infantil. En la actualidad la estatura del niño promedio venezolano es casi dos centímetros más que el niño de la década de los años noventa”. ¿Estos indicadores reflejan lo que está ocurriendo en el país?

 

El Gobierno se presentó con cifras viejas, indicadores inadecuados y un sistema de clasificación obsoleto porque su intención es enmascarar la situación nutricional de Venezuela. Existe la desnutrición aguda que se evidencia en una deficiencia del peso respecto a la talla y es el termómetro más adecuado para evaluar lo que ha sucedido en los últimos dos años. La talla del niño, que es lo que difunde el Gobierno, cambia muy lentamente y se utiliza para evaluar la desnutrición crónica. La talla no se pierde, se deja de ganar. En publicaciones como el último perfil nutricional emplearon peso respecto a la edad, que es un indicador intermedio. No hay estadísticas que reflejen el peso para la talla desde 2007. Entonces, acudieron al EPU con un indicador que no mide la desnutrición aguda y con cifras de 2013.

 

¿Por qué afirma que el Gobierno emplea un sistema de clasificación obsoleto para medir la desnutrición infantil?

 

La desnutrición aguda puede ser leve, moderada o severa. Para ubicar a un niño en alguna de estas fases se le compara con lo que debe pesar y medir un niño sano, de acuerdo con los parámetros establecidos por la Organización Mundial de la Salud en 2006. Digamos que cada casilla que separa a un niño desnutrido de uno sano es una desviación: entre una o dos desviaciones hablamos de desnutrición leve; entre dos y tres, de moderada; y más de tres, severa. La manipulación del Gobierno consiste en aplicar las directrices que estableció la Organización Mundial de la Salud en 1997, ya obsoletas, y no las de 2006.

 

¿Y qué consecuencias tiene utilizar las directrices antiguas de la Organización Mundial de la Salud?

 

Que los puntos de corte son distintos. De acuerdo con las directrices de 1997 un niño se encuentra en desnutrición severa a partir de cuatro desviaciones y no a partir de tres como se estableció en 2006. Mi estimación es que usando los puntos de corte de 1997, se requiere de un millón ochocientos mil niños para que podamos dar una alerta de salud pública por desnutrición aguda que, si se emplean los patrones de 2006, probablemente ya los tenemos. Evaluaciones que he realizado en distintas ciudades del país arrojan cifras preliminares muy preocupantes porque la desnutrición también afecta a las

 generaciones futuras. Una niña desnutrida tiene 30% más de chance de parir niños desnutridos que su par sana.

¿La situación en cuanto a la salud, servicios básicos como el agua y la escasez de alimentos pueden agravar este cuadro en el corto plazo?

 

Existen factores que pueden incrementar el deterioro rápidamente. En la parte epidemiológica el país tiene epidemias de zika, dengue, chikunguya, malaria y se han detectado casos de difteria. A esto se añade la deficiencia en el suministro de agua que se traduce en niños que consumen agua contaminada y tienen cuadros severos de amibiasis o lombrices. A esos niños los puedes atiborrar de comida y no ganan peso, hay que atender el problema de salud. Además, existe un sector productivo con importantes restricciones por la deficiencia de energía eléctrica.

 

¿Por qué sostiene que Venezuela está sufriendo una crisis de inseguridad alimentaria severa?

 

La seguridad alimentaria está definida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y tiene cuatro dimensiones principales: que el alimento esté disponible en cantidades suficientes, que la población pueda tener acceso al mismo y que lo pueda asimilar. Y es aquí donde la nutrición se relaciona con la salud porque, como ya dijimos, niños con parásitos no se alimentan. Y por último, que todas estas condiciones ocurran de forma estable. Las fases de la crisis son alarma, inseguridad leve, inseguridad severa y hambruna. Digo que es severa por el demostrado deterioro en la disponibilidad de alimentos, la escasez. El acceso está restringido por días asignados de compra, las personas tienen que colocar sus huellas dactilares para adquirir productos, ha habido un desplazamiento de la red de distribución alimentaria hacia un sector público que funciona de forma muy deficiente. Hay que añadir una fuerte inflación que restringe el acceso por el lado económico, el poder adquisitivo del salario difícilmente cubre la canasta alimentaria. Además, comienza a haber una disminución sensible en el consumo que el propio Instituto Nacional de Estadísticas (INE) registra en sus encuestas.

 

Otro factor son los episodios de violencia por el saqueo de camiones que transportan alimentos.

 

Es lo que llamo la violencia alimentaria. Disturbios, saqueos, maltrato infantil por la escasez de comida. También hay un impacto en los hábitos de los venezolanos, en sus tradiciones, no hay arepas, no hay guayoyo.

 

Políticos y analistas están hablando de hambruna o emergencia nutricional en Venezuela. ¿Este es el caso?

 

Las emergencias alimentarias se caracterizan por afectar a todas o casi todas las fuentes de oferta de alimentos y el colapso de las formas en que la población puede tener acceso a esa oferta, por la violencia e interrupciones incontrolables del orden público con la finalidad de obtener los alimentos, por una mortalidad por desnutrición de más de 2,5 veces las cifras habituales por esta causa. Para tener una idea, en las últimas hambrunas del siglo pasado no era posible encontrar un solo mercado de alimentos funcionando en kilómetros de territorio, los establecimientos de comida estaban todos cerrados, las migraciones a otros países por el colapso del país hambreado eran definitivas, y las muertes de personas desnutridas ocurrían por cientos y miles al día. Lo más cerca que pudiésemos estar de una situación así es si imaginamos en un mismo momento a todo el país, afectado por una emergencia como la de Vargas. Ha sido difícil defender el rigor. Quienes hemos evitado usar el término hambruna o hemos advertido a quienes no lo usan apropiadamente, nos hemos ganado la etiqueta de negacionistas, superfluos o hambrólogos.

Políticos insisten en plantear como solución que se abra un canal humanitario. ¿Esto resolvería los problemas de Venezuela en materia de alimentos?

 

La idea de que esta crisis la vamos a resolver con ayuda humanitaria es un mito, una fantasía enorme. Aquí hay un Estado que se supone puede manejar su balance alimentario. Esto no es una población desplazada ni aislada geográficamente por un evento natural o una guerra. La ayuda humanitaria no es para sustituir a un Estado que no es capaz de garantizar el suministro alimentario a su nación. En los únicos países donde la ayuda humanitaria contempla reparto de comida es en los que están aislados geográficamente por una emergencia aguda como un terremoto o países sin Estado como Darfur o Gaza. En el contenedor de Cáritas que llegó al Puerto de La Guaira, por ejemplo, no había harinas, mantequilla o aceite, sino suplementos nutricionales altos en proteínas, ácido fólico para embarazadas, base lipídica para niños desnutridos.

 

¿De cuánto se dispone en el mundo para ayuda humanitaria?

 

A veces los donantes juntan el dinero para una sola causa en un solo pote, es lo que conoce como los fondos mundiales. Los de mayor cuantía son el que se creó para el combate contra el sida, malaria y tuberculosis, y otro para financiar emergencias humanitarias enfocadas en población materna-infantil. Juntos suman alrededor de siete mil millones de dólares para todos los países por cinco años.

 

¿Hay que replantear esta discusión y solicitar las soluciones reales al problema?

 

Si lo que se busca es recibir ayuda internacional para hacer disponibles urgentemente alimentos y materias primas para restaurar inventarios a partir de la producción nacional, no hay que declarar una emergencia humanitaria o hambruna. De acuerdo con la pauta de economistas y gente del agro, lo que se requiere es aplicar medidas adecuadas para comprar y traer alimentos, y medidas económicas de liberación de controles cambiarios, asignación de divisas y estructuración de precios. Para esto, el Gobierno y los ministerios referentes al tema alimentario necesitan describir mejor la crisis y sus consecuencias, identificar dónde están los problemas, en qué consiste la escasez y cuáles son los recursos que hay que calcular y organizar a corto y largo plazo para restituir los niveles de abastecimiento.

 

El Gobierno intenta resolver la situación con el reparto de bolsas de comida a precios subsidiados a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) y entregándole mayor poder al sector militar en la distribución de alimentos. ¿Cómo evalúa esta respuesta?

 

No son medidas para atender la crisis sino para aumentar el control sobre el sistema alimentario. Recientemente hemos visto el problema que surgió en la producción de harina de maíz en el que empresas como Polar paralizaron sus plantas por falta de materia prima. ¿Por qué el Gobierno no aceptó el plan que propuso Polar, que se traduce en que la harina de maíz precocida pasa a tener un precio de setecientos bolívares el kilo y prefiere importar una que tiene un costo de dos mil quinientos bolívares? Porque esta harina la controlan ellos. En cuanto a los Clap hay que decir que no obedecen a ningún criterio de planificación. Las bolsas tienen contenidos distintos y tampoco se conoce cuál es la meta de ese programa. Al principio se dijo que era para once millones de venezolanos, luego han hablado de dos millones. Si esta última cifra es la definitiva tomemos en cuenta que se trata de la mitad de los pobres según las cifras del INE.

 

¿Qué medidas urgentes propondría para atender lo que ha denominado una crisis de inseguridad alimentaria severa?

 

En primer lugar, garantizar una cesta que puede ser de siete alimentos básicos para proteger del hambre y sus efectos a los grupos más vulnerables de los peores impactos de la desnutrición, o a los que no pueden alimentarse por sí mismos como la población en orfanatos, hospitales y cárceles. Es necesario, además, derogar leyes regresivas y políticas que han dislocado el sistema agroalimentario, y por último, pensar en la restauración de la inversión tecnológica, el sistema estadístico, en fin, en la recuperación y normalización del sistema.



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