Actualidad

¿En verdad no hay dólar caro?

Fotografía de Mohammed HUWAIS / AFP

21/04/2018

El título de este artículo es una pregunta de Willy McKey. El 27 de enero de 2018 encabezó con él uno de sus post y el mismo día me autorizó a utilizarlo. Desde entonces, han pasado tantas cosas con el dólar que le tengo cinco títulos más. Siguen a continuación.

Diez marcadores y un solo mercado (paralelo)

El 10 de abril de 2018, la cuenta @MonitorDolarVe (en Twitter) comenzó a publicar nueve marcadores diferentes del dólar paralelo y su promedio. A las 9:12 am del 20 de abril, ha llegado a tener más de 28,9 mil seguidores. De su lista han entrado y salido varias referencias, incluyendo una que se está pagando con cárcel. Luego de quince años de control de cambios, esta proliferación simultánea ha seguido a una sucesión de marcadores: ADR de la CANTV (2003 a 2007), dólar permuta (2007 a 2010), dólar implícito (2010 a 2013), dólar Cúcuta (2013 a 2016), dólar Instagram, dólar bitcoin y dólar corporativo (2016 a 2018).

Cada uno de los marcadores es presentado como el verdadero, el verificable, el de libre mercado, el de equilibrio, el que refleja la realidad, el más simple, el evidente, el más confiable, el más serio, el de la gente que sabe, el que no necesita mayor explicación. La canibalización de marcadores ya había ocurrido. El 26 de septiembre de 2014, cuando Reuters publicó una nota titulada Dólar en el mercado paralelo venezolano cruza umbral de los 100 bolívares: portal internet, el referente había dejado de ser el implícito y pasaba a ser el dólar Cúcuta, ambos publicados (con su promedio) por Dólar Today. El 26 de febrero de 2018, ante el “estancamiento” en esta página de marcadores mutantes, muchos se preguntaron ¿qué le pasa al dólar paralelo?, y ensayaron las respuestas típicas de quienes decían contar con un termómetro de la economía. Perdida la paciencia, el 6 de abril ya se publicaban notas advirtiendo que “DolarToday, se quedó en el aparato y ahora la oferta y la demanda aparece en los grupos de Whatsapp”. Y, a pesar de los rumores y absurdos que rodearon a Dólar Today, surgió esto que Anabella Abadi y Fancisco Toro llaman una “cacofonía de nuevos sitios”, cuyo valor informativo es por lo menos discutible.

No basta con invocar al “equilibrio” para que un “mercado” aparezca, ni viceversa. Si hay diez marcadores del paralelo, debe haber diez descripciones de cada mercado. Intercambio y mercado no son lo mismo. Confundirlos, según Ronald Coase, es consecuencia de ignorar los costos transaccionales y las respuestas institucionales a ellos. Sin embargo, incluso en libros de texto introductorios lo mínimo que debe esperarse al referirse a un mercado es la identificación explícita de oferentes y demandantes, de sus motivaciones y restricciones y de la información con la que cuentan.

Para definir un equilibrio de mercado es indispensable indicar explícitamente cómo se supone que se determina el precio como resultado de la interacción entre todos. Invocar la ley de la oferta y la demanda en un mercado competitivo no basta. Más de la mitad de los libros de microeconomía tratan sobre monopolios, oligopolios, cárteles y competencia monopolística, e introducen aplicaciones variadas de la teoría de juegos, como subastas, contratos y otras formas de negociación, reconociendo la importancia del comportamiento estratégico y de las asimetrías de información en diversos contextos.

En los libros de macroeconomía los equilibrios se multiplican. Hay, por ejemplo, distintas definiciones de tipo de cambio real. Los modelos cincuentenarios de Mundell Fleming y sus derivaciones proponen equilibrios de corto y largo plazo, suponiendo tipo de cambio nominal fijo o flexible y definiendo el tipo de cambio real sólo con bienes transables. Una ilustración de esta definición es calculada por The Economist con su índice Big Mac. Teniendo en cuenta bienes transables y no transables, Ricardo Hausmann definió otros equilibrios para una economía petrolera, suponiendo tipo de cambio nominal fijo, controlado o flexible en su Shocks externos y ajuste macroeconómico. También hay una variedad de equilibrios definidos para economías con controles de cambio, que sirven para definir el tránsito de regímenes duales a una unificación cambiaria. 

Las cuentas de Twitter que publican marcadores del “mercado” paralelo hacen cálculos indirectos, atándolos a casas de cambio en la frontera y páginas de criptomonedas, o divulgan información tomada de mesas de dinero cuya estructura y funcionamiento son opacos y no verificables. No basta. Veamos por qué.

Billetes, cambures y frontera

Por varios años la referencia aceptada como marcador del paralelo dentro y fuera de Venezuela fue el dólar Cúcuta, a pesar de que el cálculo tomara como referencia la oferta y demanda de dólares por pesos en Colombia, y no las de Venezuela. Así, si en Colombia caían las exportaciones o cambiaban los objetivos de política del Banco de la República, el marcador recogería sus efectos sin tener en cuenta los cambios en las desconocidas oferta y demanda de dólares en Venezuela. Las casas de cambio en Cúcuta se convirtieron en objeto de un interés parcial y sesgado.

Por una parte, Dólar Today (como ahora hacen nuevas páginas) publicaba un único marcador, omitiendo que las casas publicaban cuatro precios para sus transacciones bolívar/dólar, calculados a través del peso: los precios de compra y de venta, según fuesen en efectivo o por transferencias. La disponibilidad de medios de pago y el peso potencial de transacciones clandestinas en la frontera debían influir sobre los márgenes de intermediación de las casas de cambio, por cuanto a los cuatro precios la misma importancia informativa. Dólar Today publicaba uno en su base de datos, que atribuía a la venta por transferencia, haciendo cambios no justificados en sus fuentes y reglas de cálculo.

Por otra parte, el gobierno comenzó a responsabilizar a las casas de cambio en Cúcuta del comportamiento del marcador y de la escasez de efectivo en Venezuela. Fotografías de grandes paquetes de billetes y noticias de compra de billetes por encima de su valor facial fueron presentadas como pruebas de una guerra económica. Sin embargo, otras explicaciones eran posibles. Una de ellas, el rezago en la actualización del cono monetario en medio de una inflación acelerada, que se reflejaba en el creciente volumen de papel necesario para comprar los mismos bienes y activos. Por otra, que en todas las fronteras del mundo las casas de cambio ofrecen la moneda de sus vecinos para la venta. Y que, como los cambures que se venden en cualquier abasto, los billetes en depósito no son los mismos todos los días: entran y salen de las casas de cambio porque alguien los necesita para hacer pagos en el país vecino.

Que Dólar Today pusiera el énfasis en las transferencias y el gobierno en el efectivo no hizo tanto ruido entre los seguidores de Dólar Today como su “estancamiento” de las últimas semanas. Y tampoco parece hacer ruido a los nuevos seguidores de @MonitorDolarVe la selección de cifras que publican. Por ejemplo, atribuyen a la cuenta @Movicambios una cotización del paralelo de Bs. 900.000 el 18 de abril sin advertir que es el valor implícito que publicaron para la venta, siendo para la compra Bs. 728.571. Tampoco informaron que si la transacción se realizaba en efectivo (con billetes desde Bs 10.000 en adelante), el valor sería de Bs. 179.333 para la compra y de Bs. 209.230 para la venta. Las diferencias son sustanciales, explicables por múltiples razones. Tomar el mayor valor para promediar con los demás es inaceptable.

Pesos y criptomonedas, contrabando y burbujas

El Dólar Cúcuta siguió siendo publicado por Dólar Today, pero en 2016 sus dueños separaron los marcadores con curiosos argumentos. Ya desde el 1 de mayo de 2017, Asdrúbal Oliveros y Jean Paul Leidenz pudieron compilar las series de tiempo de dos nuevos marcadores: el dólar Bitcoin y el dólar corporativo. Las series, compartidas en Prodavinci hasta el 5 de julio de 2017, seguían hasta entonces una misma tendencia, pudiendo aventurarse una hipótesis: el Dólar Cúcuta marcaba la tendencia, y las desviaciones de los marcadores eran resultado de negociaciones entre los participantes. El papel de los intermediarios, si los hay, es relevante. Oliveros y Leidenz comentaron que “al tratarse de operaciones de gran volumen con elevada incertidumbre, se presenta un spread que puede alcanzar el 20,0%” porque “cuando las Mesas de Dinero actúan como oferentes, los demandantes ven limitadas sus posibilidades de comparar cotizaciones entre diferentes mesas, así como también desconocen lo pagado por otros participantes” y cuando “actúan como compradores de divisas, logran imponer una prima de riesgo elevada al no enfrentar un mercado competitivo con información simétrica”.

La dispersión que refleja la decena de marcadores publicados hoy es muy superior a la del año pasado. Sin embargo, no es claro cómo los nuevos marcadores recogen los determinantes habitualmente utilizados para explicar el comportamiento del paralelo: el pago de impuestos nacionales, el comportamiento de las reservas internacionales, la liquidez monetaria, la escasez de efectivo o la hiperinflación. Los cálculos que utilizan criptomonedas ilustran, por el contrario, las mismas debilidades que los que utilizan pesos. Monedas y criptomonedas no sólo se compran. También se venden, y esto se pasa sorprendentemente por alto cuando se afirma que nadie quiere bolívares y por eso todos compran dólares. Si nadie comprara bolívares a cambio de dólares, la transacción sería imposible. 

Argumentar que sólo se compran pesos o criptomonedas para convertir bolívares en dólares es unidireccional y engañoso. Comprar bolívares para comprar gasolina y venderla en pesos, para de nuevo comprar bolívares pudo ser más atractivo que comprar dólares. El contrabando y el control de precios pudieron explicar mejor el tipo de cambio peso/bolívar que cualquier otro determinante. Del mismo modo, la compra de criptomonedas con bolívares o dólares puede explicarse mejor a partir de las características de la microestructura de sus mercados y de los determinantes de la burbuja del bitcoin que de la ausencia de un mercado de divisas formal y transparente en Venezuela.

Del mismo modo, los bolívares son comprados por alguna razón. Un kilo de pollo entero en Caracas, por ejemplo, costaba Bs. 1.200.000 el 18 de abril de 2018, según KonZapata. Por motivos transaccionales son necesarios bolívares para múltiples pagos en Venezuela. Las remesas que envían venezolanos desde el exterior acaban convirtiéndose en bolívares para buena parte de sus familiares. No sabemos cuánto de los dólares, pesos o euros que los venezolanos envían a sus familiares entran en efectivo a Venezuela y cuánto se les transfiere. Lo que se transfiera queda enbancos fuera de Venezuela. Si las remesas ingresaran a un mercado ordenado deberían incrementar la oferta de dólares y hacer más lento el incremento de los marcadores. Pero no sabemos cómo ingresan, ni si su ingreso contribuye a determinar los marcadores o sólo se toma alguno como referencia para convertirlos en bolívares.

Muerte del bolívar, precios dolarizados y precios en dólares

La pulverización de bolívar y su muerte han pasado a ser tema de múltiples conversaciones. En ellas es frecuente afirmar que los precios de los bienes se han dolarizado o incluso que ya algunos se pagan en dólares. De allí a proponer la eliminación de la moneda nacional, o su sustitución por otra con un nombre distinto, hay pocos pasos. Sin embargo, hay imprecisiones que la multitud de nuevos marcadores pone en evidencia. 

La primera, que cuando Dólar Today era el único marcador unánimemente aceptado parecía muy fácil saber cuántos “dólares” costaba un kilo de pollo a Bs. 1.200.000. Ahora, con diez marcadores, no es tan fácil.

La segunda, que las remesas enviadas desde el exterior posiblemente en su mayoría se convirtieron en bolívares, porque la mayor parte de los gastos que se hacen en el país se hacen en bolívares. Pagar en dólares tortas, paseos, tatuajes y carros son excepciones que confirman la regla.

La tercera, que no es lo mismo un precio en dólares que uno “dolarizado”. Los bienes y servicios importados se pagan en la moneda del país donde se compra, o la que acepten los productores. Si un odontólogo importa directamente materiales y equipos de Colombia, por ejemplo, debe pagar en pesos o en dólares. No le aceptan bolívares. Que un odontólogo cobre a sus pacientes por los materiales y equipos en dólares o en bolívares en indiferente cuando existe un mercado de divisas (como el colombiano, o el venezolano de 2002) o un mecanismo de asignación (como CADIVI en los años de abundancia.) Para el productor colombiano también, porque sólo recibiría pesos o dólares.

La cuarta, que los precios de bienes y servicios no dependen sólo del precio del dólar. Por algo en los libros de microeconomía se estudian los determinantes de la oferta y la demanda de bienes, factores y activos bajo distintas formas de mercado, estableciendo supuestos alternativos sobre tiempo, incertidumbre, información y estrategias. Y por eso también se reconoce que la disposición a pagar por un bien depende de los ingresos y las preferencias de cada comprador y de los precios de otros bienes. Por eso, cuando no funcionan mercados competitivos y hay poder para discriminar, un monopolista puede venderle a quien esté dispuesto y sea capaz de pagarle más. Si esto no fuese posible, no podrían explicarse variaciones en los precios relativos. Y Sotheby’s no existiría.

La quinta, que el bolívar no puede morir, porque nunca estuvo vivo. El dinero es cualquier cosa que sirva como unidad de cuenta, medio de cambio y reserva de valor. El incumplimiento de las funciones del dinero no es sólo un tema relacionado con el bolívar. El 1 de noviembre de 2017, por ejemplo, The Economist publicó en Greater fool theory. The bitcoin bubble que, por ser la razón dominante para comprar bitcoins que estaba subiendo de precio, se había convertido más en reserva de valor que en medio de cambio. En este momento el bolívar no cumple la función reserva de valor, pero sí las otras dos. Por ello, frenar la hiperinflación y luego hacer una reconversión monetaria restituiría las tres funciones del dinero a cualquier “cosa” que se llame bolívar.

El orden de los factores sí afecta el producto

Proponer una reconversión monetaria sin frenar la hiperinflación es casi tan malo como proponer una dolarización sin corregir el desajuste fiscal, o una inmediata liberación del tipo de cambio sin haber definido formal y operativamente canales transparentes de compra y venta de divisas, o una cifra de ayuda financiera internacional sin discutir abiertamente los compromisos de pago futuro y el funcionamiento posterior de la economía.

La gravedad de la situación venezolana y su tremenda vulnerabilidad está a la vista del mundo entero. Venezuela se ha convertido en un país de marcadas desigualdades, políticamente desorientado, institucionalmente fracturado, con personas hambrientas y enfermas que no consiguen asistencia, sobre enormes reservas petroleras cada día más inútiles y deudas que atraen buitres desde hace tiempo. Nada de eso se corrige reconvirtiendo, dolarizando ni levantando el control de cambios sin contar antes con algo parecido a la Resolución 8/2000 del Banco de la República de Colombia.

En un contexto de insuficiente información es muy posible que las propuestas sean incompletas, parciales e incluso incoherentes entre sí. Es imprescindible reconocer esa debilidad, y la necesidad de aprender haciendo y de establecer bases institucionales que definan los mercados con las deseadas propiedades de eficiencia y estímulo a la productividad, que no surgen de la nada.

De vuelta con Willy: “¿En verdad no hay dólar caro?”

Depende, Willy.

¿Para qué quieres ese dólar?


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo