¿Qué esperar de la economía venezolana en 2022?

Fotografía de Yuri Cortez | AFP

06/12/2021

Con este texto inauguramos una serie de artículos en el que varios economistas venezolanos expondrán sus perspectivas sobre la economía venezolana en 2022 (#Economía2022). Ronald Balza es economista, profesor universitario y Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello.

No contamos con estadísticas oficiales detalladas y actualizadas. Los informes de PDVSA, disponibles hasta 2016, fueron retirados de la página de la empresa. Desaparecieron datos laboriosamente compilados por el BCV como parte de su Programa de Actualización de las Estimaciones Macroeconómicas (Pracem). En las páginas del BCV y el INE hay series descontinuadas desde 2013 y las más recientes, con excepciones, desde 2018. La página del Ministerio de Finanzas fue revisada en 2018 por última vez, pero sus últimos cuadros son de 2009. El presupuesto del Gobierno Central fue presentado a la Asamblea Nacional por el Ejecutivo el 14 de octubre de 2021, sin hacerse público. En la página de la ONAPRE, la última Ley de Presupuesto disponible es de 2016.

En ausencia de datos consolidados que dieran continuidad a décadas de estadísticas oficiales, organizaciones como la UCAB, Ecoanalítica y el Observatorio Venezolano de Finanzas han hecho sus propias investigaciones. No es este el espacio para examinar sus cifras ni para resaltar la inexistencia de las oficiales. Esta es, en sí misma, una observación relevante para atisbar el futuro inmediato. Consideremos seis puntos a continuación.

1. Precios y presupuesto

¿La hiperinflación terminará en 2022? Si se cumplen 12 meses con una inflación menor al 50% mensual, sí. Podría ocurrir, y no por la dolarización transaccional ni por una política fiscal transparente y ordenada. Bastaría un menor financiamiento monetario del gasto público, decisión tan arbitraria como haber otorgado a PDVSA un inmenso poder de compra en bolívares por medio del BCV. 

Se desconoce el destino de esos bolívares. No se dedicaron a continuar inversiones públicas ni a frenar el deterioro en el valor real de salarios, bonos y pensiones del sector público. Sin embargo, conviene resaltar que durante la hiperinflación hubo quienes pudieron comprar y vender bienes y servicios, nacionales e importados, a pesar del incremento acelerado de los precios en bolívares (y frecuentemente en dólares) y de las variaciones en precios relativos. La hiperinflación no perjudicó a todos por igual. Pudo favorecer a grupos que estuviesen ligados, directa o muy indirectamente, con el gasto interno de PDVSA. Es posible que hacer recortes al gasto real ya no implique pérdidas para individuos y grupos que convirtieron bolívares en otros activos. Detener la hiperinflación en 2022 puede estar en su interés.

2. Producción, importaciones y empleo

La contracción de la producción, las importaciones, el empleo y la población venezolana desde el año 2012 tiene múltiples explicaciones. Una de ellas fue el gasto público en dólares hecho en 2012, durante la última campaña electoral de Hugo Chávez. Impulsar importaciones con control de precios y cambios solo era posible gastando las reservas acumuladas en el FONDEN e ingresos petroleros recibidos ese mismo año. Esto no podría repetirse en los años siguientes. La caída en precio del petróleo y cantidad vendida, el vencimiento de pagos de la deuda externa, el acelerado deterioro de la infraestructura y el mantenimiento de controles de precios y cambios no permitirían al sector público repetir la receta ni apoyarse en el sector privado. La migración de venezolanos es un reflejo de la destrucción de oportunidades productivas durante los últimos años.

Las sanciones que comenzaron en 2017 y el carácter del conflicto político que le siguió supuso una restricción adicional para un conjunto de inversiones públicas y privadas, pero crearon incentivos para otras menos interesadas en la transparencia de las decisiones públicas. Los últimos años no solo son de encogimiento de las actividades productivas. También son años de recomposición, tanto del sector privado como de la “comunidad internacional” más cercana al Gobierno. Un ejemplo de esto último es la importación de gasolina iraní por el Gobierno de Venezuela, en condiciones que no son de dominio público. Otro es la explotación del Arco Minero del Orinoco, de cuyos resultados solo se conoce la destrucción ambiental.

Si en 2022 la caída del PIB se reduce o incluso se revierte, será una de las consecuencias de tal recomposición, ocurrida en ausencia de presupuestos públicos, sin incidencia conocida del BCV en el mercado cambiario, sin intermediación financiera nacional ni estrecha vinculación con aliados tradicionales que tuvieron gobiernos y empresas venezolanas durante los últimas décadas. Es posible que las condiciones que favorezcan a inversionistas nuevos y desconocidos también favorezcan a algunos sobrevivientes del colapso. 

3. Ingresos y ahorros

Volvamos al principio: la hiperinflación fue causada por el poder de compra que el BCV dio a PDVSA para gasto interno, esto es, en bolívares. Estos recursos fueron utilizados de un modo desconocido, con impactos desiguales sobre la población. Los precios crecieron aceleradamente durante el período, pero fueron, efectivamente, cobrados y pagados. Los ingresos generados durante el período variaron de un modo marcadamente desigual, entre personas y sectores productivos. Por eso importa tanto saber qué sectores se favorecieron en primer lugar de los gastos que hizo PDVSA y que desencadenaron la hiperinflación. Estos bolívares circularon de inmediato: en hiperinflación no se utilizaron como ahorro. Los proveedores de bienes y servicios vinculados, directa o indirectamente, con el gasto de PDVSA, pudieron recibir bolívares como pago y utilizarlos. Por supuesto, la contracción de la producción y la persistencia y empeoramiento de la pobreza de ingresos son prueba del efecto destructivo de haber utilizado la emisión monetaria con este fin.

Ahora bien, la caída en los ingresos reales tuvo, entre muchas, dos consecuencias: las migraciones y el uso de ahorros privados. Los migrantes, en algunos casos, enviaron parte de sus ingresos a familiares o amigos en Venezuela. Sin conexión entre la banca nacional e internacional, estas “remesas” pudieron llegar en bolívares a sus destinatarios, ocurriendo las transferencias de divisas en el exterior. 

El uso de ahorros permite suavizar los ajustes en el consumo, tanto a nivel individual como a nivel social, cuando caen los ingresos. Tal era el propósito de crear el Fondo de Estabilización Macroeconómica, que fue vaciado desde 2003. El sector público no tiene ahorros, sino deudas. Sin embargo, al pasar a ser el uso del dólar una “válvula de escape” y no un crimen contra el Gobierno, quienes permanecieron en el país pudieron recurrir abiertamente a sus ahorros en moneda extranjera, si los tenían. No hay cómo cuantificar la importancia relativa de ahorros familiares y empresariales durante estos años, pero su uso tuvo efectos favorables sobre quienes desahorraron y quienes pudieron proveerles bienes y servicios.

4. Sistema multimoneda

El uso de bolívares, dólares, pesos, euros y gramos de oro en distintas partes de Venezuela es evidencia de un sistema multimoneda funcional y organizado por parte de clientes y proveedores, pero insuficiente. Al no participar el sector financiero nacional en el manejo de divisas, el actual sistema multimoneda se limita a utilizar medios de pago disponibles para transacciones cotidianas. Las transferencias en bolívares se hacen entre bancos venezolanos. Las transferencias en divisas se hacen en bancos en el exterior. La conversión entre bolívares y dólares (sea para pagos diarios o para remesas, por ejemplo) puede hacerse por medio de acuerdos informales, entre tenedores de efectivo o cuentas en el exterior y clientes de bancos venezolanos, mientras algunas casas de cambio obtienen aprobaciones parciales para algunas operaciones.

Es posible que en 2022 el Gobierno reconsidere las limitaciones actualmente impuestas sobre el sistema financiero nacional. Esto podría reducir costos transaccionales, pero no bastaría para estimular actividades de intermediación bancaria. Nuevas inversiones requieren de algo más que disponibilidad nacional de crédito. Y ahorrar en divisas en el país, para quienes ya tienen sus cuentas en el exterior, puede ser aún una apuesta excesivamente riesgosa.

5. El tipo de cambio

En este sistema multimoneda, el marcador del tipo de cambio aceptado para cada transacción toma referencias publicadas en tiempo real a través de redes sociales. Las diferencias o coincidencias con el tipo oficial, publicado por el BCV, no pueden explicarse a partir de montos de divisas transados a través de la banca nacional o casas de cambio, porque esta información no se publica. Tampoco por el poder de intervención del BCV, teniendo en cuenta su actual nivel de reservas internacionales. 

En un contexto de contracción y empobrecimiento, atesorar dólares es más difícil. Por esto, es posible que la oferta privada de dólares y su velocidad de circulación se incrementaran durante los últimos años. Permitir el uso directo de dólares para pagos en efectivo y por transferencia pudo frenar la demanda de bolívares (a cambio de dólares) con fines transaccionales. Con hiperinflación, la velocidad de circulación de los bolívares debió incrementarse sustancialmente. Quizás la posibilidad de usar ambas monedas simultáneamente con fines transaccionales (y la reducción en la capacidad de ahorro de parte de la población) redujo el volumen de transacciones en los mercados cambiarios de referencia. Esta pudo ser una de las razones por las que, durante un tiempo, el precio del dólar no subiera tan rápido como los precios en bolívares de bienes y servicios. 

Si el Gobierno reduce su financiamiento monetario y no impide el uso libre de dólares en el territorio nacional, es posible que se reduzcan tanto las tasas de inflación como la de depreciación del marcador del paralelo.

6. “Reactivación económica” y “cambio político”

Afirmar que la “reactivación” económica es posible solo si hay un “cambio político” ha sido una frase frecuente entre opositores al actual Gobierno. Sin embargo, tal relación, en esos términos, es muy imprecisa. En su versión más simple, cambio político se limita a cambio de presidente, con lo cual se presume que se lograría financiamiento externo y con él mejores oportunidades para producir y para superar la pobreza. Sin embargo, la discusión sobre el presupuesto público es prácticamente inexistente, al punto de que las recientes elecciones regionales se hicieron sin que los candidatos exigieran la publicación del situado constitucional, los aportes al Fondo de Compensación Interterritorial y la rendición de cuentas de los actuales gobernadores y alcaldes.

Si durante 2022 se detienen la caída del producto y la hiperinflación (lo que no significa que la inflación pase a ser de un dígito anual, como en la mayoría de los países del mundo), habrá quienes digan que comenzó la “reactivación de la economía”, sin detenerse en las disparidades regionales, sectoriales y sociales, sin tener en cuenta la aparición de nuevos actores en condiciones de opacidad y atribuyendo triunfos al actual Gobierno en contra de la “guerra económica” y el “bloqueo imperial”. La sobresimplificación del discurso político opositor no da adecuada respuesta a tales afirmaciones, que no se sustentan en fuentes de información que estuvieron disponibles en Venezuela y publican otros gobiernos de América Latina, indispensables para discutir en democracia. 

Un cambio político esencial en Venezuela supone otro modo de vincular o desvincular política y economía. Ya ha sido probado, una vez más, que una crisis económica no produce cambios en el control del poder en cualquier contexto. En 2022 debería probarse que luchar por el reconocimiento de derechos políticos no requiere de una crisis económica, y que tal lucha debe partir de reconocer explícitamente conflictos de intereses por motivos distributivos o por distintos puntos de vista sobre los mismos problemas. 

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Vea todos los artículos de esta serie:

¿Qué esperar de la economía venezolana en 2022?; por Ronald Balza Guanipa

2022: factores para una ruta de crecimiento vigoroso y sostenido; por Leonardo Vera

2022: recuperación económica y desigualdad; por Omar Zambrano

Perspectivas 2022: Del cambio de paradigmas al cambio de tendencias; por Asdrúbal Oliveros

2022: ¿Terminará la hiperinflación que parecía eterna?; por Giorgio Cunto

El adiós a la hiperinflación en medio de la hipoxia económica; por Tamara Herrera


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