Economía

El “equilibrio revaluador” de Nicolás Maduro y su oposición “antineoliberal”

20/08/2018

Fotografía de Prensa Presidencial

Los “Anuncios de la Gran Revolución Económica” no están escritos para lectura de todos. Conocer sus alcances obliga a escuchar discursos y esperar gacetas oficiales, comunicados del Banco Central y declaraciones por redes sociales, anticipando retrasos, vacíos informativos, contradicciones y contraórdenes. La cadena del 17 de agosto de 2018, a tres días de la fecha elegida por el Gobierno para poner en marcha su Plan de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad, añadió detalles que ya han reseñado y comentado Monitor Prodavinci, Víctor Salmerón, Giorgio CuntoAnabella Abadi y Carlos García, entre otros. Después se precisó que, a partir del 1° de septiembre, el IVA pasaría a 16%, según Gaceta Oficial, y el nuevo salario mínimo mensual pasaría a 1.800 bolívares soberanos (BsF. 180.000.000), según el presidente a través de Facebook Live. Los anuncios no sugieren un cambio de dirección, a pesar de nuevos elementos discursivos. Lamentablemente, nuevos factores no aparecieron de inmediato en la respuesta de algunos influyentes opositores.

1. La economía más allá de la guerra

A las habituales referencias al imperio, las mafias colombianas, la derecha, las lacras y la guerra económica, el presidente ha añadido expresiones desacostumbradas. “No se dejen apabullar por los tecnócratas que convierten la economía en una ciencia de los absurdo y de la injusticia”, dice a sus compañeros, mientras anuncia que “vamos a jugar con reglas de juego nuevas, reglas de juego claras, reglas de juego equilibradas”, “respetando las reglas de la economía, del mercado, de las divisas convertibles”. El “equilibrio” aparece recurrentemente en el discurso, como “justo”, “nuevo”, “revaluador”. Lo conjuga con sus lugares comunes, advirtiendo que “fortaleceremos el factor trabajo y tenemos que ir equilibrando el factor capital que se fue por encima saqueando y destruyendo nuestro pueblo”. Dice querer la “recuperación del país” y tener “la fórmula mágica” para lograrla, por lo que debe “retomar el papel del gobierno junto al poder popular” en el “gobierno de la economía, el mando de la economía”. Dedica un tiempo a explicar cómo, “en la carrera loca (…) tuvimos que ir a la emisión de dinero para poder respaldar las misiones socialistas, la construcción de viviendas, (…) el sistema de bonos, el carnet de la patria, (…) los aumentos bimensuales de salario, cestatickets”. Luego de un “punto de inflexión”, “ahora” dice que hay que ir a una “disciplina fiscal prusiana” (min. 41:50), un déficit fiscal cero para “eliminar definitivamente la emisión no orgánica de dinero”. Asegura al presidente del Banco Central de Venezuela que por fin “hoy estamos más claros que nunca” en el camino para control y disminución de la “hiperinflación criminal que nos han impuesto”. Sin embargo…

2. Nuevos impuestos y gastos, pero sin presupuesto

Al anunciar incrementos del IVA e Impuesto Sobre la Renta y la reaparición del impuesto a las transacciones financieras, el presidente ha dicho que debe haber “rendición de cuentas” sobre cuánto van a recaudar ahora, con periodicidad semanal. Al anunciar aumento de salarios públicos, Bono de Reconversión Económica y su disposición a “asumir por los próximos 90 días el diferencial de la nómina salarial de toda la pequeña y mediana industria para que no haya impacto sobre la inflación ya impactada y dolarizada”, dice: “Tengo los recursos. Denme la nómina del banco y pago”. Sin embargo, no presenta un presupuesto ni anuncia la publicación inmediata de las cifras compiladas por el Banco Central, el Instituto Nacional de Estadística o de los ministerios. No es posible saber cuál es el impacto en los ingresos que supone dejar de cobrar impuestos a PDVSA y a importadores, ni cómo se contabilizarían incrementos por mayor precio de la gasolina. No se conoce el ritmo al cual el financiamiento monetario del gasto público se reduciría, ni cómo se lograría el déficit fiscal cero sin financiamiento externo, ni cuáles serían las condiciones futuras de pago de las actuales y futuras deudas de la República y PDVSA. Sin el presupuesto 2019 y su marco plurianual, la ley de endeudamiento y las cifras necesarias para evaluar estimaciones y someter a contraloría los resultados no puede esperarse déficit cero sino todo lo contrario.

3. Gradualidad, adaptación e improvisación

El presidente dice no tener prisa. Repite que su programa se aplicará gradualmente. La primera prueba de gradualidad es el paso al que hace sus anuncios. Vicepresidentes, presidentes y ministros expondrán detalles posteriormente del “anclaje al petro”. Los salarios y toda la plataforma se modificará “en los próximos días, o semanas”. El precio de la gasolina podría cambiar primero en el Zulia o en el Táchira. No queda claro el cómo, ni el cuándo, ni en cuánto, ni para qué, pero el proceso llevaría dos años. El presidente anuncia un bono de reconversión, no monetaria, sino económica, para “adaptarse”, sin explicar su relación con otras decisiones tomadas y por tomar.

Sin embargo, hay más improvisación que gradualidad. “Inventamos o erramos”, repite, citando al “Sócrates caraqueño”. No hay una secuencia explícita en las medidas por tomar, ni sistemas de evaluación y contraloría, ni respuestas contingentes luego de sistematizar y compartir nueva información. No hay orden, ni aprendizaje previsto. Los anuncios incompletos y la incertidumbre que producen causan preocupación y paralizan actividades productivas, mientras consumidores, trabajadores y empresas destinan su tiempo y otros recursos para protegerse de decisiones sorpresivas del Gobierno.

4. Gasolina para las dudas

Entre los anuncios más esperados y menos claros se encuentran los relacionados con el precio de la gasolina y su subsidio. El presidente se refirió a cambios graduales. Quienes no hicieran el registro de su vehículo asociado al carnet de la patria pagarían a “precios internacionales”, sin mencionar el país de referencia o promedio de precios ni el tipo de cambio para convertirlo a bolívares. También afirmó que se usaría el carnet de la patria para desbloquear el pico de la manguera en las bombas de gasolina. Que por esa vía quienes hubieran registrado su vehículo recibirían un “subsidio directo”, sin mencionar el monto ni publicar reglas de cálculo. Por tanto, de adaptarse las 8.000 bombas del país a la lectora del carnet de la patria, no podrían comprarla quienes no lo tuvieran y nadie pagaría el “precio internacional” sin subsidio.

Hace tiempo el precio de la gasolina debió incrementarse y las bombas adaptarse a pagos electrónicos. Aunque pueda parecer paradójico, el incremento hoy puede contribuir a frenar la hiperinflación, pero sólo si las pérdidas de PDVSA por venta de combustible caen sustancialmente, de modo que pague un mayor impuesto sobre la renta y reciba menos financiamiento del Banco Central. El proceso debe llevarse por etapas, porque las distorsiones de precios, salarios y tipo de cambio son extremas. Y las transferencias que se dirijan como subsidios no deben vincularse a la propiedad de un vehículo o al consumo de gasolina, porque generaría inequidades y surgimiento de mercados negros. Sólo deben ser transferencias de ingresos independientes del consumo de gasolina, aunque el incremento de precio contribuya a financiarlas. Y la velocidad del incremento debe estar relacionada con la disponibilidad de medios para hacer las transferencias. Si el medio elegido por el gobierno fue el carnet de la patria, no se justifica que se interrumpa el registro de nuevos afiliados, como ha anunciado el presidente.

5. El salario contra la producción

Aunque el presidente dice aspirar “hacia el futuro… ir logrando… riqueza sustentable en producción”, ordena para una fecha indeterminada un incremento salarial que podría tener un impacto “muy fuerte” sobre los precios, al punto de ofrecer por tres meses asumir el diferencial de la nómina de toda la pequeña y mediana industria. Al mismo tiempo, insiste en fijar precios máximos al menos a 50 productos seleccionados.

En medio de una hiperinflación, y luego de haber anunciado incrementos salariales y múltiples bonos durante los años previos, el último aumento tampoco protegerá el poder de compra y, por el contrario, comprometerá severamente el empleo formal. El gobierno pudo contribuir a sostener temporalmente a los trabajadores, y al empleo, generalizando transitoriamente el mal llamado bono de reconversión, en lugar de prometer hacerlo a las empresas que los contratan a través de la nómina. Por supuesto, si esas transferencias se financian con emisión monetaria, terminarían potenciando la hiperinflación. Sin organizar el presupuesto para hacer transferencias directas transitorias, la medida tendría efectos aún más destructivos.

Intervenir por decreto, sustancialmente y en la misma magnitud, en los salarios del sector privado es peor que hacer transferencias transitorias, porque modifica las estructuras de costos de las empresas existentes de modo desigual, dificultando o haciendo imposible la fijación de precios que permitan la colocación de sus productos y el sostenimiento de la actividad. Las empresas que puedan sobrevivir a la hiperinflación podrían incrementar salarios en un ambiente de estabilidad. Sobrevivir es más difícil si no se permite a los empleadores la negociación directa con los trabajadores.

6. Del peso al petro para un “anclaje recuperador”

La derogatoria de la Ley del Régimen Cambiario y sus Ilícitos no supuso ni el final del control de cambios ni la estabilización del paralelo. No hubo un nuevo Convenio Cambiario, ni se hicieron públicos los canales por medio de los cuales un incremento en la oferta de divisas pudiera incidir sobre el paralelo, ni se anunció el posible incremento de la oferta gracias a nuevas inversiones o a financiamiento externo.

Por el contrario, el Gobierno fija de nuevo una regla para determinar el precio de la divisa que no se relaciona con la oferta y demanda de dólares a cambio de bolívares. Utilizando el petro como unidad de cuenta entre el bolívar y el dólar, introduce ruido en la determinación del tipo de cambio. El precio del petro no dependería de su oferta o demanda a cambio de otras monedas, sino del precio de un barril de petróleo, que dependería a su vez de su oferta y demanda a cambio de dólares. Utilizar el petro para anclar el tipo de cambio presume la existencia de tres mercados: petro por dólares, petro por bolívares y petróleo por dólares. Complica aún más el mecanismo indirecto de cálculo del llamado dólar Cúcuta, que utilizaba el precio del peso en dólares y en bolívares para subsanar la inexistente información sobre la oferta y demanda de dólares por bolívares. Sin haber mercados para petros, pretender que pueda comprarse petros con bolívares y bolívares con petros tiene aún menos sentido que afirmar que podría hacerse a través del peso en Cúcuta y ser un marcador aceptable para toda Venezuela. Y, peor aún, utilizar el petro para fijar precios y salarios ignoraría las múltiples razones de mercado para que los precios relativos varíen, destruyendo la información que estas variaciones producen.

7. La dolarización como argumento

El presidente se apropió de un lugar común, repetido insistentemente incluso por algunos partidos políticos opositores: “Todos los precios del país están dolarizados”, excepto los salarios. Por eso, dice, como “ellos” dolarizaron los precios, “yo petrolizo el salario y petrolizo los precios”. Para justificar un nuevo control de precios y salarios, el presidente estuvo dispuesto a aceptar como precio del dólar el que negó durante todo su periodo, calificado como “falso” en la ley derogada del Régimen Cambiario y sus Ilícitos y como “dólar criminal” durante su cadena.

Utilizar un marcador variable del paralelo para calcular los precios de bienes importados nunca pudo ser prueba, a pesar de su uso extendido, de la dolarización de los precios. Un bien importado tendría que pagarse en dólares o en otra divisa. Convertir el precio a bolívares no equivalía a “dolarizar” el precio. Y si un bien producido en el país utilizaba insumos importados, su precio en bolívares dependería de los costos asociados a insumos importados. No por esto se dolarizaría la economía. Si lo producido en el país no podía exportarse a otros a cambio de dólares, la oferta de dólares en el país no podría aumentar. Menos aún podría argumentarse la dolarización de la economía. Si exportar fuese posible, los salarios de los trabajadores podrían incrementarse con su productividad. Si el tipo de cambio es estable, el aumento de salarios en bolívares permite comprar más dólares con el salario, si es del interés del trabajador. Ello no supone dolarizar el salario. Significa que el salario tendría mayor poder de compra en cualquier moneda, si se incrementa gracias a la productividad y las exportaciones. Sin embargo, un sinsentido muchas veces repetido terminó siendo adoptado como justificación de un nuevo control de precios y de cambios, estando los controles en la raíz de todas las distorsiones de una economía cada día con menos dólares.

8. La oposición antineoliberal

Para no llegar a una hiperinflación, era indispensable hacer importantes cambios en la política fiscal, monetaria y cambiaria y en la definición de los sistemas de mercado y de protección social en el país. Era necesario discutir el levantamiento de los controles de cambios y de precios, el ajuste del precio de los combustibles y de todos los servicios públicos, la elaboración, ejecución y contraloría de los presupuestos públicos, discutir cómo, cuándo, cuánto y para qué era esencial. Eso no se ha hecho suficientemente. En plena hiperinflación debe hacerse. Una oposición que se limite a utilizar el discurso chavista en contra de un gobierno madurista no prepara su propio camino para hacer un buen gobierno, de tener la oportunidad. Nada aporta acusar de neoliberal, además, un incremento de salarios que muchas empresas no podrán pagar y un programa fiscal que no presenta presupuestos ni rinde cuentas. Y resistirse a discutir los medios para frenar la crisis económica para evitar cargar etiquetas es, por decir lo menos, contraproducente.


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