Diario Literario

Diario literario 2023, diciembre (parte II): Khatia y su impromptu, Diderot y el post-colonialismo, la Alemania de Petzold

16/12/2023

Khatia Buniatishvili. Fotografía de Guus Krol | Kammermusikfest Lockenhaus |Flickr

Milán, lunes 10 de diciembre de 2023

Khatia Buniatishvili

Una bella manera de comenzar este lunes post-segundo de Adviento, un día de claros grises, sol escondido y apagada musicalidad, con el cristalino Impromptu No.3 Op. 90 de Schubert, cuya emotiva belleza es revelada en todo su inquietante y romántico esplendor por Khatia Buniatishvili. Todo romanticismo es un acto solitario y Khatia lo conoce bien. Al fin y al cabo, como declaró en una reciente entrevista, el piano es una alegoría de la soledad. Raras veces he sentido tan cercana esta conocida pieza de Schubert. También es verdad que nunca había convivido tanto con la soledad como en estos tres años fuera del país natal. Como lo saben los le que conocen la soledad no es la luz de una novela, no se agota con el paso del tiempo. Au contraire.

Estatua de Denis Diderot en el Boulevard de Saint-Germain, Paris. Fotografía de Biblioteca de Arte | Flickr

Diderot y el post-colonialismo

Una de las actitudes más respetables del Iluminismo fue su condena a la esclavitud y la colonización europea (no fueron tan lúcidos en el tratamiento de la situación de las mujeres en el Ancient Régime). En su Suplemento, Diderot se presenta como el más radical y más moderno de los críticos del colonialismo occidental. Mitad crítico y mitad visionario, el creador de la Enciclopedia, hace uso de uno de los personajes que aparecen en el Viaje alrededor del mundo, de Bougainville, para expresar su posición frente a la empresa colonial. La situación que escogió el pensador francés fue la de Tahití, donde Bougainville describe la arcádica sociedad de la isla, un bienestar que incluía, entre otros atractivos, el desnudo de las mujeres, la poligamia y el honor que sentían los esposos cuando otro hombre aceptaba acostarse con una de sus esposas. Diderot escribe esto en 1771, cuando no se habían cometido las barbaries de los belgas en el Congo o la de los franceses en Indochina Argelia o la de los ingleses en medio mundo, para no mencionar la de España en las Américas. Sus advertencias parecían exageradas en su tiempo. No lo eran.

 

DESPEDIDA DEL ANCIANO

 

Lloren, desdichados haitianos, lloren, pero que sea por la llegada y no por la partida de estos hombres malvados y ambiciosos. Un día los conocerán mejor. Un día van a regresar, con el pedazo de madera en una mano y en la otra la espada, a encadenarlos, sacrificarlos y sujetarlos a sus extravagancias y vicios. Un día les servirán y terminarán tan corrompidos, envilecidos y desgraciados como ellos. Pero me consuela pensar que estoy al fin de mi carrera y la calamidad que les anunció no la veré. 

(Dirigiéndose a Bougainville): Y tú, jefe de los ladrones que te obedecen, aleja cuanto antes tu barco de nuestra costa. Somos inocentes, somos felices y tú no puedes sino dañar nuestro bienestar. Nosotros obedecemos el puro instinto de la naturaleza… No eres ni un dios ni un demonio, entonces quién eres que te permites hacer esclavos. Orou (un nativo que servía de intérprete), tu que entiendes la lengua de estos hombres dime que es lo que han escrito en esta hoja de metal,  “Este país es nuestro”. ¡Este país es tuyo! ¿Y porqué? ¿Porque has puesto aquí el pie? Si un tahitiano desembarca un buen día en tus costas y grabara en una de tus piedras o en una corteza de árbol: “Este país es de los habitantes de Tahiti, qué pensarías?

 

La modernidad, o contemporaneidad, de Diderot no debería extrañarnos. Tenía muy clara las limitaciones de sus de sus contemporáneos para entender sus ideas. Al final de The Appeal to Posterity (Oxford University Press 1971), de Arthur M. Wilson, segundo tomo del admirable estudio sobre el enciclopedista, lo mejor, de lejos, que se ha escrito sobre el tema, el profesor Wilson escribe: “La decisión de Diderot de referirse al juicio de la posteridad, considerándolo superior al de sus contemporáneos, puede precisarse hacia el último cuarto de siglo de su vida en muchas declaraciones y en una secuencia de coherentes decisiones. Sus razones eran meditadas y realistas, y en la base de ellas estaba su confianza en el juicio de la posteridad”.

Christian Petzold. Fotografía de Oliver Mark | Wikimedia

Milán, martes 11 de diciembre de 2023

Cine en invierno: Christian Petzold (1)

En sus conocidos Ciclos de Invierno, el Cine-Club Ambrosiano programó para este año un ciclo de tres cintas del alemán Christian Petzold, uno de los más destacados directores de una generación que continúa la muy brillante del Nuevo Cine alemán (Wenders, Fassbinder, von Trotta, Schlöndorff o Herzog) y que se ha hecho conocer como la Escuela de Berlín. Nacido en 1960, se eximió de vivir los “años de hierro”, marcados por el terrorismo radical de grupos como el Baader-Meinhoff. No obstante, un acontecimiento no menos crítico lo afectaría de manera irreversible. Me refiero, claro está, a la caída del muro y la Reunificación. En Barbara, de 2012, Petzold aborda de manera quirúrgica el asunto de las dos Alemanias. La más inesperada de las salidas, si uno recuerda el diálogo de aquellos días de 1989 que siguieron a la apertura de las fronteras, cuando Jürgen Habermass, el filósofo más influyente de nuestros días, ciudadano de Alemania del Oeste, y la celebrada novelista de Alemania Oriental, Christa Wolf, reconocieron que, en ningún momento, pensaron que una eventual reunificación era posible. El destino de Alemania Oriental parecía tan seguro como el de Holanda o Noruega. Para muchos intelectuales de ese “país”, y Christa Wolf no era la única, una Alemania Socialista, que superara la ortodoxia marxista, era posible y necesaria. No una nación comunista, pero tampoco una donde el capitalismo hiciera de las suyas, como hace desde 1945. Barbara, con Nina Hoss, la más inteligente de las actrices europeas, se ocupa de esta situación, no bien conocida para el resto de los occidentales. Un porcentaje nada deleznable de ciudadanos de la Alemania Democrática, no estuvieron de acuerdo con esta Reunificación compulsiva.  Las cintas del ciclo Ambrosiano fueron Wolfsburg, Tránsito y Ondine pertenecen a los nuevos tiempos de una sola Alemania cuyo Zeitgeist expresa de manera no siempre directa.

Thomas Bernhard, 1987. Wikimedia

Milán, miércoles 13 de diciembre de 2023

Thomas Bernhard poeta

No es improbable Thomas Bernhard (1931-1989) sea el narrador austríaco más influyente de su generación. Pero, también, fue un notable dramaturgo. Leyendo su teatro escribí mi primera pieza de teatro Valle seco. En la cual se cuenta la historia de un oficial alemán quien, después de naufragar frente a la costa venezolana se esconde en San Esteban, una población cercana a Puerto Cabello, conocida por la cantidad de familias alemanas que la escogieron como residencia durante las primeras décadas del siglo XX. La pieza termina con todas las resonancias de una tragedia del triste trópico. De sus novelas por lo menos tres son notables; Corrección, El sobrino de Wittgenstein y Antiguos maestros, todas puestas de manera impecable en castellano por Miguel Sáenz, quien fuera amigo del escritor y su compañero en sus visitas a España. Durante esos años de mis lecturas de Bernhard, pasé por alto, sin embargo, la lectura de su poesía, traducida también, como casi todo lo demás por el mismo Saenz. Sólo ahora, más de treinta años después y gracias a las traducciones al italiano de Tamir Sebath, y al inglés de James Reidel, me he encontrado con Thomas Bernhard el poeta, cuya voz, en su lírica, escucho ahora con más claridad. Lo que sigue es el proyecto de tres de mis traducciones realizadas tomando en cuenta las de Sebath y Reidel.

 

IN EINEN TÖPPICH AUS WASSER

En una alfombra de agua
bordo mis días,
mis dioses y enfermedades.

En una alfombra de verdes
bordo mis rojos sufrimientos,
mis azules mañanas,
mis amarillas ciudades y panes con miel.

En una alfombra de tierra
bordo mi perdición.
Bordo mis noches
y mi hambre, mi tristeza
y el barco de guerra de mi desesperanza
que zarpa sobre mil masas de mar,
los mares agitados,
los mares de la inmortalidad.

 

DAS JAHR IST WIE DAS JAHR VOR TAUSEND JAHREN

El año es como el año antes de mil años,
cargamos la vasija y golpeamos el anca de la vaca,
podamos y del invierno nada sabemos,
apuramos el mosto pero nada sabemos,
pronto seremos olvidados y nuestros versos
se desvanecerán como la nieve frente a la casa.

El año es como el año antes de mil años,
miramos el bosque como el establo del mundo,
mentimos y tejemos cestas para las manzanas y peras,
dormimos mientras nuestros sucios zapatos
se consumen en la puerta.

El año es como el año antes de mil años,
nada sabemos,
nada sabemos de la caída,
ni de la pérdida de ciudades,
ni de las corrientes donde hombres
y caballos mueren ahogados.

 

MEIN GROSSVATER WAR EIN SCHMALHÄNDLER

 

Mi bisabuelo era un vendedor de tierras
y todavía hoy
algunos lo recuerdan
entre Henndorf y Thalgau,
Seekirchen y Köstendorf,
y escuchan su voz
y se reúnen en su mesa
que era asimismo de los señores.
1881, en la primavera
cambió su vida para siempre: sembró
uvas a lo largo de una pared fuera de la casa
y llamó a los pordioseros;
su esposa, María, la que tenía una cinta negra,
le otorgó otros mil años.
Inventó la música para cerdos
y el fuego de la amargura,
habló al viento
en la boda de los muertos.
Pero no me daría una rebanada de jamón
para mi desespero.

Nina Hoss en Wolfsburg (2003)

Christian Petzold (2)

Wolfsburg es una ciudad creada por Hitler durante los años treinta para albergar a los empleados de la Volkswagen. Actualmente sigue la tradición automovilística y es una de las zonas urbanas más ricas de Alemania, llena de carros de lujo y avenidas que, en esta película, son el reiterado escenario. Wolfsburg (2003), el segundo film de Petzold, es la historia de una culpa individual, tan corrosiva como la culpa colectiva de los alemanes en la Segunda Guerra. No de balde se desarrolla en uno de los grandes proyectos del Führer. Nina Hoss, en el primero de sus cinco trabajos con el realizador, joven, bella y con el carisma de las más grandes (Mangano, Bergman, Leigh, Signoret), es la madre de un niño atropellado por un ejecutivo de ventas en su flamante carro de colección. El destino, que es maula, los reunirá a la sombra de mutuas carencias afectivas, una ironía no infrecuente en los filmes del director. La redención, que todavía busca el pueblo alemán con absurdas providencias constitucionales (es ilegal criticar al estado de Israel), también se le niega al protagonista, impecablemente asumido por el versátil Benno Fürmann. Wolfsburg es una película inquietante y una alegoría transparente. El fantasma de Hitler sigue volando entre las nubes de la tranquila ciudad-Volkswagen. La cinematografía de Petzold es una lograda muestra del neo neo-realismo alemán. Quince años más tarde, el director tratará de establecer cierta distancia con esta sintaxis realista de su juventud en la cinta de 2018, En tránsito. Se trata de la inteligente adaptación, escrita por el mismo Petzold, de Tránsito la difundida novela de Anna Seghers, orgullo de la República Democrática Alemana. Seghers, con su esposo, conoció los avatares de la huida trasatlántica a la demencia hitleriana. Con un esposo, por un tiempo detenido, y sus hijos, siguió la infame ruta Marsella, Casablanca, Estados Unidos hasta llegar a México. En un tiempo de refugiados para mi país natal, la saga de la escritora es la de millones de compatriotas. Cuestionando su realismo anterior, Petzold obvia la cronología del original (1941) y desarrolla su historia en una Marsella del siglo XXI, acosada por una nueva invasión alemana. Es su primer trabajo con el hondo y convincente Franz Rogowski y Paula Beer, suerte de nueva Nina Hoss, tan intensa y fotogénica. El azar, que es el guía de todo exiliado, condiciona la existencia de los personajes. A la cabeza de los cuales, Rogowski, quien, como el protagonista de El décimo hombre de Greene, y los millones de refugiados en esas circunstancias, asume, con esposa y todo, el nombre de un conocido escritor muerto a su lado durante el inicio de la fuga en un tren de carga. La narración de Petzold, como la del mismo Greene, es la más precisa, cada plano es un punto en una línea recta que se desarrolla hasta el inesperado final. En tránsito, como casi siempre en Petzold, es una conmovedora alegoría, En tránsito andamos todos, dentro y fuera del país original. La tercera de las películas del ciclo de invierno del Cine-Club Ambrosiano es Ondina, estrenada en 2020. Lo que En tránsito era un discreto cuestionamiento de una poética realista, aquí se trata de una crítica radical. La fuente de la historia filmada es la leyenda, el mito original. Ondina es una ninfa del agua castigada por su madre por su ingratitud, a enamorarse de un hombre para toda la vida, una atracción a la que sólo la muerte puede poner fin. De nuevo Paula Beer y Franz Rogowski son los escogidos para hacerse cargo de la historia. Paula Beer, en el escabroso rol de ninfa y mujer alemana del siglo XXI, no pudo haber sido más convincente. Hábilmente dirigida por Petzold, y la dirección de actores es uno de sus mejores talentos, Beer nos hace empatizar incluso con sus ambigüedades e inconsistencias. Nos hace pensar que todos, con mayor o menor fortuna, hemos sido como ella, contradictorios, sinceros, erráticos, mentirosos, ilusos. Solo la suerte, los que la hemos tenido, que no fue el caso de ella, es lo que nos ha salvado del naufragio. Es imposible no pensar en Atalanta, de Jean Vigo, cuando vemos y revemos Ondina. El amor es una esencia líquida de joven mujer, como hubiese dicho Gaston Bachelard. No obstante, lo mismo en su deriva realista que en la fantástica, la cinematografía de Petzold es la misma. La elegancia de sus largas tomas, sus hipnóticos travellings, el decoro de sus primeros planos, el lenguaje de las sombras, todo con una aspiración clásica, más cerca de Haydn que del wagnerismo de Herzog o Fassbinder. Un realizador a “plein air”, como los maestros impresionistas. Pocos directores más afectos a una claustrofobia cinemática. Nina Hoss es la reina de la bicicleta, ninguna actriz la ha manejado con tanta elegancia. En bicicleta, la conocimos en Wolfsburg y en la misma se desplaza en el exilio interior de Barbara. La inteligente dirección de fotografía, con la precisión de una Leica M3, es la del laureado Hans Fromm, compañero de Petzold en todas sus películas.

Milán, viernes 15 de diciembre de 2023

Ultimos días en este apartamento, que nunca sentí muy cerca de mi corazón pero que, sin embargo, fue amable conmigo y los míos. Especialmente con Alessandro, el nieto, quien se sentía aquí como en vacaciones todo el año, tumbado en el diván, viendo en televisión durante largas horas lo que no le permitían ver en su casa, y disfrutando meriendas y cenas de acuerdo a un exclusivo menú. También pude acoger aquí a los amigos que llegaron de lejos a visitarme, y compartir con ellos los cálidos vinos del cercano Piemonte. No tengo nada de qué quejarme. Puedo decir lo contrario. Los crueles calores del verano no son culpa suya, pero supo mantenerme a salvo de los ruidos con sus ventanas aislantes. Y de los acerados fríos con una calefacción adecuada. Pude trabajar sin problemas y, de hecho, aquí escribí todo el material de mi libro Ficciones y confesiones. Vincenzo Maria Coronelli es el nombre de la quieta calle donde se encuentra este edificio, quien fuera uno de los grandes cartógrafos europeos del XVIII. Fue una experiencia muy gratificante poder admirar algunos de sus enormes mapamundis en una exposición reciente. En cada mudanza dejamos un poco de raíz en tierra. En este caso se trata de un desgarramiento sobre otro desgarramiento. Me mude de Venezuela a Italia de manera involuntaria, y ahora lo hago de Milán a Milán, aunque hubiese querido evitarlo. Me siento como un marino que sale de un puerto al cual sabe que no retornará más. Una última mirada para ese puerto siempre de ola en ola alejándose de mí.

Bernhard poeta

Sabía, por supuesto, que Thomas Bernhard había escrito poesía. De hecho, alguno de sus libros, en la versión castellana de Sáez, lo guardo con sus otros libros en mi lejana biblioteca. Lo que no sospechaba es que hubiese escrito tanta. Más de trescientas cincuenta páginas tiene el volumen de sus poesías en la edición de las obras completas, en veintidós tomos, de la editorial Suhrkamp. Tampoco me di cuenta, cuando leí sus poemas por primera, vez hace más de treinta años, que era tan interesante. Una percepción no extraña para alguien entregado a leer y descifrar sus grandes novelas. Sin ninguna edición a mano de sus poesías completas en ningún idioma (no sé si existe en castellano), no puedo precisar la fecha de composición de los textos. Pero no importa. Este es otro de mis proyectos de traducción de algunos poemas del gran Thomas:

 

WIE SCHMER FÄLLT MIR EIN WORT

Cómo me cuesta decir una palabra
a los depravados
que no pueden distinguir un sueño
de las firmes ramas de un peral.

Cómo me cuesta decirla
en una calle polvorienta,
enemiga de mis zapatos
como el sol de la nieve
y el agua del desierto.

Cómo me cuesta decir una palabra
a mi padre y mi madre,
cómo me cuesta decirla
a todos los que me ven envejecer
en un otoño traspasado.

Cómo me cuesta decir una palabra
en estos días sin memoria,
cómo me cuesta.


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