Literatura

Diario literario 2021 (abril #3): Griffes; suizos: Muschg, Barth, Dürrenmatt, Buehler; Kierkegaard

17/04/2021

Charles Tomlinson Griffes

Milán, sábado 10 de abril de 2021

El gran Charles (Tomlinson) Griffes

La fortuna con los compositores de música es la más inestable. Después de muerto dejó de escucharse a Bach hasta que Mendelsohn lo sacó del polvoriento olvido. Con Vivaldi, la caprichosa fue aún más dura, y sólo se redescubrió a principios del siglo XX, siendo Pound, con su amiga pianista Olga Rudge, una de los protagonistas del redescubrimiento. Mozart nadie sabe dónde está enterrado y, después de ser tan celebrado (Beethoven entre otros) por sus contemporáneos, Antonio Salieri tuvo que esperar hasta la segunda década del XXI para que Riccardo Muti se encargara de presentarlo por primera vez en la Scala de Milán. El siglo pasado nos dejó una larga lista de grandes compositores (Russolo, Korngold) que esperan pacientemente por un reconocimiento que vaya más allá del de los especialistas. Es el caso de Charles (Tomlinson) Griffes (Nueva York 1884-1920), muerto tempranamente víctima de la fiebre española. Y cuyo talento no es menor que el de conocidos contemporáneos como Ravel o Copland. Su música para piano podría tomarse por la de Debussy por su virtuosismo y exploración de las posibilidades de una música impresionista y postimpresionista más a lo Prokófiev. Su modernidad, a partir de Skriabin no es menor que la de Prokófiev. Confieso que desconocía su trabajo hasta hoy, una circunstancia lamentable para alguien que vivió años en la ciudad natal de Griffes, y escribió un libro sobre la poesía de sus contemporáneos (Pound, Williams, Stevens), con algunos de los cuales coincidió en el París de entreguerras. A Radio Classica Milano y su estupendo programa sabatino dedicado a los contemporáneos debo el conocimiento de este apasionante compositor tan tempranamente desaparecido. La transmisión de hoy, dedicada íntegramente a Griffes, contó con la participación del interesante pianista italiano Emanuele Torquati a propósito de la reciente edición de su registro de una selección de la música para piano del estadounidense. El programa se inició con una exquisita y melancólica pieza para piano (todos los compositores de su tiempo, incluyendo a Schoenberg, fueron víctimas de esta morbosa inclinación a la melancolía), “El valle de los sueños”, escrita entre 1910 y 1912, y terminó con “El pavo real blanco”, pieza también para piano, de un purísimo lirismo que recuerda al Liszt de los “Sonetos de Petrarca”. Entre una y otra, la hermosa Sonata, escrita poco antes de morir. No sólo escribió para piano, nos recuerda Torquatti, también se dedicó a los Lieder, una actividad a la que se dedicó durante sus años en Alemania bajo las enseñanzas de Humperdinck. Sin Griffes, cualquier acercamiento a la mejor música de la primera mitad del novecientos sería lamentablemente incompleto; como ha sido el mío hasta hoy, cuando he tenido la dicha, gracias a la radio milanesa, de conocer el trabajo de un compositor que, desde ahora, me es imprescindible.

Walter Muschg

Milán, lunes 12 de abril 2021

De un suizo al otro: Muschg & Barth

Uno de los últimos mohicanos (libreros profesionales) de Venezuela, Andrés Boersner, me envía unas líneas del otrora leído crítico suizo Walter Muschg sobre Hugo von Hofmannsthal, a quien aludí en días pasados en una reseña sobre su Elektra, convertida en brillante ópera por el genio de Richard Strauss. Hofmannsthal fue el más influyente de los poetas de lengua alemana de principios de siglo. Se escribía tomándolo como modelo o rechazándolo. Hoy se le conoce, más que como lírico, por ser autor de los libretos para Strauss y por su exquisito ensayo en forma epistolar Carta de Lord Chandos. Muschg, en una reseña indigna de su prestigio, formula una serie de observaciones sobre Hofmannsthal en los que no se ahorra ni siquiera las referencias ad hominem para cuestionarlo. Parece miope, por ejemplo cuando recuerda que Hofmannsthal “sólo se había enfrentado al aspecto feo de la vida durante su servicio militar”. Y, ¿desde cuándo un autor tiene que vivir todos los aspectos feos de la vida para referirlos en su obra? Stendhal no estuvo en Waterloo, ni Dumas en las mazmorras del Castillo de If. Le reclama, asimismo, haber convertido a sus heroínas en histéricas después de haber leído a Freud. Si Muschg hubiese vivido en Viena a principios del siglo XX y hubiese leído los Estudios sobre la histeria y escrito poesía dramática, es probable que hubiese hecho lo mismo. Muschg, con toda su, por otra parte, merecida fama, parece uno de esos temibles animales disecados (un cóndor, por ejemplo) que vemos en los Museos de Ciencias Naturales. Sobre las óperas de Strauss no es menos desacertado: “También son orquídeas febrilmente hermoseadas y estériles en el invernáculo de la marchita cultura austríaca”. Y, poco después, encuentra como insoportable exceso lo que para mí es la mejor virtud del dueto Strauss-Hofmannsthal: “(Ellos) desenmascaran los horrores arcaicos del psicoanálisis y los convierten en perversas embriagueces de la sangre y los sentidos”. Debo confesar mi decepción, en mi primera juventud fui fiel admirador de Muschg, un autor que me había olvidado que lo había olvidado. Gracias a Andrés Boersner he recordado de manera ingrata al autor de lo que siempre consideré un gran libro, El sentimiento trágico de la literatura.

Karl Barth

Muschg era suizo y seguramente protestante, y sin duda puritano. Karl Barth también era suizo y el más grande pensador protestante. Recordé a Muschg, y sus limitaciones, gracias a mi amigo en Caracas. Otro amigo, de Sevilla, me ha llevado a recordar a Barth, tan contemporáneo hoy como fue moderno en la primera mitad del siglo XX. Mis lecturas de Barth son más recientes, de finales del mismo siglo pasado en uno de mis reiterados acercamientos en Heidegger. Tuve la suerte de contar con la edición del Comentario a La carta a los romanos, de Barth, en la Biblioteca de Autores Cristianos, el más respetado proyecto editorial español. A esta edición he vuelto animado por el entusiasmo de Ricardo Bello, estudiante de filosofía y profesor del Seminario de Valencia. La escritura de Barth es la de un profeta existencialista (Heidegger) marcado por el pesimismo de Kierkegaard. Su pensamiento, a pesar de las distancias, a veces me recuerda, por una parte a Pascal, y por la otra a Camus. De las primeras páginas de su Comentario son estas expresiones memorables:

El hombre es su propio señor. Su unidad con Dios está tan rota que la
restauración se nos antoja ya imposible. Su condición cultural es su
grillete. Su pecado es su culpa. Su muerte es su destino. Su mundo es un
caos informe de fuerzas naturales, psíquicas, y de algunas otras hinchan
y deshinchan. Su vida es pura apariencia. Esa es nuestra situación. (p.85)

Milán, martes 13 de abril de 2021

Más suizos

Mientras dejo por un tiempo de lado los libretos de Hofmannsthal y, con mucho pesar, las reflexiones heideggerianas de Karl Barth sobre San Pablo, un tercer amigo venezolano, René Molina, me obliga a detenerme en un tercer escritor suizo. Esta vez, otra vez en estos diarios literarios, se trata del querido Friedrich Dürrenmatt, cuyo centenario de nacimiento ha animado a una editorial española a la publicación de dos de sus novelas, El juez y su verdugo (publiqué una reseña hace años en la revista digital Prodavinci) y La sospecha. Es primera vez que voy a leer a Dürrenmatt en castellano. La sospecha es la continuación de El juez y su verdugo, la cual termina con la postergada victoria del ya senil inspector Bärlach sobre su enemigo de toda la vida. Podría parecer una imperdonable dispersión pasar de las opiniones de Muschg a Hofmannsthal, a la antropología protestante de Barth y de allí a los enredos policiales del inspector Bärlach. Y seguramente lo es. Me consuelo pensando que, como son suizos, y protestantes, son tres caras de la misma moneda.

La primavera pasa

Luminosos días de primavera que veo transcurrir desde mi ventana. Llegan por el este, me pasan por encima y se van al poniente con el canto de los pájaros que han regresado después de los fríos invernales. Milán no es una ciudad de vientos, como New York o Chicago, pero desde hace unos días una grata brisa de las montañas, seca y no muy fría, nos visita para completar el milagro de la primavera que, aun desde una ventana, sigue siendo una experiencia milagrosa.

Escritos sobre el arte

Estoy considerando la posibilidad de reunir algunos de mis ensayos sobre arte en un pequeño volumen. No son escritos de un crítico de arte, sino de un poeta que enseñó durante décadas en una Escuela de Bellas Artes. Del prólogo se encargará el también poeta e historiador de arte Ramón Cote Baraibar. Me limitaría al Renacimiento y Barroco. No es la primera vez que tengo un proyecto de esta naturaleza. Hace más de treinta años, propuse a Monte Ávila Editores un volumen que titulé Imágenes del Renacimiento, el cual sería rechazado por carecer de interés para el lector venezolano. No dejaban de tener razón. Esta vez pienso en otra editorial (Monte Ávila no sé si existe) y en busca, no de autor, sino de público. Este es un sumario provisional.

“El Paraíso de Apollonio di Giovanni. Consideraciones sobre los primitivos sieneses”.

“El Cristo de Piero della Francesca”.

“Las profecías de Leonardo en sus cuadernos”.

“Leda en las colinas de Vinci”.

“San Bartolomeo y Miguel Ángel”.

“La Pietà Rondanini”.

“Acteón según Tiziano”.

“Bramante en san Sátiro”.

“La muerte en Arcadia”.

“Borromini y el ojo de la muerte”.

Friedrich Dürrenmatt

Milán, miércoles 14 de abril de 2021

La montaña de Dürrenmatt

En esta semana de mi diario, inesperadamente dedicada a los escritores suizos, recuerdo a C.F. Ramuz y su novela La peur dans la montagne (Cumbres de espanto, en español), aquella espeluznante crónica de las posibilidades del terror en las alturas alpinas, al leer un fragmento de La sospecha de Dürrenmatt. Suizo Ramuz y suizo Dürrenmatt, credencial irrefutable para hablar de las tierras altas. No fue Ramuz el primero en hacerlo. Otro poeta, no suizo sino inglés, que conoció Suiza, hará también de las alturas blancas el escenario de uno de sus mejores poemas. Hablo de Byron y su “Manfredo”. Pero, volviendo a Dürrenmatt, sintamos la influencia de Ramuz en este magnífico fragmento:

Recuerdo muy bien, eso sí, la inexplicable sensación de miedo que se apoderó
de mí cuando nos acercábamos a la cabaña a través de un pedregoso pasto
que no había sido utilizado aquel verano, y en cuya depresión se alzaba
la choza. Estoy convencido de que a todos nos invadió el mismo miedo,
exceptuando, quizás, a Emmenberger. Las conversaciones se acabaron y
todos guardamos silencio. La noche, que cayó antes de que llegáramos a la
cabaña, era tanto más escalofriante cuanto que, durante un intolerable
lapso de tiempo, pareció flotar, sobre aquel mundo desierto de hielo y
piedras, una extraña luminosidad de un rojo muy intenso, una luz letal
y ultraterrena que nos tiñó caras y manos, una luz como la que debe iluminar
algún planeta que se mueva a mucha más distancia del sol que el nuestro.

La traducción, en una prosa impecable, es de Juan José del Solar, probablemente el mejor traductor del alemán de la segunda mitad del XX. Su castellano es de una modernidad suficiente como para saber que escribe en su tiempo, no en el de Unamuno ni en el Cernuda. Es una de las exigencias que debemos hacer al traductor, que traduzca en el idioma de su tiempo para ser leído por sus contemporáneos. Del Solar tradujo para los lectores de ambos lados del Atlántico. El localismo fue su enemigo. La circunstancia de haber nacido en Lima, sede del antiguo Virreinato del Perú, lo ponía en una posición privilegiada. Dio a conocer a Canetti, entre muchos otros, además nació el 1 de marzo (1949). El fragmento de Dürrenmatt no pertenece a un volumen de prosas poéticas, sino a una novela policial. Quiero recordar que otro de sus policiales, El juez y el verdugo, debe ser considerada la mejor novela policial de su tiempo. En otra de ellas, La promesa, Dürrenmatt hará un implacable juicio al género. Por lo pronto, van cuatro suizos en esta semana de la literatura suiza que, probablemente, sólo llegue hasta hoy. A menos que reciba, de manera también inesperada, algo de los otros tres grandes suizos contemporáneos, Walser, Ramuz y Max Frisch. No olvido que Blaise Cendrars era suizo. Lo mismo que Giorgio Orelli, que desconozco, pero que compartió el prestigioso Premio Schiller con Dürrenmatt y Frisch, y tradujo Fausto al italiano.

Boceto inacabado de Søren Kierkegaard c. 1840 por su primo Niels Christian Kierkegaard

Milán, viernes 16 de abril de 2021

Otro suizo y un danés

“Detrás de un gato viene otro gato”, dijo Hemingway, amante de los felinos, como su maestro Ezra Pound. Tal parece que lo mismo podría decirse de los escritores suizos. Al menos ha sido así en el minicosmos de estos diarios literarios. Lo que comenzó con una malintencionada cita de Walter Muschg, siguió con una mención y un fragmento de Karl Barth; más tarde, sin buscarlo, llegó Friedrich Dürrenmatt, quien me llevaría a un cuarto, y también impensado, autor suizo. Esta vez se trata del distinguido teólogo protestante y profesor de teología de la Universidad de Zurich, Pierre Buehler, quien ha escrito reiteradamente sobre Dürrenmatt. Uno de estos comentarios comienza con una confesión tardía del mismo Dürrenmatt: “Sin Kierkegaard, no se me puede entender como escritor”. La mención a Kierkegaard, reveladora como es, me interesa, asimismo, porque interrumpe, aunque nadie sabe por cuánto, la abrumadora presencia de escritores helvéticos en el diario. Lo de Kierkegaard es innegable y no es difícil precisar, aun en una lectura apresurada, las afinidades electivas entre el filósofo de Dinamarca y Dürrenmatt. En La sospecha, la figura del moribundo inspector Bärlach parece pensada como encarnación del Tratado de la desesperación. A medida que el viejo sabueso se acerca a su presa debe haber recordado las palabras del danés en su Tratado: “El conocimiento a medida que progresa, transformase en un conocer monstruoso, en el cual el hombre en lugar de edificar malgasta su yo, un poco como el desgaste de vidas humanas para construir las pirámides”. En el único estudio del profesor Buehler que conozco, la gravitación del danés se extiende más allá de la narrativa de Dürrenmatt y se prolonga hasta su dramaturgia, que fue la que lo dio a conocer, a comienzos de la segunda postguerra, en todo el mundo occidental, incluyendo Venezuela. De Kierkegaard aprovecharía no sólo sus ideas sobre la condición humana, sino sus intuiciones sobre la ironía, fundamento de la comedia, en su opinión la vía del medio para llegar a un conocimiento de la tragedia: “Podemos llegar a la tragedia a través de la comedia… muchas tragedias de Shakespeare son comedias de donde surge la tragedia”. Mucho me temo que no concluye este viernes la apropiación de estos diarios por parte de los suizos. Ahora, con el refuerzo del filósofo danés, no es improbable que se alargue durante el fin de semana. Por lo pronto, unas palabras de uno de los personajes de La sospecha, donde la concepción protestante del mundo se acerca más al suizo Karl Barth que al danés Kierkegaard: 

…la Tierra es demasiado vieja para convertirse en un “Sí”, “Sí”, y el bien y el mal
están demasiado imbricados en la desolada noche de bodas entre el cielo y el
infierno que ha parido a esta humanidad como para poder separarlos de nuevo…
Ya no podemos saber qué hacemos, qué acción conllevará nuestra obediencia
o nuestra rebeldía, qué explotación o qué delito van unidos a los frutos que comemos,
al pan y la leche que damos a nuestros hijos. Matamos sin ver la víctima ni saber
nada de ella, y somos asesinados sin que el enemigo lo sepa… Y ahora estamos
enfermos de muerte, corroídos por el cáncer de nuestros actos. El mundo está
podrido comisario, va pudriéndose como una fruta mal almacenada. La Tierra ya
no puede ser un paraíso, el infernal río de lava que hemos hecho aflorar en los días
de nuestras riquezas y que ahora alumbra nuestra noche, ya no puede ser devuelto
a las profundidades de las que surgió. Tan solo en nuestros sueños podremos recuperar
lo que hemos perdido. (La sospecha, pág.111)

Ésta es una de las páginas de inicio del hermoso y terrible Comentario de Karl Barth a la Carta de San Pablo a los Romanos:

Así la luz se ha convertido en oscuridad en nosotros, la ira de ha resultado
inevitable. ”Se ofuscaron en vanos razonamientos y se entenebreció su
insensato corazón”… Abandonado de forma insensata a sí mismo, el hombre
se enfrenta a las fuerzas del mundo que gobiernan ciegamente. Porque nuestra
vida adquiere sentido en este mundo sólo mediante su relación con el Dios
verdadero… Insensible, inteligente, sin visión y, por tanto, ciego es el corazón.
Extraña al mundo es el alma y carente de alma está el mundo si ambos no se
encuentran en el reconocimiento del Dios desconocido, si el hombre esquiva
al Dios verdadero, a quien debería hacer entrega de sí mismo y del mundo, para
reencontrar ambas cosas. Esto es la causa de la noche en la que caminamos, la
causa de la ira de Dios, manifestada entre nosotros.

Virus y tanino

Me escribe Igor Barreto para recordarme las propiedades del tanino, presente en los vinos tintos, en la prevención de las diversas virosis. Me acojo a sus sanas recomendaciones y me he aprovisionado para este fin de semana que está comenzando, con buenas provisiones de nebbiolo y rioja. Sirven para muchas otras cosas los vinos, la no menos estimable es la de recordar a los amigos distantes con quienes hemos compartido ingentes cantidades de estos rojos caldos.


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