Diario literario

Diario literario 2020, marzo (parte IV): sub-diario de una plaga

23/03/2020

Fotografía de Andrés Kerese | RMTF

Caracas, domingo 22 de marzo de 2020

Sub-diario de una plaga

Ayer se contaron 792 víctimas fatales del coronavirus en Italia en las últimas 24 horas. Ni siquiera durante los extensos combates que se libraron en el país en los últimos meses de la guerra, organizados por la resistencia en 1945, se produjo tal cantidad de pérdidas humanas. La situación presenta rasgos pre-apocalípticos, animada por la pobre respuesta de los especialistas sanitarios a nivel mundial, desprevenidos ante el descuido de la prevención a nivel global. Desde Milán, mi hija que trabaja para un importante grupo farmacéutico, me confiesa la confusión de los investigadores. Por lo demás, la virulencia desplegada por la epidemia en varias regiones de la península parece inédita. Es probable que, ni siquiera en los peores momentos de su actuación en China, el agente viral se haya mostrado tan agresivo. De la misma China, que ya celebra (no pudieron festejar el Año Nuevo) la superación de la crisis, ha llegado a Italia asistencia material y profesional. Constanza ha estado en contacto con representantes de este personal. Me cuenta que, para contribuir a la confusión general, se remiten a las viejas teorías del Yin-Yang para explicar la evolución del proceso viral. Por lo tanto, desde hace días se ha dado a la lectura del Tao Te Ching, algunos de cuyos fragmentos ha leído a Alessandro, mi nieto de siete años, quien concluyó diciendo que “Dios es superior, porque es el único que es infinito, Alejandro (yo) me lo dijo”. Sólo espero que mi querido Confucio no lo haya escuchado. En España, por desgracia, el coronavirus ha encontrado un rico caldo de cultivo. La torpeza de la administración y la tradicional tendencia desunionista de sus habitantes (España, se decía en tiempos de Machado, es como un cuero seco; si lo pisas por un lado, se levanta por el otro) han colaborado para que la epidemia haya comenzado a hacer estragos y mucho me temo que sus instituciones sanitarias se declaren incapaces de atender la emergencia. Con no menos torpeza, los norteamericanos se han dedicado a aplicar las medidas tomadas en Italia, y Washington ha adoptado las detestadas políticas keynesianas que una vez salvaron la Unión. No han olvidado que, en la gran epidemia de 1918, más de 700.000 norteamericanos perdieron la vida cuando la población no alcanzaba la mitad de la actual. Aquí, en Venezuela, hasta hoy sólo se reportan oficialmente setenta y tantas víctimas. Unas cifras que, por el sólo hecho de ser “oficiales”, gozan de muy poco crédito.

La circunstancia de tener una gran mayoría de personas afectadas por el coronavirus entre los miembros de mi generación -los una vez conspicuos soixante-huitards, como llamaba Francia a los jóvenes protagonistas de los sucesos que, en 1968, conmovieron al planeta con su irreverente llamado a la vida y la libertad- no es una circunstancia atenuante a la hora de enfrentar los riesgos de esta pandemia. Sobre esto, un amigo, cuyo único oficio parece ser la envidiable costumbre de revisar exhaustivamente la prensa internacional, me hace llegar un interesante trabajo en Wired, una página virtual de la cual no tenía yo idea. El autor del artículo, en su búsqueda de una respuesta a las insoportables cifras de muertes que se presentan en Italia y, que de seguir así,  en menos de cuarenta y ocho horas debe llegar a las mil diarias, ha acudido a los especialistas de la Universidad de Oxford en busca de respuestas. Y las ha conseguido. Dos son las razones que proponen los especialistas oxonienses: 1) El país tiene la segunda población de mayor edad en el planeta y 2) en Italia, los jóvenes pasan más tiempo con sus abuelos que en cualquier parte. Tienen razón los de Oxford, casi siempre la tienen, porque entre los italianos los “nonni” son considerados de manera muy especial, que no tiene que ver con la postura de los anglosajones, en cuyos países parece que no existiesen los abuelos; o en el resto del mundo, donde son considerados una carga, una molestia. Italia, a nivel culinario (lo más importante en Italia siempre tiene que ver con la comida)  celebra, como en ninguna parte, unas supuestas recetas que atribuyen a la nonna (la “torta della nonna”) o al nonno (“Il gelato del nonno”). Nadie iba a pensar que esta envidiable costumbre sería algún día una causa, una de ellas, de tantos males. Sin embargo, quisiera agregar que el envejecimiento alarmante de la población italiana tiene dos componentes, el segundo es que la población infantil también es una de las más bajas del planeta. A pesar de todo, por experiencia, puedo decir que es un privilegio ser nonno en la patria de Dante y Verdi.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo