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En la sesión del 17 de mayo de 1799 el Claustro universitario (UCV) modifica el desenvolvimiento de sus ceremonias -sea Grados o demás solemnidades-, del modo rutinario como se hizo en todo el siglo XVIII. Fue a partir de ese momento en que se toma la decisión de “que el paseo a caballo se omita, y que juntándose la Universidad, y graduando en las casas del Señor Cancelario, tomando allí las insignias[,] se traiga a la capilla [al Señor Cancelario junto al graduando], y conferido el grado […] se vuelva a llevar” (Viana Cadenas, 2006).
De la misma manera, en ese día la intervención musical se hará presente en dicho acto, del siguiente modo: “… que el acompañamiento con insignias se ha de concluir en la Sala de la Universidad, y que desde que salga de las casas del Señor Cancelario hasta su conclusión le ha de preceder un concierto de instrumentos de viento como flautas, obueses (sic) (i.e. oboes), clarines, chirimías y otros de esta especie […]” (Cadenas, ob. cit.).
El Claustro del 20 de octubre de 1802 -basándose en la Real Cédula del 23 de febrero de 1798- parece recalcar que el acompañamiento (tanto de quienes porten las insignias como de los músicos) se hará procesionalmente partiendo de la Universidad hacia la Capilla y viceversa, al “… traer, y llevar al Señor Cancelario desde el Colegio a sus casas [o viviendas para uso de este tipo de las autoridades universitarias]” (Cadenas, ob. cit.). Y, como parte de la ceremonia, el Claustro indica que en esta oportunidad: “También se proponía continuar con la costumbre de finalizar el acompañamiento de los universitarios en el Colegio, después de llevar al Cancelario y al Rector a sus respectivas casas” (Cadenas, ibidem). Pero, “que se quiten los acompañamientos con ínfulas por las calles” (Cadenas, ibíd.).
En 1808 (para los días 5 y 6 de mayo) abdicarán Carlos IV y Fernando VII y en ese mismo año: “Se iluminaron los balcones del Colegio [Seminario] en obsequio del monarca [Fernando VII]” por su fugaz entronización ocurrida el 19 de marzo (Cadenas, ob. cit.). Ildefonso Leal anota que al año siguiente fallece el Padre Baltasar de los Reyes Marrero y se asigna un nuevo Cancelario:
Siete años más tarde [se continúa refiriendo a las medidas claustrales tomadas para 1802], el 5 de junio de 1809, la Cancelaria de la Universidad quedaba vacante por muerte del doctor Baltasar de los Reyes Marrero y el Claustro procedió a elegir al doctor J.[uan] V.[icente] Echeverría como Cancelario hasta tanto el Rey procediera a la designación de un nuevo Maestrescuela. El 18 de mayo de 1810 tal dignidad fue ocupada por el doctor Santiago Zuloaga, y hasta esa fecha, el padre Echeverría cumplió la función de Cancelario de la Universidad (Ildefonso Leal, 2013).
En el Claustro del día 8 de junio de 1809 se pedía un funeral para Marrero e –igualmente- fue solicitada una función en homenaje al Rey Fernando VII. Sin embargo, ya eran los tiempos en que el poder real residía en manos de la Regencia napoleónica, cuando también era transferido a la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII en las Provincias de Venezuela.
El Claustro universitario del 3 de agosto de 1809 advierte a la Universidad que no salga con insignias a traer al Cancelario y que sean usadas dentro del Colegio y la Capilla, ya que “el ánimo del claustro es evitar la más remota censura que pueda hacerse” (Cadenas, ob. cit.).
El 2 de marzo de 1811 se instala el Supremo Congreso de Venezuela -en el marco de la celebración del 1º Aniversario del “19 de Abril de 1810”- y se organiza una milicia universitaria. Del mismo modo, se acordó que se realizara un festejo público en la Plaza Mayor:
Para conmemorar el primer aniversario de dicha instalación se organizaron funciones públicas en la Plaza Mayor y alrededores, así como actuaciones musicales y patrióticas en toda la ciudad. La Catedral de Caracas y la Universidad Real y Pontificia dispusieron a su vez celebraciones públicas en señal de júbilo por dicho aniversario. La Universidad organizó por su parte una gran función pública en la Plaza Mayor con iluminación de balcones, faroles, tablado, concierto musical y decoración de óvalos entre otros detalles. Para cubrir todos los gastos de la ceremonia, la Universidad mediante Claustro Pleno del 9 de abril de 1811, erogó de sus fondos la cantidad de doscientos pesos, los cuales junto a las contribuciones hechas por cada Doctor universitario y lo recogido de los fondos del Seminario sumaron un total de cuatrocientos setenta y nueve pesos con cuatro reales […]. La participación musical estuvo a cargo de Francisco Villalobos, quien recibió ciento veinte y cinco pesos por el “valor del concierto que la Real y Pontificia Universidad unida al Colegio Seminario dispuso en la Plaza mayor en celebridad del día diez y nueve de abril” […]. Además la Universidad destinó diez y nueve pesos y seis reales “en un refresco para los músicos, y en pagar á los soldados que concurrieron á poner orden en el tablado y Colegio Seminario” […] (Cadenas, ob. cit.).
Una vez redactada el Acta de la Independencia –el 5 de Julio-, cada uno de los congresantes acude a la Capilla Santa Rosa de Lima a plasmar su firma; y -finalizado dicho proceso-: “En 1811, el Supremo Poder Ejecutivo envía invitación al Rector del Seminario para que acuda con su comunidad a la celebración de Acción de Gracias por el triunfo obtenido en Valencia [en las acciones comandadas por el general Francisco de Miranda]. Esta celebración fue realizada el 18 de agosto de 1811 en la Santa Iglesia Catedral con la entonación de un Te Deum Laudamus […]” (Cadenas, ob. cit.).
Otro detalle interesante, es que el 1º de julio de 1811, a la par que el Supremo Congreso de Venezuela dictaminaba los parágrafos sobre “Los Derechos del Pueblo”, las autoridades universitarias redactan un Auto: “Conviniendo que en las actuales circunstancias se hagan las colaciones de Grados mayores sin acompañamiento público y estrépito de Música en las calles, y puertas del Colegio que ocasionan como lo acredita la experiencia la aglomeración del pueblo […]” (Cadenas, ob. cit.). Es decir, para que el acompañamiento con insignias fuese realizado dentro de la Universidad, congregándose el cuerpo universitario en la Sala claustral para pasar a la Capilla universitaria y –una vez culminada la ceremonia-:
[…] se excuse todo estrépito de tambores e instrumentos de viento en las puertas del Colegio como consecuente con las providencias, que tenemos entendido ha tomado el gobierno en beneficio de la pública tranquilidad prohibiendo todo motivo de amontonamiento de gentes de Color, y como consecuentemente también a las intenciones del Venerable Claustro manifestadas en el citado acuerdo, lo que se pondrá en su noticia con las atenciones de estilo, participándolos antes con las mismas al Sr. Rector para que se sirva convocarlos e igualmente el oficio que nos dirigió el Señor Ve. [Vice] Rector el cual mandamos agregar a este expediente, en el concepto de comprender una determinación del Supremo Congreso reformatorio de la constitución que para los grados de Doctor en Sagrada Teología impone la multa de dos mil pesos. (Cadenas, ob. cit.)
El Doctor Don Agustín Arnal, Secretario de la Real y Pontificia Universidad certificó que el Auto se leyó en el Claustro pleno celebrado el día 9 de julio de 1811, y aclaró –a continuación-: “… que estaba conforme con la determinación del Sr. Cancelario en lo que mira al acompañamiento; pero pone presente el Claustro a su Señoría que la música del Zaguán del Colegio es muy conducente a la emulación de la juventud, sin que haya motivo de reunión de gentes dentro del mismo Colegio y con certificación del acuerdo se contestó a su Señoría con las atenciones acostumbradas” (Cadenas, ibíd.).
Ildefonso Leal afirma que entre 1812 y 1821, la Universidad llegó a un mínimo de sus actividades (desaprobando las innovaciones y progresos alcanzados “desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la proclamación de la Independencia en el año 1811”). Luego de este lapso será que: “La Universidad recobrará su normalidad con el triunfo de las armas republicanas en el año 1821” (Ildefonso Leal, 2000).
En 1822, la Universidad celebra la publicación de la Constitución de Colombia que declara la unión entre Venezuela y la Nueva Granada (también conocida aquella como la Constitución de Cúcuta, de 1821), y al respecto Viana Cadenas refiere que:
En 1821, el Gobierno de la República de Colombia mediante decreto del quince de diciembre, acordó fijar un acto de juramento para el día 3 de enero de 1822, por la publicación de su Constitución ante el Vice-Presidente de la República en la Sala Consistorial, al que debía asistir el Cancelario de la Universidad. Posterior a este acto, la Universidad, mediante Claustro Pleno del mencionado día, dispuso celebrar una función especial en su obsequio “acordando se celebre la festividad con Te Deum, dispuesta por el citado artículo 6º con formal asistencia de todos los individuos de esta academia, el primer domingo; no pudiendo verificarse el día de mañana como desea esta Universidad por faltar muebles necesarios para la función y la música” […].
Esta celebración fue realizada el 6 de enero de 1822 en la Capilla del Seminario y la participación musical estuvo a cargo de José Cayetano Carreño, quien recibió siete pesos “mitad del costo de la música en la fiesta que en la Capilla del Seminario se hizo ayer seis de los corrientes en obsequio de la publicación de la Constitución de Colombia, según lo acordado por el Gobierno” […] (Cadenas, ob. cit.).
El 12 de julio 1825 se celebró el 1º Centenario de la Universidad bajo la influencia de las ideas neo-republicanas. El Rector era el Pbro. Dr. José Cecilio de Ávila, quien organizó un certamen literario que tuvo ocasión en la Capilla universitaria, en el recinto se estrenaba en ese día una lámpara de araña de cristal donada por el Dr. Felipe Fermín Paúl para dicha ocasión: “En lo que respecta a la participación musical, no se encontraron documentos que la mencionen, aunque pueda suponerse su intervención por tratarse de una celebración solemne” (Cadenas, ob. cit.).
Pero se tiene información de que a partir de dicho año se comenzaron a hacer las Misas votivas en la Capilla de la Universidad por el alma de Pedro de Ponte, quien había sido una de las personas contribuyentes en la fundación de la Universidad en 1721.
Y en 1827, el Libertador Simón Bolívar visita su ciudad natal al tanto de un conjunto de circunstancias que fueron adversas a su proyecto político, pero también vino para redactar junto al sabio Dr. José María Vargas –Rector de la UCV desde el día 22 de enero de 1827- los Estatutos Republicanos de la Universidad Central de Venezuela. Bolívar hará la dotación de sus haciendas de Chuao y Cata al patrimonio universitario y pidió que: “… los cursantes de la Universidad no podían ser alistados ‘en cuerpos de tropa de ninguna especie, ni aún de las que se titulan nacionales o cívicas, ni ocupados en cosa alguna que los distraiga de la carrera literaria a que se consagran’ […]” (Ildefonso Leal ,2000).
Cabe mencionarse que Bolívar asistió el día 19 de abril de 1827 a las ceremonias del Viernes Santo en la Catedral de Caracas, según el diario de Sir Robert Ker Porter.
A dos años de su visita, las rentas producidas por las haciendas de Chuao y Cata le permitirán a la Universidad sostener un conjunto de “obras pías”, tales como contribuir con el pago de la música que se hacía en la Catedral de Caracas a cargo de José Cayetano Carreño y la capilla musical en los Viernes Santos.
Fallece Simón Bolívar y sus restos embalsamados serán depositados en la Catedral de Santa Marta (Colombia) hasta el 22 de noviembre de 1842. Fue a través de la intervención del Presidente José Antonio Páez que los restos exhumados -y gracias a las gestiones realizadas por el Dr. José María Vargas-, logran repatriarse a Venezuela. Las reliquias regresan escoltadas por los alumnos de la Academia de Matemáticas. Paralelamente, el geógrafo Agustín Codazzi viaja a París junto a Carmelo Fernández para adquirir los múltiples objetos artísticos conmemorativos que serán utilizados en Venezuela para las ceremonias fúnebres del héroe.
Se harán primeras vigilias al tocar tierra en La Guaira y al llegar al Templo de la Trinidad, el 16 de diciembre de 1842. Ya por entonces, Rafael Urdaneta había fundado –el 28 de octubre- la Gran Sociedad Boliviana. La ceremonia mayor de las reliquias repatriadas de Simón Bolívar se haría en el Templo de San Francisco, ya que en este lugar se le había conferido el título de Libertador en 1813. La Universidad fue un baluarte fundamental en este proceso de repatriación de sus restos y la pompa fúnebre realizada en el Templo de San Francisco fue conducida por el Dr. José Alberto Espinosa –Rector de la Universidad y profesor de Historia sagrada- quien leyó su Oración fúnebre pronunciada en Caracas el 17 de diciembre de 1842, en las exequias a los restos del Libertador (Imprenta El Venezolano, 1843). Viana Cadenas presenta lo que había manifestado la Junta de Inspección y Gobierno el día 17 de noviembre de 1842:
1ro. que se nombre una gran comisión por el señor Rector para que en el día que entren a esta capital los restos mortales del Libertador Presidente Simón Bolívar, salga a recibirlos con los bedeles llevando cada uno de los individuos una banda de gaza negra en el brazo derecho […] 2do. que considerando que el Libertador Presidente ha sido patrono y benefactor de la Universidad […] se acuerda desde luego una función fúnebre con el aparato que antes de ahora esta descrito, todo a costa de los fondos universitarios […] (Cadenas, ob. cit.).
Las reliquias del héroe pasaron a reposar a la Catedral el día 23 de diciembre de 1842. Entre tanto, la Junta General de la Universidad en el día 20 de dicho mes, organizaba el prospecto de la Función triunfal que la Ilustre Universidad Central de Venezuela celebra el día 10 de Enero, en memoria del Libertador Simón Bolívar. Fueron comisionados para elaborar la programación los profesores Dr. José Alberto Espinosa, Dr. Tomás José Sanabria y del Dr. Manuel María Echeandía. Valga la aclaratoria de que aunque la fecha propuesta o estipulada para el 10 de Enero de 1843 –como referencia por haber sido el día en que Bolívar había hecho su entrada triunfal a Caracas en el año 1827-, la misma se corrió para el día 18 de febrero, “por hallarse imposibilitados los encargados del decoro de la Capilla y de la función en sí, por ser dicha fiesta muy cercana a las funciones anteriores de Pascuas” (Cadenas, ob. cit.).
Para más detalles, refiere Viana Cadenas que:
La festividad se iniciaría desde la noche anterior con la iluminación de la fachada del edificio del Seminario (Universidad) junto a la ejecución de un concierto instrumental y vocal a cargo de “la orquesta de coro”. El día de la ceremonia, los alumnos debían asistir con sus trajes negros junto a sus catedráticos. La congregación general se realizaría con toda solemnidad en la Capilla junto al Cuerpo Universitario, el Presidente de la República y Secretarios del Despacho, los Ministros de las Cortes, los Generales y agentes Diplomáticos y demás invitados. La participación musical acompañaría la conmemoración desde principios de la congregación y estaría a cargo de una orquesta o banda de música militar; y dos coros “uno marcial y otro de coro, […], entonando este himno en honor de Bolívar, y aquél ejecutando marchas triunfales” […] (Cadenas, ob. cit.).
Pero la Universidad haría para tal ocasión una procesión –en compañía del Presidente Carlos Soublette y demás funcionarios que hacían el séquito- en el espacio bautizado con el nombre de Plaza Bolívar a la luz de dichos acontecimientos. Fue un espectáculo en el cual se condujo un busto del Libertador en un carro triunfal por las esquinas, teniendo como punto inicial y culminante de este recorrido la puerta de la Capilla Santa Rosa de Lima. Según Cadenas, sobresale en el protagonismo musical, formando parte de dichas exequias, “la orquesta preparada para la ocasión[, la cual] estuvo a cargo del músico José María Velásquez” (Cadenas, ob. cit.). Para dicha ocasión se interpretó un “Himno en honor de Bolívar” tanto en la ceremonia que se hizo dentro de la Capilla Universitaria como durante la procesión antedicha. Y para finalizar la jornada, el Dr. José María Vargas presidió el Acto Literario “con intervención musical”. El Dr. Vargas entregará días después -el 15 de marzo de 1843-, el informe de las Exequias, quedando colocado en el interior de la Catedral la nueva urna de plomo con los restos mortales y cenizas de Simón Bolívar.
Después de este acto cívico, vino un lapso de silencio y la Universidad reanudará la procesión o marcha en 1852, “a petición del doctor Nicolás Milano, miembro del Claustro Universitario […]” (Cadenas, ob. cit.).
A propósito de los cambios dados al ceremonial universitario, Viana Cadenas señala que: “Con el avance del siglo XIX, este acompañamiento musical fue dejando su carácter estrepitoso, para convertirse en algo más solemne aunque continuará realizándose dentro de la Universidad, tal como puede contrastarse en los testimonios del Consejero Lisboa en 1852 […]” (Cadenas, ob. cit.).
Fue precisamente durante su segunda visita, cuando el diplomático brasilero Miguel María Lisboa incluyó en la relación de su viaje, un testimonio que hizo de su asistencia a un Grado realizado el día 3 de octubre de 1852 en la Capilla universitaria. Dicho dato ha sido recopilado –posteriormente- por Ildefonso Leal en el apéndice documental de su libro con el título de “El conferimiento de grados académicos en la UCV en 1852”.
Entre otros detalles, ahí se indica que todos se reunían en el Salón de Actos de la Universidad –situado en el piso superior del recinto universitario-, luego tocaba al Cuerpo Universitario bajar por las escaleras y con dicho fin, se formaron dos filas “saliendo a la calle precedidos por la música”, para ingresar -junto a los invitados- a la Capilla. Dice el Consejero Lisboa: “Después de una breve sinfonía, ejecutada por la orquesta en el coro [de la Iglesia], empezó la ceremonia”.
Al momento en que fue realizado el juramento a todos, tocaba a un graduando subir al púlpito a dar un discurso, entre tanto al término de cada paso eran “acompañados de la música”. Posteriormente, agrega Lisboa: “Acabados los discursos formamos en procesión otra vez, como antes, y precedidos por la música, y guiados por el maestro de ceremonias y los bedeles, salimos de la iglesia, yendo todos los doctores con sus birretes puestos, y regresamos a la Sala de Actos de la Universidad”. Y, Lisboa también pasa a referir que tuvo ocasión el “refresco” que como colación se iba a realizar en la casa de uno de los graduandos, donde hubo una orquesta de salón que presumimos que era dirigida por Ramón Montero (Cadenas, ob. cit.).
Según Ildefonso Leal, en 1869 culmina la época de estancamiento de la Universidad, ya que a partir de entonces van a aparecer conjuntamente las ideas positivistas y los designios de Antonio Guzmán Blanco en el poder. Lo anterior no significa en lo absoluto que la música fuese a recuperar el fausto que en algún momento tuvo. Más bien, lo determinante será el cambio de mentalidad con respecto a antes de 1869: “La Universidad –al igual que en el período hispánico- formaba médicos y abogados, pero no daba impulso al desarrollo de las ciencias naturales” (Ildefonso Leal, 2000).
La Junta de Inspección y Gobierno de la Universidad (lo que anteriormente era el Claustro) acordó el día 24 de noviembre de 1881, celebrar el natalicio del humanista Andrés Bello, para ello: “Entre los gastos generales realizados por la celebración se destinaron ciento veinte bolívares para la música, la cual estuvo a cargo de una orquesta preparada y dirigida por José María Velásquez en la Sala de la Academia […]” (Cadenas, ob. cit.).
En 1882 se celebró el Tricentenario de Santa Teresa de Jesús, en ocasión de haberse concluido la construcción de la Basílica de Santa Ana y Santa Teresa en el año 1881 (y curiosamente así también se llamaba la primera dama de la república Ana Teresa Ibarra, pero con el tiempo el templo se fue llamando solamente como la Basílica de Santa Teresa). En esa ocasión el Arzobispo –Monseñor José Antonio Ponte- dirigió la invitación al Rector de la Universidad –Dr. Jesús María Blanco Arnal- y “a pesar de no haber sido una ceremonia organizada y planificada por la Universidad, quedará incluida en esta clasificación por haberse celebrado en el Templo de San Francisco, lugar donde la Universidad acostumbra celebrar sus fiestas, actos y ceremonias” (Cadenas, ob. cit.).
En dicho acto, el Pbro. Dr. Juan Bautista Castro -Rector de la Escuela Episcopal- ofreció un discurso, mientras que una selección poética extractada de la obra escrita por Santa Teresa de Jesús fue leída por el Pbro. Dr. Manuel F. Rodríguez y “puesta en música y cantada en el coro”.
En el marco de los llamados “Centenarios”, la Universidad será partícipe de la celebración dedicada al natalicio del Libertador que se llamó la “Apoteosis de Bolívar”. Viana Cadenas nos brinda esta aproximación a una información documental bastante acuciosa:
Entre todas las manifestaciones de regocijo, la Universidad por su parte, organizó un programa de celebración entre los días 28, 29 y 30 de julio […]. Se promovieron certámenes literarios y científicos, se erigieron en sus patios estatuas en honor al Dr. José María Vargas por parte de la “Facultad Médica” y a Juan Manuel Cajigal por parte del Colegio de Ingenieros. Se organizaron igualmente desfiles y actos académicos y se confeccionaron diez medallas de oro con la efigie del Libertador para premiar a los ganadores de los concursos literarios de todas las Facultades. La fachada sur de la Universidad quedó finalizada y se ofreció una copia manuscrita del los Estatutos Republicanos de 1827. En cuanto a la participación musical [-ofrecida por la Banda Marcial, coros y solistas en el develamiento de las estatuas ubicadas en los patios del claustro de San Francisco-,] se llevaron a cabo conciertos de Jesús María Suárez, quien a su vez se encargo de estrenar un “himno marcial” [, en la mañana del día 30 de julio,] según La Lira Venezolana […] y el día 29 de julio se estrenó el Himno a Vargas compuesto por Salvador Narciso Llamozas y letra de Heraclio Martín de la Guardia […] (Viana Cadenas, ob. cit.).
La Universidad enaltecía –en 1883- la memoria del Padre de la Patria, pero extenuada económicamente tuvo que acatar la medida expropiadora de sus haciendas de Chuao y Cata dada por el Presidente Guzmán Blanco. En ese mismo año, se promulga el Reglamento de Instrucción Pública, el cual en su Título VI (De los Grados, Artículo 77) indica que: “El Rector lo otorgará expresando en breves conceptos, que se lo confiere al candidato en nombre de la República y por autoridad de la Ley. En seguida dará al graduado el abrazo de felicitación, y lo mismo harán los examinadores, después de lo cual será colocado aquél en señal de posesión, por el Vice-Rector Secretario, en el asiento siguiente al del último examinador, desde donde, puesto de pié, dará las gracias” (Cadenas, ob. cit.).
A simple vista, el otorgamiento de los grados ya no hace referencia al tipo de música en las ceremonias. Al menos esto se dilucida bajo la crónica de Eugenio Méndez y Mendoza cuando dice que: “La Universidad fabrica ahora sus doctores sin aparato alguno, allá en la media luz del paraninfo, donde la espesa alfombra y los pesados cortinajes apagan todo ruido; sin más público que los examinadores, uno que otro deudo del nuevo académico y algunos de sus compañeros ya graduados ó en vísperas de serlo” (Cadenas, ob. cit.).
En este tipo de actos realizados a puertas adentro de la Universidad, tal como el ocurrido el 4 de julio de 1896 en el Paraninfo y llamado la Apoteosis del Generalísimo Francisco de Miranda, muy poco se alude al desempeño musical y ni siquiera se recuerda que en dicho acto se haya interpretado el Himno a Miranda de Salvador Narciso Llamozas.
Pero –también en el Paraninfo-, durante la rectoría del Dr. Elías Rodríguez se hará un Acto solemne 16 de septiembre de 1891. Veredicto del certamen científico, en presencia del Presidente Raimundo Andueza Palacio. En este evento la Banda Marcial interpretó el Himno Nacional de Venezuela. Se marca así, una nueva hora en los estudios de la medicina venezolana, ya que se funda el Hospital Vargas -el 4 de noviembre de 1891- y el Laboratorio de Fisiología Experimental y Bacteriología, que dirigió el Dr. José Gregorio Hernández.
De algún modo, con este Acto (o certamen científico) quedará fijado el inicio de los estudios de la medicina experimental venezolana y será precisamente la Facultad Médica la encargada de emprender la restitución del ceremonial con respecto a los grados, ya entrado el Siglo XX y gracias al mandato del Rector Dr. Antonio José Carrillo.
El Dr. Francisco Antonio Rísquez -al incorporarse en 1877 como profesor universitario-, fue el primero en brindar un testimonio crítico sobre este grado de simplicidad en el cual habían recaído los grados universitarios: “…los mismos procedimientos de examen, sin otra diferencia que la de haber perdido los grados aquella antigua solemnidad, con sus mucetas y sus borlas, los bedeles con sus porras de plata y las imponentes ceremonias bajo las bóvedas de San Francisco’.” (Leal, 2000).
Mientras que el Dr. Marcel Granier-Doyeux -con su texto intitulado “Un grado de Doctor en la Real y Pontificia Universidad de Caracas” aparecido en Cultura Universitaria en el año 1949-, expone la humildad con que cuentan los grados que desde 1875 tuvieron lugar en el Paraninfo. Ya que como lo asegura Ildefonso Leal: “No hay duda que las graduaciones habían perdido el fausto y solemnidad de los tiempos anteriores al Gobierno de Guzmán Blanco…”.
(Márgenes en el libro La música en la Universidad Central de Venezuela. Siglos XVII al XIX de Viana Cadenas).
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Referencias bibliográficas
CADENAS, Viana (2006). La música en la Universidad Central de Venezuela. (Siglos XVII al XIX). Caracas: EBUC y CEDIAM-UCV.
LEAL, Ildefonso (2013). Historia de la Universidad de Caracas, 1721-1827. Caracas: Academia Nacional de la Historia, Banco Central de Venezuela.
LEAL, Ildefonso (2000). Historia de la UCV. Caracas: Ediciones del Rectorado de la UCV.
PORTER, Robert Ker, Sir (1997). Diario de un diplomático británico en Venezuela: 1825-1842. Caracas: Fundación Polar- Editorial Exlibris.
Vince De Benedittis
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