Bowery Poetry. Se buscan poetas en la tierra de los Lenape

Fotografía de Keila Vall de la Ville

02/12/2019

Los diez mejores abrigos para el invierno, los cinco antioxidantes más potentes, los diez mejores destinos caribeños para las vacaciones y, dígame esta: los diez mejores libros del año tal. ¿Según quién? Esas listas tipo Billboard son apenas útiles para obtener información sobre un selecto número de productos de calidad heterogénea que marcan la pauta, que son populares. Sirven para medir una temperatura. Para conocer una tendencia. Nunca me han interesado de manera particular. Y sin embargo… nunca digas nunca.

Dejaré esto acá.

Encuentro que en New York los lugares para leer o escuchar poesía son muchos. Librerías, universidades, teatros, bares. Estuve tentada a escribir innumerables. Un Billboard no alcanzaría. Universidades, librerías, teatros, bares, reciben también con frecuencia autores hispanos que atraen a un nutrido público de distintas procedencias. La lista es menor, aunque va en aumento. Recientemente participé en el primer micrófono abierto en español o bilingüe establecido formal y periódicamente en un local neoyorquino. El evento se celebra los segundos domingos de cada mes en el legendario Bowery Poetry (antes Bowery Poetry Club), y cuenta con una participación inquietantemente diversa.

Fundado por el poeta y músico Bob Holman en 2001, Bowery Poetry está ubicado en la zona de intersección más importante entre los tres principales grupos Lenape que habitaban la isla a principios de 1600. Fue en los 1600 una hacienda, a inicios de 1800 un elegante bulevar, a finales de ese siglo una decadente zona de bares gay y prostíbulos, a mediados de 1900 una zona de mala muerte, poblada por indigentes, alcohólicos y drogadictos, y hoy, una zona representativa del espíritu neoyorquino: un lugar imperdible. Sobre lo que fue llamado Lenapehoking, luego Manahatta, y hoy es Manhattan, Bowery ocupa unas doce cuadras entre Chinatown y Cooper Square, entre el Lower East Side y Little Italy: una de las áreas más imantadas y atractivas de la ciudad, colmada de restaurantes, bares, tiendas chic y museos. Al escribir en el buscador: “Lugares tradicionales Lenape de New York”, aparece el Bowery. Al teclear: “Diez lugares más emblemáticos de New York”, uno de los primeros en aparecer es el Bowery. 

El asunto fue así: coincidí con el poeta y activista cultural gallego Marcos de la Fuente en la presentación del más reciente número de la revista hispana Enclave, co-editada por los académicos y autores Alejandro Varderi y Nora Glickman con el apoyo de CUNY y dedicada en este número reciente a la literatura transatlántica. Esa noche leían junto a de la Fuente –quien además de dedicarse a la acción poética, el performance y el spoken Word organiza recitales y micros abiertos en Galicia, México y New York– la poeta, cineasta y periodista española Ana Vidal, el autor y traductor colombiano Miguel Falquez-Certain, y la bióloga y autora venezolano-estadounidense Andrea Rothman. Durante la ronda de preguntas posterior los autores se refirieron a su experiencia como escritores hispanos en una ciudad como la que nos recibe. En qué idioma piensan, en qué idioma sueñan, en qué idioma se hablan a sí mismos. De la Fuente se refirió a uno de sus poemas, escrito en español, inglés y gallego, cuyo último verso dice: «¿Hablarán los nietos/la misma lengua que sus abuelos?»

Indicó que le inquieta la manera en que el idioma potencia la identidad y que quizás, provocado por el desarraigo, la presión y la velocidad de esta ciudad, ha estado reflexionando sobre el asunto, “porque la lengua es lo que termina definiéndote: al final en una fiesta estás con los que hablan la misma lengua que tú, esto en New York se palpa mucho”, dijo. Pensé que tenía razón. Continuó recordando que los padres dejaron de hablar en gallego a sus hijos durante el franquismo: “si hablabas gallego en la escuela te pegaban, y por eso se cortó una generación. Los inmigrantes de América en los Estados Unidos también dejaron de hablar español a sus hijos por representar la lengua un estigma”, añadió. “Y aunque la lengua opresora y la lengua oprimida no sean las mismas, vale el ejemplo”. Al final comentó que su gallego era un gallego muy particular: “Escribo más en mi lengua estando en New York, que en Vigo”.

Lo apunté. 

Esto quedó suspendido. Me pregunté: ¿qué idioma hablarán mis nietos? Recordé que al mudarnos a New York mi hijo el menor, que apenas aprendía sus primeras palabras en español, dejó de hablar por varios meses. Luego tartamudeó durante un par de años. Su fragilidad lingüística se convirtió en el recordatorio cotidiano de nuestra extranjería, de nuestro desarraigo. Y de precipitada manera, en una vuelta de tuerca abrumadora, en la confirmación de una realidad: sin importar lo que decidiésemos hacer a partir de entonces, ya no había vuelta atrás. Ya el hijo era tartamudo, acá, allá. Hay caminos que no se desandan. Hoy en día el pequeño habla fluida pero tímidamente. El escollo quedó atrás, la fisura está allí. El hijo está muy bien.

Fotografía de Keila Vall de la Ville

El caso es que de la Fuente me invitó al micrófono abierto bilingüe del Bowery, que ha llamado “Se buscan poetas” y organiza junto a su compañera la artista visual Vanesa Álvarez, y una semana más tarde allí estaba yo, con tantas inquietudes como poemas en ambos idiomas (aunque leí pocos). Llegué temprano, quería ver la movida del local, y qué suerte: logré escuchar parte del recital Decolonizing your Body, cuando leía la brillante jordana Tahitum Mariam.

Descolonizando tu cuerpo. Un movimiento mundial más que un recital, que aboga por la liberación y la expresión de la cultura bangladesí y sikh, organizado por la poeta y activista Gagann Kaur. Al finalizar la lectura y mientras se organizaba la siguiente –la nuestra– me acerqué a Mariam conmovida por nuestra cercanía más allá de las diferencias aparentes. Le conté de mi procedencia y a qué iba esa noche: a leer también poemas periféricos que buscan descolonizar el cuerpo, la lengua, el movimiento. Y qué es el cuerpo si no una forma de lengua, una manera de estar y de ser. Y qué es la poesía sino una manera de filtrar todo esto. Ella automáticamente hizo un puente, descubrimos un amigo poeta en común, acordamos leer pronto. Nos hicimos amigas, en la vida real y en las redes. No hace falta hablar español, no hace falta hablar árabe, no hace falta hablar inglés para hablar la misma lengua. 

Aquel encuentro fue el inicio perfecto de lo que siguió.

Como cada noche, el anfitrión del Bowery Poetry subió al escenario: People and gentlepeople (en lugar de gentlemen). Bienvenidos a un nuevo Micrófono Abierto en Bowery Poetry. Deseo asegurarme de que todos sabemos que este evento está siendo celebrado sobre el territorio tradicional del grupo nativo lenape. Quisiera honrar y agradecer a los lenape del pasado, presente y futuro, diciendo anushik, es decir: bienvenidos y gracias. Anushik”, y extendió el micrófono.

El público respondió: anushik.

Fotografía de Keila Vall de la Ville

Fue entonces cuando comenzó “Se buscan poetas”. De la Fuente habló sobre la poesía como puente, herramienta política, forma de resistencia; sobre el español como lazo. Le siguió el autor y performero de la noche Iván Vergara (de México y radicado en Madrid). Luego, con micrófono abierto, Álex Lima (Ecuador), Giovanni Esquivel (Perú), Damien Lambert (Venezuela), Alexandra Aliouagan (Washington DC), Leslie Peterson (NYC), Elizabeth Lara (EEUU), Riley López (EEUU), Carmen Inda (Huelva) Rebelené Suchilt (México), Julius Baltonado (Filipinas) y Héctor Canonge (Argentina), y quien escribe esta historia. Esa noche en aquel lugar tan neoyorquino leímos en español, en gallego, en inglés, en filipino. Y fuimos una misma voz.

Así vivimos, pensé dos horas más tarde al dirigirme al subway, recordando a los poetas de la noche mientras caminaba Bowery hacia Cooper Square, sabiendo que pisaba una tierra simbólicamente poderosa, alumbrada por las luces de los locales de hoy. Así vivimos, desde nuestras culturas originales y lenguas periféricas intentando no tropezar con la oficial mientras la notamos ceder. Somos testigos de una reformulación no sólo lingüística sino social y emocional. Regresé a mi casa sintiéndonos más fuertes. Escribí en el buscador: diez mejores micrófonos abiertos de poesía en la ciudad de New York. Allí estaba, de primero en la lista: Bowery Poetry. No me sorprendió. Abrí las páginas de dos o tres más. Revisé un mapa posible.


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