Arturo Almandoz: “Se ha ensalzado una modernidad que hoy son sólo despojos”

07/10/2021

Fotografía de Fundación Cultura Urbana.

Pese a los esfuerzos de planificación y los ingentes recursos de que se disponía, los avatares de la política le pasaron factura a las ciudades venezolanas, donde los frenos a la inversión en la obra pública y el regreso a una retórica de segregación configuraron el paisaje desolador que sus habitantes encuentran hoy. El investigador Arturo Almandoz coordinó una revisión de la historia reciente del Urbanismo en el país para el proyecto El Siglo XX Venezolano, que auspicia la Fundación para la Cultura Urbana.

Si alguien quisiera buscar una metáfora que describiera cómo evolucionó Caracas desde su fundación, podría recurrir a la imagen creada por Ramón Díaz Sánchez, quien describió la transformación de esa ciudad premetropolitana comparándola con una sinfonía de cuatro movimientos: el allegro fundacional, el adagio de la ciudad colonial, el scherzo borbónico en el siglo XVIII y el rondó de las afrancesadas reformas urbanas impulsadas por Antonio Guzmán Blanco en las décadas de 1870 y 1880. 

La comparación a la que recurrió el escritor nacido en Puerto Cabello le es útil al urbanista y profesor de las universidades Simón Bolívar y Pontificia Católica de Chile, Arturo Almandoz, para encontrar, en aquel empuje reformista del Ilustre Americano, el ánimo progresista que significó un quiebre entre “la inercia poscolonial de la dependencia cultural con respecto a España” y la irrupción de un novedoso y modernizador aparato urbano en las décadas posteriores.

Para el investigador, una reflexión sobre el proceso de metropolización en el país necesariamente debe mirar como antecedente el período guzmancista, que significó la puerta de entrada a una “nueva era urbana”. Almandoz forma parte de los expertos convocados para el proyecto El Siglo XX Venezolano, de la Fundación para la Cultura Urbana, un esfuerzo para reconstruir la memoria de los aportes de la pasada centuria en áreas como la política, la sociedad, el urbanismo, la arquitectura, las ciencias, la literatura, las artes plásticas y la comunicación, entre otras. En su caso, coordinó la revisión de la historia del Urbanismo y de las ciudades venezolanas en ese pasado reciente, volumen que lleva por título El urbanismo en el siglo XX venezolano.

La capital arrastraba el rezago de la época colonial, “pero si uno ve la obra de Guzmán en perspectiva se da cuenta de que Caracas llegó a contar con un teatro municipal, con una estación de ferrocarriles, incluso antes que otras ciudades latinoamericanas que tuvieron una jerarquía y un tamaño mayor en su momento. Fue una primera puesta al día y todo proceso de rastreo de la modernización de la ciudad debe partir de ese primer estrato germinal de obra pública”.

El amanecer del siglo XX ha sido visto como una suerte de paréntesis, porque Venezuela se sumergió en dos periodos dictatoriales que se prolongarían por más de tres décadas. Aunque Almandoz hace la salvedad de que es un equívoco equiparar la historia urbana –“que tiene sus propias dinámicas”– con la nacional, “innegablemente en ella tienen mucho que ver los cambios políticos”. 

—Ha señalado que ese periodo, aunque no lo aparenta, es importante en la historia de la ciudad.

—Las dictaduras andinas tradicionalmente han sido asociadas con una etapa oscura, por todos los atropellos que hubo. Solía también creerse que en lo urbano no había nada, pero la historiografía venezolana de finales de los ochenta y de los años noventa revisitó ese periodo de entre siglos con otra óptica. Aunque no hubo grandes obras públicas sí hubo avances en higiene y saneamiento, porque ya la dinámica urbana lo exigía y estaban ocurriendo en todo el continente. No olvidemos que en los años veinte había una cierta holgura fiscal, gracias a la irrupción del petróleo, que permitió mejoras en la obra pública. No hay una transformación estructural de las ciudades, no cristaliza el urbanismo, aun cuando en otras partes de América Latina ya a mediados de los años veinte se están haciendo planes urbanos con metodologías modernas. No ocurre quizás por el rezago dictatorial, porque se trataba de un tema que removía otras discusiones.

—¿Cuáles eran esos aspectos que podían agitarse?

—Lo urbano implica incorporar en el debate una serie de voces y de actores, y esa no era una agenda que interesara al régimen. En el caso de Caracas hubo un gran rezago demográfico, que se superó apenas a mediados de los veinte, cuando aparecen nuevas urbanizaciones como El Paraíso, otras en el este o las que comenzó a construir el Banco Obrero desde finales de esa década. Hay un proceso de expansión, pero no hay todavía un plan urbano.

Aires de cambio

Durante el gobierno de Eleazar López Contreras comienzan a despertar los afanes de una planificación urbanística desde una perspectiva local. Una de las iniciativas más recordadas es el Plan Monumental de Caracas, encargado por la Gobernación del Distrito Federal al ingeniero galo Maurice Rotival. Aunque no se ejecutaron la mayoría de sus propuestas que, señala Almandoz, estaban marcadas por “una trasnochada sujeción a los formalismos decimonónicos del urbanismo francés”, fue visto como un momento decisivo en el destino caraqueño, la última tentativa de darle un porvenir digno a Caracas, a decir de Arturo Uslar Pietri.

Otro hito a destacar del decenio de López Contreras e Isaías Medina Angarita es la obra emblemática que constituye El Silencio, que se inicia en 1942, y que constituyó un proyecto muy significativo en América Latina, añade. Los planes que se delinearon en ese periodo comenzaron a mostrar el rostro de una concepción nacional del urbanismo.

—¿Cuáles ejemplos pueden darse de ese camino incipiente?

—Además del Rotival, hay planificación local en otras ciudades, como el proyecto de Ciudad Ojeda, que ve la luz a raíz del incendio de Cabimas. Uno puede decir que allí hay un proyecto interesante, pero no hay una conexión de la planificación local con la regional o la nacional, porque eso va a ser una agenda de la segunda posguerra. Es algo que tiene que ver con el cambio de la disciplina, con la epistemología y la profesionalización del urbanismo. Lo que sí es notable en esta etapa, que fue muy productiva, incluyendo la de la junta de gobierno que sucede a Medina, es que fue muy prolífica en decretos y normativa. La comisión nacional de urbanismo del 46 es un organismo clave, porque allí hay una visión de planificación. De hecho, se hacen planes reguladores para varias ciudades, ya con una visión territorial.

—¿Cuándo comienzan a verse los efectos del ingreso petrolero?

—Las líneas maestras que aparecen en los cuarenta van a materializarse en los cincuenta, especialmente en la dictadura de Pérez Jiménez, porque además hay un ingreso fiscal importante. La guerra de Corea de comienzos de los cincuenta influye mucho, porque incrementa los precios de los hidrocarburos. Venezuela tuvo un crecimiento económico muy alto, en torno al 7%. Era un país que estaba en lo que los economistas llamaron posteriormente, con el vocabulario del periodo, el despegue, como otros en América Latina, pero considerando que era muy atrasado hasta los años veinte, tuvo una puesta al día muy rápida.

—Eso es lo que hace de la ciudad una cenicienta.

—Claro, porque anteriormente Venezuela era un país muy oscuro, poco llamativo para los circuitos internacionales. Sus rubros eran cacao, tabaco y café. No era un país atractivo como no lo eran en general los países andinos. El cambio que se dio entonces ha hecho que el imaginario venezolano y caraqueño se haya quedado anclado allí, porque fue un periodo estelar. Hay una retórica de volver a crear esa modernidad, una nostalgia de los cincuenta que ha hecho daño porque se ha ensalzado excesivamente una modernidad que, mira lo que es hoy, son despojos. No me atrevo a utilizar la palabra ruina porque tiene un componente de nobleza que esto no tiene. Es un patrimonio moderno que está, lamentablemente, destartalado.

Equívocos e ilusiones

La democracia reinstaurada a la caída de Pérez Jiménez fue presa de una especie de miopía, que Almandoz bautiza como fariseísmo urbano. “¿Por qué? Porque fue una negación de que el país ya estaba urbanizado demográficamente. La obra pública se asocia con la dictadura, hasta el punto de que, por ejemplo, Rómulo Betancourt, que era un líder formidable, a su regreso del exilio llama a Caracas una ‘ciudad vitrina’, porque había esos grandes contrastes que comenzaban a evidenciarse en la capital y en el resto del territorio. Se cobra entonces una especie de factura política, que se tradujo en un proceso de desinversión urbana. No se nota tanto en los sesenta ni en los setenta porque hay un ímpetu impresionante, mucha holgura fiscal”.

—El déficit que afloró en los ochenta comienza en realidad en décadas anteriores.

—Quizás no se puede decir eso en términos económicos, porque tal vez, si revisas las cifras, ves que sí hubo inversión. El problema está en que, por ejemplo, el déficit habitacional se fue acumulando. Hubo inversión en energía eléctrica, en Guri y en una serie de represas que estaban en germen en el plan de electrificación de los cuarenta. Pero la inversión urbana se vio desbordada por el proceso demográfico al tiempo que se produjo una cierta ambigüedad sobre la obra pública, sobre su mantenimiento o ampliación.

—¿Se pensó que ya no era necesario invertir en ese aspecto?

—Eso es un viejo tema en el imaginario latinoamericano. Ese concebir las sociedades con un imaginario más bien rural, cuando se trata de sociedades muy urbanas y Venezuela lo era, aunque hay que decir que nuestra urbanización fue a trompicones, atropellada. Generó déficit en el largo plazo porque, por ejemplo, no hubo una política de tierras por parte del Estado para adquirir reservas urbanas. Hubo descuido y se fueron generando desfases, que no ocurrieron sólo en Venezuela, sino también en otras naciones del tercer mundo. En el caso del país, que era un polo de atracción, esto fue alimentado además por la inmigración. Se usa el término sobreurbanización para hablar de ese crecimiento urbano por encima de lo que el sistema económico productivo podía absorber. 

El epílogo de un siglo

La década de los ochenta estuvo marcada en la región por la crisis de la deuda, de la que, apunta Almandoz, el país se mantuvo un poco a salvo gracias al ingreso petrolero. La Venezuela saudita, el país consumista con pies de barro, se resquebrajaba al mismo tiempo que el modelo de Estado rentista. La descentralización administrativa iniciada a finales de los ochenta fue minada por las revueltas populares y la creciente violencia. La reforma económica neoliberal intentada por el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez se vio debilitada luego del Caracazo, recuerda, y el segundo gobierno de Rafael Caldera se tradujo en una dirección más titubeante que suavizó esas políticas y “tuvo efectos en lo urbano”. 

—Comienza entonces lo que ha bautizado como la “Caracas roja”.

—A mi juicio, la llegada al poder de Hugo Chávez quiebra un ciclo. Es el inicio de un siglo XXI muy particular, porque casi parece un siglo XIX en cierta forma, una vuelta a aspectos muy oscuros del siglo XIX, sin quitar por ello que, por supuesto, pueda haber méritos en ciertos programas de redistribución del ingreso, que tuvieron su fruto en los años 2000. Lamentablemente creo que los beneficios de eso se han perdido con creces. En términos urbanos, y ya no estaría hablando desde el punto de vista institucional, sino más bien cultural, creo que Caracas entra en el siglo XXI en una revalorización de elementos de segregación que habían sido en cierta forma superados, lo que muchos historiadores y teóricos de la ciudad latinoamericana han llamado la ciudad bipolar de la era desarrollista.

—¿Era un rasgo que había desaparecido?

—No, pero en cierta forma estaba muy desdibujado. En el caso de Caracas, sobre todo gracias a la construcción del Metro, que fue como una batidora que puso en movimiento una cantidad de sectores, colonizó espacios del este con sectores populares del oeste, y extendió el comercio. La segregación resurge con la retórica del chavismo, porque se trata un discurso de confrontación que actualizó ese imaginario. Hubo toda una resemantización, un secuestro de espacios con efectos muy lamentables, por no hablar de toda la escalada incontrolable de la delincuencia. 

¿Qué lecciones deberíamos aprender del siglo XX?

—Algo que se repite mucho y que no es justo es que Caracas y las ciudades venezolanas estuvieron mal planificadas. Esa especie de tabula rasa que se tiende a hacer, porque se trata de administraciones pasadas, es un error craso tan recurrente. No digo que sea sólo aquí, sospecho que ocurre en muchas otras partes. Ciertamente nos desbordó el desarrollo porque fue una dinámica muy acelerada, pero sí hubo mucha planificación, con instrumentos y equipos de alto nivel. Son lineamientos que nos pueden servir de guía para periodos posteriores.

Páginas fundamentales
Para quienes quieran aproximarse a la historia del urbanismo venezolano del siglo XX, Arturo Almandoz recomienda una selección de diez lecturas:

*Eduardo Arcila Farías. Historia de la Ingeniería en Venezuela. Caracas: Colegio de Ingenieros de Venezuela, 1961, 2ts.
* Mario Briceño Iragorry. Los Riberas (1952). Caracas: Monte Ávila, 1991
* Ramón Díaz Sánchez. Transición. (Política y realidad en Venezuela) (1937). Caracas: Monte Ávila, 1973
* Víctor Fossi.  “Desarrollo urbano y vivienda: la desordenada evolución hacia un país de metrópolis”, en Almandoz, Arturo (ed.), Caracas, de la metrópoli súbita a la meca roja. Quito: Organización Latinoamericana y del Caribe de Centros Históricos (Olacchi), 2012 pp. 105-126.
* María Elena González Deluca. Venezuela. La construcción de un país…una historia que continúa. Caracas: Cámara Venezolana de la Construcción (CVC), 2013.
* Juan José Martín Frechilla. Planes, planos y proyectos para Venezuela: 1908-1958 (Apuntes para una historia de la construcción del país). Caracas: Universidad Central de Venezuela (UCV), Fondo Editorial Acta Científica Venezolana, 1994.
* Mariano Picón Salas.  Suma de Venezuela. Biblioteca Mariano Picón-Salas. Caracas: Monte Ávila Editores, 1988, t.II
* Ana Teresa Torres.  La herencia de la tribu. Del mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana (2009). Caracas: Editorial Alfa, 2010.
* Arturo Uslar Pietri. De una a otra Venezuela (1949). Caracas: Monte Ávila Editores, 1972
* Arturo Almandoz. La ciudad en el imaginario venezolano. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2002-2018, 4 tomos.

Pueden escuchar a Arturo Almandoz conversando sobre el Urbanismo y el Siglo XX Venezolano en

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https://anchor.fm/cultura-urbana/episodes/Captulo-3—El-urbanismo-en-el-siglo-XX-venezolano-engrvj/a-a42huho

Spotify: https://open.spotify.com/episode/0CvqEXAFYE3WfIKIan8kPW?si=cNrQnd0GSVOPY6IGH_zpAw&dl_branch=1


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