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Diario literario 2021, septiembre (parte IV): el Ulises de Pascoli, la Circe de Calderón, Zweig y Rilke, Cavafis en Pre-Textos
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Milán, martes, 21 de septiembre de 2021. Equinoccio
Giovanni Pascoli
Hoy llega a su fin el taller que dediqué al mito de Ulises. Y lo haré con una lectura comentada de una antología de versiones homéricas, tres de las cuales (Kazantzakis, Specchio y Longley) están consignadas en otras páginas de este cuaderno. Entre otros autores he incluido a Sófocles, Virgilio, Ovidio (no las Metamorfosis, sino sus Heroidas con su “Carta de Penélope a Ulises”), Dante y su “Infierno XXVI”, Du Bellay, Calderón en su sorprendente El mayor encanto, amor, Shakespeare, Coleridge, Tennyson, Borges y hasta Specchio, Longley, Logue y Oswald. Esta vez -ya había dictado un curso sobre este asunto en la Escuela de Letras-, lo que más me conmovió fue la versión homérica de Giovanni Pascoli, descubierta gracias a esa joya de libro que es L’ombra di Ulisses del profesor Pietro Boitani, respetado incluso por el irreverente y homérico George Steiner. Lo de Pascoli es una obra que no se merece el olvido ante tanta literatura espuria que encontramos en las librerías. Es un proyecto admirable de recontar y recantar en veinticuatro (el número de Cantos de la Odisea) poemas de discreta longitud, las andanzas de un nuevo Ulises. Uno envejecido, un anciano, en suma, que se da a la tarea improbable de regresar al pasado. Y lo hace, como en un relato de Stefan Zweig, solo para darse cuenta de que nada de lo que queda es lo mismo. El tiempo no quiere que todo siga igual. Los cambios con los que se tropieza Ulises son los más inesperados. Los lotófagos ya no existen, y ni siquiera Circe habita en su viejo palacio donde compartieron un año de mullido lecho. Pero lo peor se presenta cuando descubre que los cíclopes se han marchado. Incluso Polifemo, al cual quería encontrar, con el riesgo seguro de perder su vida, para decirle que él no es “Nadie”, que, efectivamente, es alguien y que tiene un nombre. Desconcertado ante la improbabilidad de recuperar su identidad, sigue el anciano Ulises hasta tropezar con las sirenas, para dejar allí su vida decepcionada en el mar que es la única tumba del navegante. Lo que sigue es el intento de traducción del Canto XXIII de “L’ultimo viaggio”, que es como Giovanni Pascoli llamó a uno de los grandes textos que, en los tiempos modernos, se han escrito a partir de Homero:
“El último viaje”. Canto XXIII
LA VERDAD
Y el prado florido estaba en el mar,
en el mar liso como el cielo; y
no volvió a sonar el canto de las dos Sirenas,
porque el prado estaba lejos.
Y el viejo héroe sintió que una
fuerte corriente bajo el mar en calma,
empujaba el barco hacia las Sirenas;
y le dijo a los marinos que alzaran los remos:
¡El barco va solo, camaradas!
No perturbe el rugido del remo los cantos
de las Sirenas. Aquí los escucharemos. El canto
plácido oye, el brazo en el timón.
Y la corriente silenciosa y suave,
hacia adelante impulsa la nave.
Y el divino Odiseo vio en la punta
de la isla florida las Sirenas
tendidas entre las flores, con la cabeza erguida
en los codos ociosos, mirando
el mar en calma, mirando
el sol rosado que sobre él se eleva;
mirando inmóvil y su larga sombra
detrás de ellos tendida hacia la isla de flores.
¿Tu duermes? El amanecer ha pasado, los ojos
ya buscan el sol entre suaves pestañas.
Sirenas, sigo siendo ese mortal
que las escuchó, pero no pudo detenerse.
Y la corriente silenciosa y suave,
cada vez más hacia adelante, impulsa la nave.
Y el anciano vio que las dos sirenas,
con las pestañas levantadas sobre las dos pupilas,
apuntadas hacia delante, hacia el sol fijo,
o hacia él, en su barco negro.
Y sobre la quieta calma del mar,
alto y seguro alzó la voz.
¡Soy yo! ¡Soy yo, que vuelvo para averiguarlo!
Cuánto vi, cómo me ven;
pero todo lo que miraba en el mundo
me preocupaba; me pregunto ¿quién soy yo?
Y la corriente rápida y suave
impulsa cada vez más el barco.
Y el Viejo observó un gran montón de huesos
de hombres y pieles arrugadas alrededor,
cerca de las dos Sirenas,
tendidas inmóviles en la orilla, como dos rocas.
Veo. Aún así. Este hueso duro hará
crecer esa pila. ¡Pero ustedes dos, hablen!
¡Díganme verdad, a mí
antes de morir, después de lo que he vivido!
Y la corriente rápida y suave
impulsa cada vez más el barco.
Y las frentes de las dos sirenas estaban
en lo alto de la nave, con los ojos fijos.
Sólo me queda un momento. ¡Se los ruego!
¡Al menos díganme quién soy! ¡Quién era yo!
Y entre las dos rocas el barco naufragó.
Esta es la muerte escogida por Pascoli para su anciano Ulises. Nadie se salva dos veces del canto de las sirenas. El héroe lo sabía y su decisión de ir al encuentro de las horribles criaturas tiene algo de suicidio. Con ingenio y genio, el poeta italiano establece las simetrías en apariencia escondidas. Al suicidio de las sirenas en el primer encuentro, sucede el de Ulises en este gesto desesperado por saber quién es. El de Pascoli es un héroe existencialista, digno de aparcer como tal en The Savage God (El dios salvaje), el brillante estudio sobre el suicidio de Al Alvarez
Milán, miércoles, 22 de septiembre de 2021
Are birds back?
Ya había consignado en este cuaderno la llegada a Milán de lo que, por el horario y la nobleza de su canto, me pareció un ruiseñor. Una intuición que pude comprobar esta mañana, a las 4:26 a.m., cuando pude escucharlo de nuevo en todo su esplendor. Y ya no en solitario, sino acompañado por un coro de otros pajaritos que, sin ser tan imponente como los coros de Verdi, resultó de lo más oportuno y grato. Llegué a pensar que mis quejas pasadas habían sido atendidas y la respuesta era esta sonora presencia en el umbral de la llegada de la aurora en su trono de oro. Así, con esta convicción, me dormí hasta las 5:35 cuando fue despertado por el oscuro silencio de la hora (está amaneciendo hacia las 7:10 a.m.). Da la impresión de que lo que escuché o fue una alucinación o se trataba de un ensayo para futuras presentaciones de “El ruiseñor de Milán y su coro”. Uno de los problemas de esta ciudad es que las lluvias no son frecuentes y, como se sabe, no hay nada que alegre más a estas aladas criaturas de los cielos que una lluvia fresca.
Libros a nada
Otras veces, también en este cuaderno, he señalado la generosa oferta de libros por parte de los grandes diarios italianos. Amparado en esta encomiable costumbre fui favorecido esta misma mañana en una de las dos “edicolas” (puestos de periódico). Atraído por un libro que celebra los cien años del nacimiento de Giorgio Strehler, y que fuera publicado por el diario romano La Repubblica, me acerqué a la propietaria del puesto por el precio volumen, me dijo que se había tratado de una oferta para los que adquirieran el periódico pero que la oferta había terminado. “Entonces?”, pregunté entre frustrado y confundido. Sin levantar la mirada de lo que estaba haciendo pero no sin gentileza: “Si le interesa, lléveselo”. El fugaz intercambio tuvo algo de teatral, nada extraño en algo que involucre a Strehler, un hombre que convertía en teatro todo lo que tocaba, incluso después de muerto. Como se recuerda, fue el fundador de Il Piccolo Teatro de Milán, el teatro estable de vanguardia más influyente de Europa. En 1948 fue privilegiado por la visita de Bertolt Brecht, quien viajó desde Berlín para asistir a la representación de su Ópera de Tres Centavos, dirigida por Strehler. Hace cuatro años pude asistir a su reestreno en el Piccolo en una versión apenas modificada; entre los actores, Peppe Servillo y Rossy de Palma. Una de las grandes experiencias teatrales en mucho tiempo.
Milán, viernes, 24 de septiembre de 2021
Estoy entusiasmado ante la posibilidad de publicar mi Diario literario 2019 en las Ediciones Taller Blanco. La última vez que apareció uno de estos diarios fue hace más de una década y correspondía al año 2007. La idea es publicar cada dos años una selección de entradas escritas durante el bienio. Después del correspondiente al 2019, publicaríamos Diario literario 2020-2021. Serán ediciones limitadas a 200-250 ej., casi artesanales como todo lo de Taller Blanco. En el caso de diarios, se justifica el limitado tiraje tratándose de un género fatalmente elitesco; especialmente en ámbito de la lengua castellana, cuya tradición diarística no es la más afortunada.
Zweig & Rilke
Entre el autor de las estupendas biografías de María Estuardo y Fouché, de algunas de las nouvelles más logradas del XX, y el poeta de los Sonetos a Orfeo, se desarrolló una amistad con no poco ejemplar, basada en la admiración mutua y una cantidad de afinidades electivas. Zweig, con la elegancia con la que vivió y escribió, le dedica algunas páginas memorables de su diario. Rilke habría de morir tempranamente en 1926, un año en el cual, por desgracia, Zweig se mantuvo alejado de su diario. Estas son apenas dos entradas que no pueden ser soslayadas para cualquier interesado en el legendario vate:
Es extraordinariamente amable… Hablamos de algunas personas: de Rodin, cuyo actual estado de abandono lamenta: pero también me habla de los proyectos irrealizados… Pocos individuos tienen un modo tan sereno y afable de hablar como Rilke. Es como todo en él, discreto, como su rostro, que con los quevedos resulta aún más indefinido y se aleja cada vez más del joven que fue un día. No habla mal casi de nadie… Hablamos mucho de París, que para ambos es como nuestra ciudad. Lo acompaño hasta los jardines de Luxemburgo, y desde allí regreso al hotel.
Esto fue el sábado, 5 de abril de 1912. Y esto, el domingo, 16 de noviembre de 1915:
Por la tarde, de improviso, viene a verme Rilke. El servicio lo ha afectado mucho, apenas puede hablar. Le trae recuerdos de infancia: “Ya me destrozaron la vida una vez y, cuando creía haberme recuperado, recibo un nuevo golpe”. No lo tratan bien, la protección que ha recibido lo ha perjudicado porque viene de personas influyentes. Me gusta tanto su rostro pacífico y enfermizo: pese a que no es bello, resulta conmovedor como el de un animal manso. Su mirada es tan seria y serena, y habla con tanta sencillez. A Rilke la guerra lo atormenta muchísimo, quizá más que a todos nosotros.
En una nota al pie de la letra se recuerda que Rilke fue enrolado y enviado para su formación durante tres meses a Viena, a pesar de su mala salud. Zweig, con la princesa von Thurn und Taxis, fue uno de los que intervino para que el poeta fuese sacado del cuartel y asignado al Archivo de Guerra. La primera ocasión en la que la vida del poeta fue “destrozada” había sido después de la separación de los padres, cuando fue enviado a una escuela militar en Moravia. Sobre la guerra, Rilke escribió cinco formidables cantos que no se encuentran entre lo más conocido de su producción. Una lástima.
Cavafis
No son pocas las ediciones que conozco de la poesía de Cavafis en varios idiomas, siempre serias y ajustadas. Pero ninguna más cuidada ni más hermosa que la publicada en 2015 por la editorial Pre-textos. Con sus tapas en hilo broncíneo, cuidado papel y finos tipos en griego y castellano, que complementa la dramática fotografía del poeta en la cubierta. Un homenaje amoroso a uno de los poetas más amorosos de la lírica del siglo XX. Las traducciones, debidas, a Juan Manuel Macías son igualmente logradas. “Ítaca”, que reproducimos aquí, es una de las más inquietantes versiones homéricas de la poesía moderna:
ÍTACA
Cuando salgas hacia Ítaca
ruega porque el camino sea largo,
lleno de peripecias y descubrimientos.
A Lestrigones y a cíclopes,
o al iracundo Poseidón no temas.
No encontrarás tal cosa en tu camino
si alto es tu pensamiento, y refinada
es la emoción que toque tu espíritu y tu cuerpo.
A lestrigones y a cíclopes
o al fiero Poseidón no habrás de hallarlos
a no ser que los lleves en tu corazón,
mientras tu corazón los ponga frente a ti.
Ruega porque el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
cuando arribes -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos.
Detente en los mercados de Fenicia
y compra allí lindos artículos,
madreperla y coral, ámbar y ébano,
y toda clase de perfumes sensuales,
tantos perfumes sensuales como puedas;
acude a muchas ciudades egipcias
para aprender y aprender de los versados.
Ten siempre a Ítaca en la mente.
Llegar allí es tu destino.
Pero en ningún modo apresures el viaje.
Mejor dejar que dure muchos años,
para que llegues, viejo ya, a la isla,
rico con todo lo que has ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te dé riquezas.
Ítaca te dio un hermoso viaje,
si no es por ella no habrías emprendido el camino,
pero no te dará más.
Y si la encuentras pobre, Itaca no se ha burlado.
Así de sabio como te volviste, con tanta experiencia,
entenderás entonces qué quería decir las Ítacas.
Alejandro Oliveros
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