Cine

7 razones por las cuales quiero que Micaela (y cada niña que conozco) vea “Nos llaman guerreras”

16/02/2018

También es lo que mantiene vivos a los clásicos de la literatura. Los seres humanos somos una especie que sigue yendo a escuchar historias delante de una luz poderosa que nos convence gracias a su magia singular.

Acabo de salir de la sala de cine el día de la premiere de Nos llaman guerreras, el documental hecho por Jennifer Socorro, Edwin Corona Ramos y David Alonso sobre la épica común de las jugadoras que representaron a Venezuela en el Mundial Sub-20 de Fútbol Femenino en Jordania 2016. Creo que una historia está bien contada cuando es capaz de emocionarme, incluso cuando conozco el desenlace de cada uno de los conflictos y, además, el final de la historia.

Durante el aplauso, pensé de inmediato en una niña que adoro y que extraño. Mucho. Sus padres decidieron alejarla (momentáneamente) de este caos que ahora somos. Se llama Micaela. Ha crecido mucho desde que se fueron. Y hoy me sorprendí con ganas de haberla llevado al cine a ver una película que parece tratar sobre el fútbol, pero en realidad es una lección de vida.

Y así conseguí siete razones para que Micaela y cada niña que conozco vean esta película:

1. Quiero contarle que durante estos años grises, cuando tuvo que alejarse momentáneamente de este mapa que somos, escribir #Venezuela en los buscadores remitía a política, a violencia, a imposible desenlace. Y que teníamos demasiado tiempo acostumbrados a ser una mala noticia, hasta que llegaron ellas a reconciliarnos con la alegría.

2. Quiero que sonría cada vez que la mirada de los familiares de las guerreras se ilumine en la película, para que esa luz le recuerde el amor de los suyos. El apoyo convertido en comida caliente de abuela, en juegos con los hermanos más grandes, en la complicidad de su mamá. Así no le parecerá raro cuando Ana le suelte aquello de “Tu belleza es tu cabeza” como un argumento poderoso para que aprenda a escoger sus batallas.

3. Quiero que al salir de la sala de cine le provoque hacer el ejercicio de contarse a sí misma su propia historia. Que se conozca, que sueñe en grande y que recuerde ese pedazo de tierra que tenemos en común. Que se le antoje un pedazo de chocolate de acá y no sepa por qué, pero que ese antojo despierte en ella ese fuego caribe que le sirva de escapulario contra el frío y la tristeza.

4. Quiero que cada gol de Deyna Castellanos se le convierta en una metáfora de la claridad que debe tener cada meta, porque a veces es importante creer que nada es imposible: ni siquiera un gol desde la media cancha en el minuto 93. Quiero que entienda que la puntería de Daniuska Rodríguez tiene que ver con atinar en cada decisión que ha tomado en la vida para poder avanzar, y no tan sólo con el manido relato de la escala social. Quiero que vea en Sandra Luzardo cómo es que el brío no está peleado con esa alegría que le permite impulsar a las demás. Quiero que al escuchar el nombre de Verónica Herrera tenga una defensa y un argumento para impedir que la discriminen por ser más joven y más pequeña. Quiero que sepa que en los llanos donde se oye esa música que toca su papá, una niña llamada Yerliane Moreno fue capaz de convertir las condiciones de vida más difíciles de nuestras fronteras en la cancha más retadora del mundo. Y que todo eso ha valido la pena.

5. Quiero que si alguna vez se consigue a alguna de ellas no se conforme con saber su nombre, pedirles una selfie y etiquetarlas en Instagram. Quiero que sienta eso que yo sentí hoy frente a ellas: las ganas de respirar hondo y sentir cómo se llena el pecho con ese mismo aire que a ellas les permite seguir abriendo caminos para que otras niñas tengan la convicción de que ser mujer es una bendición. Y entonces usar ese mismo aire para algo así de importante, así de vivo.

6. Quiero que consiga descifrar la verdad telúrica que aparece en las historias de estas jovencitas: cada toma del paisaje como el grito de nuestra tierra explicándonos cómo es que ellas hicieron eso que hicieron, viniendo de lugares tan distintos. La montaña andina y el Ávila contagiando a nuestras defensoras con sus murallas perfectas. La naturaleza feroz del llano convertida en vuelo de garza para nuestra número 10. El barrio y sus estrategias infinitas forjando el temple de nuestra mejor jugadora. Y la distancia de la casa convertida en el aire necesario para poder cerrar los ojos y volver. Volver siempre. Volver a sí mismas.

7. Quiero que crezca y se consiga con Sofía, con Esther, con Carlota, con Ainhoa, con Camila, con Julieta, con Alai, con Isabella, con Bernarda y Alma, con Emilianna y Anna Michelle, con Carla y Oriana, con Ana Paula, con Natalia, con Alana, con Candela, con Martina, con Paulina, con Federica, con cada una de esas niñas que conozco y quiero. Y que, cuando eso pase, puedan hablar de su país dándose buenas noticias y convertidas en mujeres sin miedos. Quiero que la lucha individual de cada una de ellas, esa épica mínima que todos tenemos, honre a ese montón de mujeres que hoy están luchando por el derecho a tener un país capaz de ser una buena noticia.

Lleven a sus niñas al cine. Acompáñenlas a ver la historia de estas mujeres. Aprendan junto a ellas que triunfar en la vida no consiste en la banalidad de los trofeos, sino en cambiar el mundo que tenemos dándole sentido a nuestro paso por él.


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