Perspectivas

Una venezolana de Budapest

10/01/2024

Foto tomada del perfil de Judit Gerendas en Blogger.com

A Judit Gerendas le debo mi descubrimiento de la crítica literaria. Andaba yo por el séptimo semestre de la carrera en Letras cuando debí cursar uno de los seminarios obligatorios de la llamada área dos (historia e investigación) para completar los créditos de la zona ‒decían algunos‒ más desangelada del pénsum. De Gerendas se comentaba que era rigurosa y sabia, puntual y afable. Con los años agregaría a esos rasgos el de la generosidad y el afecto. En aquella materia Judit nos condujo por los intríngulis de la narrativa de Juan Carlos Onetti, mostró ‒con minucia de relojero‒ el sutil engranaje del escritor uruguayo para jugar con las expectativas morales del lector, con sus prejuicios, y de esa manera revelarnos una vez más la ostensible y veraz autarquía del reino de la literatura.

En aquellas tardes de fines de los ochenta comprendí por fin a qué deseaba dedicarme cuando, greñudo e insomne, gastaba las horas enterrado en títulos dispares e inverosímiles como Cuando las piedras hablan los hombres tiemblan, de Rodolfo Benavides, o la expurgada versión de Las mil y una noches, de Antoine Galland. Gerendas dio sentido a la necesidad de conocimiento a través de novelas y cuentos, poemas y ensayos. Su talante natural para la docencia convertía la proclive aridez teórica en lumínico vado que alentaba la reflexión y el alma curiosa del aforo. Invirtió buena parte de su vida enseñándonos la pertinencia de la crítica literaria para la comprensión del sentido de las obras, del arte escrito como terreno donde suelen dirimirse casi todas las pasiones. Su nombre acompaña, en condición de tutora, docenas de tesis y también un lapso de regencia como directora de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela donde se aprobaron esos trabajos.

Así pues, Judit Gerendas descollaría primero como profesora universitaria y, de inmediato, como crítico literario y traductora. Practicó esos menesteres con prestigiosa solvencia. Con La misa de Guillermo Meneses (1969) inaugura su recorrido de publicaciones analíticas; le siguen El fósforo cautivo: literatura latinoamericana y autodeterminación (1992), la compilación Aproximaciones a la obra de Miguel Otero Silva (1993) y, junto con José Balza, la antología Narrativa venezolana attuale (1995). Sus notas y artículos reposan todavía en una extensa red de revistas académicas y de divulgación.

En 1996 sorprendió a todos al ganar el concurso de cuentos del diario caraqueño El Nacional con «La escritura femenina», territorio creativo que mantuvo oculto hasta ese momento y que luego cristalizaría sin embozo en 2000 al publicar el libro de relatos Volando libremente, de fuerte raigambre metaficcional. Ratifica su voluntad narrativa en 2006 con La balada del bajista, pieza por la que obtiene el Premio Municipal de Novela (Caracas, 2007) y que se ambienta en un curioso tramo del rock venezolano, pero también del arte, en general.

Siempre orgullosa de sus méritos universitarios (se doctoró en Literaturas Hispánicas ‒Summa cum laude‒ por la Universidad Eötvös Lóránd, de Budapest), Judit alcanzó a jubilarse con el máximo escalafón: profesora titular, con el reconocimiento de sus pares y de sus alumnos. No obstante, en los últimos años, como a todo el gremio, las penurias materiales fueron minando su salud y su ánimo. En un post de 2013 refiere:

… en 1948, llegamos a Venezuela. Vinieron tiempos de penuria económica para nosotros, y mi padre convirtió su gran biblioteca de libros húngaros en circulante, a la cual se suscribieron numerosos miembros de la colonia húngara caraqueña. Se me ocurrió hacer lo mismo con mi biblioteca juvenil en español, que para ese entonces –cuando tendría yo unos trece años– había crecido bastante. Mi papá me apoyó y mandó a imprimir unos volantes acerca de las condiciones para ingresar a la Biblioteca Circulante Judit. Yo misma los repartí, de mano en mano, allá en la Calle Lincoln, donde vivíamos. Nunca se inscribió nadie, y el negocio resultó un total fracaso económico, fracaso económico que se repitió luego con todas las actividades literarias que emprendí en mi vida.

Muchos de quienes nos formamos en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela y que hoy ocupamos una plaza académica o ejercemos una actividad derivada de nuestros estudios algo debemos a Judit, o al menos yo se lo debo. Tuve oportunidad de manifestárselo en varias ocasiones. Estas líneas reafirman ese agradecimiento y quieren ser un homenaje a su obra como docente, crítico literario y narradora. En cualquier orden.


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