Béisbol

Tucupita, se llama Tucupita

11/04/2021

Raúl “Tucupita” Marcano con su hijo Tucupita Marcano

¿Le va a poner ese nombre o es una broma? – le preguntó la funcionaria que llenaba los datos del registro del niño.

Sí, ese es el nombre: Tucupita, Tucupita José.

Cuando hizo su debut el venezolano número 430 en las Grandes Ligas, una de las preguntas repetidas en las redes sociales y tertulias de béisbol fue: “¿Se llama Tucupita”?  

El generador de caracteres de la transmisión de televisión no supo escribir el nombre, no debe ser fácil. Tucupita es una voz indígena Warao que significa: “Lugar donde los objetos clavados en el suelo se mueven”. 

Desde que apareció en el béisbol profesional venezolano,  Raúl Marcano quiso que le llamaran “Tucupita”,  por su pueblo natal. Si usted dice Raúl Marcano, es probable que alguien no sepa quién es, pero si dice “Tucupita” Marcano, los aficionados del beisbol venezolano sabrán que se trata del pelotero que nació en la capital del Delta Amacuro, quien vistió 4 uniformes de la Liga Venezolana del Béisbol Venezolano, donde escribió su historia como jugador profesional. Se le recuerda por el mote y por su extensa trayectoria de 18 temporadas en Venezuela, aunque no llegó a las Grandes Ligas. 

Como todo muchacho,  me enamoré muy joven del béisbol allá en Tucupita. El Delta Amacuro es un estado muy pobre, no teníamos recursos, no se jugaba béisbol allá. Yo era fanático del Magallanes. Era admirador de Oswaldo Olivares, Mitchel Paige, Dave Parker, Manuel Sarmiento, Félix Rodriguez; para mí eran unos dioses, una inspiración, para mi y para mi hermano. Ambos teníamos el sueño de jugar béisbol, pero no teníamos para comprar las pelotas, ni donde comprarlas, así que bateábamos pura chapita. Pasábamos hasta 3 o 4 horas bateando chapitas. Entrenábamos en un peladero, en un campo de fútbol que no tenía la forma de un diamante ni nada, pero ahí me fui formando. Cuando estaba en segundo año, en todos los salones que estudiaba, escribía en mi pupitre: “Aquí estudió el próximo pelotero profesional de Tucupita”. 

Convertirse en jugador profesional era un sueño que podía parecer descabellado. Ya para esa época, los muchachos que llegaban pertenecían a equipos de Criollitos, federados o Pequeñas Ligas. Él no tenía esa experiencia. Jugaba en condiciones diferentes. Para tener idea, cuando era muchacho, como no tenía guantines para batear, le pedía a los empleados del aseo urbano, que le regalaran los que ellos usaban, para poder entrenar. Después le quedó la costumbre, entonces los compraba en la ferretería. 

Tenía un amigo que me los conseguía, pero cuando pasaba el camión del Aseo Urbano, yo le pedía a los empleados que me regalaran los guantines, que en ese tiempo a ellos se los daban y yo los reunía. Me adapté a jugar con esos guantines del aseo. Yo bateaba tanta chapita que tenía que usar esos guantines. Me acostumbré tanto que los usaba después en el béisbol profesional. Mis compañeros me decían que estaba loco, que iban a transmitir por la televisión y yo con esos guantines. Yo les contestaba que me sentía bien con ellos y los usaba. Cuando no los conseguía con los obreros del aseo, que me los regalaban o me los vendían. Fue una época dorada en la que en Venezuela existía el regalo, las personas nos hacíamos favores. Éramos otra Venezuela.

Llegó el momento de convertirse en jugador profesional pero para eso era necesario que los scouts lo vieran. Él tenía la convicción de que iba a lograrlo, lo único que necesitaba era una oportunidad.

En esa época existía  la Liga de Verano. Decidí llamar a Carlitos González,  un comentarista muy reconocido, a quien admiraba porque lo escuchaba con los juegos. Él era de Tucupita también. Crecí sintiendo admiración por todos ellos, a quienes escuchaba en las transmisiones: Delio Amado León, Carlos Tovar Bracho. A esa gente yo la amaba. Me quedaba dormido escuchando los juegos por radio. Los oía y me emocionaba, era un béisbol romántico, bonito, que me llenaba, me inspiraba. Yo llamé a Carlitos  para que me ayudara y él me refirió al periodista Carlos Figueroa. Ellos me consiguieron un chance para que entrenara con los Cocodrilos de Caracas, que pertenecían a esa Liga de Verano. Yo no tenía quien me llevara a Caracas, pero había un señor llamado Emilio Guadaguerra, a quien le decían “La Trompeta Humana”, muy famoso en Tucupita, cantante. Yo le caía bien y él me dijo que me iba a ayudar.  Me llevó a Caracas y pagó todos los gastos. Murió hace poco. Me entristece porque me hubiese gustado que viera a mi muchacho en las Grandes Ligas.

Entrenó con Cocodrilos y ahí lo vio Jesús Ávila. 

¡Dios lo tenga en la Gloria! Fue un hombre a quien quise mucho, porque me extendió su mano. Gracias a esas dos personas: Emilio Guadaguerra y Jesús Ávila, me convertí en pelotero profesional.  Ávila me vio con los Cocodrilos y  me invitó a los Tigres de Aragua. Cuando se aproximaba la fecha para los entrenamientos yo lo llamaba todos los días, él no hallaba qué hacer conmigo, pero me dijo “¡Véngase! Fui con mi hermano, pero sólo quedé yo en el equipo. Ávila me trató muy bien, me instaló en una residencia en la que ya tengo 35 años llegando. Son mi familia aquí, de hecho te doy la entrevista en esta casa. 

Logró el objetivo de que me dejaran con los Tigres, en una una liga en el Táchira, con el equipo Felinos de Aragua. 

No había cobrado y estuve una semana comiendo pan con agua. Recuerdo que estaba un hijo de Pompeyo Davalillo, y ese día me pusieron a correr las bases. Cuando llegué a tercera me desmayé del hambre. Los peloteros se pusieron bravos, defendiéndome, solidarios porque me desvanecí. Me caí porque estaba comiendo muy mal. Fue duro, no fue fácil. Esa liga se terminó y no me contrataron. Yo seguí encima el señor Ávila y él me dio otra oportunidad. Me volvió a invitar a los Tigres y había un scout llamado Wilfredo Carmiño que estaba ahí para ver a otros jugadores. Él tuvo que ver con varias firmas importantes, y estaba chequeando la práctica. Me vio ahí, bateando y me preguntó cómo le daba tan fuerte a pelota, porque yo era muy flaquito. Me invitó a un try out, ahí me firmaron y me enviaron a la Liga Paralela, donde quedé Campeón bate. Recuerdo que bateé .370, fue impresionante como bateé y como le pegaba a la pelota. Siempre me acuerdo de ese campeonato de bateo porque choqué mucho la bola, y cuando era out, bateaba de frente. Ese año me subieron. El manager era David Concepción. Ese fue un muy mal año para los Tigres. 

Su amor por el béisbol es intenso y genuino. Su paso por la pelota profesional venezolana está cargada de las anécdotas que acumuló en 18 temporadas.  

Todo lo que me pasó como pelotero y lo que me está pasando ahorita, son bendiciones de Dios. Soy un bendito. Estuve al lado de Oswaldo Olivares, a quien admiraba tanto, y que cuando llegué al béisbol profesional me trató bien, me regaló un guante, me dio la oportunidad de agarrar mi primer turno con los Tigres.  Jesús Marcano Trillo y David Concepción para mí eran lo máximo, y  fue David quien me dio la oportunidad. Cuando debuté, recuerdo que me metieron a jugar en el jardín derecho. Venía de ser Campeón Bate de la Liga Paralela. El locutor interno se esmeró anunciándome: “¡En el right Field se encuentra la sensación de la Liga Paralela!”. Todavía no había  terminado de decirlo cuando Mark Whitten de los Cardenales dio una línea a mi jardín, y yo salí para adelante y la bola me bañó. Yo ataqué mal la pelota, recuerdo que estaba asustado. La bola se fue hacia la pared, cuando finalmente la agarré e iba a lanzar al hombre corte, vi a Whitten pasando por tercera:  ¡Jonrón dentro del campo! Ese fue mi debut. Me decía la gente de las gradas “¡Sensación, tronco de loco!”. Recuerdo que me dijeron que me fuera a comer para el mercado, es que yo era muy flaquito.

De inmediato tuvo el turno para reivindicarse. 

En el otro inning venía a batear, y estaba Tobías Hernández, lo tengo clarito, quechando por Lara. Tobías era muy echador de broma, yo estaba presionado, y él me dijo; “¿Novato, es tu primer turno?”, le asentí con la cabeza, y me dijo: “Primer pitcheo, recta”. No recuerdo el nombre del lanzador, un americano, pero me lanzó una curva y no le tiré, el segundo pitcheo fue recta y  lo metí contra la pared, fue mi primer hit, un doble. 

La temporada terminó para los Tigres y para él, pero al año siguiente regresó. 

No me subían de la paralela, hasta que casi el último día de los entrenamientos, el señor Ávila me dijo que iba a empezar ahí. En verdad yo estaba contento porque lo que quería era jugar pelota. Recuerdo que ese día no fueron Rafael de Lima, ni el Chalao Méndez, en un juego en Santa Cruz de Aragua, y me llevaron. Me dijeron que luego iría de regreso a la paralela. Ese día llegó el manager Mark Bombard, ahora gran amigo mío. Le caí bien, él fue a ver el juego y di 5 líneas, bateé de 5-5, un bendito, ese día hice cosas porque Dios estaba en mi, Dios estaba conmigo y el manager dijo que me quería. Me dejaron en el equipo grande. Ese año tuve un promedio de .316 y luché por el Novato del Año con Juan Francisco Castillo. Por eso siempre he estado agradecido con el béisbol profesional venezolano, con los equipos que me dieron la oportunidad y todos los jugadores que fueron mis compañeros y rivales. Jugué para 4 equipos diferentes y lo que recibí fue cariño y respeto. Hice muchos amigos en el béisbol. Dios me permitió jugar con tantos jugadores talentosos y admirables. Jugar con peloteros de la talla de Robert Pérez, de Luis Sojo. Con Magallanes viví cosas inolvidables, ese campeonato contra Caracas, que tenía un trabuco, comenzado por Omar Vizquel. Le dimos esa alegría inmensa a los magallaneros, y a Venezuela, porque para mí, Magallanes es Venezuela, y fueron momentos maravillosos. Magallanes fue una etapa bonita de mi vida. Yo no me puedo quejar, creo que mi vida como pelotero fue bonita, aunque no jugué Grandes Ligas, pero disfruté como si lo hubiese sido. 

“Tucupita” tiene una voz dulce y alegre, cuando recuerda sus años en el béisbol, parece que canta.

Agradezco haber podido ver a Raúl Pérez Tovar, Antonio Armas, David Concepción, ya cuando se estaban retirando, a Marcano Trillo, Wilson Álvarez, Omar Vizquel, Carlos Hernández, Omar Daal, Alvaro Espinoza, Argenis Salazar… ver esa calidad, Ubaldo Heredia, Miguel Angel Garcia, Manuel Sarmiento ¡Todos ellos!  Con quienes jugué y a quienes enfrenté, eso fue para mí una bendición, yo amo el beisbol. Soy fanático de los Grandes Ligas venezolanos. Yo viví el cáncer de Andrés Galarraga y oraba por él todos los días. Me dolió la lesión de David Concepción, sentí cuando lo dejaron libre. Me he sentido mal cuando le han quitado los Cy Young a Félix Hernández y a Johan Santana, siento mucho que Vizquel aún no haya entrado al Salón de la Fama y que David no esté allí. Todo eso lo he vivido, lo he sentido. La bendición que Dios me está dando ahorita es ver a mi chamo en las Grandes Ligas. Creo que Dios ha visto que yo he sido fiel a todos los peloteros, que he sufrido cuando les ha ido mal, he sufrido cuando a Miguelito (Cabrera) le fue mal por la lesión, cuando Maglio Ordóñez se lesionó el tobillo, yo hablaba con ellos y lo sentía. Son peloteros que le dieron mucho al béisbol y en el caso de Miguelito, le sigue dando.  Viví el título de Galarraga como si me lo hubiese ganado yo. Me levantaba a revisar lo que había bateado, pendiente de lo que se decía de él. Yo he visto a todos los peloteros que existen. Grandes talentos. Dios me dio la oportunidad de ver jugar al “Café” Martínez. Cuando estaba enfermo, fuimos a jugar para Araure, y él estaba ahí con su hermano Rómulo. “Café” me decía “Tuculpa”, no Tucupita. Siempre se metía conmigo, nos llevamos muy bien.  Lo cierto es que estaba ahí detrás de la jaula de bateo, lucía muy deteriorado, cuando lo vi se me salieron las lágrimas, él me abrazó y me dijo: “Tuculpa no llores, más bien dame ánimo”. Es que me impresionó mucho. Le tenía gran aprecio. Él  sentía el béisbol con el alma. Yo creo que nadie supo cuánto amó el beisbol Carlos “Café” Martínez. Nos dimos cuenta después de que enfermó, que él pedía ir a un campo de béisbol, y se iba a Araure. A todos les he ligado. Jamás ni nunca sentí envidia por ninguno, sólo quería que todos lo hicieran bien, y creo que eso es lo que ahora está sintiendo mi hijo,  la recompensa por el amor y la admiración que tuve por todos los peloteros venezolanos. 

No ha dejado de seguirle el paso a todos los jugadores que llegan a las Mayores, eso no ha cambiado.

Ahora quiero que José Altuve sea campeón bate. Estoy picado. Quiero que vuelva y demuestre que es un gran bateador. Me indigna cómo lo han cuestionado por lo que pasó. Decir que bateaba porque le pasaban la seña, me parece detestable. Yo fui bateador, y batear es muy difícil. Te avisan que viene recta e igual fallas. Altuve es un gran bateador, eso que pasó no lo puede opacar, por eso quiero que le vaya de lo mejor esta temporada. 

Todo lo que le pasa lo agradece y lo cuenta con emoción.

Yo me ponía bravo con Miguelito (Cabrera,) porque yo le digo que en los primeros años botó como 3 títulos de bateo. Siempre nos llevamos bien, siento una gran admiración por él. Fui a los campos de entrenamiento hace 5 años, el último año de Omar Infante, porque lo fui a entrenar a él allá, y Miguel y Victor Martínez estaban agarrando rollings en primera, Víctor me reconoció. “¡Tucupita, no puede ser!”, me gritó y Miguel salió y le dijo al agente que yo podía pasar al dogout, ahí nos reunimos a hablar: Víctor, Omar Vizquel, Omar Infante y Miguel. Estuvimos compartiendo un buen rato, esas cosas me llenan el alma.  Que me hayan reconocido e invitado a pasar, fue para mí una bendición. Yo me siento un bendito del béisbol. Jugar con todos ellos me hizo sentir en las Grandes Ligas. Yo me siento un grandeliga, jugué 18 años en el béisbol venezolano, en una época de altísima calidad, para mí fue lo máximo. Esa rivalidad entre Caracas y Magallanes. Fui parte de esos peloteros que sentían la camiseta de sus equipos. Fueron ejemplos, yo creo que todo eso se quedó en mí y eso se lo fui inculcando a mis hijos. Creo que Dios vio eso y me dio la dicha de que mi hijo mayor, a los 21 años, ya esté en un equipo de las Grandes Ligas. Esas son cosas que te ratifican que hacer el bien es lo más importante en la vida. Que Dios es lo más grande que hay y que la humanidad necesita gente buena que dé cariño y amor. Eso es lo que me hado a entender esa llegada de mi hijo a las Grandes Ligas. Le agradezco a Dios estar sano para ver a mi hijo ahí, que haya podido entrenarlo, verlo batear y hacer cosas excepcionales desde que tenía 12 años. Yo no dejo de agradecer todo lo que me ha dado en el béisbol. Hay peloteros que porque no llegaron a las Grandes Ligas se sienten frustrados, yo nunca supe lo que era una frustración. Yo seguí jugando beisbol profesional. Si yo hubiese sabido que al retirarme del béisbol iba a ser el hombre más feliz de la tierra, que me Dios me iba a dar unos hijos tan maravillosos, me hubiese retirado a los 34 años, no habría jugado 4 años más. Yo jugué con dolor de espalda, tuve que operarme la columna. Sufrí mucho para jugar. 

 


Habla con Tucupita varias veces al día. Está pendiente de supervisarlo. Dice que así como ha visto brillar a tantos jugadores venezolanos, también está claro en los errores que otros han cometido, por lo que no han podido continuar sus carreras.

Una de las cosas que yo le decía a mi hijo, es que si llegara a salir con el corazón tan grande como el que tuve yo para jugar pelota, iba a ser un Grandeliga  espectacular, capaz de hacer cosas extraordinarias. Yo empecé a sufrir de la espalda a los 19 años, y no sé cómo estuve 18 años en el béisbol profesional, porque yo jugaba hasta lesionado. A veces no podía ni correr, pero jugaba así, con ese dolor, me infiltraba para jugar. Tenía amor por el juego. Varias veces formaba líos para que me metieran a jugar. Si algún día me alteré, fue porque le pedí al manager que me metiera a jugar. Los pocos problemas que tuve fueron porque quería jugar. 

Tucupita José Marcano, ese es el nombre de su hijo mayor. Lo bautizó así por su pueblo y para que ese nombre fuese una inspiración para él. Todo el mundo le conoce por “Tucupita”, nadie le dice Raúl. Aún sigue sorprendido, lo esperaba, pero confiesa que aun no sale de su asombro, como si no lo pudiera creer.

El año pasado él estuvo entre los 30 peloteros de la burbuja de los Padres. A él lo invitaron, pero no era roster de 40 ni nada.  Me mandó unos videos, bateando con los jugadores titulares. Me impresionó. Su temple, como dominaba el escenario, como esperaba los pitcheos, como atacaba su zona de strike, como le tiraba a la bola con explosión, sin miedo, veía a los abridores de San Diego, ellos nunca lo intimidaron. Él tenía ese sueño de estar en las GL, y yo le dije: “Hijo, agarra la experiencia, míralos, aprende, porque tú vas a pertenecer a ese nivel. Vé cómo le lanzan esos pitchers a los zurdos, ve aprendiendo de los abridores, de todos, ve conociendo y usa estos días para eso. Él me llamaba y me decía, por ejemplo: “Hoy vienen los Dodgers”, yo le decía que viera a Clayton Kershaw, su forma de lanzarle a los zurdos. Dónde tira el primer pitcheo, dónde comienza, y dónde termina. Le dije que observara y él lo hizo. Le dije que fuese conociendo a todos esos pitchers, que fuese haciendo el trabajo de verlos, para que ya tenga una idea cuando le toque enfrentarlos.

 

En 2020 estuvo 20 días en Tucupita. Su papá aprovechó para hacer un plan de entrenamiento, porque el muchacho tenía que regresar. 

Yo tenía todos esos meses viendo sus videos, y ya sabía qué teníamos que hacer. Lo estuve preparando y le dije, con cuidado, pidiéndole que no comiera de lo que pica la gallina, que él ya estaba listo para las Mayores.  Lo que vi me gustó, pero él no estaba tan seguro. Le dije que en los entrenamientos de primavera, si veía a Dios en el campocorto, a Dios en tercera base, a Dios en segunda, a Dios en cada posición,  me llamara para decirme que vio a Dios en todas la posiciones y que no había chance, pero si no veía a Dios jugando, luchara por su puesto. “¡Pórtate bien y ten disciplina, que lo demás lo vas a saber!”. Ese fue el mensaje que le di y él lo tomó y me estuvo recordando todos los días del Spring Training.  Me decía que estaba fajado, que Dios no jugaba ninguna posición, así que tenía chance. Ese fue el mensaje, y ese niño agarró  ese mensaje porque tiene espíritu de lucha. Yo hablo con él y me impresiona la madurez que le noto. Yo lo vi como iba madurando como pelotero. Hablábamos de bateo y yo quedaba impresionado. Lo viví en silencio, porque uno al hijo le tiene que dar cariño, a veces besarlo y abrazarlo, pero a veces uno no dice todo. Cuando él ganó el título de bateo en las Ligas Menores, llegó con los humos altos, crecido, pero yo lo paraba; ¡”Vamos a entrenar, no has llegado a donde debes llegar. Yo bateé una vez en la Liga de Verano más de 400 y yo no jugué en las GL, eso no es suficiente, hay que trabajar”.  

Ahora está también dedicado a su hijo menor, José Ángel Marcano, que tiene 16 años y ya está en la edad de la firma.

Es más fuerte, da jonrones, tiene muy buen brazo. Estamos en Maracay y ha estado muy bien en los chequeos, su hermano es su inspiración. Dios ha sido el arquitecto de este proyecto. Ha crecido mucho también, está enamorado del béisbol, gracias a su hermano Tucupita. Es tremendo catcher. Sé que soy su papá, pero es la verdad, está muy bien. Espero que pueda firmar al profesional. 

Está en un grupo con más de 400 ex peloteros profesionales, que encabeza Oswaldo Olivares. Para él es muy bonito, tienen un grupo de WhatsApp por el que hablan, comparten, se escuchan, celebran sus alegrías, como pasó con el debut de Tucupita con los Padres. Está muy contento con eso. 

La vida es hermosa, la vida es bonita. Yo me traía al Tuco cuando Miguelito Cabrera jugaba en los Tigres,  cuando dio esos jonrones en Round Robin. Una vez Miguel estaba cubriendo tercera base, no sé si él se acuerda, pero ese día perdimos por un error que cometió, y Tucupita, desde que salimos, empezó a decirme que se había perdido por ese error. Al día siguiente, aunque le había dicho que no dijera nada,  el muchacho pasado le dijo a Cabrera que habían perdido por él. Miguelito lo agarró, lo cargó, lo sentó con él y le explicó lo que pasó, tenía como 9-10 años. Otra que hizo fue en mi último año. Luis Sojo era el manager de Cardenales, y él andaba conmigo, él sabía que no me metían a jugar, y un día fue y estuvo un rato con los jugadores de Aragua y después no sé qué se me hizo, no lo encontraba, de pronto apareció diciéndome que yo iba a jugar. Cuando salí al terreno, me dijo Sojo: “Tucupita, ven acá, ese hijo tuyo es un falta de respeto, un charlatán”, me lo dijo riéndose, y entonces me contó que el chamo se metió en su oficina y le dijo que él tenía que ponerme a jugar.   “Ese muchacho va a ser pelotero, Dios lo guarde”, me dijo. 

 Dar las gracias es el gesto favorito de Raúl “Tucupita” Marcano.

Quiero agradecer a todos los peloteros que me dieron la dicha de verlos jugar, agradecer a los que me dieron cariño y fueron leales y siguen siendo mi amigos. Quiero agradecer a los gerentes de los equipos para los que jugué, a la vida, a Dios, y al pueblo venezolano. Sé que se sintieron felices cuando vieron debutar a mi chamo y eso es inmenso.Tenemos problemas en Venezuela, pero vamos a salir adelante. 

Hablamos largo rato para esta entrevista, tenía mucho tiempo sin hablar de su carrera. Me dio las gracias por la oportunidad de contar su historia, prolongada con el sueño coronado de ver a su hijo con un uniforme de las Grandes Ligas. Ya saben quienes preguntan, Tucupita, se llama Tucupita.

Agradecida estoy yo.


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