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Sobre “Vamos, venimos”, de Victoria de Stefano

07/01/2023

Victoria de Stefano retratada por Roberto Mata | RMTF

Vamos, venimos, novela de Victoria de Stefano, nos anuncia ya en su título el asunto central de la novela: que en la vida vamos, venimos; que la vida es movimiento, un ir y venir; un constante viaje físico, geográfico, interior, de experiencia y formación. No voy a referirme a la anécdota del libro. Dejaré que los lectores se adentren en el recorrido que construye con su mirada y su escritura Juan, el protagonista, quizás sentado, recostado en el «banco adosado a la pared del porche abalconado», de la casa materna, ahora y de nuevo su casa, a la que ha vuelto por las vueltas de la vida, hace «tres años, cuatro meses y diez días bien contados»; como escribe Miguel Gomes, «derrotado en su viaje heroico de individuación». Allí, en su casa materna, en el lugar de su niñez y adolescencia Juan es «empujado del revés en la tempestad de los recuerdos».

Pondré énfasis en la corriente que fluye bajo la historia central. Esta es una novela sobre «los hechos de la vida», un intento de poner la vida en limpio, de encontrar la dicción adecuada para ello, que ataje esos hechos «tal y como verdaderamente son». Esto implica enfrentarse a la voluble materia de la memoria, adentrarse en el terreno movedizo de los recuerdos y vivencias, afrontar sus «oscurecimientos, sombreados verdes o marrón tierra», el lugar de alguna verdad, el crisol de interpretaciones y ensoñaciones. «Todos queremos ver nuestras vidas en orden, entrar y salir de ellas, habitarlas sin hiatos ni desgarraduras, pero, en definitiva, quién, quién lo puede». Así, en Vamos, venimos el lector encontrará una constante y sensible reflexión sobre el recuerdo y su lugar en la construcción del relato de vida.

En la búsqueda de esa forma precisa que permita moldear y ordenar la narración del movimiento de la vida se produce un «entrecruzado de imágenes, sonidos y voces» que, a su vez, es una reflexión sobre la escritura, el lenguaje, la estética y la imagen. Se busca sentido y la representación adecuada. El lector encontrará una novela que pinta escenas y personajes; el color, la textura y la forma de las cosas cobran vida como en un cuadro o como en una escena cinematográfica. Que entra en el terreno de las sensaciones y percepciones. Que llama la atención sobre las palabras mismas (porque son el núcleo de todo este entramado). Y que presenta un coro de voces en diálogo y contando. Pero no se trata solo de personajes hablando. La narración de la novela está construida a partir de un contrapunto entre Juan, un narrador omnisciente y actores como la madre, marcando un yo, tú, él, ella, ellos, nosotros que se turnan y recorren el mundo interior y el mundo exterior. Se suma a esto el hecho de que hay sucesivas escrituras en el libro, o cruces de escrituras: la del narrador, la de Juan y la de madre de Juan. Vamos, venimos es, de cierta forma, un cuaderno de escritura y de lecturas, un diario de viajes. En él se tejen, además una red de citas, que la conectan con la literatura misma, con la estética, la filosofía y la historia.

Como es una novela sobre el movimiento de la vida, hay sucesivos relatos, entran y salen personajes, anécdotas, remembranzas. Se refleja de este modo el hecho de que en el transcurso de la existencia, personas, afectos, lugares entran y salen, unos permanecen, unos están de paso, otros se desvanecen. «Vamos, venimos, pasamos. Todo comienza, nada acaba». Quizás por esto, es una narración episódica, acumulativa, cada capítulo me parece que puede verse como un relato en sí mismo e, incluso, leerse de forma individual.

En esa densa corriente que fluye bajo la anécdota del libro, también hay espacio para temas como la figura de la madre y del padre, la familia, las relaciones filiales, las relaciones de parejas, la amistad, la vejez, el componente azaroso y el inevitable de la vida, el fracaso, la libertad. En sucesivas capas, idas y venidas, se muestran hechos, ideas sobre estos elementos.

Por último, quisiera advertir al lector que Vamos, venimos tiene banda sonora. Suena a «Heroes» o «China girl», de David Bowie; o a piezas en el saxo de Charlie Parker o John Coltrane; en el piano de Thelonius Monk; o en la trompeta de Miles Davis. Y esas piezas también nos dicen del espíritu de este libro.

Este texto fue escrito para la presentación de Vamos, venimos en la FLOC UCAB 2022, editada en Venezuela por Abediciones.

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