Perspectivas

Raíces griegas de la independencia venezolana

14/07/2018

Se han escrito decenas de libros acerca de la influencia que ejerció el pensamiento de la antigua Grecia en los hombres que llevaron a cabo la independencia de Venezuela. Falta por calibrar, sin embargo, el impacto que tuvo este pensamiento, no ya en los protagonistas de la emancipación, sino en el proceso mismo.

Cuáles son estas ideas y de qué manera desembarcaron en nuestras costas es cosa que nos ha ocupado desde hace tiempo. En general, los venezolanos no nos hacemos muchas preguntas sobre la cultura venezolana de la época de la independencia, ni cómo fue que se formó esa cultura. Sin embargo, se trata de un asunto fundamental para comprender nuestros orígenes como nación. En el período que va de la segunda mitad del siglo XVII hasta finales del XVIII, cuando ya se habían consolidado las principales ciudades, se echaron las bases de la cultura venezolana. Durante esta época se fundaron las principales casas de estudio, seminarios y universidades del país, pero también se formaron las principales bibliotecas.

Al revisar los inventarios de esas bibliotecas, lo que hizo en un monumental trabajo, Libros y bibliotecas en la Venezuela colonial, don Ildefonso Leal, vemos que se componen fundamentalmente de libros religiosos y clásicos grecolatinos en traducciones españolas, francesas e italianas, pero también en lengua original, especialmente latín. Esas lecturas, junto a las de otros libros más modernos, formaron el pensamiento de la élite ilustrada que lideró la independencia. Si revisamos los documentos de esta época, nos damos cuenta de que la presencia de los valores y las ideas de los antiguos griegos es esencial.

En una conocida carta dirigida a Santander, Bolívar se jacta de haber leído “a todos los clásicos antiguos y modernos”, frase que, exageraciones aparte, hace por corroborar su bien ganada fama de lector furibundo. En realidad, Bolívar formaba parte de esa élite que se debatía entre la antigua cultura colonial y las nuevas ideas ilustradas. Le encantaban Rousseau y Montesquieu, pero en el Diario de Bucaramanga, Perú de Lacroix nos cuenta cómo disfrutaba de la lectura de la Odisea, así como de otros libros icónicos de la literatura antigua.

Sabemos que otros venezolanos de la época poseyeron una cultura no menos rica. Al contrario de lo que se piensa, la herencia de los antiguos griegos forma parte muy activa en este cambio de pensamiento que se experimenta en Europa y América a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, y no, como algunos pretenden, constituye una herencia vetusta y desprestigiada. En cierta forma podemos decir que la Ilustración es la renovación de ciertas tradiciones del pensamiento griego.

Pienso que la influencia de las ideas de los antiguos en la generación de los fundadores de la nación se articula en torno a tres ideas principales: la libertad, las virtudes ciudadanas y la posibilidad de construir una sociedad más justa a partir de la razón. En este sentido, una obra que gozó de la predilección de Bolívar y Miranda es las Vidas paralelas de Plutarco, que reúne cuarenta y ocho biografías de militares y estadistas griegos y romanos. La obra de Plutarco aparece en la biblioteca de Miranda que conoció Bello en Londres, cuatro volúmenes entre los que destaca la completísima edición bilingüe griego-latín de J. J. Reiske (Leipzig, 1774), la mejor de su época. Un rarísimo lujo que solo se podía gastar un refinado bibliófilo como Miranda. García Bacca nos cuenta, en Los clásicos griegos de Miranda, que el Precursor tenía la poco estética costumbre de anotar y subrayar sus libros. Gracias a esto, sin embargo, podemos saber cuáles eran los temas que le interesaban. Eran, en efecto, estos: la libertad, la república y la ciudadanía.

Bolívar también menciona constantemente las Vidas de Plutarco entre sus libros predilectos. Miranda parafrasea algunos pasajes en su Diario de viajes. De las Vidas de Solón y Licurgo, los míticos legisladores de Atenas y Esparta, los fundadores de nuestra nación sin duda leyeron que es posible lograr la justicia y la paz social con el auxilio de la eunomía, las leyes justas. Bolívar habla de Solón y Licurgo en el Discurso de Angostura, cuando él mismo asume el delicado papel de legislador y recuerda a aquellos viejos sabios. En la Vida de Pericles, otra de las biografías de Plutarco, los libertadores estudiaron también el difícil arte de la política, y en la Vida de Alejandro, el de la guerra.

Otro libro muy leído por ellos fueron las Historias de Heródoto, donde se cuenta cómo una coalición de pequeños estados griegos logró derrotar la invasión del poderoso imperio Persa. La obra de Heródoto debió enseñar a los libertadores la crucial lección de la necesidad de la unidad, que Bolívar recalcaba a todo momento, pero también les mostró cómo el pequeño pueblo griego luchó por preservar su libertad amenazada por una potencia extranjera.

También muy leída fue la Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides. Allí se narra la guerra fratricida que enfrentó a Atenas contra Esparta entre los años 431 y 404 a.C. En el libro II de esa obra se recoge la famosa Oración fúnebre de Pericles, donde se hace un elogio de la democracia ateniense. La Oración fúnebre ha quedado para la modernidad como un ideario de la democracia liberal, abierta y respetuosa de las libertades civiles que sin duda debió influir en los fundadores de nuestra nación. Ambas Historias, la de Heródoto y la de Tucídides, son citadas a menudo y mencionadas también entre los libros favoritos de Bolívar, y aparecen en el catálogo de los libros de Miranda (ediciones bilingües griego-latín, Glasgow, 1761 y 1759 respectivamente), así como otros de la época.

Sin embargo estimo que el pensador que más influyó en los libertadores, si bien indirectamente, fue Sócrates. Como sabemos, Sócrates no escribió nada, pero sus enseñanzas están contenidas en los diálogos de Platón y Jenofonte, y en las obras de Aristóteles, que, sabemos, fueron leídas con atención por los venezolanos cultos de la época, mayormente, si bien es verdad, en traducciones francesas. En traducciones francesas también leyó Bolívar a muchos clásicos griegos, por cierto, en la estupenda biblioteca madrileña de su tío, el marqués de Ustáriz.

Sócrates fue el primero en pensar que la felicidad de los hombres dependía de la razón humana más que de los dioses. Por eso decimos que es el fundador del humanismo. Decía que había un solo bien, que es el conocimiento, y un solo mal, que es la ignorancia. Esta certeza hará decir a Bolívar que “moral y luces son los polos de una república”, pues sabía que sin el conocimiento de las virtudes republicanas no podía haber ciudadanos ni ciudadanía. Se trata de una afirmación de profunda raigambre socrática.

También es posible rastrear las huellas de la República de Platón en el desprecio que el Libertador siente por los tiranos y la tiranía, pues el ateniense es uno de los primeros pensadores en expresar este repudio. En el Discurso de Angostura, Bolívar dijo también que “el sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad”, cosa que dice claramente Aristóteles en la Política y en la Ética a Nicómaco. Para Aristóteles, la política es superior a la ética porque, si bien ambas persiguen el mismo bien, la felicidad, la ética lo busca para el individuo y la política para la sociedad. De Aristóteles heredaron los fundadores de Venezuela la concepción eudaimonística de la política. Fue de Sócrates y sus discípulos que los fundadores de Venezuela aprendieron la fe en la razón y en el esfuerzo humano para construir una sociedad justa y libre.

Cuando veamos a los ciudadanos de Venezuela luchando para que tengamos un país justo y libre según el modelo de la democracia liberal, recordemos siempre que pelean por los mismos valores que animaron a los fundadores de nuestra nación, y que éstos a su vez los aprendieron de aquellos viejos maestros griegos que tantas cosas nos enseñaron.


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