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Esta es la tercera entrega de una serie de artículos sobre la participación del proyecto venezolano “Ciudad Completa: La Palomera, reconocimiento y celebración”, de Enlace Arquitectura, en la Exposición Internacional de Arquitectura de la Biennale di Venezia 2021; la cual permaneció abierta al público hasta el 21 de noviembre. Para conocer la historia del proyecto, pulse aquí para leer la primera entrega.
Una búsqueda en Google de Caracas selecciona imágenes que muestran como protagonista el cerro Ávila, con una ciudad que casi por casualidad ocupa el valle en su falda. Las fotografías celebran el paisaje escénico que rodea a Caracas y reflejan con precisión el aspecto más icónico y apreciado de la ciudad para sus habitantes y el más anhelado y extrañado por quienes se han visto obligados a migrar en los últimos años. Lo que también es revelador de esta visión urbana compartida – una visión desde lejos – es su capacidad para desvincular a las personas de la ciudad que se toca y se vive. Caracas, vista a un metro sobre el suelo, es bien diferente. Podría ser descrita como una aglomeración de territorios fragmentados y divididos, con desconcertantes disparidades entre vecindarios. Las inversiones en el paisaje urbano, cobertura de árboles y servicios son muy diferentes entre los llamados vecindarios “formales” construidos para aquellos lo suficientemente acomodados para acceder a la propiedad que circula en el mercado formal y los barrios autoconstruidos que sirven a todos los demás. Las personas tienden a permanecer confinadas a los territorios que habitan, y la dinámica impuesta por una ciudad constantemente percibida desde sus límites y fronteras de “seguridad” es tan natural como comer y dormir todos los días.
Una respuesta parcial a este estado de complacencia y “normalidad” proviene del hecho que Venezuela fue (es) un país de producción petrolera, donde la infraestructura, los servicios, la cultura y casi todas las actividades del país fueron organizadas y financiadas directa o indirectamente por el estado. Todo esto ha cambiado drásticamente durante la última década. Un gobierno central muy debilitado, tanto en términos de recursos financieros como humanos, ha dejado un vacío y abierto oportunidades para que la misma gente emprenda todo tipo de iniciativas. En lugar de seguir viendo el estado como el único responsable de prácticamente todo, los ciudadanos parecen haber despertado para no solo cuestionar el statu quo, sino para involucrarse e implicarse en asuntos de su interés y preocupación.
El trabajo que hemos realizado en Enlace Arquitectura y más recientemente a través de Enlace Fundación en Caracas, encaja dentro de esta dinámica temporal. Hemos buscado provocar una nueva comprensión de la ciudad desde el mapeo, la creación de espacios públicos y actividades urbanas que alientan a una amplia audiencia a cuestionar las ideas preconcebidas y los prejuicios heredados de generaciones que practicaron la desconexión y negación con respecto a la ciudad. Nuestra intención es motivar un proceso de descubrimiento y reajuste que permita a las personas tejer y hacer crecer una noción más completa y compleja de su ciudad, de Caracas.
Cartografía y espacio público
La publicación CABA Cartografía de los barrios de Caracas mapeó cómo evolucionaron los barrios de la ciudad durante un período de 48 años entre 1966 y 2014.[1] La investigación reveló que al menos la mitad de la población caraqueña viven en barrios, aunque en términos de espacio solo ocupan una cuarta parte de la huella urbana. Entender que el barrio es el hogar de uno de cada dos habitantes hace que sea ilógico y hasta fatuo calificarlo como marginal o antagónico a la ciudad. La cifra más bien constata que el barrio es parte integral de ella. Además, en contraste con la percepción de que los barrios son precarios, la mayoría ha existido por más de 80 años, antes que al menos tres cuartas partes de la ciudad con estructuras que han resistido terremotos.
Barrios, tugurios y guetos son el “otro” indeseable en la ciudad que emergen como consecuencia de operaciones inmobiliarias enfocadas en elevar el valor del suelo por su exclusividad, diferencia y distanciamiento. Instrumentos técnicos como la zonificación y el ordenamiento territorial son utilizados para legalizar y conservar la fragmentación ideada. El espacio “normativo” existe en oposición e incluso a costa de espacios “marginales”. Ambos no solo no se mezclan, sino que se definen como opuestos.
El encuentro entre “otros”, argumenta Hannah Arendt ocurre en el ámbito público, un lugar donde aparezco ante los demás tal como ellos aparecen ante mí.[2] George Baird se apropia de esta noción arendtiana en su libro «El Espacio de la Apariencia», que según él, es el espacio donde los individuos son reconocidos y actúan en la medida en que se sienten capaces de hacerlo.[3] Si existen oportunidades espaciales para que la “alteridad” sea reconocida en la ciudad e incluso para competir con las fuerzas de fragmentación urbana que promueve el mercado urbano, es probable que este sea el ámbito público.
En ese sentido, la investigación iniciada en el año 2012 y recientemente recopilada en la publicación Puro Espacio: transformaciones del espacio público en asentamientos espontáneos de América Latina, documenta ejemplos de espacios públicos que promueven el reconocimiento mutuo entre habitantes. Plazas, paseos y parques en barrios o favelas de Valparaíso, Medellín, Río de Janeiro, Buenos Aires, Guayaquil, Caracas, Ciudad de México y Lima funcionan como agentes de integración urbana.[4] Permiten que tanto locales como visitantes establezcan conexiones entre ellos y con el territorio. El espacio genera la experiencia que a su vez genera un nuevo recuerdo y un nuevo territorio conocido.
A partir de 2016, tuvimos la oportunidad de trabajar con varias comunidades en Venezuela y crear espacios públicos como los que habíamos documentado en Puro Espacio. Por ejemplo, trabajamos con la comunidad de La Palomera en la construcción de dos espacios públicos: uno en el sector de La Cruz en un sitio que anteriormente había sido un basurero a cielo abierto y el segundo en Las Brisas en lo que había sido un estacionamiento. Ambas transformaciones resultaron exitosas y fueron muy apreciadas por los vecinos. Sin embargo, habría que crear encuentros, invitaciones y razones para que gente de fuera del barrio viniera a conocerlos. Estas nuevas plazas, así como las canchas de bolas criollas, los miradores, los abastos, las tiendas y los vecinos de La Palomera, vendrían a ser conocidos por el resto de la ciudad con estrategias específicas de acercamiento mutuo.
Microprocesos[5]
Desde 2018 Enlace Fundación y Ciudad Laboratorio han trabajado junto con la comunidad de La Palomera en Caracas, experimentando formas de estimular un diálogo más matizado sobre la ciudad. Se suman a experiencias importantes de Ciudad Laboratorio en el barrio El Calvario que se remontan al 2015, y en Colinas de Bello Monte que comenzó en el 2019. Entre ellos han producido un arsenal de metodologías, herramientas y experiencias, incluyendo celebraciones, caminatas, bailes, conciertos de música, exposiciones, manifiestos, juegos, fiestas, performances, videos, y mapeos. Cada elemento argumenta que las personas, no las instituciones ni el gobierno, definen y potencialmente pueden redefinir la ciudad que habitan, los límites que perciben y los espacios que tienen a su disposición. Integrar y suturar la ciudad requiere la expansión del mapa mental de las personas. Un mapa que ensancha lo conocido y decide activamente superar la fragmentación de la ciudad.
Por ejemplo, el programa Integración en Proceso Caracas IPC, comenzó en La Palomera con un manifiesto a la Ciudad Completa, escrito por Cheo Carvajal, leído varias veces en público y publicado en medios locales (En Prodavinci como La ciudad completa). Este preparó el tono de las numerosas caminatas, bolas criollas, bailes y celebraciones que siguieron, invitando a la gente a conocer La Palomera. Una convocatoria abierta a artistas propició un intercambio de danza entre niños, el mapeo de jardines del barrio y grabados de vistas del barrio por parte de estudiantes de secundaria, entre otros. El contenido de todo el programa, refleja las vivencias de vecinos, multitud de artistas, periodistas, educadores y personas interesadas en el proyecto. Fue posteriormente sintetizado y presentado en una exposición en la Hacienda La Trinidad Parque Cultural de Caracas en febrero 2020, y un año después en la Biennale di Venezia.
IPC ayudó a formular nuevas narrativas sobre La Palomera. Diálogos entre los residentes del barrio y del no barrio surgen sobre jardinería, bailes tradicionales o historias sobre el pasado del barrio, constituyendo plataformas horizontales donde todos participan como iguales, sin jerarquías, ni condescendencias. El intercambio horizontal modela el tono y la mentalidad que pudieran regir las discusiones sobre el futuro de la ciudad. Las dinámicas crean lazos emocionales (afectivos) con la comunidad y posteriormente abren un potencial latente de transformación. Cada nodo entra en diálogo con otros nodos. Su asociación y reconocimiento les ayuda a empezar a articular lo que representan en la ciudad, esa otra ciudad definida fuera de los intereses del capital.
Los microprocesos consisten en iteraciones sucesivas, donde cada fase de participación en la comunidad emerge de la anterior, y de alguna manera se injerta en lo que ya existe, incluso cuando se transforma y se mueve hacia nuevos órdenes y propósitos. Cada proceso es híbrido, una síntesis de conocimientos locales y experiencias prestadas. Su naturaleza híbrida refleja la esencia misma de la cultura latinoamericana vista por Néstor García Canclini y explicada en su libro Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad.[6] Lo híbrido quiere decir que se escogen ambas, en lugar de una o la otra y se evita el juicio. Cada elemento es in-completo, no por falta, sino como invitación abierta a recibir, añadir y modificar – una invitación a participar.
Transformaciones físicas
Los escépticos de estas aproximaciones a la ciudad desde el arte y la cultura sostienen que una ciudad que ha sufrido décadas de desinversión y donde las dificultades que enfrentan las personas son reales y asombrosas, requiere que los escasos fondos que se puedan conseguir sean “bien aprovechados” en intervenciones concretas. ¿La pregunta es, cuales proyectos concretos? ¿Como saber que hacer, donde operar, a quienes involucrar, quienes participan y quienes usan un determinado lugar? Existen muchas intervenciones concretas que hoy son ruinas y espacios abandonados sin gente. Antes de seguir operando con formas jerárquicas, pedantes y caprichosas de hacer “cosas” en la ciudad, pareciera mucho más eficiente y consecuente primero conocer a los vecinos, escuchar(nos), motivar(nos) e incluir(nos) en un proceso colectivo, compartido y horizontal de hacer ciudad. Ya bastantes recursos se han mal gastado en proyectos “concretos” que no tuvieron consecuencia alguna.
Lo cierto es que las estrategias que hemos descrito han preparado el camino para transformaciones operativas y físicas que responden a la pregunta de integración y la visión de una ciudad más compleja. Por ejemplo, en los barrios se ha naturalizado la usanza de que los vecinos deben llevar sus desechos sólidos hasta un contenedor a cielo abierto ubicado sobre la vía de acceso. No sólo es desagradable para quienes viven al lado del basurero, sino que actúa como una cruel bienvenida a todos los que ingresan al barrio, anunciando con total claridad que se trata de un territorio diferente, inferior y no merecedor de servicios de calidad. Sin embargo, no tiene que ser así. Desde noviembre 2019 los residuos en el barrio La Palomera se recogen puerta a puerta, acercando la calidad del servicio a la del resto de la ciudad. El sistema de recolección funciona con un equipo de empleados de Fospuca que recogen los desechos y los colocan directamente en los camiones de basura sin la necesidad de un contenedor permanente. El espacio que una vez ocupó el contenedor en la Calle Salom ha sido reemplazado por un jardín en terrazas plantado y mantenido por los vecinos inmediatos.
También estamos transformando activamente una estructura que había quedado en desuso por varias décadas detrás de la Casa de Todos en Baruta. Ahí se celebró uno de los eventos clave del programa Integración en Proceso Caracas en octubre del 2019 “Nada fuera de lo común”. William Díaz, vecino de La Palomera, nos lo mostró y preguntó qué se podía hacer allí. La invitación fue un importante voto de confianza y la constatación de que, ante la escases de lugares para el encuentro en el barrio, seguir dejando este lugar en el abandono era de alguna manera criminal. Después de más de un año de trabajo y el apoyo financiero de la Embajada de Suiza y Francia en Venezuela, Across Design y la Graham Foundation for Advanced Studies in the Fine Arts, el espacio está operativo y varios grupos culturales locales y de la ciudad lo utilizan para ensayar teatro y música, realizar talleres, cocinar sancochos, jardinería y jugar. Con el apoyo de importantes aliados como la Hacienda La Trinidad y Fundción Bigott, confiamos en que seguirá evolucionando y creciendo hasta convertirse en un importante centro cultural de la ciudad.
Algunas ideas para cerrar
La fragmentación de la ciudad no se superará aplicando “mejoras” al barrio de arriba hacia abajo. Las oportunidades futuras para invertir y mejorar las condiciones de vida en los barrios no deben repetir procesos del pasado solo por la conveniencia de que son conocidos. Aunque pueden haberse concebido con buenas intenciones, fueron siempre operaciones diseñadas, orquestadas y decididas desde afuera por “expertos” sin descubrir y escuchar lo que los vecinos (y ciudadanos de toda la ciudad) necesitan o desean. El primer paso crítico es el reconocimiento. ¿Qué es reconocer? Es primero una exploración genuina de la historia(s) de las personas, conocer la determinación de sus familias y antepasados, conocer las estructuras sociales que han creado y los múltiples desafíos que enfrentaron en comunidad a lo largo del tiempo. Reconocimiento significa considerar a los vecinos como agentes de su propia transformación urbana, que no es más que una continuación de sus esfuerzos y logros. Podría decirse que la integración urbana es mucho más la consecuencia del deseo de las personas por “reconocerse” que lo que puedan producir intervenciones físicas. Incluir es un acto simbólico de reconocimiento y afecto cercano que no se puede sustituir con manifestaciones filantrópicas de buenas intenciones.
El trabajo que hacemos en Caracas, tiene como objetivo construir una ciudad más integrada. El cómo es ciertamente mucho más importante que el qué. Cada celebración, cada paseo, cada actuación, cada proyecto de construcción es parte de un ensayo prolongado que despierta espacios cargados de su potencial para reconocer, integrar e incluso reconciliar. Las historias detrás de La Palomera, Colinas de Bello Monte y El Calvario sirven como ejemplos de un posible proceso democrático urbano. Requieren interés en dibujar las huellas de lo que ya existe y abogar por sistemas híbridos, injertados y siempre en proceso de transformación. También requieren humildad, franqueza y voluntad para abandonar la necesidad del control.
En última instancia, los microprocesos pueden volver a significar con éxito los distritos urbanos considerados menores o de otro tipo, tan profundamente arraigados en el entorno construido mediante la creación de plataformas compartidas donde múltiples voces constantemente aparecen entre sí. La afirmación de esta agencia a través de la práctica (practicar juntos la construcción de espacios, practicar el uso y la gestión de espacios) construye una ciudad más compleja y completa, que reconoce una mayor parte de sus habitantes urbanos y sus invaluables contribuciones a la vida urbana.
Estamos profundamente agradecidos por las oportunidades que hemos tenido de compartir estas estrategias con el resto del mundo en la 17ª Exposición Internacional de Arquitectura en la Biennale di Venezia «Cómo viviremos juntos» y más recientemente en la Bienal de Arquitectura de Chicago «La Ciudad Disponible», ambos en 2021.
***
[1] Elisa Silva et al CABA: Cartografía de los barrios de Caracas 1966-2014. Caracas: Fundación Espacio, 2015.
[2] Hanna Arendt The Human Condition. Chicago: University of Chicago Press, 1958.
[3] George Baird. “The Space of Appearance” in The Space of Appearance. Cambridge: MIT Press, 1995.
[4] Elisa Silva, Pure Space: Expanding the public sphere through public space transformations in Latin American spontaneous settlements. Barcelona: Actar, 2020. Research funded through the Harvard University Wheelwright Prize 2011, the Graham Foundation for Advanced Studies in Fine Arts and CAF.
[5] El término microprocesos. lo utiliza Cheo Carvajal para hablar de las dinámicas de actividades artístias y culturales que seducen a las personas a conocer nuevos territorios en la ciudad.
[6] Nestor García Canclini. Hybrid Culture: Strategies for Entering and Leaving Modernity, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1995
Elisa Silva
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