ArtesPerspectivas

Los caminos y jardines de La Palomera suspendidos de los techos en La Biennale di Venezia

La maqueta de La Palomera celebra y resignifica un pedacito de la topografía y morfología caraqueña.

16/08/2021

Esta es la segunda entrega de una serie de artículos sobre la participación del proyecto venezolano “Ciudad Completa: La Palomera, reconocimiento y celebración”, de Enlace Arquitectura, en la Exposición Internacional de Arquitectura de la Biennale di Venezia 2021; la cual permanecerá abierta al público hasta el 21 de noviembre. Para conocer la historia del proyecto, pulse aquí para leer la primera entrega.

En el artículo anterior les contaba cómo sucedió la invitación a participar, el contenido de la muestra y la particular historia de su desenlace en tiempos de pandemia. Contaba también un poco sobre las 260 especies del Diccionario Etnobotánico de las Plantas de los Jardines de La Palomera y la maqueta de los caminos, escaleras, jardines y espacios públicos de un segmento del barrio. Esta maqueta cuelga suspendida desde los altos techos de Le Corderie en el Arsenale de la Biennale y mide 8 metros de largo por 4,5 metros de ancho. En esta oportunidad nos detendremos a describir paso a paso los recursos humanos y técnicos que permitieron crear y construir esa singular maqueta.

La motivación por diseñarla y crearla emerge del deseo y la insistencia en que veamos a Caracas como una sola ciudad. En vez de seguir distinguiéndola como una urbe “legítima” de territorios “planificados” por un lado y barrios autoconstruidos “ilegítimos” por otro, tal como la lectura que la cartografía insistía en mantener hasta muy recientemente, la maqueta de La Palomera más bien celebra y resignifica un pedacito de la topografía y morfología caraqueña.

Para ser justos, también vale admitir que levantar la planimetría del barrio había sido un esfuerzo de enorme envergadura y costo dada sus características orgánicas. La cartografía urbana y, sobre todo, la moderna tienden a ser cartesianas. Como ya revelan las limitaciones que tiene para documentar la realidad que es siempre más compleja y lejos de ser trazable en líneas rectas entre puntos precisos. Nuestra publicación junto con el Grupo SSA del 2015, CABA: Cartografía de los barrios de Caracas 1966-2014, comienza a saldar esta deuda con la ciudad. Sus planos documentan la extensión del territorio autoconstruido y su desarrollo a lo largo de los 50 años. Sin embargo, es una visión desde 10.000 pies de altura y el desafío para este proyecto veneciano era más bien acercar el barrio lo más posible a la escala de la experiencia. Permitir al visitante de la Biennale prácticamente conocer el barrio de La Palomera desde sus espacios abiertos –es decir, sus caminos, escaleras, jardines, plazas y canchas–.

En el año 2000, luego del deslave de Vargas, se levantó y publicó un plano vectorizado de Caracas de todos sus territorios, incluyendo los barrios. La topografía viene trazada en cotas cada 5 metros. Los estudiantes que en las facultades de arquitectura de Venezuela han trabajado con este mapa conocen el desafío que representa usarlo para entender la morfología del barrio. En 5 metros de altura casi caben 2 pisos de una casa. En 5 metros hay 28 escalones. En 5 metros sucede mucho que no está registrado, haciendo de este mapa una herramienta bastante limitada para trabajar en el barrio. En La Morán en Catia, en el año 2009, como parte de un proyecto que se enfocó en la gestión de desechos sólidos y el saneamiento de una quebrada apoyado económicamente por CAF –pero que nunca fue realizado–, hicimos un levantamiento de sus 15 hectáreas con un equipo de topógrafos para definir las cotas cada metro. Cualquier proyecto físico en un lugar en pendiente requiere de una topografía detallada para proyectar con cierta precisión, calcular la estructura, los costos, etc. Es decir, es un requisito indispensable. Pero el levantamiento tardó varios meses y requirió una cifra importante de dinero. Nos dimos cuenta no solo de que las herramientas eran limitadas e ineficientes para mapear el barrio, sino que este costo inicial representaba una importante barrera a la hora de traducir recursos destinados a infraestructura en el barrio en inversiones concretas.

En el año 2017, estuvimos trabajando en Oaxaca México, con comunidades hacia el sur de la ciudad que producen Mezcal. Miguel Salas, estudiante de la Universidad Simón Bolívar, hizo un workshop intensivo de 2 semanas en la Architectural Association de Londres y, como parte de su experiencia, se familiarizó con una tecnología reciente en aquel momento, donde, mediante las fotografías generadas por un vuelo dron, se podían traducir las imágenes en una textura de puntos geo referenciados, que a su vez se transformaban en modelos tridimensionales y planos topográficos. Es un proceso similar al que produce la tecnología Lidar, pero por una fracción del costo. Miguel luego regresó a Caracas, meses más tarde presentó su tesis y se incorporó al equipo de Enlace Arquitectura, donde pudo aprovechar su conocimiento y formular planos topográficos muy específicos para varios proyectos de espacio público que hicimos junto con Caracas Mi Convive en Chapellín, El Cardón en Antímano y Los Pinos de La Vega.

Volviendo a La Palomera, una primera aproximación tridimensional y física que realizamos fue la maqueta de la celebración de La Cruz de Mayo –Museo Móvil en mayo 2019–. Estaba compuesta por 12 segmentos de 90 x 60 cm que juntos producen una maqueta de 3 x 3,6 metros de la morfología del barrio y su entorno a escala 1:200. Esta maqueta formó parte de una procesión acompañada por décimas y el son de los músicos de Tambor y Gloria desde la Plaza Bolívar hasta la explanada del sector La Cruz. Meses más tarde fue expuesta nuevamente en La Hacienda La Trinidad Parque Cultural como parte de la exposición “Ciudad Completa: La Palomera, reconocimiento y celebración” en febrero de 2020. En esta maqueta se aprecia, sobre todo, la topografía del territorio, la configuración de las casas, su relación con el pueblo de Baruta al norte y la urbanización Piedra Azul hacia el sur.

Maqueta de La Palomera.

Para esa misma exposición también documentamos con imágenes aéreas desde un dron el territorio de La Palomera y su entorno con nuestro colega Diego Domínguez, quien también produjo las imágenes de la publicación CABA: Cartografía de los barrios de Caracas. Estas imágenes luego pasan por el programa Agisoft Metashape, que las convierte en una nube de puntos. Ninguna máquina en la oficina ni a nuestro alcance en Caracas tenía suficiente potencia para procesar esa información, con lo cual tuvo que ser enviada a un workstation en Bogotá. Una vez lograda la nube de puntos, se construye la malla de la superficie del territorio que, a su vez, recibe una textura proyectada en ella que proviene de la información en las imágenes originales. Vista desde arriba en proyección paralela, esta malla texturizada produce una planta ortogonal absolutamente precisa y medible, es decir, sin las distorsiones de una foto aérea o satelital. Imprimimos un mapa a color de 2,4 x 2,4 metros que colocamos en el piso, justo en la entrada de la exposición en la Hacienda La Trinidad. Cada visitante de la muestra comenzaba su recorrido literalmente caminando sobre La Palomera.

Captura de pantalla del proceso con nube de puntos.

En efecto, el barrio es un lugar que necesita ser recorrido y que se conoce caminando. ¿Cómo comunicar esta oportunidad de entrar al barrio? La maqueta a 1:200, aunque mucho más detallada que la cartografía de CABA, aún se mira desde arriba. ¿Cómo representar los singulares espacios que permiten recorrer el barrio, la escala peatonal de sus callejones y veredas? En Venecia quisimos ofrecer la posibilidad de esta experiencia. Por consecuencia surge la idea de concentrarnos en representar solamente el espacio abierto, donde cada escalón pudiera ser reconocido y las conexiones que navegan el barrio pudieran ser entendidas.

De aquí en adelante iré compartiendo cada paso en el largo y complejo proceso que nos permitió aterrizar esta idea, así como las personas claves que fueron sumando su aporte a esta historia. Lo primero fue realizar una suerte de boceto. Utilizando el mapa del 2000 con las cotas a cada 5 metros, Sergio Dos Santos, arquitecto egresado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela y un miembro muy especial del equipo de Enlace Arquitectura desde el 2009 –ahora radicado en Santiago de Chile– produjo una maqueta virtual de un segmento de escaleras y veredas que presentamos al equipo curatorial de la Biennale. Supimos desde el inicio que sería un modelo suspendido para evitar el peso, material y costo de una base. Recibimos una respuesta aprobatoria del comité y pasamos al siguiente paso, que fue aprovechar la nube de puntos de La Palomera que mencionamos antes para producir un modelo tridimensional preciso.

Mapa para producir la maqueta virtual.

Para que no fuera tan pesado manipular la maqueta 3D, Sergio y ahora se incorpora María Virginia Millán, graduada de la Universidad Simón Bolívar y parte de Enlace Arquitectura desde el 2018, deciden primero borrar los segmentos de La Palomera que no iban a formar parte de la maqueta física y luego utilizar la demarcación de alturas señalada por la malla en conjunto con la planta autocad y la ortofoto, para definir la conformación de las caminerías. La definición de la ortofoto es tan alta que hasta permite contar el número de peldaños en un segmento de escaleras. Aquellas áreas difíciles de entender por la densidad de las copas de árboles o aleros que cubrían los caminos se configuraron utilizando fotos del lugar que también ayudaron a precisar los patrones estampados en el pavimento, los pisos de concreto cepillado y los escalones de acceso a cada casa. De allí emerge un modelo virtual -realizado en SketchUp, un programa Open Source de modelación tridimensional- que describe únicamente los caminos, las escaleras, los jardines y espacios públicos de un segmento de La Palomera que va desde la calle Girardot hasta el sector de La Cruz y Las Brisas.

La maqueta física se desarrolló en madera laminada de 1/8 de pulgada, que es casi el equivalente de 3 mm. Entendiendo que el espacio asignado en la exposición corresponde a un módulo de Le Corderie en el Arsenale de 6,5 x 6,5 metros, entendimos que la escala 1:30, aunque inusual, sería la más idónea. Al juntar dos láminas se logran 6 mm, el equivalente a 18 cm que representa un escalón común de las caminerías. Tomando esto en cuenta, el grosor de una lámina de 3 mm sería el equivalente a 9 cm de topografía real. La intersección de planos horizontales a cada 9 cm se registra en el modelo como líneas que luego fueron calcadas para producir las cotas de nivel. Estas, a su vez, fueron finiquitadas para representar brocales, cunetas y muros bajos. Una vez concluido este proceso las cotas se trasladaron en piezas a ser cortadas con un láser cutter –una suerte de impresora que, en vez de imprimir tinta, emite un rayo láser–. Este trabajo lo realizó mayormente Gabriela Álvarez, estudiante de arquitectura en la Universidad Simón Bolívar. Cada pieza fue enumerada y grabada con su identificación y cota correspondiente. Las alturas de la maqueta fueron determinadas mediante 117 hilos nylon, cada una con la dimensión que resulta de la altura de Le Corderie entre las barandas de la nave central, menos la altura correspondiente de ese punto en la maqueta sobre el nivel del suelo. Esos puntos fueron cortados como huecos en la madera con su correspondiente número grabado.

En el centro de la imagen, piezas a ser cortadas con un láser cutter. A los costados, planos para la instalación.

Otros elementos importantes de la maqueta, además de la topografía, son el mobiliario de las plazas y la vegetación que existen sobre la topografía representada. Las especies de cada jardín y espacio público fueron levantadas, dibujadas e identificadas con el número que corresponde al Diccionario Etnobotánico de las Plantas de los Jardines de La Palomera por Jaeson Montilla y Emily Yánez, ambos estudiantes de la Universidad Simón Bolívar. Luego fueron impresas en plástico transparente adhesivo, pegadas a una lámina de acrílico de 2 mm de espesor y cortadas en láser. Así aparece el conuco de William y Víctor Díaz, el jardín de José Rengifo, el de Petra Muñoz y el de Mercedes Borges, las canchas de bolas criollas de Las Brisas y de La Cruz, la placita de La Cruz, el mirador de Las Brisas y el jardín del Anexo de la Casa de Todos.

Durante la fase de producción se utilizaron 90 láminas de madera de 12 x 24 pulgadas. Fueron cortadas en las instalaciones de Florida International University en Miami. Luego de 3 intensos días utilizando la cortadora láser, emergen unas 6.000 piezas de madera que deben encontrar su lugar dentro de aquel rompecabezas. Primero coloqué cada pieza en el suelo, más o menos en el lugar que correspondían, para luego iniciar el ensamblaje de las piezas en segmentos de unos 40 cm que pudiesen caber dentro de una caja de cartón. Este trabajo lo estuve haciendo mayormente sola. Disponía tan solo de 2 días ya que la maqueta tenía que llegar a Boston para ser incorporada a un container de la Biennale rumbo a Venecia que salía el 5 de marzo. El último día de este maratón fue el domingo 28 de febrero. Desde las 10 de la mañana comenzaron a llegar varios estudiantes de FIU. Primero unos 5, luego se sumaron más, y así sucesivamente tuve el generoso e inesperado apoyo de una docena de jóvenes arquitectos dispuestos a pegar, cortar, enumerar y embalar lo que para ellos sin duda representaba la maqueta más grande y ambiciosa que jamás habían visto. Y gracias a ellos lo logramos. A las 11:30 p.m. teníamos todo listo y al día siguiente se envió, con un día de sobra para que llegara a tiempo.

Proceso de montaje. Fotografía de Elisa Silva

El siguiente gran desafío comenzó el 6 de mayo, el día siguiente a mi llegada en Venecia, cuando comienzo el montaje de la maqueta en el Arsenale. Afortunadamente, todo llegó a su destino, sin demasiados contratiempos. Al sacar cada pieza de la caja fui acomodándolos en el piso según su número de identificación, constatando que todo estuviese completo. El siguiente paso sería colocar las guayas entre cada lado de la baranda de la nave central, cada guaya con su ubicación precisa, y sobre ella sujetaba cada una de los 117 nylon que soportan la maqueta. A todas estas. llevaba días sin dormir, primero por el estrés de un viaje tan incierto y luego por la ansiedad de un proceso de instalación completamente inédito para mí. Pero resultó ser increíblemente eficiente y hasta divertido. En el Arsenale había una cuadrilla de expertos en montajes provenientes de Bari que me fueron asignados para este proceso. Aunque viví en Roma 2 años, entre el 2005 y el 2007, llevaba mucho tiempo sin pronunciar palabra alguna, pero al cabo de un par de días con ellos, de escuchar la forma que se “prenden en giro” constantemente, fui recuperando el vocabulario, la alegría y el humor de ese maravilloso idioma. Nos tomó 2 días ubicar cada una de las 34 guayas y 117 nylon en su lugar. Luego me dediqué a ubicar los segmentos de la maqueta en el suelo. Ya en su lugar definitivo, en el día 3 comencé a pegarlos y a colgarlos de sus correspondientes hilos.

Al equipo le tomó 2 días ubicar cada una de las 34 guayas y 117 hilos de nylon en su lugar. Fotografía de Elisa Silva

Hasta ese momento toda la maqueta se había pegado con cola blanca –así mismo–, la normal que usan los niños en las escuelas. Ingenuamente, imaginaba seguir ese mismo proceso con 2 potes que había enviado en la caja de la maqueta. Aquí entra otra persona clave en escena. Lucho Marcial es la pareja y socio de mi amiga arquitecta, la peruana Alexia León. Ambos también forman parte de la Biennale este año, con una fabulosa pieza modular de madera. Lucho es un experto constructor. Trabajó junto con Rafael Moneo muchos años en Barcelona y también en sus propios proyectos antes de mudarse a Lima. Tan pronto me vio comenzar a armar la maqueta se preocupó y se implicó en su proceso de ensamblaje. Tuvo la brillante idea de proponerme unir los segmentos con pequeños tornillos, puesto que la pega no solo tarda en secarse, sino que, además, podría no ser suficiente para aguantar fuerzas que se introducen con el peso y el torque de las piezas asimétricas. Fuimos juntos camino a la “ferramenta” a comprar tornillos –vite– y un atornillador –cacciavite– en esa pintoresca, laberíntica y maravillosa coreografía de espacios hasta llegar a la ferretería “Betto”. Su sugerencia funcionó de maravilla, y así poco a poco fui avanzando. Al quinto día ya había logrado ensamblar la totalidad de la topografía. Fue un momento sublime, la verdad. Cansada, aliviada y llena de una profunda satisfacción, me fui a dormir. Al día siguiente tuvimos nuestra reunión semanal de la oficina y solo podía pensar en el enorme esfuerzo que habíamos hecho todos. No tengo palabras para agradecer, celebrar y reconocer el increíble equipo que representa la oficina Enlace Arquitectura. Lloré de alegría con ellos y, aunque lejos, cada uno estaba y sigue estando presente en ese pequeño espacio de Venezuela en Venecia. Y además de ellos, los dueños de aquellos jardines de La Palomera y tanta riqueza del barrio reinterpretado y plasmado en esos 54 metros cuadrados.

Los últimos detalles de la maqueta fueron la colocación de las plantas en acrílico en su lugar, para lo cual habían huecos precortados e identificados en la madera. También pegué los chips adhesivos NFC que identifican cada espacio en la maqueta. Estos fueron programados con códigos por Valeria de Jongh, arquitecta recientemente graduada de la Universidad de Michigan, quien trabajó en Enlace el verano del 2020. Desde Detroit se encargó del montaje de la página web www.lapalomera.org  de manera que pudiera ser accedido directamente en la exposición mediante la lectura de los chips NFC en español, inglés e italiano.

La maqueta pesa menos de 60 kilos y abarca 8 metros de largo por 4,5 metros de ancho y alcanza los 2,2 metros de altura. A veces es más fácil ver los hilos de nylon iluminados que la sostienen que la misma maqueta. Por su disposición horizontal y fina, aparece y desaparece entre la riqueza espacial de su entorno. Y, sin embargo, logra comunicar el orden propio del barrio aunque no sea ni ortogonal ni simétrico. También evoca la belleza del barrio asociada a la vegetación y la morfología del espacio abierto orgánico y de escala humana. Estas son algunas de las experiencias que ofrece el barrio a la ciudad. Ofrece sus espacios abiertos que, aunque complejos y diversos, son espléndidos y, en definitiva, invitan a ser visitados, conocidos y reconocidos.

Los últimos detalles de la maqueta fueron la colocación de las plantas en acrílico. Fotografía de Elisa Silva

Para el tercer y último artículo de esta trilogía compartiré algunas anécdotas de respuestas y comentarios que hemos recibido de la instalación, así como las experiencias y actividades que se siguen desarrollando en La Palomea a partir de la experiencia del programa Integración en Proceso Caracas como la recolección de desechos sólidos puerta a puerta y la eliminación del container a cielo abierto de la Calle Salom junto con Fospuca y la Alcaldía Baruta, y la transformación del Anexo de la Casa de Todos en un lugar para la cultura y el arte para el disfrute de toda la ciudad.

***

La XVII Bienal de Arquitectura abrió sus puertas al público el 22 de mayo de 2021 y permanecerá accesible hasta el 21 de noviembre de 2021. Celebro el maravilloso equipo que permitió que todo esto fuera posible: Sergio Dos Santos, María Virginia Millán, Carol Arellano, Gabriela Álvarez, Jaeson Montilla, Emily Yánez, Miguel Salas, Sofía Paz, Valeria de Jongh, Cheo Carvajal, Gabriel Nass, Ámbar Armas, Enrique Blanco y Gerardo Zavarce.

Lea otros artículos de la serie:

La historia de cómo Enlace Arquitectura, el Barrio La Palomera y La Ciudad Completa llegaron a La Biennale di Venezia


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo