Telón de fondo
Las diferencias entre venezolanos y granadinos, ¿causa del derrumbe de Colombia?
División política de (la Gran) Colombia en 1824. Carta XI del Atlas geográfico e histórico de la República de Colombia, 1890. Agustín Codazzi, Manuel Maria Paz, Felipe Pérez
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En el siglo XIX afloran las diferencias que separan a los hombres de Venezuela de los hombres de la Nueva Granada, que pueden derrumbar las bases de Colombia, la prometedora república que nace cuando los triunfos militares lo permiten. Ahora trataremos de ver sin escándalo los inicios de esas distancias, con el propósito de entender mejor a unos antecesores a quienes se han achacado las culpas de una desintegración política que todavía se ve con ojos desapacibles.
¿Cuándo se comienzan a ventilar las diferencias entre venezolanos y granadinos, que pueden terminar en divorcio? Llama la atención que uno de sus primeros testimonios aparezca en el vocero primordial de la unión colombiana. El Correo del Orinoco, cuyo cometido es el apuntalamiento de la nación del futuro, publica una correspondencia confiscada a los mensajeros del general Pablo Morillo en la cual se hace una clasificación que no puede llamar a la concordia. Veamos la edición de 4 de julio de 1818:
El habitante de Santa Fe ha mostrado ser cobarde y tímido, cuando el otro es arrestado y sanguinario. En el virreinato han escrito mucho, y los Doctores han querido arreglarlo a su modo. En Caracas al instante desenvainaron la espada.
Los redactores copian un fragmento de la correspondencia del jefe expedicionario a sus superiores en la cual puede opinar con confianza sobre los rebeldes, pero es una temeridad la publicación de un comentario de este tipo en tiempos de guerra, mientras la casa que promueven es apenas un boceto. No conviene, cuando se busca la compañía de conglomerados que no son idénticos, ni han hecho su historia en comunión, desembuchar una clasificación que los divide en valientes y cobardes, en francos y taimados. En todo caso, estamos ante el primer documento que ventila unas separaciones que pueden crear problemas en el futuro.
Un diputado de apellido Baños vuelve sobre el tema en 1821 desde la tribuna del Congreso de Cúcuta. Plantea la necesidad de una reflexión sobre las instituciones en ciernes, debido a las distintas sensibilidades de los ciudadanos por cuyos derechos debe velar.
No es posible, sin identificar el carácter de los pueblos, echar los fundamentos de su prosperidad por unas mismas instituciones. El carácter del venezolano y granadino es diferente; para aquel, vivo y fogoso, parece adecuada la democracia; para este, lento y tardío, un Gobierno que tenga más suma de energía.
No estamos frente a una sugerencia tendenciosa ni orientada hacia la disgregación, sino ante la opinión de un político que quiere hacer su trabajo de congresista en el inicio de un camino complicado. Se parece a la de Morillo cuando pretende identificar a sus enemigos, pero solo un poco. El diputado habla de amigos, pero no los considera como gotas de agua y quiere que las nuevas regulaciones los juzguen así. El conocimiento de tales fuentes permite apreciar cómo las repelencias a punto de estallar no obedecen a resortes subalternos, a malquerencias superficiales, sino a diferencias cuyo origen y evolución disímiles se expresarán cuando las circunstancias lo soliciten.
En el análisis de los problemas que esperan a Colombia por la heterogeneidad de sus componentes destaca una carta de Bolívar para Santander, de 13 de junio de 1821, citada con frecuencia por los historiadores. También corresponde a la hora del natalicio y mira hacia la dificultad de los legisladores para crear instituciones en una sociedad caracterizada por los contrastes. La misma preocupación del diputad Baños en sus rudimentarias palabras, pero ocupada de un conjunto de matices sobre los que conviene volver para explicar el sustento de los entuertos que se aproximan. Los párrafos que más importan ahora son los siguientes:
Piensan estos caballeros (los legisladores) que Colombia está cubierta de lanudos, arropados en las chimeneas de Bogotá, Tunja y Pamplona. No han echado sus miradas sobre los caribes del Orinoco, sobre los pastores del Apure, sobre los marineros de Maracaibo, sobre los bogas del Magdalena, sobre los bandidos de Patia, sobre los indómitos pastusos, sobre los guajibos de Casanare y sobre todas las hordas salvajes de África y América que, como gamos, recorren las soledades de Colombia.
Exhibe la inmensidad de un territorio capaz de contener diversas expresiones del género humano, a través de cuya consideración se captan los factores que contienen material de sobra para el estallido de un polvorín. Mientras se pasea por recónditos lugares de la topografía, refiere la diversidad de oficios, de raíces lugareñas, temperamentos, mañas curiosas y formación cultural sobre la cual resulta difícil, o imposible, la creación de mecanismos capaces de sujetarla. ¨El pueblo está en el ejército¨, escribe Bolívar en el comienzo de la misiva. ¿No pueden ser los hombres de armas, la simplificación más práctica de una amalgama sin destino? Es un tema sobre el que trabajo en la actualidad, y del que ahora apenas ofrezco un adelanto.
Elías Pino Iturrieta
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