Entrevisata

Katya Adaui: “Mi curiosidad viene del territorio de la infancia… cuando nada todavía se extingue”

13/11/2021

Katya Adaui. Fotografía de Verónica Bellomo

Lejos de atemorizar al lector, los relatos de Katya Adaui (Lima, 1977) iluminan la imaginación y dinamizan las emociones desde la primera frase. Dieciséis piezas integran Geografía de la oscuridad (2021), conjunto publicado por la editorial española Páginas de espuma.

Katya Adaui es autora de la novela Nunca sabré lo que entiendo (2014) y de los libros de cuentos: Algo se nos ha escapado (2011), Aquí hay icebergs (2017) y Muy muy en Bora Bora (2019). Una eficaz narradora de prosa lacónica, a ratos lírica y de sorprendentes imágenes que, al menos por los momentos, se identifica con el “realismo especulativo actual”.

Comencemos por el camino de recopilación de estas historias.

Me gusta mucho que la palabra camino esté en tu pregunta… Suelo caminar mucho y mientras lo hago recopilo grafitis, frases, imágenes, conversaciones, restos. Voy anotando ideas en un cuadernito. En algún momento todo eso alcanza un punto de ebullición, una urgencia de escritura. Pienso en un concepto, en el caso de Geografía de la oscuridad: padre. A veces también ya tengo el título. Todo lo que escribo después busca atravesar las preguntas que me hago alrededor de ese concepto y de ese título.

En varias ocasiones ha hablado del tema familiar y del mar. Me gustaría profundizar en las imágenes que se refieren a esos dos aspectos en su obra.

Algo tendrá que ver la relación con mi hermana, ella es bióloga. Una vez, frente a una laguna, éramos muy chicas, ella dijo: “Qué lindo ecosistema”. Y yo: “Qué bonito paisaje”. Y nos matamos de risa porque comprendimos nuestra forma de ver el mundo en un instante. Ella los estudiaría y yo daría cuenta de ellos. Mi curiosidad viene del territorio de la infancia, de ese tiempo que se nos antoja eterno, cuando nada todavía se extingue.

Quisiera conocer su apreciación sobre su estilo. ¿Se ha dado por un proceso de maduración? ¿Cómo se adopta una palabra u otra?

No puedo explicar cómo sigue formándose, quizás por horadación, por goteo. Un proceso lentísimo que toma lo que dura la vida, algo entre lo indomesticado y lo conseguido con entrenamiento. Me encanta el silencio que hace la elipsis y que despierta en el otro el deseo de completar.

¿Considera que existe alguna diferencia perceptible en la forma de narrar de una mujer al adaptarse a la voz de personajes masculinos?

Como autora de cierta generación crecí leyéndolos a ellos más que a ellas. La escuela imponía lecturas canónicas de textos de varones y debí cambiar ese sistema, ampliarlo, para ir descubriendo autoras por mi cuenta. Me interesa experimentar, crear diferentes voces; sería muy cómodo hacer hablar solo a mujeres siendo mujer. Pero ni yo sé si hablará un hombre o una mujer, a veces se ha dado solo, y eso me sorprende también a mí.

Leerle me ha recordado a la española Ana María Matute. Usted inicia historias que se aproximan al caos y al desconcierto, pero entonces sorprende con lo más simple, como en «Por cosas de hombres no debes dejar de creer en Dios».

Apaciguar el estado de alerta y no esperar lo peor. Quizás trato de llevar algo de eso a mi propia escritura.

Es llamativa la ausencia o escasa descripción de los personajes y esa voz ambigua al principio de los textos. El lector, hasta llegar a cierto punto del relato, no reconoce si el personaje es femenino o masculino.

Un cuento suele ser un hábitat muy controlado; yo trato de ceder algo de ese control a quien lee, así imagina lo que puede, quiere o teme. Pienso en el lector o la lectora como un acompañante desconocido que necesita pistas fugaces para adentrarse en el enigma, no que lo lleves de la mano, porque no está desvalido.


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