Perspectivas

José Rafael García, in Memoriam

12/05/2020

José Rafael García en El Ávila, en una inspección de cortafuegos en 1991. Fotografía tomada de la página de Facebook José Rafael García Acosta

El pasado 26 de abril falleció José Rafael García Acosta. Reconocido en Venezuela como el padre de los parques nacionales, el «doctor García» (como habitualmente era llamado en los pasillos de la dirección de parques nacionales –también recibió otros alias: «El Viejo García» y «El quema’o»), fue una piedra angular en la conservación de los recursos naturales del país. Daba lo mismo cualquiera de sus apelativos, porque nada ha sido de mayor importancia que su impronta, la cual va más allá de dos generaciones de técnicos dedicados al manejo de áreas protegidas.

El Viejo García fue un personaje recio, de destacable personalidad, lacónico, observador y hermético en su trato, pero transparente con cualquier interlocutor sin importar rango o estatus. A su paso por los pasillos de su Headquarter todos hacían silencio; igualmente en las áreas de los parques nacionales donde rondaba. Respondía los saludos con la mirada; sin embargo, algo de bondad había en esos ojos plomizos. Su rol como líder y jefe fue inmenso: en 1977, por ejemplo, mi colega Pedro Vernet le pidió ayuda porque estaba decidido a dedicar su vida a la conservación de la naturaleza. Vernet solo tenía doce años de edad. Ese mismo día, El Viejo lo orientó; hoy, Pedro es un agradecido experto en conservación de tortugas marinas.

El indiscutible padre del maravilloso sistema de Parques Nacionales se hacía sentir en su incansable labor humana, técnica y administrativa, las cuales iban más allá de lo burocrático. Fue una suerte de mentor eterno para sus discípulos, y en su actuar técnico era, por sobre todo, un hombre de campo que usaba ingenio, instinto y empeño para superar obstáculos. Comunión de caracteres que le proporcionó su mayor fuerza.

Fotografía tomada de la página de Facebook José Rafael García Acosta

El trabajo de moldear un sistema y gestionarlo fue muy arduo y le llevo largo tiempo de lucha el cual lo obligó a maniobrar entre la política nacional, los limitados recursos económicos, la conducción del personal técnico y una crítica opinión pública. Nunca desmayó en su empeño, siempre estuvo al frente de su proyecto hasta cristalizarlo. Su espíritu indomable quedó revelado cuando un incendio forestal lo dejó postrado en un hospital. Regresó con marcas imborrables del fuego; no obstante, ningún contratiempo le hizo perder el norte de sus aspiraciones: la construcción de una Venezuela moderna que fuese guía para la región.

Su trabajo se constituyó en ejemplo para otros sistemas de parques nacionales del continente. Su equipo técnico, convencido de la enorme obra que adelantaba, lo siguió donde quiera que iba. José Rafael García fue pionero al impulsar la creación del primer parque nacional marino de Venezuela: Los Roques, un logro a nivel internacional que reportó ante el Segundo Congreso Mundial de Parques Nacionales, en 1972 (Yellowstone, USA), como una importante contribución de nuestro país.

Estos logros, debe señalarse, no eran producto de hechos aislados. Ya a mediados de 1959, como ingeniero agrónomo, había realizado labores de reforestación en las degradadas faldas del cerro Ávila. Allí, a modo de ensayo y error, experimentó en el recién creado parque nacional con especies de rápido crecimiento, entre ellas el Eucalyptus, cuando aún no se reportaban los efectos secundarios de ese árbol. Porque fijaba su meta en el inmediato control de los incendios forestales, intentando reforestar las sabanas de origen antrópico cubiertas ahora de vegetación sensible al fuego. Allí donde destaca la hierba Melinis minutiflora, probablemente la peor planta invasora que ha influido negativamente en la ecología de paisajes enteros en el norte de América del Sur (W. Meier, conversación personal). Y en tal afán el Viejo García descubrió que allí mismo contaba con un árbol, el Oyedaea verbesinoides, quizás la especie nativa más importante del Parque Nacional El Ávila. De este éxito publicó un reporte técnico sobre esta especie como pionera en la reforestación (García J. R.  & C. M. Rávago, Ministerio de Agricultura y Cría, 1960).

José Rafael García en La Zamurera, inspeccionando las reforestaciones en 1959. Fotografía tomada de la página de Facebook José Rafael García Acosta

García asistió al Tercer Congreso de Parques Nacionales celebrado en Bali, Indonesia, en 1982, donde le fue conferido el Premio Fred. M. Packard.

En 1986, tras treinta años de gestión, pasó a retiro. Para ese momento el sistema de parques nacionales contaba con veintiséis zonas protegidas. La obra de José Rafael García –alias Doctor, alias El Viejo, alias El quema’o– fue reconocida por conservacionistas de la talla de John Muir, quien llevaría el mensaje del venezolano a otras partes del mundo con el fin de crear conciencia sobre la necesidad de cuidar la naturaleza y de hacerle comprender a los políticos el imperativo de crear zonas de protección en importantes áreas naturales del planeta.

A los ochenta años de edad podía encontrarse al doctor García ascendiendo alguna de las cumbres más altas de El Ávila, montaña que se convirtió en su pasión. Pero como la biología de todo ser viviente es limitada, poco a poco se fue apagando el azul plomizo que alumbró su camino dejando un precioso y vital legado: los parques nacionales.

José Rafael García recibió otros importantes reconocimientos: la Orden Libertador (Venezuela, 1964), la Orden Orange Nassau de los Países Bajos (1977), la Orden Henri Pittier en su 1ra. Clase (Venezuela, 1981) y la Orden Golden Ark de los Países Bajos (1984).


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