Perspectivas

Hoy: Tres grandes libros

08/03/2024

No puedo evitarlo: toda comparación me conduce a uno de los grandes libros que he consultado en los años recientes: se trata de Agua en Venezuela: una riqueza escasa (concebido y realizado por Arnoldo Gabaldón, Aníbal Rosales, Eduardo Buroz, José Rafael Córdova, Germán Uzcátegui, Laila Iskander, y editado por Gisela Goyo en la Fundación Empresas Polar). Un exacto y desafiante estudio sobre la realidad de las aguas en este país. Imprescindible para profesionales y gobernantes. Para todos.

Hoy atiendo a obras también vitales, que recogen nuestro presente y se asoman de manera fascinante, aunque con recóndita perplejidad, a ese raro tejido que constituye el futuro -o el pasado- del continente: ciudades, habitaciones, seres, mitos.

1

Comienzo por el volumen que Jeannette Díaz ha dedicado a la arquitecta Hélène de Garay: Vida y arquitectura.

La arquitectura, aparte del género de quien la practica, y de sus determinaciones técnicas, “es un oficio que se impregna de las vivencias, los legados íntimos, el azar, las imágenes atesoradas y del entretejido de relaciones afectivas que construyen el ser creativo”, nos indica Guillermo Barrios en su presentación. Quizá todo esto se acentúe si distinguimos la figura frágil, bella, de Hélène De Garay. Con hermanas también arquitectas, padres que huyen de la guerra hacia Francia en 1939 (donde nacerá Hélène), arribarán a Caracas donde la futura profesional permanece todavía.

Hélène De Garay. Fotografía cortesía de Urbi Garay

El libro (que recibo de manos de Urbi Garay) consta de seis partes y un anexo curricular. Profusamente ilustrado con obras y proyectos y también con fotografías familiares y retratos de la creadora, es, desde luego, un acompañamiento biográfico, el seguimiento de una formación profesional, la revelación de métodos e intuiciones, un panorama de la arquitectura venezolana contemporánea, los hallazgos técnicos y el éxito de De Garay, pero también verdades sobre nuestra arquitectura a partir de 1970 y la singular participación de la mujer, aquí y en América Latina, en este poco estudiado campo.

Así puede establecerse que si la primera promoción de arquitectos en la Universidad Central de Venezuela ocurre en 1945, en los años ochenta del siglo XX veremos aumentar el número de mujeres egresadas de la carrera, aunque haya un predominio masculino en su ejercicio.

Realizar este libro, para Jeannette Díaz, fue “descubrir el sentido que Hélène de Garay ha encontrado en su práctica de la arquitectura y cómo este sentido, desde su condición de mujer, ha condicionado su experiencia vital desde y hacia la arquitectura”. Y, sobre la obra de De Garay, indica: “Posteriormente, desarrolla su carrera privada, como pionera directora de su propio estudio de arquitectura en Caracas (1970) por más de cinco décadas. Sus diseños destacan por lograr espacios en hermosa sintonía con el trópico venezolano, abiertos al paisaje, tamizando la luz y potenciando la ventilación natural”, en la línea de Carlos Raúl Villanueva. Espacios que inexorablemente aluden a remotas construcciones como las churuatas de Yekuanas o Piaroas y los ventilados chabonos.

Nada hay más íntimo e impersonal, entre las artes, que la arquitectura: vivimos hurtando hasta el aire que el arquitecto ha considerado suyo. Pero no solo el aire, también lo subterráneo, los sabores, la luz, el movimiento. Desde el inicio, quien adoptó los muros de una caverna o quien colocó un techo, elementales, desnudos, hasta las sofisticadas edificaciones que hoy ondulan en las alturas, enérgicamente sostenidas en la profundidad de aguas y tierra, todo es arquitectónico.

No queremos advertirlo, pero cada paso dado en una calle, en un parque, en el hogar o el centro comercial, tiene debajo (o encima) el lenguaje del cemento u otro material, los laberintos de cauces, tuberías, vigas, cables, un conciso y desafiante territorio que modula y sostiene el existir. Y tras ello, arquitectos, ingenieros, topógrafos, matemáticos guardan silencio como Atlas. (Es decir, Imhotep, Ictino o una innombrada Héléne de Garay nos conduce).

A ella debemos notables obras que ennoblecen Caracas como el Centro industrial y comercial Los Molinos en la avenida San Martín, la Fiscalía general de la República  (1976), en la Parroquia Candelaria, el Edificio industrial y de servicio Cantabia (1986) en  La Urbina, el Edificio de oficinas Fosforera venezolana  (1989) de Antímano, el Edificio de oficinas, torre KPMG  (1993) en Chacao, el Edificio PDVSA  sur (1994) en la avenida. Libertador. Otras en el interior del país y numerosas viviendas multifamiliares.

Profesora, conferencista, autora de valiosos artículos, fotógrafa (atendió a clases de dibujo con el pintor Luis Guevara Moreno, en la universidad), ha recibido premios y distinciones nacionales e internacionales por su obra arquitectónica.

Recorrer los espacios creados por ella, nos permite, en palabras de Jeannette Díaz advertir “el papel de la imaginación intuitiva, del pensamiento lógico-racional”: esa transfiguración de nuestra conducta azarística (ir de compras, caminar; citas, desencuentros) que parece fortuita al ingresar a un determinado lugar, pero que comienza a ser definido -y tal vez impuesto- por aquello a lo que somos aparentemente ajenos: escaleras, pasillos, espacio.

El lector de este libro, interesado o no en la arquitectura, su historia en Venezuela y el rol de la mujer en esa profesión, puede convertirlo en un compañero inquietante: sus fotos quizá lo conduzcan a una inesperada biografía: la de Hélène De Garay (me gusta, por el sonido novelesco de su nombre, esta D mayúscula), al difícil tránsito desde la guerra de Europa a un nuevo continente, a su vida en Caracas, las complejas relaciones familiares, amistades y triunfos; pero las imágenes de viviendas y edificios concebidos por ella no tardarán en seducirlo como extensiones de  su propio ser: la ciudad también es parte de la imaginación de De Garay y nosotros estamos en ambas.

Me detengo en algunas frases suyas que nos complementan y perturban por muchas razones: “La zona industrial de Antímano donde está ubicado el Edificio Sede Fosforera es sumamente agresiva, ocupada por viejos edificios industriales y barrios de ranchos. Cuando entras al edificio sientes que penetras a un oasis”.

“Me gusta la geometría y jugar con proporciones, explorando sus posibilidades”.

“En la forma como diseño, todo sucede mentalmente. Cuando me voy al lápiz, ya tengo prácticamente el proyecto listo”.

2

Ahora pasaré de la gran ciudad actual, a las inmensidades cubiertas por selvas y, sobre todo, a los enigmáticos campos del tiempo -o el no-tiempo, con Jorge Silva y su El desierto de la soledad, Tiempos en una selva sin tiempo, también de fascinante atmósfera aérea. Recibo el libro de manos de Francisco Silva Rivera.

Es un volumen de fotografías y textos breves del autor. Su ojo nos conduce a Chiapas, en el sur de México, y así podemos contemplar la selva lacandona, los montes azules, vestigios de palacios y templos mayas. O, desde un dron, adquirir perspectivas inusitadas.

Fotografía de Jorge Silva

Jorge Silva (1962) nació en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Estudió ingeniería agronómica; muy joven, se interesó por la danza. Y desde siempre, por la fotografía, que practica con absoluta naturalidad, observando aves y paisajes, cosa que lo llevaría a convertirse en defensor de la conservación ambiental. Desde 2009 se dedica de manera muy completa a la fotografía. Y en los últimos tres años ha trabajado durante jornadas enteras (noches y días) captando la naturaleza.

En su prólogo confiesa: “El desierto de La Soledad es el nombre antiguo de la selva Lacandona de Chiapas, territorio que conjuga riqueza natural, historia, cultura y arte en una atmósfera de perfección y arrebato”. Allí nos dice que en su infancia al ver las fotos de la etnógrafa Gertrude Duby, en el museo fundado por ella y por Frans Blom, lo marcó el ensueño que cumpliría en el 2019, al atravesar esa selva, navegando por el río Lacanjá, con el explorador Ernesto López y el video documentalista Carlos Herrera. Este libro es uno de esos resultados.

Ese tránsito lo relaciona con “la historia oculta bajo el dosel de los árboles (…) las mayores fuentes de agua y vida del planeta, el paso de los mayas” y con el lamentable porvenir de la humanidad “si no atendemos al llamado”.

Nada cuesta advertir que hojas y cielos detenidos en estas fotos, son los mismos que rodearon a las poblaciones mayas cuyos asentamientos se llamaron (se llaman) Bonampak, Palenque, Toniná, Yaxchilán.

Anota Jorge Silva: “En el principio de su tiempo la naturaleza los conectaba con el universo. Aprendieron a leer las estrellas y entender los ciclos para lograr mejores cosechas. (…) para sostener a sus pueblos y sus estructuras sociales”. Lo extraordinario es que, en el temblor de la luz y las penumbras, estas imágenes nos imponen su emoción. Nada extraño, pues sabemos con Jorge Silva, que “los mayas lograron grandes avances en agricultura, matemáticas, arquitectura, escritura, astronomía, medicina, política”. Como anotaba Frans Blom en su diario en 1900: “hace más de mil quinientos años el vasto territorio que hoy llamamos la selva lacandona pulsaba una vida intensa”; por él circulaban cargadores que traían sal desde el mar, obsidiana para navajas y lanzas, cueros de tigres, plumas de quetzal y en las colinas brillaban palacios y templos.

Y, con dolorosa lucidez, inquiere Silva: “Las preguntas son inevitables: ¿qué pasó? ¿Por qué colapsó una civilización que en no pocas disciplinas de la ciencia y el arte superaba los conocimientos de los conquistadores españoles?”. Para responder se apoya en recientes investigaciones que apuntan al daño de la expansión urbana, al derroche de recursos, a las guerras. Y de manera recóndita, las columnas y fachadas, las crestas de templos y los pasillos forjados con milimétrica precisión y hermosura -que Jorge Silva ha contemplado y nos trae en estas páginas-  parecen incrustarse, huir dentro de la poderosa energía terrena y vegetal que los envuelve.

Pero como en los fascinantes poemas de Gilgamesh o del Popol Vuh, la “divina comedia maya” renace. Y así lo traduce el autor desde su pensamiento: “Después del colapso de la cultura maya sobrevino el silencio, un silencio humano de mil años”. Renace la selva, se forma otra vez el paraíso tropical y “alrededor de la laguna Lacam-Tun, se funda un pueblo donde habitó la última tribu insumisa de Chiapas. Los conquistadores la nombraron lacandones”. En 1800, exploradores chiapanecos exploran aquel inmenso espacio y “maravillados, bautizaron al lugar con el poético nombre de El Desierto de la Soledad”.

La sordidez comercial no abandona la zona. En casi siglo y medio la explotación (social, maderera, turística, etc.) ha renacido. Una muestra de ello fue la narración de Bruno Traven La rebelión de los colgados (1936), llevada al cine casi 20 años después y protagonizada por Carlos López Moctezuma, Ariadne Welter y Pedro Armendáriz.

Pero si bien a los Lacandones, como señala Jorge Silva, “la modernidad parece haberlos devorado con la consecuente pérdida y la resignificación de sus costumbres y tradiciones”, el paisaje selvático y los hallazgos arqueológicos y la definitiva belleza de sus construcciones (vestigios de observatorios, lugares de juego y ofrenda, templos y sitios festivos o comerciales) atraen la investigación, la curiosidad y la admiración del mundo.

Jorge Silva debió ser un adolescente hipnotizado por leyendas o representaciones de su propio hábitat; hoy, con este libro, logra convertirnos en parte de su imaginación, sus afectos y su inquietud social. Cada una de sus fotografías busca un eco involuntario, pero insistente, en nuestra psique. Nos convierte en respuestas.

3

No hay nada extraño en esto, porque desde el primer

momento comprendí que estábamos vinculados,

que algo infinitamente perdido y distante

seguía sin embargo uniéndonos.

Cortázar: Axólotl

El libro Fishes of the Orinoco in the wild, altera por completo los contactos con esto que llamamos la realidad inmediata. Vamos a sumergirnos por horas indefinidas con su creador Iván Mikolji en las aguas absolutas del Orinoco.

Editado en Londres en el 2020, este espectacular volumen de 400 páginas creo que ha sido diseñado, escrito en inglés e integrado, página tras página, por las insólitas y bellas fotos tomadas por el propio Mikolji. Hasta aquí, todo puede parecer normal, pero es que cada imagen ha exigido horas de vida, atención, paciencia y una sobrehumana disposición para permanecer bajo las aguas, hábitat de los elusivos peces.

Fotografía cortesía de Ivan Mikolji

Dice Eduardo Planchart que después de sus innumerables expediciones, la filosofía que mueve a Mikolji, fotógrafo y pintor, es “la urgencia de preservar el ecosistema acuático del planeta” y para ello lo principal es hacer conocer “la riqueza y belleza” de ese mundo.

Por su parte, el editor y famoso hombre de acuarios, Nathan Hill (de quien Mikolji ha realizado un retrato como pez) considera en la presentación del libro que “al comienzo fue una foto” puesto que la vio en Google: un determinado y sublime pez en su lugar salvaje. Foto de Ivan Mikolji, que entre los billones de imágenes accesibles, captura el aislamiento del ser, con riqueza y originalidad. Porque al fotografiar y escribir sobre peces, Ivan es “inmersive”: sabe de peces y, al visitarlos, primero es como un intruso, después como un huésped. “Él nada con ellos, se integra a sus vidas, se convierte en parte de su cotidianidad. Este es su mundo y es bienvenido allí”. Con este libro, nos dice: “verás lo que Ivan ha visto…(…), el pez en su hogar salvaje…(…) sentirás el flujo del Orinoco en tu cuerpo”.

Transcribo en seguida la nota de mi cuaderno del reciente febrero, cuando conocí a Mikolji: FEBRERO: 2: Fue ayer, en el ruidoso Café Granier, a seis cuadras de aquí. Vino con Carlos Eduardo López, el infatigable sostén y guía de la Fototeca de Barquisimeto. Antes, había recibido el lujoso libro Fishes of the Orinoco in the wild (enviado por Ignacio Oberto), casi 400 páginas de fotos y breves textos, suyos, de Ivan Mikolji. Habla del mundo acuático como del aire. Su padre trabajó en la fábrica Montana de pinturas, venía desde Sagreb, Croacia; su madre, de Nicaragua. Creo que va a cumplir 52 años, aunque su piel morena, mate, y sus movimientos parecen de un adolescente.  Tiene dieciocho años fijando imágenes de peces, flora, rocas y reflejos de la luz en las aguas. (Pienso en las horas sumergido, en su piel y en la voracidad -o curiosidad- de los peces, que muerden sus orejas. En él, con su carga instrumental de más de diez kilos).

Desde luego, no puedo dejar de asociar a este hombre sub-acuático con el culto que en todas las comunidades ha suscitado la presencia de alguien así, desde hace miles de años. Tanto la mitología maya como la egipcia lo distinguen. La frescura de su trato, su saludable sonrisa, parecen desdoblar a Mikolji, como si las aguas de los ríos siguieran en él, transformando el ambiente.

El volumen consta de un cálida Introducción, de una absorbente descripción de la Cuenca del Orinoco y de unas 350 páginas que muestran la asombrosa relación del autor/fotógrafo/buzo/científico/etc., con los peces; más las vitales imágenes de ellos.

Mikolji nos adelanta que “educación, conocimiento y empatía” hacia la naturaleza son el mejor medio para preservar las especies. Indica que nunca estudió fotografía, que se inició con el video en 2006 y con la foto a fines del 2007. Como es obvio, desde entonces no ha parado. Ha recorrido esta Cuenca en Colombia y Venezuela y nunca ha sometido a cautiverio algún pez: todo lo que exhibe está en lo salvaje de su hábitat.

Escribe que investigadores, exploradores y científicos han calificado unas 1903 especies. Faltan otras. “Hay mucho que aprender sobre el mundo interior del Orinoco”. Y este libro es “una fusión entre naturaleza, ciencia y arte”. También, podríamos, añadir una manera, tal vez entre las últimas, de sentir a los dioses del agua filtrándose, mediante los cuerpos de los peces, en el futuro. Trae mapas e indicaciones técnicas para los especialistas, aunque sin duda el libro es una recompensa para el lector/espectador común.

Habiendo llegado desde Caracas, vio a los 14 años por primera vez el gran río en 1986. Le pareció un misterio, hoy considera que es mágico. El Orinoco se extiende entre Colombia y Venezuela durante 2.250 kilómetros y cubre un área de 880.000 Km2. Por sus aguas, es el tercero más grande del mundo. Por el norte, recibe y drena corrientes de la Cordillera de la Costa; por el oeste, de los Andes, los llanos colombianos y las sabanas; por el sureste, de la Guayana y el Mundo Perdido. El fotógrafo ha recorrido más de cien caudales para hallar las aguas transparentes. A todo esto ha denominado el escritor Juan Carlos Chirinos el “Mundo Orinoquio”, indicando que aún Venezuela no se reconoce así.

A mis preguntas posteriores, por correo electrónico, Ivan Mikolji ha respondido:

“Te paso los que yo creo son las cosas más relevantes. En el 2005 fue cuando decidí ponerme a explorar «a tiempo completo».

”Primeras fotos y videos del Tetra Diamante (Moenkhausia pittieri) en su hábitat natural, en el 2007. Lo importante de esta especie es que es endémica del Lago de Valencia y la cuenca del Rio Tuy y está en peligro de extinción.

”Primeras fotos en vivo de la piraña del Río Uracoa (Serrasalmus nalseni) en el 2007. Lo importante es que se redescribió la especie con mis fotos, poniendo mi nombre entre los mejores ictiólogos del mundo cuando solo tenía dos años en mi trabajo.

”Primeras fotos y videos en vivo de la piraña del Atabapo (Pristobrycon careospinus) en su hábitat natural, en el 2008. Lo importante es que se escribió un artículo científico con descripción de patrón de coloración y descripción del hábitat con mis fotos y anotaciones de campo.

”Hubo otras 2 pirañas más, las cuales no investigué a fondo si fui el primero en tomarle fotos en vivo, pero al parecer así fue. La piraña del Neverí (Serrasalmus neveriensis) 2006, endémica del Río Neverí y Tuy. Su importancia es que es la piraña que vive más al norte de América del Sur y son unos de los peces en más riesgo de extinción en Venezuela. La otra es la Piraña moteada del Atabapo, (Pristobrycon maculipinnis) 2006. Al fotografiar todas estas pirañas que nadie había visto en vivo y la mayoría ni si quiera sabía que existían, hubo un momento que me empezaron a llamar el Piranha Man en el extranjero.

”Primeras fotos y videos en vivo del Ciclido Enano del Caura (Apistogramma pedunculata) en su habitat natural en el 2008. Su importancia es que las fotos se usaron para describir la especie con el Instituto Humboldt de Colombia.

”Primeras fotos y videos en vivo del Ciclido Enano de la Mesa de Guanipa (Apistogramma nororientalis) 2012 No se sabía de qué color era hasta que se tomaron las fotos.

”Primeras fotos y videos en vivo de la Viejita de la Gran Sabana, pez endémico de esa zona (Aequidens chimantanus) 2011. Solo hay 2 especies de Ciclidos en la Gran Sabana y yo les tomé las primeras fotos, pero el chimantanus es el que me gusto más.

“El otro pez está en el libro también (página 338) y es una nueva especie no descrita llamada el Mataguaro de la Gran Sabana Crenicichla sp. (Gran Sabana) Lost World Pike Cichlid; también son las primeras fotos en vivo.

”Primeras fotos y descubrimiento de una nueva especie de Trichomycterus, un pez gato pequeño en el Rio Chirgua, estado Cojedes. Este es uno de los pocos peces que recolecté en físico y lo llevé a la Universidad Central de Venezuela donde espera mejores tiempos para describirlo científicamente.

Y leo, en este libro de transformaciones acuáticas,  como si yo mismo ganara una hoja de laurel en la reñidas competencias de Olympia, estas palabras sagradas:

”A la final está el Astronotus mikoljii, mi pez querido! Lo llaman el pez Oscar en el mundo del acuarismo internacional. Un grupo de seis científicos de tres países me lo dedicaron en el 2022. Creo en parte porque yo escribí un artículo sobre mi relación con ellos en su hábitat. Ese artículo se publicó en muchas revistas de muchos países y fue mi artículo más exitoso.”.

No debo extenderme más. La Caracas rutilante que persiste en las obras de Hélene De Garay; el mundo contemplado desde Bonampak, como lo percibí cuando escribía una de mis narraciones; las palabras, cotidianas para mí, que saltan en este libro de Mikolji (palabras como Orinoco, Uracoa, delta) y este pez que lleva el nombre de Astronotus Mikolji, son talismanes que embriagan mi pensamiento por haber conocido a De Garay, tener imágenes y textos de Jorge Silva y saber con Cortázar que algo distante en los peces (o inmediato, como hemos visto) sigue uniéndonos.

***

Jeannette Díaz: Hélène de Garay, Vida y arquitectura, Fund. Empresas Polar, Fac. De Arquitectura, UCV, Caracas, 2009.

Jorge Silva: El desierto de la soledad, Tiempos en una selva sin tiempo (The desert of solitude, Times in a timeless jungle), Ciudad de México, 2023.

Ivan Milkolji: Fishes of the Orinoco in the wild, Printed in England by TJ Books, 2020.


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