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“Hijos del vacío”: el experimento fotográfico de Andrea Hernández que conecta violencia, matricentrismo y migración

09/11/2023

Yahir Sánchez, 8 años, frente a la casa de su abuela en el barrio Catia de Caracas, Venezuela, el 11 de octubre de 2021. Su tía y cuidadora Yossy Arrieta cuenta que Yahir ha cambiado emocionalmente, llora por su mamá, y Yossy cuenta que es difícil explicarle por qué no lo llevó consigo. «Tenemos que luchar por nuestros hijos porque marcamos sus corazones. Si les preguntáramos, estoy segura de que dirían que preferirían morir de hambre antes que estar sin su mamá o su papá», dice.

Cuando todavía estudiaba en la universidad, la fotógrafa y periodista Andrea Hernández Briceño contactó al psicólogo Alejandro Moreno, fundador del Centro Investigaciones Populares, para pedirle que ofreciera una charla. En aquella oportunidad, lo escuchó hablar sobre el matricentrismo como modelo familiar-cultural venezolano. Hernández conservó la inquietud por este concepto durante años y se nutrió de las investigaciones publicadas por la socióloga Verónica Zubillaga sobre la violencia urbana y armada. También observó en las comunidades que la migración de los últimos años había cambiado la estructura de los hogares venezolanos y la niñez estaba expuesta a nuevos riesgos.

En 2021, estas nociones y planteamientos tomaron la forma de un proyecto fotográfico, cuando Hernández comenzó a capturar las primeras escenas y retratos de lo que sería Hijos del vacío.  

«La premisa del trabajo es explorar, en un formato visual, la estructura familiar venezolana matricentrista, cómo esta ha sido afectada por la migración, y los patrones de violencia que pueden surgir a raíz de esto. Cuando me encontré con los libros de Verónica Zubillaga y lo complementé con lo que había aprendido con Alejandro Moreno, comencé a conectar los puntos. Por ejemplo, pienso que no se puede hablar de violencia en Venezuela sin hablar de género. También entendí que no podía hablar de violencia en Venezuela sin hablar de ejecuciones extrajudiciales, por lo que decidí incluir este elemento en mi trabajo». 

Hijos del vacío se expone actualmente en los espacios de la escuela Roberto Mata Taller de Fotografía, en la Hacienda La Trinidad, y estará en sala hasta diciembre. El fotógrafo documental Ricardo Jiménez hizo la curaduría y museografía. El proyecto fue financiado por la National Geographic Society. 

Punto estratégico de un grupo armado que controla El Cementerio, el 28 de october de 2021. Por el pequeño agujero en la pared pasaban los cañones de las armas de asalto. El barrio al suroeste de la capital fue escenario de enfrentamientos entre fuerzas policiales y bandas criminales durante julio de 2021.

La exposición está conformada por 36 fotografías, tomadas con una cámara analógica. Hernández se acercó a cada persona de manera transparente, presentando su trabajo y su propósito, de manera que sus retratados se sintieran seguros y estuvieran al tanto de las razones por las que estaba entre ellos una persona ajena a su cotidianidad. En este objetivo el diseño de la cámara tuvo un rol importante. Al tener un tamaño más pequeño que el de una cámara digital moderna, Hernández pudo acercarse a la intimidad de las personas, así como a las calles y al entorno del barrio, sin incomodar ni resultar un elemento en extremo disruptivo. 

Hijos del vacío transita y habita la violencia, aquella que es endémica y es difícil de capturar porque se arraiga, se naturaliza y trasciende el momento de la agresión. Hernández no quería hacer un registro común, como la han mostrado los medios en las páginas de sucesos o en otros ensayos visuales, que incluyen el retrato del criminal armado o el funeral de la víctima de una bala perdida. «Ese es un trabajo importante, de hecho, es fundacional para el mío, pero yo quería mostrar la tensión que genera la violencia en las zonas populares». Para ello, Hernández se valió de otras imágenes: retratos de niños cuyos padres han migrado, los «niños dejados atrás que la propia comunidad llama ‘los abandonados’»; de personas que integran bandas criminales, e incluso el de un policía –el único que quiso hablar con la fotógrafa–. También incluyó el paisaje de la violencia, como las fotos de las garitas de vigilancia en el sector de El Cementerio tras una enfrentamiento y algunos grafitis.

La investigación periodística es extensa y reveladora y también forma parte de la exposición. En la sala se incluyó un código QR. Al escanearlo, puede leerse el resumen de las entrevistas realizadas por Hernández para cada caso y escena documentada. El acceso a las comunidades fue un proceso tan relevante como la fotografía en sí misma, dejando al descubierto el miedo que también es parte de la violencia que viven los habitantes de las zonas más vulnerables de Caracas. 

«Quería indagar en sitios en los que la policía también estaba entrando. Eso implicaba que al principio las personas se sintieran inseguras con mi presencia. Una persona externa, como yo, no les convenía. Como consecuencia de esta dificultad, yo sentí que estaba fracasando con este proyecto. Me dijeron muchísimos no. Pero, a pesar de lo doloroso que fue en aquel momento, significó mucho crecimiento personal. Aprendí a tomar lo que me daba la realidad, aunque no fuera lo que yo había imaginado». 

Al abrirse a la posibilidad de que, tal vez, lo que esperaba encontrar no era lo que finalmente veía; Hernández puso atención a lo que la realidad le ofrecía como información relevante. «Justamente, así fue que decidí incluir el tema de las ejecuciones extrajudiciales, con el retrato de la madre de una víctima y el policía. Ambos son participantes importantes del proyecto. Como lo veo, estoy mostrando el cast de una película. Las imágenes interactúan entre sí y eso genera la narrativa».

Hijos del vacío está acompañado por el performance auditivo de la poeta y artista Wendy Gallardo Quintero, producido por el proyecto Arriba El Terror. «Wendy escribió un texto sobre cómo se romantiza el malandreo y por qué no es una idea real. Creció en el 23 de Enero y vivió de cerca la violencia. Me pareció un aporte valioso, especialmente desde la oralidad».  

Sebastián Junior Escobar, 6 años, juega a ser un monstruo cerca de la casa de su abuela Maritza Pacheco en el barrio Ruiz Pineda de Caracas, Venezuela, el 30 de junio de 2021. La madre de Junior fue a Panamá. Junior llama a su abuela «mamá». Casi no habla. Es inquieto e hiperactivo y parece no entender lo que escucha.

El proceso creativo y el fuego 

Una tarde, mientras la fotógrafa estaba en la cocina de su casa, quemó con un yesquero dos negativos de película. No fue un accidente, pero tampoco fue una acción premeditada. Aquello fue un impulso que luego se convirtió en una idea, tras ver los efectos del fuego en la imagen final y conversar con un amigo sobre la experiencia. De allí que algunas fotos fueron intervenidas al quemar el celuloide. Lo que fue un acto intuitivo se convirtió en un recurso. Hernández dejó que el fuego actuara de manera intencional en determinados rostros y espacios para dar forma a un discurso: 

«Es como si mi cuerpo hubiese sabido antes de mi razonamiento lo que yo quería decir, fue una manera de canalizar lo que vi y lo que viví. Luego pensé en algunas ideas abstractas que quería reflejar, sobre todo la tensión que genera la violencia continua. Porque la violencia no es solo el momento en el que ocurre el asesinato, o los golpes, o la amenaza, para mí es una esfera tensa que se queda alrededor y que se ve en las miradas y en los cuerpos de la gente». 

Con los rostros intervenidos por los efectos del fuego, la fotógrafa también se propuso mostrar la pérdida de identidad, como ocurre con la niña cuya madre migró y que, según lo que su cuidadora contó, ya no reconocía en las videollamadas. Construyó otros conceptos, como la añoranza o la nostalgia. «Hallé la capa de significado que sentía que le hacía falta al proyecto. Pasó de ser fotografía documental a fotografía expansiva». 

Hijos del vacío no pretende ofrecer respuestas sobre fenómenos sociales tan complejos como la migración o la niñez dejada atrás. «Busca generar preguntas. Te dice: mira, aquí hay unos elementos que están interactuando, ¿qué puede salir de ahí? Incluso, los sociólogos y otros expertos pueden usar las fotos como prueba para pedir financiamiento para sus investigaciones». Así como el aporte de Alejandro Moreno sobre las estructuras familiares venezolanas dejó los cimientos de la curiosidad de Andrea Hernández sobre estos temas, la fotógrafa espera que la exhibición mueva las inquietudes de quien pase por la sala de la escuela Roberto Mata Taller de Fotografía. 

Un muñeco simboliza la quema de Judas en el barrio Las Minas, el 9 de abril de 2023.

Sobre Andrea Hernández 

Andrea Hernández Briceño es una narradora visual, periodista y exploradora de National Geographic basada en Caracas. Utiliza distintos formatos, la metáfora y el elemento mágico para narrar historias sobre género, medio ambiente y temas sociales en América Latina y el Caribe. Es integrante del colectivo de fotógrafas unidas por Latinoamérica Ayün Fotógrafas.

Sus trabajos han sido exhibidos en Nueva York, México y París. Esta es la primera exposición individual de Hernandez Briceño en Venezuela y la primera vez que muestra el proyecto Hijos del vacío.


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