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El 29 de diciembre de 2023 murió Friedrich Welsch, politólogo y profesor de la Universidad Simón Bolívar. Para conmemorarlo publicamos a continuación la entrevista realizada por Karl Krispin en el libro Alemania y Venezuela: 20 testimonios, publicado en el año 2005 por la Fundación para la Cultura Urbana.
Quienes conocen la labor académica de Friedrich Welsch, Federico para todos, no dudan en afirmar que los estudios de la ciencia política en la academia venezolana se vieron influenciados por su llegada a nuestro país. Para confirmar, aunque sea parcialmente esta sentencia, baste decir que ha sido el profesor que ha dirigido el mayor número de tesis en esta disciplina en las universidades venezolanas. Además de la política, donde reivindica al “derecho de pataleo” casi como una institución en nuestro contexto político, sus preocupaciones intelectuales lo han vinculado igualmente con la literatura. Huelga decir, y no se dice de gratis si escuchamos su impecable castellano, que la traducción es otro de sus desvelos. Es uno de esos completos intelectuales de los cuales se desearía recibir clases. A diferencia de lo que se acusa a sus connacionales, adicionalmente tiene sentido del humor.
Karl Krispin: La primera pregunta es cuándo nació y dónde.
Federico Welsch: Nací el 14 de junio de 1942, en un pueblo de Baden cerca de la ciudad de Karlsruhe, en el sur de Alemania, al norte de la Selva Negra, en Weingarten. El nombre es descriptivo y emblemático al mismo tiempo, descriptivo por el vino y emblemático porque es muy bueno el vino.
KK: ¿Cuáles fueron sus primeros recuerdos de infancia?
FW: Mi primer recuerdo, que todavía está en mi mente, es el de una tremenda explosión que hizo estallar las ventanas de la casa. Yo estaba en un cuarto donde supuestamente debía dormir la siesta, tenía dos años y pico y era la bomba que tumbó la torre de la iglesia protestante del pueblo. Nosotros vivíamos a media cuadra de la iglesia, no pasó más nada, no hubo ese día gente en la calle durante el ataque, aunque fue un ataque diurno y después se supo que fue prácticamente por descuido, porque el objetivo era la ciudad de Karlsruhe, a unos diez kilómetros. Pero lanzaron la bomba sobre mi pueblo donde no había objetivos militares.
KK: ¿Cómo fue la infancia por ejemplo en su caso, de toda una generación que crece en un país destruido, por ejemplo?
FW: Fíjate que de eso no me di cuenta, para mí lo más normal del mundo era ir primero al kinder de la Iglesia protestante y pasar por los escombros de la iglesia. Para mí eso era perfectamente normal, porque ya las piedras de la edificación se habían más o menos clasificado y estaban más o menos ordenadas conformando un terreno ideal para jugar.
KK: Luego de realizar estudios de interpretación y traducción, usted obtiene su doctorado en ciencias políticas y literatura iberoamericana. ¿Cómo ha podido combinar ambas disciplinas?
FW: Yo estudié primero idiomas porque me interesaba, pero sabía que eso no me iba a satisfacer, era un excelente vehículo para trabajar free lance y ganar dinero, que de hecho me funcionó muy bien. Eso me permitió y también por la estructura de las universidades en Alemania, estudiar a gusto, porque podía financiarme mis estudios yo solo, y en segundo lugar, no había restricción, ni problemas de cupo. Así que me metí en una materia de medicina en Marburg, estudié materias de física, sociología con Arnold Gehlen y literatura, porque me interesaba y me gustaba, sin terminar de sacar ningún título en literatura, sino que la estudié como segunda opción en el doctorado. Al igual que economía internacional que sí la estudié más a fondo y ciencia política, que fue lo que más me interesó.
KK: ¿Cuándo llegó a Venezuela y por qué?
FW: Yo llegué a Venezuela, primero en una función político-partidista, para realizar un seminario de organización en el partido Acción Democrática en el año 1976, justamente el año en que se celebró en Venezuela una reunión de la Internacional Socialista, encabezada por Willy Brandt, reunión que sirvió para que Acción Democrática formalizara su estatus de miembro en la Internacional Socialista. (antes había sido partido observador) Llegué definitivamente en el año 1977 para asumir el cargo de director del ILDIS, que es el Instituto de Investigaciones de la Fundación Friedrich Ebert en Caracas.
KK: ¿Cuál fue su primera impresión de Venezuela?
FW: La primera impresión me la llevé en el 76 cuando estuve en Caracas por unas seis semanas. Me sorprendió en primer lugar el tamaño de los carros, creía que estaba en los Estados Unidos, porque yo estaba acostumbrado a ver los carros en Alemania que eran pequeños y las ciudades alemanas donde en los años 70 no existían tantas edificaciones altas.
El Seminario que realicé por encargo del Partido Social Demócrata Alemán y Acción Democrática, se realizó en el Parque Central y no tenía yo experiencia de haberme metido en un conjunto tan grande, así que el primer día perdí una hora para encontrar el carro porque no me había fijado dónde me había estacionado, en qué piso y en qué área, así que mi primera impresión fue: esto es enorme.
KK: En la Universidad Simón Bolívar usted no sólo ha sido profesor, sino ha ocupado altos cargos en la estructura académica como director de Estudios de Postgrado y jefe de departamento. ¿En su opinión, Venezuela ha sido generosa con sus inmigrantes?
FW: Muy generosa, casi diría que hay una discriminación positiva, que hay, al menos yo he observado y espero no haberme aprovechado de eso, en el sentido de que los venezolanos tienden a subestimar sus propias capacidades y tienden a sobreestimar la capacidad de quien llega de afuera, sobre todo cuando viene de Europa o América del Norte. Incluso los latinoamericanos del cono sur -Uruguay, Argentina, Chile- parece que cuando llegan a Venezuela tienen un crédito. Así que mi impresión en este sentido es haber llegado a un sitio donde me acogieron con los brazos abiertos.
KK: ¿En qué momento decidió quedarse en Venezuela?
FW: A los dos años de mi contrato, siendo que no lo renovó la Fundación, decidí quedarme porque ya tenía buenos contactos con la universidad, la Central primero, y realmente me interesaba volver a la vida académica que había dejado antes en Alemania.
KK: Desde 1997 usted dirige el proyecto del “Estudio de la cultura política, el rendimiento gubernamental, el comportamiento electoral del venezolano”. Grosso modo, ¿a qué conclusiones ha llegado en este respecto?
FW: Sobre el caso de la cultura política del venezolano puedo decir que es un tema apasionante que me ha interesado desde hace muchos años, porque Venezuela se caracteriza por ser un país que ha tenido un régimen democrático prolongado por mucho tiempo, lo que en América Latina no es tan común, y fue interesante desde el inicio investigar y estudiar la cultura política de este país, por su excepcionalismo en el contexto latinoamericano. Excepcionalismo por cierto que ya no existe porque creo que nos hemos latinoamericanizado o re-latinoamericanizado lo suficiente para no ser más ningún caso específico o especial en América Latina.
La cultura política del venezolano se caracteriza por ser democrática de fondo, el venezolano es profundamente demócrata y lo es en forma difusa, eso significa que su relación con la autoridad puede perfectamente tener aspectos que no parecen tener visos democráticos como por ejemplo la facilidad con que se subordina a la autoridad. La falta de crítica que uno observa en la relación directa con las autoridades, pero eso no es más que el deseo que la autoridad sea precisamente eso, que funcione y que imponga criterios que sean iguales para todos.
El segundo aspecto – ya presente en el anterior – es el profundo espíritu igualitario del venezolano, en eso sí se diferencia mucho, por ejemplo, de los colombianos. Es absolutamente impensable en Venezuela que, entre dos personas donde uno es jefe y el otro subordinado, exista una relación del tipo amo y esclavo como ocurre en otras partes. Ello incluye el trato: uno llega a cualquier sitio y de pronto entra en confianza con cualquiera. Este espíritu y esta tendencia igualitaria, creo que favorece también el régimen democrático en Venezuela.
Y el tercer elemento es la tolerancia, aunque no estoy tan seguro si este elemento de la cultura política está vigente ahora como lo ha estado en el pasado. Estamos viendo más manifestaciones de intolerancia, aunque en los estudios que hacemos eso todavía no aflora, y eso me permite llegar a la conclusión de que la intolerancia se limita a sectores minúsculos dentro de las corrientes políticas que se oponen unos a otros, y estos sectores minúsculos no son realmente representativos. Sin embargo, la intolerancia ha convertido a Venezuela en uno de los sitios de mayor violencia abierta en el mundo, ya en América Latina somos el segundo después de Colombia en cuanto a muertes violentas de habitantes.
KK: ¿Cuál ha sido su experiencia como traductor, ¿cuáles son los retos de la traducción?
FW: El reto de la traducción, diría yo, es ir más allá de la pura traducción lingüística. La traducción tiene que ser cultural, debe tener en cuenta las especificidades culturales y convertir lo que le es propio a un idioma dentro de una cultura, en lo que le es propio al otro idioma dentro de su respectiva cultura, encontrando algo similar.
Para dar un ejemplo, un caso quizás no tan conocido: el traductor de García Márquez en Alemania, que es un traductor consagrado, de apellido Meyer-Clason, probablemente nunca estuvo en Venezuela, aunque debe haber visitado Colombia y conocer América Latina. Debería saber que Venezuela está en el trópico, igual que Colombia. En su libro “Cuando era feliz e indocumentado”, García Márquez habla de la antigua costumbre, ya desaparecida, de los muchachos de Chacao de bajar en patines por la Luis Roche los 31 de diciembre. El traductor, viendo el término “patines” en relación con la fecha decembrina – que en Alemania implica invierno y nevadas, debe haber concluido que tales patines eran “Schlittschuhe”, patines que se usan sobre hielo, y así tradujo el término. ¿Cómo habrán hecho esos muchachos, con patines de hielo en el este de Caracas, donde las temperaturas no bajen de diez grados sobre cero?
KK: Entre sus múltiples publicaciones, ¿cuáles han sido los campos de la investigación política que más le han interesado dentro de la perspectiva venezolana?
FW: Siempre lo que ya hablamos, la cultura política por un lado y la apreciación, actitud y conducta que tienen las personas frente a los gobiernos, para así medir el impacto de las políticas públicas. Las políticas públicas pueden tener un impacto individual negativo, pero a la larga o a mediano plazo ser positivas para el país. En Venezuela observamos que las personas son algo inmediatistas y que hay una tendencia clientelar que tiene raíces muy fuertes, incluso desde antes de la época petrolera y eso hace que se espere que la acción del Estado se note en forma inmediata. Ese inmediatismo hace difícil que los gobiernos planifiquen y ejecuten medidas dirigidas al largo plazo; esto ocurre incluso en aquellos gobiernos que tienen un capital político muy elevado, que cuentan con mayorías parlamentarias y gozan de una posición favorable en la opinión pública. Lo que observamos es que la tendencia y la tentación de aplicar políticas inmediatistas es muy grande y creo que, en este sentido, entramos en Venezuela en un círculo vicioso que no le permitirá a ningún actor gubernamental ejecutar políticas de largo plazo si no las acompaña con políticas de corto plazo que satisfagan los deseos y las inquietudes de la gente en lo inmediato.
KK: Usted ha estudiado el culto a Bolívar, dentro de nuestra perspectiva socio histórica; ¿qué ha significado este culto a la personalidad, de alguna manera institucionalizado?
FW: El culto a Bolívar en Venezuela en un primer momento me impactó, porque no creía que fuese posible que una figura histórica pudiera estar tan presente. Pero luego entendí que el venezolano tiene una particular atracción por el simbolismo y el mito políticos y quien sabe aprovechar esto perfectamente es Chávez, porque Chávez utiliza toda la “mitología venezolana” en su política diaria, las misiones, por ejemplo. Ahí tenemos la misión Vuelvan Caras: los que se inscriben en esa misión – que es una suerte de proyecto o programa de reinserción en el mercado laboral – se llaman oficialmente “lanceros”. A un europeo que, después de 30 años de vida en Venezuela, todavía tiene áreas del cerebro que funcionan a lo europeo, esto le parece poco menos que ridículo, sin embargo, aquí funciona y además perfectamente. La simbología bolivariana en el caso venezolano creo que es políticamente capitalizable. Lo han hecho y lo seguirán haciendo.
KK: ¿Hacia dónde va la democracia en América Latina?
FW: Parece que va a una fase neopopulista, lo cual no es necesariamente negativo. Recordemos que el populismo latinoamericano en aquellos casos en donde no fue aplicado aunado a políticas represivas, produjo resultados respetables. Por ejemplo, la sustitución de importaciones, que es una vertiente económica del populismo nacionalista, en sus inicios fue un modelo económico, primero, auténticamente latinoamericano, y segundo, muy exitoso, que le permitió dar un gran salto adelante a unos cuantos países latinoamericanos bajo esta figura desarrollada por Prebisch en la CEPAL. Pero ha debido contar – creo que esa fue la idea de Prebisch – con una segunda fase, que ya no se limitaba a la sustitución de importaciones, sino que implicaba competir con las importaciones e incluso exportar, y eso no ocurrió. Al contrario, las industrias latinoamericanas que fueron creciendo bajo el modelo de la sustitución de importaciones, descubrieron que era mucho más fácil negociar con el Estado restricciones a la importación, a que ellos se modernizaran y se adaptaran a la productividad de los mercados internacionales. Así que este modelo auténticamente latinoamericano, lamentablemente se tergiversó y terminó siendo perjudicial para las economías latinoamericanas.
El destino de la democracia en América Latina creo que es o será globalmente positivo. Creo que presenciaremos un despertar del indigenismo, lo cual es deseable, es deseable en Venezuela donde los indígenas representan apenas una comunidad pequeña, medio millón entre 25 millones de habitantes, es decir, menos que 0,5% de la población, pero hay otros países donde su peso es mucho más fuerte y creo que ya ha llegado el momento para que tomen mayor conciencia y participen en conducir las riendas de sus respectivos países. Sin embargo, creo que hay que cuidarse de no caer en fases atávicas y ese peligro existe, incluso en Venezuela. Porque el enaltecimiento irreflexivo del indigenismo y de las culturas tradicionales, encierra el riesgo de caer en narcisismos, de creer que lo “nuestro” es mejor que lo “otro”. Esto es intrínsecamente falso y está además en disputa con el universalismo de los derechos humanos que implica desde luego diversidad, porque en culturas diferentes, los derechos humanos sólo cobran vigencia si tales culturas se respetan mutuamente. Así que, en este sentido, universalismo implica particularismo, hagámosles caso a los particularismos, pero sin olvidar que el universalismo nos exige que los particularismos se respeten.
KK: ¿Cómo describe su experiencia académica en Venezuela?
FW: Creo que ha sido una experiencia muy grata, de eso estoy convencido, porque he tenido oportunidad de conducir, dirigir una gran cantidad de tesis, tanto de maestría como de doctorado, lo que significa que he podido contribuir con la formación de más de una generación de relevo en la academia. Cuando llegué a Venezuela no había prácticamente ningún profesor en la Universidad Simón Bolívar ni en la Central en las áreas de Ciencias Políticas, que hubiese obtenido su Doctorado. Hoy en día, tanto la Simón Bolívar como la Central cuentan con numerosos profesores de cuarto nivel; modestamente creo haber contribuido a esta causa.
KK: Adolfo Aristeguieta Gramcko me señalaba en una oportunidad, que él tenía la impresión de que los alemanes que han emigrado a Suramérica se han podido encomendar a dos paradigmas históricos, los cuales desde luego son irreconciliables, que han podido ser bien Bélzares o Alejandro de Humboldt.
FW: Las formulaciones llevadas al punto tienen un atractivo y tienen una debilidad; el atractivo es que pegan directamente y son directamente entendibles y comprensibles y funcionan perfectamente en la argumentación; la debilidad es que retratan la realidad en forma demasiado simplista. Los que no son Humboldt y realmente no creo que la figura de Humboldt sea fácilmente repetible, porque la producción científica desde su tiempo ha crecido exponencialmente – si él pudo cubrir en su época buena parte del conocimiento en diferentes disciplinas y áreas, y ser además una estrella en cada una de ellas – hoy en día es difícil destacarse en apenas en una.
KK: El lo decía en referencia a un espíritu.
FW: Sí, claro. En el caso de los Bélzares no creo que los que llegan sin dedicarse a la academia sean todos conquistadores o saqueadores, para decirlo así. Sin embargo, algo de cierto hay, porque observamos que hay una buena cantidad de alemanes que han llegado a América Latina a hacer fortuna y después se retiran y vuelven a Europa. Es decir, que se asemeja un poco al paradigma de los 30 años de arrendamiento que tenían los Bélzares. Lo que Gramcko quizás no vio, lo que su paradigma deja atrás o encubre, es el hecho de que en América Latina hay muchísimos alemanes que se han quedado y ellos no son necesariamente ni Bélzares ni Humboldtianos. Si me preguntan en dónde me inscribiría yo, definitivamente en lo de Humboldt, porque yo soy latinoamericanista y alemán al mismo tiempo todavía.
KK: ¿Le interesa a la Alemania actual mirar hacia Hispanoamérica? ¿Que puntos en común podrían compartir alemanes y venezolanos dentro de una relación global?
FW: América Latina definitivamente interesa a Alemania, pero no a toda Alemania, es obvio que las partes de Alemania que son puertas hacia el mundo como Hamburgo, Bremen, en Alemania Oriental, Rostock, son sitios donde el contacto con América Latina es mucho más fácil y de ello tenemos claras manifestaciones. En Hamburgo, por ejemplo, existe el Institut für Iberoamerika-Kunde o Instituto Iberoamericano, que es uno de los más antiguos centros de estudios latinoamericanos en Europa. Es un instituto universitario financiando por el Senado de la ciudad que funciona casi como un ministerio de relaciones exteriores de Hamburgo. Allí el interés por América Latina es grande y lo demuestra también el hecho de que la inversión alemana en América Latina, aunque concentrada en Brasil y México, es importante.
Lamentablemente el interés de Alemania por Venezuela ha decrecido; esto se debe fundamentalmente a que las relaciones comerciales perdieron importancia. Alemania llegó a ser el segundo socio comercial de Venezuela, pero desde entonces ha perdido posiciones. Hoy no sé si está todavía entre los primeros diez.
La declinación de las relaciones creo que se observa también en el aspecto cultural, aunque el Instituto Goethe sigue operando aquí. Este proceso comenzó antes de la llegada de Chávez al poder, pero se aceleró con la finalización del convenio energético y la reestructuración y venta de la Veba Oel a un consorcio canadiense que implicó la desaparición de uno de los pilares fundamentales de la cooperación y las relaciones bilaterales. Venezuela en un momento llegó a tener una capacidad de refinación instalada en Alemania de alrededor del diez por ciento del mercado local, o sea, que controlaba una porción relativamente mayor de lo que Citgo representa en Estados Unidos. Sin embargo, se abandonó y creo que, por lo pronto, no veremos un mayor acercamiento.
KK: ¿Qué ha significado para usted ser venezolano y qué sigue significando ser alemán?
FW: Debo aclarar que no soy venezolano formalmente.
KK: Formalmente, pero la cédula de identidad es espiritual. La presencia en Venezuela durante tantos años acredita su nacionalidad de alguna forma.
FW: Para mí ser venezolano y ser alemán al mismo tiempo es extremadamente cómodo. ¿Por qué? Porque en Venezuela aún sin hacerlo podría ser impuntual, cosa que todavía no he aprendido. Ser venezolano en Venezuela significa que puedo discutir sobre asuntos del país con toda libertad, con mis colegas, con personas que sostienen otros puntos de vista, con colegas que no comulgan conmigo en muchas cosas, con representantes políticos, con quien fuera, puedo actuar como si fuera venezolano, puedo ir a programas de televisión y de radio y opinar, y para mis adentros sé que estoy opinando sobre un país que considero mío pero que no lo es, aunque lo sienta como tal. Cuando voy a Alemania, no me cuesta nada desde el primer momento en que me meto en el carro observar las reglas, porque sé que si no lo hago me va a costar dinero porque la vigilancia es un poco más estricta que aquí, sin embargo, en otras cosas me tomo libertades en Alemania, que sé que mis amigos y mis familiares en Alemania no me van a criticar mucho porque piensan que soy venezolano. Así que tengo ventajas en los dos lados.
KK: Volviendo un poco a algo que había dicho con respecto a la concepción democrática del pueblo venezolano, se me acaba de ocurrir, ¿el derecho a pataleo es una ley no escrita, pero de una vigencia inmensa en el imaginario colectivo del pueblo venezolano?
FW: Sí, ¿y por qué el derecho a pataleo? Porque tradicionalmente el individuo en Venezuela por aprendizaje generacional sabía que no tenía derechos, por lo tanto, no le quedaba más remedio que el pataleo y ese derecho es como inalienable y existe incluso frente a las situaciones de represión más duras.
¿Qué significa el derecho a pataleo que es tan fuerte en el imaginario? Eso significa que no se da nada por concluido nunca, siempre se espera que siempre que haya un hueco o haya una posibilidad de escapar y evitar lo inevitable y eso creo que tiene también una función psicológica, porque evita la frustración total, porque ahí queda siempre una mínima esperanza de que el pataleo pueda producir el efecto deseado.
Karl Krispin
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