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El cuarto de siglo de la oposición venezolana: avances y retrocesos
Fotografía de Federico PARRA | AFP
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Desde el punto de vista político, la historia reciente de Venezuela ha transcurrido en el medio de una confrontación entre dos fuerzas políticas claramente diferenciadas que han vivido un proceso de enfrentamiento durante un intenso cuarto de siglo. Desde el punto de vista de la oposición, pudiéramos estar ante uno de los períodos de lucha política más intensos de los últimos tiempos, comparable, en alguna medida con lo ocurrido durante las dictaduras más representativas del siglo XX.
El camino no siempre ha sido una línea recta. Han sido 25 años en los cuales la oposición ha transcurrido por diversas etapas, sinuosas, con avances y retrocesos que deberían dejar un aprendizaje para las generaciones futuras. Desde los primeros años, en los cuales el desarrollo de la actividad partidista tenía lugar en un clima esencial de libertad, tanto en las actividades en la calle como la ocupación de curules parlamentarias, así como el ejercicio regional y local en las diversas instituciones estadales, hasta épocas más recientes donde miembros de los partidos de oposición ha sido perseguidos, encarcelados y torturados, la historia de Venezuela que se construye en nuestro presente deberá ser analizada con detenimiento por las generaciones futuras.
En este artículo intentaremos hacer una revisión del proceso de organización de la oposición venezolana a lo largo de casi 25 años, en el que destacaremos los aspectos más significativos de cada una de las etapas de manera de tener una visión de conjunto de su desempeño a lo largo del tiempo. De plano debemos decir que este trabajo no aspira a ser un documento completo que refleje la multiplicidad de factores que han incidido en las últimas etapas de la historia política venezolana, sino un primer paso para la comprensión de una intensa etapa de avances y retrocesos en las que todos nosotros, de una forma u otra, estamos involucrados.
1998-2002: Aprendiendo a ser oposición en el chavismo
Los inicios de la oposición fueron muy duros y el camino hasta constituir una mayoría de alrededor del 80% de los venezolanos el día de hoy, según la mayor parte de las encuestas de los últimos años, fue largo y lleno de sobresaltos. En los primeros años luego de la victoria electoral de Hugo Chávez, la oposición venezolana tuvo el reto de reconfigurarse como tal ante la abrumadora victoria del chavismo. En ese contexto, la vieja organización de los partidos políticos tradicionales había llegado a su fin y era necesario un nuevo tipo de liderazgo.
Este trabajo pudo ser llevado adelante con cierta libertad, gracias, entre otras cosas, al notable ventajismo que el gobierno había construido en la sociedad. En todo el proceso, el rechazo al bloque opositor y los constantes epítetos descalificadores eran parte del discurso oficial, por lo que algunos expertos comenzaron a considerar la gestión chavista como un modelo que tendía hacia el autoritarismo competitivo[1]. En la medida en que fue transcurriendo el tiempo, el modelo revolucionario fue asumiendo su vocación socialista y revolucionaria, por lo que la oposición pasó entonces a convertirse en el bando contrarrevolucionario y antisistema, un rol que ha mantenido, a los ojos del chavismo, hasta fechas recientes.
Al inicio, la “democracia” construida en las primeras etapas del chavismo daba por sentado en rol aplastante de las mayorías para la toma de decisiones, dejando de lado subestimando la participación de los grupos minoritarios. Es por ello que la oposición fue considerada como “escuálida”, en el sentido de poco numerosa, y de ahí las acciones llevadas adelante por este grupo, debido a su escaso número, no tenían ni sentido ni razón en este modelo. Este proceso fue paralelo al desarrollo de la Asamblea Nacional Constituyente y las reformas al Estado en los primeros años de gestión chavista, ya que la sociedad fue perdiendo espacios de participación mientras que el poder central se hizo cada vez más fuerte. De ahí que las consignas de la oposición se resumían en la expresión “¡Chávez vete ya!”, especialmente por la intención política de aspirar a recuperar los espacios que poco a poco se iban perdiendo.
Para la oposición venezolana, el proceso de reformas desarrolladas por Hugo Chávez fue visto como el descalabro de un modelo que había demostrado sus éxitos en el pasado y que, al mismo tiempo, parecía tener fecha de vencimiento. Nos referimos a la imposición de un nuevo liderazgo, la intervención del partido de gobierno en la compañía Petróleos de Venezuela (PDVSA), el rechazo de las organizaciones empresariales y sindicales, como el caso de Fedecámaras y la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), y la reacción de aquellos sectores opositores que veían cómo el poder se les escapaba de las manos. Todo esto contribuyó con la conformación de una tensa etapa caracterizada por confrontaciones en diversos ámbitos.
Ya desde el 2001 el panorama se hizo más tenso. La promulgación de la Ley Habilitante fue considerada como un primer paso hacia el socialismo, al menos por una parte de la sociedad, a lo cual deben sumarse las condiciones económicas venezolanas que no daban signos de mejora en los años posteriores a la primera victoria chavista. Junto con ello, la publicación en octubre del 2000 del Decreto 1011 y la agenda de supervisión a los planteles educativos llevó a la sociedad a la calle en lo que puede ser considerada como la primera ronda de protestas en contra del régimen[2], mientras que en las elecciones de diciembre de ese año era evidente que un tercio de la población venezolana se reconocía como parte del bando opositor. Para el año 2002, la oposición está claramente diferenciada por sectores: la Iglesia, Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), Fedecámaras y diversas organizaciones de la sociedad civil. Esto implicó que el bloque opositor lograra movilizar una base de apoyo importante que le permitía hacer actos multitudinarios de calle en diversas ciudades del país, lo cual iba de la mano con una disminución en la popularidad de Hugo Chávez. En este contexto se sentaron las bases para que el bloque se planteara como viable la salida del presidente del poder a través de un golpe que implicaba de una serie de protestas articuladas con un paro de la industria petrolera.
Las medidas en materia económica aplicadas por el chavismo, los despidos masivos de Hugo Chávez a los trabajadores petroleros bajo el sonido de un pito en cadena nacional[3] y los sucesos de abril del 2002 (la renuncia de Chávez el 11 y su retorno al poder el 13[4]), todavía confusos para la colectividad luego de más de 20 años, marcaron una etapa poco precisa, especialmente por lo que se puede considerar como la inexperiencia de los líderes opositores del momento y la aplicación de medidas de talante particularmente conservador para las condiciones de la sociedad venezolana del momento.
2002 al 2013: la reinvención de la oposición
Después de que la oposición se había hecho con el poder el día 11 de abril, en menos de 48 horas después la historia de Venezuela cambió. Por un lado, el discurso chavista era más incendiario: además de escuálidos, la oposición era golpista, fascista, apátrida, pitiyanqui, etc., mientras que el partido de gobierno personificaba en Hugo Chávez como el intérprete de la Patria de Bolívar.
Para la oposición, era necesario el mantenimiento de la base de apoyo del 30% de la población venezolana. Esto intentó fortalecerse con la creación de un bloque de alianzas llamado la Coordinadora Democrática. Con respecto al pasado, la oposición aspiraba a concretar la idea de mostrarse con una única voz que intentara hacer de contrapeso al liderazgo chavista, relegitimado ante sus seguidores luego del intento golpista de la oposición. En su acta constitutiva, un documento titulado Pacto Democrático por la Unidad y Reconstrucción Nacional, sus protagonistas afirman recoger “el sentir de la inmensa mayoría de los venezolanos, reflejado en todos los estudios de opinión, manifestado en la masiva participación de una población en marchas y concentraciones.”[5]
En este sentido, el propósito de la organización estaba inspirado en la idea de que era necesario recuperar las condiciones económicas y sociales de Venezuela antes de la llegada de Hugo Chávez al poder. La propuesta se sustentaba en la necesidad de paliar la intensa polarización política presente en la sociedad venezolana y reposicionar en el centro de la agenda nacional los graves problemas económicos y sociales de la nación, los cuales, según la oposición, no habían sido subsanados por el chavismo, a pesar de tener varios años al frente del gobierno venezolano.
A finales del 2002, paralelo al proceso de instauración de la mesa de negociación y acuerdo, integrada por la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Centro Carter[6], la oposición inició la agenda a favor del desarrollo del referendo revocatorio, tal como estaba establecido en la constitución nacional, especialmente en los artículos 72 y 233[7]. Luego de meses de tensiones entre el CNE y la Coordinadora Democrática por la validez de las firmas recolectadas, en las que tuvieron lugar eventos conocidos como El Firmazo y el Reafirmazo[8], paralelo a una serie de protestas donde se registraron persecuciones y encarcelaciones, así como una caza de brujas a los firmantes del referendo bajo las labores de verificación del diputado Luis Tascón y su Lista[9], el día 15 de agosto de 2004 tuvo lugar la consulta para decidir si se celebraría un referendo revocatorio[10].
La derrota de la oposición implicó un proceso de división interna de cara a las siguientes elecciones regionales, celebradas el 31 octubre de ese mismo año: mientras una parte del antiguo bloque unificado asumía la bandera de la abstención ante la cuestionable labor del CNE en los eventos electorales anteriores, el otro sector decidía participar en la contienda a pesar de los obstáculos. A diferencia de lo que había sido la celebración del referendo revocatorio, en estos comicios ni la OEA ni el Centro Carter participarían como observadores internacionales, elemento que desprestigiaba el evento y manchaba el halo de legitimidad que el CNE debía tener. El día de la votación, unos 14 millones de venezolanos participaron en la elección de las autoridades regionales, registrándose un 54,27% de abstención, la más alta de la historia en época democrática. En el balance final, el chavismo salió fortalecido. Con la victoria del No en el referendo revocatorio, el Polo Patriótico obtenía un total de 20 gobernaciones (90%), 270 alcaldías (83%) y la Alcaldía Mayor. Por otra parte, las divisiones en la oposición venezolana llevaron al bloque a recibir un duro golpe en estos comicios de los cuales solo se pudo recuperar en las siguientes elecciones regionales: perdió 6 de las 8 gobernaciones que había ganado en el año 2000, así como casi todas las alcaldías[11].
En el 2004 la Coordinadora Democrática es disuelta[12]. En las elecciones parlamentarias de 2005 la oposición se abstuvo de participar, pero con consecuencias muy adversas: en vez de deslegitimar el proceso, el oficialismo ocupó casi todas las curules. La mayoría aplaudió a Chávez por mantenerse en esta senda: la oposición era minoría en las instituciones del Estado y en la calle y esto significó el avance del proceso constituyente y la redacción de una nueva Carta Magna. Para el año 2006, las elecciones presidenciales en las que la oposición se presentó con el candidato Manuel Rosales confirmaron que el 30% de los venezolanos adversaba al partido de gobierno.
En el año 2007 la tendencia electoral favorable al chavismo parece revertirse. El cierre del canal RCTV, una de las principales referencias del movimiento opositor venezolano, llevó a la sociedad nuevamente a la calle en forma de protestas que se desarrollaron en diversas ciudades del país. Lo que debía ser un trámite expedito, apoyado en el argumento de la culminación de la concesión para transmitir en el espectro nacional, sufrió un efecto de bola de nieve luego del rechazo generalizado de la colectividad. Es precisamente en este escenario en el que surge un nuevo liderazgo político de la mano de los estudiantes universitarios de las principales organizaciones de oposición. Estos jóvenes infundieron un cierto frescor al movimiento político y lograron reforzar la base de apoyo popular; no eran los protagonistas del golpe de abril de 2002 ni tampoco los autores de los reveses electorales posteriores.
Junto con ello, la declaración del Estado socialista por parte del presidente Hugo Chávez no fue visto con beneplácito por parte de la totalidad del partido de gobierno. Es por ello que, en el contexto del referendo para la aplicación de la reforma constitucional, aquella que daba un paso adelante en la construcción del modelo impulsado por el propio presidente, Hugo Chávez obtuvo su primera derrota electoral desde 1998. Desde ese momento la oposición mantuvo una tendencia favorable. En el 2008, el proceso se concreta con la reestructuración del bloque de alianzas de la oposición a través de la creación de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), el nuevo contrapeso de las fuerzas gubernamentales. Durante los siguientes 10 años, la MUD será el gran punto de referencia de la lucha opositora venezolana, definida por el Acuerdo de Unidad Nacional, la primera fase del proyecto de negociación de las fuerzas opositoras, vigente durante 2008 y 2009. Entre sus objetivos se ratifica la lucha por la democracia y la superación de la crisis económica nacional, al tiempo que se defienden las libertades y el respeto por la institucionalidad[13].
Después de los años de la mayor bonanza petrolera de la historia de Venezuela, la economía mundial daba signos de agotamiento y el boom registrado en los años anteriores en Venezuela parecía ser cosa del pasado. Junto con ello, la enfermedad de Hugo Chávez, un secreto de Estado, además de los problemas inherentes al socialismo bolivariano: la escasez cada día más evidente, corrupción, repunte de la inflación, entre otros, contribuyeron con que la diferencia entre la oposición y el gobierno se redujera a solo 10 puntos en la cita electoral del 2012 entre Henrique Capriles Radonski, el candidato de la oposición, y el muy enfermo Hugo Chávez. Para este momento el desplome del partido de gobierno era más que evidente.
2013-2023: las rebeliones civiles y el reto de superar el desencanto
Poco pudieron hacer los esteroides y los tratamientos paliativos para mantener a Hugo Chávez con vida. Después de esa conocida cadena del 8 de diciembre de 2012 en la que proponía a Nicolás Maduro como su sucesor, nunca más fue visto con vida. El proyecto socialista tendría entonces a un nuevo líder, o eso al menos era lo que se esperaba. La gestión de Nicolás Maduro ha demostrado la multiplicidad de estrategias que el chavismo ha empleado a lo largo de los años para mantenerse en el poder, especialmente cuando la crisis económica y social lo ha limitado en las maniobras de repartición de ayudas sociales diversas que habían caracterizado a la administración de Hugo Chávez.
En los años sucesivos la sociedad venezolana vivió lo que podemos considerar como una de las etapas más complejas de su historia republicana. Desde el punto de vista político, el proceso de legitimación de Nicolás Maduro pasó por el desarrollo de unas nuevas elecciones presidenciales, en abril de 2013, en las que Capriles Radonski nuevamente sería el candidato de la oposición. Los resultados electorales arrojaron un estrecho margen entre ambos candidatos, solo de 1,5% entre ambos, es decir, solo 220.000 votos, la diferencia más estrecha en unas elecciones presidenciales.
Desde este momento, el presidente obrero tendría la tarea de gobernar una Venezuela en la que la oposición técnicamente ya no era el grupo minoritario de la sociedad, ni una oposición escuálida como repetían los chavistas en el pasado, y en un contexto definido por una de las crisis económicas más dramáticas de las que se tenga registro en la historia. Estas circunstancias, además de las particularidades de un nuevo liderazgo chavista sin Chávez, llevaron a la oposición a involucrarse activamente en un proyecto que aspiraba a lograr la salida de Nicolás Maduro del poder.
Estos tres momentos o intentos de lograr la transición política tuvieron lugar en los años 2014, 2017 y 2019. El primero de ellos fue tildado como “La Salida”: una serie de protestas y movilizaciones de los diversos sectores de la sociedad que para el año 2014 buscaba apelar, además de la crisis que se encontraba in crescendo, al “precario” liderazgo del nuevo presidente Nicolás Maduro. En medio de asesinatos de manifestantes, y dentro de ellos a jóvenes estudiantes universitarios, el gobierno logró resistir. La falta de planificación, el planteamiento de objetivos inalcanzables para la oposición en ese momento y junto con ello la falta de concreción de acuerdos entre los diversos sectores de la sociedad llevó a la desmovilización de la sociedad.
En los meses sucesivos, de la mano de la colectividad, la oposición retomó nuevamente las calles y diseñó estrategias diversas para incorporar a sectores oficialistas en las instituciones del Estado, incluyendo las Fuerzas Armadas y los cuerpos de seguridad. En el medio de este proceso, las elecciones parlamentarias del 2015, uno de los momentos más importantes para la oposición porque significó la conquista de la mayoría de los escaños en la Asamblea Nacional. El Gerrymandering a la venezolana que había sido diseñado por el gobierno no frenó la conquista de las 112 curules, al tiempo que el oficialismo solo había obtenido 55. En los meses sucesivos, el gobierno procuró diversas estrategias para recuperar por la fuerza el control del órgano parlamentario, o al menos anularlo, contraviniendo la voluntad popular expresada en los comicios electorales.
A lo largo de este período el bloque adverso al chavismo se legitimó como una alternativa democrática en contraposición a un gobierno que con el paso del tiempo mostraba un rostro cada vez más autoritario (control y cierre de los medios de comunicación no afectos a la línea editorial de Miraflores, persecuciones a los políticos de la oposición, encarcelamientos sistemáticos, torturas, entre otros), al tiempo que diseñaba mecanismos diversos para entorpecer la participación de la oposición en los comicios electorales del 2017, 2018 y 2020 a través de inhabilitaciones y disolución de partidos de oposición.
Ese intento de anulación de la Asamblea Nacional de mayoría opositora llevó a un punto de quiebre en marzo de 2017, cuando el gobierno intentó a través del Tribunal Supremo de Justicia y la promulgación de las sentencias 155 y 156 anular las facultades del órgano parlamentario venezolano. Esto trajo como consecuencia el desarrollo de un nuevo ciclo de protestas que se extendió por varios meses en las diversas ciudades del país, principalmente en Caracas, en las que el gobierno mostró un rostro singularmente represor, no solamente por las detenciones, sino también por los asesinatos a manifestantes y limitación del acceso a la información. La convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente por parte del gobierno y la agenda de la oposición en contra de este proceso, caracterizada por la Consulta Nacional de julio de 2017, fueron parte de las iniciativas políticas de los venezolanos. A pesar de los esfuerzos llevados adelante por los líderes opositores, especialmente en su intento por frenar la convocatoria a la redacción de una nueva constitución, por segunda ocasión, en tres años, una rebelión civil fracasaba en el país. Fuera de la militancia política, la colectividad resintió la falta de un programa lograble por parte de la oposición, que sistemáticamente planteaba que la transición política era posible, lo cual resultaba inviable, entre otras cosas, por el control férreo que el gobierno venezolano tenía sobre las Fuerzas Armadas y los cuerpos de seguridad.
En los meses sucesivos, el bloque opositor pareció dividirse entre una mayoría que claramente adversaba a Maduro y un sector que estaba dispuesto a cooperar con el gobierno. Junto con ello, y fortalecido después de la desmovilización de la colectividad en el 2017, el gobierno convocó prontamente a unas elecciones presidenciales en el 2018, las cuales fueron consideradas como fraudulentas, en las que Nicolás Maduro obtuvo la victoria con el 68% de los votos pero enfrentado a unos candidatos de oposición que no contaron con el apoyo de los venezolanos. Sin embargo, a pesar de que hubo algunos logros puntuales para la oposición como el reinicio de la agenda de diálogo con el gobierno en diversos puntos y la liberación de algunos de los presos políticos, una vez más, la meta final, la negociación para la salida de Nicolás Maduro y el inicio de la transición en Venezuela, no se logró. Para el año 2019, luego de marchas y cierres de calle, asesinatos de estudiantes, persecuciones a líderes políticos, presidencias ad hoc, cacerolazos a las 8 pm, incontables gases lacrimógenos y perdigones, ayudas humanitarias incineradas, pronunciamientos de lado y lado, y la esperanza de un cambio que nunca se concretó, era evidente que la sociedad venezolana había llegado a un nivel importante de cansancio y agotamiento, especialmente luego de haberse involucrado de lleno en el logro de un propósito político sin los resultados esperados y sin una dirigencia que pudiera conducirlos exitosamente.
De esta manera, el liderazgo de lo que para ese momento era la mayoría del país había llegado a unos niveles de estancamiento, lo cual generó una disminución del apoyo en las encuestas, al tiempo que el propio Maduro y otros representantes del partido de gobierno parecían verse fortalecidos. Junto con ello, la pandemia, en alguna medida, también jugó a favor de la desmovilización del país, de manera que luego del tumultuoso 2019, la cuarentena sistemática a la que fueron sometidos los venezolanos en el 2020, aunada, entre otras cosas, a la crisis de la gasolina, terminó fortaleciendo al gobierno y garantizando su continuidad. Esto explicaría, entre otras cosas, por qué el chavismo decidió prontamente celebrar elecciones parlamentarias en diciembre de ese año, en las que no cabía lugar a dudas que tendría la mayoría en la Asamblea Nacional, especialmente cuando la oposición decidió no participar en medio de críticas de la comunidad internacional y denuncias de fraude[14].
En la actualidad, después de los cambios en materia económica que han dejado una aparente sensación de estabilidad y de una lenta reactivación en algunos sectores de la economía, aunque los últimos datos en la materia parecen indicar un nuevo ciclo de recesión[15], y con unos comicios presidenciales en ciernes, que deberían pasar inicialmente por la convocatoria a unas elecciones primarias de los candidatos adversos al chavismo, la oposición venezolana tiene delante de sí el reto de superar el desencanto característico de los últimos meses, y reinventarse como lo que siempre ha sido, la oportunidad de reconstruir la democracia venezolana después de décadas de un sistemático viraje hacia el autoritarismo.
El camino no ha sido sencillo, pero después de 25 años, nadie puede cuestionar la actitud combativa y determinada de la oposición, especialmente en el medio de circunstancias adversas, signada por todo menos un pacto de caballeros con el gobierno. Lo importante siempre ha sido no perder de vista el objetivo último del proceso: la democracia no puede solo ser historia, sino un presente posible y duradero, a pesar del tiempo y esfuerzo que requiera. Que el cuarto de siglo que se cumple sirva como punto de inicio de una nueva etapa en el que las lecciones del pasado nos permitan construir el futuro que aspiramos y nos merecemos como sociedad.
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Notas:
[1] Steven Levitsky y Lucan A. Way, «Elecciones sin democracia: el surgimiento del autoritarismo competitivo,» Estudios Políticos, N° 24 (2004): 159-176, [https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5263670] (consultado el 24 de abril de 2023).
[2] Elías Pino Iturrieta (coord.), Historia mínima de Venezuela, El Colegio de México AC, México, 2018, p. 217.
[3] Eddie A. Ramírez S., «7 de abril, despedidos con un pito,» Runrunes, 7 de abril de 2023, recuperado de: https://runrun.es/opinion/499036/despedidos-con-un-pito-eddie-a-ramirez-s/ (consultado el 22 de abril de 2023).
[4] Este aspecto puede ser profundizado en: Leonardo V. Vera, «Venezuela 1999-2007,» Nueva Sociedad, N° 215, mayo-junio 2008, recuperado de: https://www.nuso.org/articulo/venezuela-1999-2007/ , (consultado el 27 de abril de 2023).
[5] Coordinadora Democrática de Venezuela, Pacto Democrático por la Unidad y Reconstrucción Nacional, 17 de octubre de 2002, recuperado de: https://web.archive.org/web/20070205135301/http://www.acuerdosocial.com/download/cdt_17.pdf (consultado el 22 de abril de 2023).
[6] Miguel Ángel Martínez Meucci, «La Mesa de Negociación y Acuerdos (2002-2003) y el proceso de facilitación de la OEA y el Centro Carter,» Politeia 33, no. 44 (2010): 47-88, Redalyc, https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=170020031003 (consultado el 22 de abril de 2023).
[7] A manera de resumen, el artículo 72 de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece, entre otras cosas, que “Todos los cargos y magistraturas de elección popular con revocables”. Por otro lado, el artículo 233 indica los criterios de las faltas absolutas y el procedimiento para una nueva elección presidencial. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Gaceta Oficial Extraordinaria N° 36.860, 30 de diciembre de 1999.
[8] Para mayor información: Aznárez, Juan Jesús, “La oposición canta victoria en el ‘firmazo’ contra Chávez”, El País, 2 de diciembre de 2003, recuperado de: https://elpais.com/diario/2003/12/03/internacional/1070406013_850215.html (consultado el 22 de abril de 2023); García Soto, Carlos, “Algunas lecciones para no olvidar del referendo revocatorio de 2004”, Runrunes, 29 de junio de 2016, recuperado de: https://runrun.es/nacional/268572/algunas-lecciones-para-no-olvidar-del-referendo-revocatorio-de-2004-por-carlos-garcia-soto/ (consultado el 22 de abril de 2023).
[9] “¿Cómo surgió la lista Tascón y cuáles fueron sus efectos?”, El Pitazo, 24 de febrero de 2022, recuperado de: https://elpitazo.net/politica/como-surgio-la-lista-tascon-y-cuales-fueron-sus-efectos/amp/ (consultado el 24 de abril de 2023).
[10] “Referendum presidencial 2004”, CNE, 3 de septiembre de 2004, recuperado de: http://www.cne.gob.ve/referendum_presidencial2004/, (consultado el 24 de abril de 2023).
[11] “Elecciones Regionales Octubre 2004”, CNE, recuperado de: http://www.cne.gob.ve/regionales2004/, (consultado el 24 de abril de 2023).
[12] Margarita López Maya, Del Viernes Negro al Referendo Revocatorio (Caracas: Editorial Alfa, 2016), p. 284
[13] “Propuesta de un Acuerdo de Unidad Nacional ‘La Alternativa para el Cambio’, firmado por las organizaciones políticas de oposición el 23 de enero de 2008”, Globovisión, 27 de enero de 2008, recuperado de: https://web.archive.org/web/20080127122415/http://www.globovision.com/news.php?nid=76943 (consultado el 24 de abril de 2023).
[14] Deisy Buitrago y Sarah Kinosian, «Venezuela celebra elecciones parlamentarias en medio de críticas de fraude,» Reuters, 6 de diciembre de 2020, recuperado de: https://www.reuters.com/article/venezuela-elecciones-idESKBN28G0EZ, (consultado el 27 de abril de 2023).
[15] Para mayor información: “Condiciones de vida de los venezolanos”, ENCOVI 2022, noviembre de 2022, recuperado de https://www.proyectoencovi.com/encovi-2022, (consultado el 27 de abril de 2023). “Alertan sobre nuevo ciclo recesivo en economía venezolana tras caída de 8,3% en primer trimestre de 2023”, Runrunes, 26 de abril de 2023, recuperado de https://runrun.es/noticias/500166/alertan-sobre-nuevo-ciclo-recesivo-en-economia-venezolana-tras-caida-de-83-en-primer-trimestre-de-2023/, (consultado el 27 de abril de 2023).
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Este trabajo fue publicado en la más reciente edición de la Revista Democratización del Instituto Forma.
Esther Mobilia Diotaiuti
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