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Estando yo al frente, se presentó esa mañana en la Cinemateca Nacional la Directora de Prisiones con el propósito de acordar la ayuda para crear un cine club que pudiera ofrecer sano esparcimiento a los presos de las diferentes cárceles del país a través de bien seleccionadas proyecciones cinematográficas. La atendí con amabilidad y le indiqué lo indispensable que resultaba disponer de un proyector Bell and Howell de 16 mms., de uso frecuente en los cine clubes por su facilidad de trasladarlo de un lugar a otro. El proyector, desde luego, es lo primero, insistí. Ella preguntó si la Cinemateca podía facilitarle uno. Lamenté decirle que no era posible. Un vez que usted consiga o adquiera un proyector, me avisa y la Cinemateca puede suministrar alguno que otro filme. Pero la programación tendría que elaborarla la propia Dirección de Prisiones. La directora se movió inquieta y dijo: “¡No entiendo!”. Me armé de paciente valor y le dije: Se me haría difícil pensar en una programación Disney para unos hombres presos en las cárceles venezolanas. Tampoco incorporaría a la programación una película sobre una periodista de Chicago que se enamora del heredero al trono en el reino inventado de Genovia y mucho menos con historias asépticas y sin sexo. Heidi, Shirley Temple o Dakota Fanning causarían revuelo, motín y rebelión carcelarias. ¡Los presos, directora, solo tienen una idea fija: escapar, y una sola obsesión: tener sexo a como dé lugar! Si me tocase la tarea de ser yo quien haga la programación, le dije a la estupefacta pero inquieta Directora de Prisiones, elaboraría un ciclo de películas que ofreciera a los reos la satisfacción de mostrar en la ficción del cine el anhelo, al menos, de escapar de la prisión. Permitir a cada preso maravillarse al ver cómo escapa Andy Dufresne (Tim Robbins), el banquero acusado injustamente de haber asesinado a su esposa. (Dufresne logra escapar de la prisión de Shawshank en The Shawshank Redemption, 1994, de Frank Darabon, cavando un túnel desde su celda. Un esfuerzo solitario que logró ocultar con afiches de las sucesivas vedetes del cine que fueron marcando los años que empleó en conquistar la libertad: Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Raquel Welch).
Kurt Russel (Snake Plissken) lo hizo en Escape from New York con ayuda de John Carpenter en 1981, un filme futurista y espectacular que mostró la ciudad convertida en una gigantesca prisión amurallada y luego volvió a dirigir a Russell en un remake para verlo escapar de Los Ángeles.
La programación incluiría por supuesto clásicos como I am Fugitive from a Chain Gang, Midnight Express, Escape from Alcatraz y Lock Up (conocida en español como Encerrado o Condena brutal), una película estadounidense de 1989 de acción y drama dirigida por John Flynn y protagonizada por Sylvester Stallone.
Si usted me asegura seguridad personal, le dije a la escandalizada directora, podría dar una conferencia sobre cómo logró Teodoro Petkoff escapar del séptimo piso del Hospital Militar y luego del cuartel San Carlos por un túnel excavado desde la pulpería de Simón Nehemet Chagin, un simpático sirio propietario del abasto San Simón, vecino al cuartel en tiempos de Carnaval. Pero no cuente conmigo, agregué con tono suave, para conducir cineforos con los detenidos porque eso significaría acercarme a ellos y correr el riesgo de verme con un chuzo pinchando mi garganta.
¡Quise ser honesto! Me mostré sincero, pero la funcionaria no lo entendió así. Se levantó del sillón, airada, dijo: ¡Buenos días! y se marchó. ¡No volví a verla! Tampoco supe más de ella y los presos en las cárceles han seguido entredevorándose. Un sistema hábil y eficaz que han encontrado los gobiernos venezolanos para solucionar los problemas de súper población carcelaria.
Aquel desafortunado encuentro entre el cine y los rigores penitenciarios venezolanos ocurrió durante la democracia representativa, nada rencorosa. En la hora actual catastrófica y militar, conociendo cómo funcionan las prisiones, sería yo quien estaría tratando de escapar con un abnegado cine clubista capturado como rehén.
Tengo como norma no visitar a amigos presos por la mala conciencia que siempre me acosa. Siento que me van a dejar adentro por algo que hice. Cada vez que paso frente a una comisaría pongo cara de inocente, de tonto, creyendo que así no me pondrán preso. La única vez que visité a un amigo en la cárcel fue cuando Luis Correa estuvo preso en tiempos de Herrera Campins por haber realizado la película Ledezma, el caso Mamera en la que mostró abiertamente la corrupción policial, lo que le valió ser llevado a prisión esposado como un delincuente común. Un insólito caso de censura que provocó resonancia mundial. Luis Herrera prefirió hacerle caso a los policías y no a un numeroso grupo de eminentes criminólogos e intelectuales que defendían la libertad de expresión y la revelación que hacía la película sobre las brutalidades policiales.
Tampoco me gusta visitar amigos enfermos y hospitalizados porque las clínicas y hospitales son lugares atestados de microbios y contaminaciones que pululan por los asépticos pasillos.
Hoy, bajo el régimen militar los hospitales son sitios de pestilente ignominia.
¡Visito a los enfermos y a los presos solo cuando aparecen en las películas!
Rodolfo Izaguirre
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