Diario Literario

Diario Literario 2023, agosto (parte I): el dios de Gospodinov, pesadilla del aire acondicionado, la Virgen de los ángeles, Borges italiano

Georgi Gospodinov. Fotografía de DIMITAR KYOSEMARLIEV | AFP

05/08/2023

Milán, lunes 31 de agosto de 2023

AA 

Estas humillantes temperaturas son las mismas de mi calurosa Valencia, sólo que allá mantenía mi casa en un microclima alpino gracias, a la bendita invención del señor Carrier, uno de los grandes benefactores de la humanidad. En Europa, todavía con una mentalidad de post-guerra, el uso del aire acondicionado se limita por el precio de la electricidad, y por las más descaminadas teorías sobre los efectos nocivos del “climatizador” en la salud, que van desde la caída prematura del cabello, la dificultad para aprender otros idiomas, un deficiente rendimiento escolar en materias como plastilina, y un aumento de la obesidad en adolescentes. Los integrantes de las nuevas generaciones han decidido, con arrojo admirable,  enfrentar las amenazas y hacen uso de una nueva generación de aires acondicionados, menos ruidosos y costosos.

Georgi Gospodinov

La lírica del conocido escritor búlgaro (1968) Georgi Gospodinov ha sido ampliamente traducida al inglés; bien al francés, no mucho al castellano, una antología en alemán, y un estupendo volumen al italiano, seleccionado y traducido bajo la supervisión del autor. Se trata de Lettere a Gaustìn (Voland, 2022).  Este es un poema siempre presente en sus antologías:

 

DIOS DE BERLÍN

 

Dios de Berlín,

de la nubes berlinesas

y de su cielo

Dios del viento de Berlín

de la lluvia vertical

de Berlín

y de su niebla,

Dios de la precoz oscuridad

de noviembre, de los domingos

y las calles desiertas

Dios de los azafranes florecientes

por todo el Halensee

a fines de febrero,

Dios de las viudas

que llegan tarde de Wilmersdorf

(cabellos azules y seda),

sobrevivientes de los bombardeos,

cansadas de la paz,

donde van a morir,

Dios de las tortas de boda

al final de Ku’Damm,

de los novios de bizcocho

y ángeles de merengue

Dios o Alá (como te llamen)

de los panes árabes,

de los ayranes y los pinchos,

Dios de los nuevos barrios turcos,

de sus antenas parabólicas,

de los viejos turcos sentados en los bancos

más de allá que de acá,

Dios de los nuevos judíos de Kreuzberg,

de los chinos con tulipanes,

apenas a 2,50 la docena,

Dios del consumo de masas

(te vi en la Stturgarter Platz),

Dios de las rebajas,

porcelanas, navajas, ollas,

cafeteras chinas para el café turco,

tensiómetros, cuchillos, amoladores,

encendedores

Dios Buda y Shiva

de los negocios indios

frente al zooloógico

Dios de Alexanderplatz

ocupada por las grúas

Dios del muro

que cayó y no cayó

Dios del eterno retorno

el kitsch en la historia

la historia en el kitsch

Dios de la Madonna y el niño

que encola el afiche de Madonna

pero que se perderá el concierto

Dios de las madres

Dios de los recién nacidos

Dios recién nacido

Dios-bebé

ten piedad de nosotros

que esperamos ordenadamente

bajo tu cielo.

 

La estructura “letánica” del poema fue popular hace unos setenta años, cuando Ginsberg o Ferlingheti, distinguidos representantes de la generación “beatnick”, la usaron para algunas de sus piezas más difundidas. Siguiendo este ejemplo, no fueron los pocos los poetas latinoamericanos que la emplearon con fortuna. En Venezuela, Víctor Valera Mora y Carlos Contramaestre son apenas dos de ellos. Había una intención crítica en la escogencia de una forma anti-poética, propia de los ejercicios religiosos. Gospodinov la retoma en estos resbaladizos tiempos post-modernos y ha sido gratificado con una amplia audiencia cansada del hermetismo formalista de los años sesenta y setenta. El resultado es una poesía en busca de comunicación, de audiencia, en un intento de restaurar la perdida comunicación entre el poeta y su tribu. En apariencia banal, como sí puede serlo buena parte de la lírica post-moderna, Gospodinov se ha empeñado en un ejercicio lírico-sociológico, que alude al nuevo paisaje societario de Berlín después de la caída del muro. A los primeros años de confusión, de vergüenza, de psicopatía empeñada en borrar el pasado reciente (no era fácil, hace veinte años, dar con los restos de la ominosa pared), ha seguido una reconciliación con un presente distinto a todo pasado. El texto lo protagoniza la ciudad y ese dios de Berlín, plural y consecuente, con los seguidores de tres grandes tradiciones religiosas, judeo-cristiana, mahometana y budista, que tratan lo que ocurrió Nueva York a finales del diecinueve, ser un crisol de razas, ideologías y religiones. En los confines de Europa oriental, Gospodinov, nativo de Sofía, conoce algo de estas experiencias unitarias.

Milán, martes 1º de julio de  2023

Mientras termino la lectura de Cronorefugio, la novela que le valió Georgi Gospodinov, los premios Stregha y Booker Man, otro de sus poemas con afinidades tan divergentes como Ginsberg y Borges:

PIAZZA.COMPOSICIONES

 

Si me preguntan qué he hecho,

diré:

he observado una plaza,

la observé al atardecer,

la observé temprano en la mañana

y ahora es mediodía…

La plaza tiene un nombre

más grande que ella:

Piazza della Madonna dei Monti.

La plaza tiene también una docena

de palomas, un perro y una iglesia.

Cuando suenan las campanas

las palomas alzan el vuelo,

mientras el perro ladra de modo ritual

contando las horas.

 

Ya no sé si la estoy observando

o si  formo parte de una plaza,

con  palomas,  iglesia y  perro

que otro está observando.

 

He traducido estos poemas a ciegas. No puedo estar seguro, por mi ignorancia del búlgaro, si en realidad eso es lo que dice Gospodinov. Sucede cada vez (y por eso lo evito en lo posible) que traduzco lo que algún otro ha traducido. Ya bastante grave es traducir directamente (el resultado, según Cervantes, es como ver un tapiz por la parte de atrás), como para traducir una traducción. En el caso de las versiones al italiano, que las prefiero a las que se han realizado al inglés, me tranquiliza saber que el autor, que conoce el idioma de Dante, estuvo cerca de Giuseppe Dell’Agata cuando realizó su trabajo. Ambos poemas fueron recogidos en el poemario Cartas a Gaustìn, el cual es el nombre de uno de los protagonistas de Cronorefugio. Es como si Pasternak le hubiese escrito unas cartas al doctor Zhivago.

Regina angelorum. 1900. William-Adolphe Bouguereau

Milán, miércoles 2 de julio de 2023

Hoy es Nuestra Señora de los Ángeles, de la cual es muy poco lo que conozco, y cuya necesidad es cuestionable. ¿Para qué le sirve la Virgen María a estas criaturas aladas, que son inmortales, que desde la Anunciación no se les conoce otra encomienda, que no se enferman, que no saben nada de los estragos de la quimioterapia, o de los temblores de la psique en medio de una pandemia; que nunca han pasado el trabajo que pasan mis colegas universitarios en Venezuela y fuera de ella, que no se desvelan por la falta de inspiración; que no se someten  a los rigores de los vinos malos chilenos, a falta de otros mejores, que no son abandonados por los hombres o mujeres amados, que no tienen que preocuparse por los hijos regados por todo el mundo? Tampoco sé de quién fue la idea, pero, en un gesto de generosidad, los ángeles deberían cedernos esa Virgen a todos nosotros, los que padecemos o vivimos lejos.

Viva el pasado

Cronorefugio es una de las novelas más inquietantes que he podido leer en los últimos diez años, desde inolvidable La revolución de Kraznahirkai para ser más precisos. Su autor es el mismo Georgi Gospodinov del cual he traducido algunos poemas para estos diarios. Cronorefugio es su tercera novela y la más reconocida. Se trata de una novela fantástica que cuenta una historia que un día podría ser real. Como la máquina del tiempo de Wells o el Viaje a la luna de Verne. Sus protagonistas son el narrador, una especie de doctor Watson, y un tal Gaustìn, tan escurridizo como Holmes. Ante el creciente índice de personas víctimas de Alzheimer, Gaustìn decide abrir una clínica para esos pacientes en Suiza, “un país ideal para morir”. “Clínica del Pasado” es el nombre escogido para el establecimiento, y difícilmente uno más apropiado. La carencia más aguda de estos enfermos es precisamente esa, la fatal disminución de los índices del pasado. Aunque no recurre a la hematología para explicarse, la solución, como en el caso de las anemias, es la transfusión de pasado que compense los niveles decrecientes de memoria. La ciudad escogida ha sido Zurich y la clínica es todo lo programada que se puede esperar en ese contexto. La terapia es tan patética como inteligente. Consiste, como siempre, en una etapa diagnóstica donde se precisan las preferencias del pasado. De manera casi intuitiva el individuo escoge un año o una de su vida que le gustaría revivir ya que no la puede recordar. El tratamiento consiste en aislar al paciente durante un tiempo prudencias en una sala que podríamos llamar, con la anuencia de Gospodinov, “retroactiva”. El algunos casos, como en el del Señor N., una terapia alternativa puede ser útil. N. fue un adversario del gobierno búlgaro durante la dominación soviética, al cual le fue asignado un vigilante que lo siguió tomado notas, y haciendo grabaciones durante muchos años. Cuando el Alzheimer acabó con su pasado, la clínica le proporcionó uno nuevo al contratar al agente que lo vigiló quien le reconstruyó su pasado en largas sesiones, incluyendo aquellas en las que se reconstruían las citas íntimas con su hermosa amante. Ningún tratamiento es del todo inocente, y este presentaba el riesgo de que el vigilante inventara un pasado al pobre señor N. Porque, como recuerda el protagonista, “el pasado no es sólo lo que ha pasado, sino lo que te has inventado” los recuerdos con minuciosidad suiza, se disponen los diarios de la época, las trasmisiones de radio y televisión, si la había, con los mismos programas y series. Los productos de consumo de ese entonces y las bebidas tan bien están a la disposición y así todo lo demás. La idea, insiste el genial Gaustín, no es que evoquen el pasado, sino que lo experiencen tal como fue, con sus olores y sabores, giros idiomáticos, canciones, slogans publicitarios. El índice de satisfacción es total. Difícilmente un método más convincente. Se vio el caso de un paciente que se escapa de la clínica con la intención de apersonarse en la entrada del edificio Dakota, en las cercanías de Central Park, para evitar el asesinato de John Lennon. El éxito de la clínica enseguida estimula imitaciones, primero en Suiza, y luego en toda Europa. El visionario Gaustìn propone, y consigue, la realización de un referendun multinacional pare decidir, no sobre el futuro, como es lo usual, sino sobre el pasado. cada nación debe escoger el suyo. Los resultados pueden ser sorprendentes y marcados por las paradojas y contradicciones. Gaustìn, al final, desaparece decepcionado. El asado no es menos inseguro que el futuro. En su primera mitad Cronorefugio es una gran novela escrita por un poeta. La segunda mitad es un buen libro con el mismo ingenio, pero sin la inspiración de la primera parte.

Milán, jueves 3 de agosto de 2023 

Borges italiano

Un poema de Borges traducido del italiano:

 

POEMA DE LA CANTIDAD

 

Pienso en el sobrio cielo puritano

con sus luces, dispersas y solitarias,

que tantas noches observó Emerson

desde las nieves y los rigores de Concord.

Todo es diferente aquí. Son demasiadas las estrellas

y hasta es demasiado el hombre. Las infinitas

generaciones de pájaros y de insectos,

el jaguar constelado y la serpiente,

las ramas que se entrecruzan y enredan,

del café, la arena, las hojas,

oprimen las mañanas y hacen inútil

su misterioso laberinto. Cada hormiga

que pisamos puede para Dios

ser única, y necesaria para que se cumplan

las puntuales leyes que rigen su raro mundo.

Caso contrario, el universo todo

sería un error y un costoso caos.

Los espejos de agua y oscuro ébano,

el fantasioso espejo de mis sueños,

la madrépora, los peces y los líquenes,

las filas de tortuga a lo largo del tiempo,

las luciérnagas de esta noche única,

tantas dinastías de araucarias,

las letras de un libro cuyos contornos

la oscuridad no borra, son no menos

personales y enigmáticas

que yo, que las confundo. No me arriesgo

a juzgar la lepra o a Calígula.

 

Mientras yo deambulaba, a mis veintiuno, por las calles heladas de Manhattan, a donde había viajado a conocerlo, lo cual no fue posible por una costosa confusión de fechas, Borges seguramente tenía este texto, en su versión original, en la cabeza, que terminaría escribiéndolo poco después en la urbe brasileña. Para ese entonces, estaría de regreso a mi Venezuela natal sin techo ni destino. El poema del argentino sería recogido en El oro de los tigres, con sus letras doradas en fondo negro, publicado, como siempre, por Emecé. Al momento de terminarlo, Borges tenía cerca setenta y un años. No estoy en Sao Paulo sino en Milán y, a los setenta y cinco, he realizado esta versión a partir de la traducción italiana. El tono del poema es borgiano tardío, con no poco de hermético, escurridizo, como la anguila de san Jerónimo, paradójico e inquietante. Borges, quien nunca se confesó ateo, es un creyente heterodoxo, como su admirado Spinoza. No se atreve a negar la existencia del Creador pero no deja de albergar dudas sobre la sensatez de la Creación. Un desmesurado proyecto que necesita incluso de una oscura hormiga para legitimarse, “perche se compiano le puntuali/legge che reggono il suo strano mondo.” Los versos finales del poema son oraculares, su significa elusivo. Nos sorprende a todos con la confesión de su inseguridad a la hora de juzgar realidades tan divergentes como la lepra y Calígula, a las cuales no se hace alusión en el resto de la poesía. No he consultado para mi traducción el texto original, una decisión que tal vez sea imperdonable. No es distinto a entrar a una casa ajena sin pedir permiso. No me he propuesto como aspiración ser fiel al vate argentino. Acepto, no obstante, que la empresa se entienda como una apropiación indebida, una de esa “images volées”, tan al uso de los artistas y poetas en boga. Me gustaría creer que se ha tratado de una “imitación” en los términos que le dio Dryden: “Entiendo como imitar a un autor, la labor de un poeta posterior para escribir como uno que ha escrito antes que él sobre el mismo asunto”.  Como quiera que sea, en cualquiera de sus posibilidades, el poema es del vate argentino Jorge Luis Borges; lo mío es todo lo que no es suyo, lo bueno, si lo hay, y lo malo que no debe ser poco. No he buscado ser fiel a Borges, he tratado de ser fiel a mí mismo. El argentino, que creo que una vez escribió (no estoy tan seguro después de más de cincuenta años sin leerlo) que detestaba los espejos y la cópula porque reproducían a los hombres, también detestaría este procedimiento que multiplica sus poemas.

Izq: Jonathan Coe. Fotografía de Walnut Whippet | Flickr. Der: BIlly Wilder. Fotografía de Craig Duffy | Flickr

Milán, viernes 4 de agosto de 2023

Coe & Wilder

No sé de otro novelista contemporáneo que se haya dedicado tanto al cine como el inglés Jonathan Coe. Apenas una muestra de esta devoción son sus biografías de James Stewart y Humphrey Bogart. Otra es una de sus novelas Mr. Wilder and Me, donde el gran director y guionista Billy Wilder es uno de los personajes. Su especial relación con el director de Irma la douce, la había revelado en el segmento que cierra su colección de relatos Loggerheads y otras historias, de 2014. “Billy Wilder. Diario de una obsesión”, que es como se llama el segmento es una crónica de sus relaciones con una película de Wilder, no precisamente una de sus más difundidas y ni siquiera uno de sus mejores filmes. Todo comenzó en 1972, cuando Coe tenía once años y una tienda vio un libro que le llamó la atención, La vida privada de Sherlock Holmes. Coe confiesa su temprana admiración por el investigador que lo llevaría a interesarse de manera obsesiva por el film y por la banda musical escrita por Miklós Rózsa. Treinta y dos años después su fidelidad a la película sería recompensada por una carta del propio Wilder, escrita durante una hospitalización:

 

Querido Sr. Coe,

 

Estoy fechando esta carta desde mi lecho de enfermo. A los noventa y cuatro años estoy retirado del cine y no hago una película desde hace una docena. Una entrevista conmigo no sería muy productiva. Me siento confundido y no muy actualizado. Pero quiero agradecerle su artículo en la serie Escribir el cine (Cahiers du Cinema). “Holmes” no fue un éxito, pero es maravilloso saber que se convirtió en una obsesión para alguien.

Muchos saludos.

Su,

Billy Wilder

 

Supongo que sólo Daniel Oliveros, mi hermano menor, guarda una admiración por Wilder émula de la de Jonathan Coe. Sólo que, menos atrevido que el inglés, nunca hubiese enviado una carta al maestro de The Apartment. Mucho menos hablar por teléfono con él. Recuerdo que, en una cena en Nueva York con un joven productor hollywoodense interesado en los servicios de “caviste” de mi hermano para conseguir algunos vinos raros, la conversación derivó hacia Billy Wilder (las conversaciones de mi hermano siempre de alguna manera terminan con Billy Wilder). “Qué casualidad”, dijo el flamante joven productor de Hollywood, “ayer justamente almorcé con Billy. Vamos a llamarlo. En Los Angeles todavía es temprano”, y sacó su celular de un bolsillo de su blazer. Mi pobre hermano estuve a punto de caer desmayado, como le ocurrió a Sean Penn cuando ve a Django Reinhardt en persona en la película de Woody Allen. Sudando, y con la cara de un preocupante amarillo apio, le dijo a nuestro compañero de mesa que por favor no lo hiciera. “No te preocupes, Daniel, a él, le encantan este tipo de cosas.” Pero cuando vio que lo de mi hermano iba en serio, y que, más que a Billy, iba a tener que llamar a una ambulancia desistió. “Está bien, pero la próxima vez que salga con Billy te llamamos. Nunca he sabido si Daniel y Wilder hablaron algún día. Hay cosas que uno no le dice a nadie. Ni siquiera a un hermano.


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